EL ESCAPE PERFECTO!
Finalmente me quedé sentado sobre la camilla de la enfermería esperando que la deliciosa enfermerita regresara con el material de curación para atender mi ojo morado. Ella junto con las otras tres muñecas que auxiliaban al médico de la prisión eran las únicas mujeres que tenían acceso al inviolable recinto carcelario. Asistían una vez a la semana y yo me cercioraba de estar debidamente herido para que ella me atendiera. Ya teníamos al menos 4 meses con este hábito, desde la primera vez que ella me curó un puñetazo que me tumbó un diente después de una discusión que tuvimos los muchachos y yo con algunos miembros del "Outfit" de Chicago. La verdad yo siempre me he considerado un individuo pacifista y más dado a cuestiones de planeación intelectual y gestión de recursos. No me considero el jefe de nuestra agrupación ni mucho menos, pero estoy consciente que las mejores ideas siempre son las mías y por eso me gané el nickname de DOC. NO es por mis anteojos, de ninguna manera, es por mi sagacidad y astucia.
La primera vez que ví a Patty llevaba la boca revuelta en sangre y tan sólo verla me quitó cualquier dolor o furia en contra del simio que me la reventó por decirle que eran unos neandertales, palabra que los tarados probablemente desconocían pero que de igual forma les enfureció y nos cayeron a moquetazos en el comedor. A Terry lo mandaron junto con el jefe de los contrarios a "las fosas" por una semana, mientras que Archie, Neal y yo terminamos en la enfermería, al igual que los otros brutos, con diferentes grados de gravedad. Nada más ver sus preciosos ojos cafés bajo sus gafas doradas yo perdí la cabeza y agradecí el día que nos atraparon intentando robar el Banco de la Reserva Federal de Chicago. De no haber sido capturados en ese bodrio de golpe mal ejecutado, nunca habría podido conocer a la chica que se robaría por siempre mi corazón.
Conforme pasaban las semanas, me aseguraba de que alguien, quien fuera de mis compinches me diera un golpe bien colocado para ser llevado de urgencias y asegurarme de que ella me atendiera con sus delicadas manos. La seguna vez que llegue a la enfermería, la otra chica, una rubia pecosa, simpatiquísima, me atendió muy eficazmente, pero me aseguré de llamar la atención de la chiquilla de lentes que cerca de ahí hacía torundas de algodón. Tan pronto me vio se acercó para ayudar a su compañera, y obviamente notó la sonrisa de estupido con la que le agradecí su solicita ayuda. Los chicos se burlaron de mi cuando me vieron regresar con esa misma sonrisa beata, que evidenciaba más aún el enorme hoyo que adornaba mi dentadura.
-Pero miren a este mentecato, se porta como quinceañero en instituto, como si no estuviéramos en una situación peliaguda, encerrados en el peor lugar de norteamérica con nuestros enemigos acosandonos a cada rato. Neil fumaba un pitillo mientras me miraba de soslayo, entre divertido y amargado, como sólo él lo puede hacer.
-Bah, déjalo. Al menos tiene en que, mejor dicho, en quien distraerse. Tenemos que planear nuestro escape de este maldito lugar. No pienso perder los mejores años de mi juventud encerrado en esta pocilga asquerosa. Le contestó mi hermano Archie recargado en una columna de la sala común, en nuestra esquina exclusiva donde ningún otro miembro de otra banda osaba acercarse.
-Pues no es nada tonto, el buen Doc, las enfermeritas la verdad estan de muy buen ver, de hecho ya me tocó verlas y la rubia no me fue indiferente. Se sonrojó conmigo y las pecas de la nariz le bailaron de deseo, yo se que le gusté a la jeba esa. Terry ya había caído también en la enfermería por un navajazo en un costado, pero su agresor terminó clavado con la misma navaja en un ojo y ya lo habían sacado con los pies por delante de la prisión. -Lo que tenemos que hacer es mandarte hacer un diente de oro, mi buen Doc, por que podremos ser delincuentes, pero perder la clase y la presencia, eso sí que no. Ya mandé pedir que lo traigan de contrabando, aquí conozco a un malogrado dentista que se encargará de colocartelo, eso vá por mi cuenta, amigo.
Una semana después, ya tenía puesto mi maravilloso diente, así que la siguiente vez que regresé con un chichón a ver a Patty, no me avergoncé de sonreírle y ella me correspondió de una forma que me hizo casi desmayarme de la emoción. Entonces le dejé una nota entre sus manos, la cual me respondió dándome otra hoja en mi siguiente visita a revisión y así comenzamos un intercambio epistolar donde abrimos nuestros corazones mediante confidencias y secretos que iban más allá de la simple amistad o coquetería. Patty tenía una chispa e ingenio que me volvieron loco de remate y la urgencia por escapar para hacer una vida a su lado se volvió en mi obsesión.
Comenzé a tramar un plan con los muchachos, pero era importante que cada uno se conchavara a una de las guapas enfermeritas para que nos ayudaran en nuestro plan de escape, ya que era más que sabido que la famosa ROCA tenía fama de ser inviolable. Al principio les molestó mi idea, pero conforme insistía en que esa era nuestra única salida se fueron convenciendo de que no había otra opción que intentar lo que se me había ocurrido y que ya previamente le había comentado a Patty en mis cartas.
Así que el CREW de Chicago como nos conocían en el circuito, se hizo famoso por terminar constantemente en la enfermería de diferentes males y heridas variadas, por lo que nos dimos tiempo y maña para seducir a las 4 enfermeras que parecían que ni mandadas a hacer para nosotros. Los dioses del olimpo eran sin duda generosos con nosotros a pesar de nuestra precaria situación. Archie enamoró de inmediato a la boba de Annie, quien desde el momento que vio a mi guapo hermano no pudo despegarsele ni dejar de manosearlo con el pretexto de curarle la mano que llevaba machucada por la reja de su celda, Terry desde la primera vez que interactuó con Candy hubo llamaradas eléctricas que a todos nos dejaron atónitos y hasta avergonzados por la falta de pudor del par, el pobre de Neil fue el que más problemas tuvo con la estirada de Flamy, sin embargo supo hallar la manera de escarbar en su aparente frigidez y al poco tiempo también ya se escribían. Teníamos que dictarle entre todos las notas al poco romántico y cínico Leagan para poder conquistar a la enfermera de acero.
Cuando vimos que el tiempo necesario para ganarnos la confianza y el corazón de las chicas era el adecuado, me cercioré de obtener todos los insumos necesarios a través de contrabandistas en la prisión para preparar nuestro escape. Nos hicimos de uniformes de marinos, y nos preparamos para que en la siguiente visita del equipo de enfermeras, accidentarnos al mismo tiempo para ser internados a la vez. Yo me había puesto de acuerdo con los chicos del Outfit, que para ese momento ya eran camaradas nuestros a través de los juegos de poker que les dejabamos ganar y el alcohol contrabandeado que generosamente les compartíamos.
Ellos nos dieron una tunda razonable que a los ojos de los guardias pareciera una carnicería, pero que en realidad sólo nos aturdió un poco, lo suficiente para ser llevados con las chicas. El médico fue cosa sencilla, lo amordazamos y ocultamos en el almacén de medicamentos, Terry que se le asemejaba más y por sus habilidades histrionicas se puso su vestimenta y el sombrero que acostumbraba llevar, nosotros nos quitamos nuestros uniformes de presos ya que llevábamos debajo los de marinos que previamente habíamos conseguido. Cuando era la hora de partir, las chicas nos ocultaron en los canastos con ruedas donde sacaban la ropa sucia de la enfermería para llevarla a la lavandería, sin embargo las llevaron empujandonos dentro de ellas a la salida del penal, diciendo en cada punto de inspección que la ropa estaba contaminada con restos de cólera por lo que debía ser sacada con urgencia del penal para evitar una epidemia.
Los guardias y supervisores, confiando en los hermosos y angelicales rostros de las señoritas les dieron pase inmediato sin atreverse a asomarse a los canastos por temor a contagiarse, así que salimos mientras Terry las ayudaba a subir los "fardos de ropa contaminada" en el ferry que servía de medio de transporte para la fortaleza marina. El muy estúpido, riéndose y aprovechando el momento, nos lanzó contra la cubierta y tuvimos que aguantar el porrazo en silencio para no prevenir al personal de que iban unos polizontes dentro. Una vez en el mar, fue fácil tomar posesión del ferry y dirigirnos a la bahía donde nuestro tío Willam nos esperaba con un barco en el cual huímos para dirigirnos hacia México, desde donde y con la ayuda de nuestra Tía abuela Elroy, quien se había quedado a cargo de los "negocios familiares" en Chicago, partimos a Europa donde pudimos rehacer nuestras vidas, al lado de nuestras enfermeras particulares.
Yo ya no me dediqué al crimen, era obvio que la lección aprendida en Alcatraz había sido suficiente para mi, me asocié con constructores de aeronaves en Italia una vez terminada la guerra y en compañía de mi bella asistenta Patty, que con sus besos me motivaba a crear mejores y más veloces aviones, pudimos levantar la primer línea continental para transporte de pasajeros.
Los demás chicos se desperdigaron por el continente viviendo aventuras dignas de novelas de espías e inspectores internacionales de las que alguna vez he de hablar en algún libro. El único que no conservó a su dama fue el tonto de Neil, pero, a ese quien lo soporta al final?