Se presentó ante todos como una médico cabal, una filántropa. Después de tantas pérdidas en su vida, había conmemorado esta a la humanidad. Viajó por el mundo estudiando, buscando respuestas, no sólo en el ámbito científico sino además en el mundo de la medicina alternativa. Fue recorriendo Oriente que conoció a una mujer que practicaba medicina chamánica. Decidió detener su continuo andar para seguir a la bruja, entender y aprender su arte.
¿Quién podría imaginar que detrás de tan riguroso profesional, una mente perturbada la arrastraba a ir más allá? Si bien la Chamán proclamaba a los cuatro vientos sólo practicar magia blanca, en el submundo era sabido que era habilidosa con la medicina oculta.
“¿Estás segura?” le preguntó. “Tu sabe que tiene el alma negra, ese amoh te ha hecho mal” le dio una piteada a su puro. “te aconsejaría no seguir aelante, pero sé que mi consejo no va a llega a ni una parte… mujeh, va a termina muerta o loca” observaba a la mujer entre las volutas de humo que despedía su cigarro.
“¿Crees que me importa?” sonrió. “Tus hechizos no son nada comparado a lo que él hizo conmigo. Agitó mi corazón y mi alma hasta este punto. La vida sin su presencia nunca ha significado nada”
“Muy bien” se encogió brevemente de hombros antes de ir por los materiales. Fue a la esquina del roñoso y oscuro departamento, una ella reposaba una extraña maleta, se hizo de ella y volvió al puesto. Hurgó dentro de ella, entregándole los implementos a la doctora. Esta, la miró consternada ¿Cómo pintura y lienzo podrían ayudarla? Ahora la Chamán sonreía. “Ha lo que te digo… Concéntrate, piensa en su espíritu. Visualiza y muéstrame cómo sería su mente”
La galena miró la blanca lona. Cerró los ojos evocando momentos, su cuerpo, su ingenio, su risa de niño, su madurez y fortaleza. Su mano se movió sola, el pincel se movía al ritmo de los cánticos de la bruja. “Donne ta vie… Donne ton amor… Donne ton sang”. Avanzaba envuelta en una enorme bruma.
“¡Ta listo!” al oír esas palabras despertó. Observo el cuadro pasmada. Un hombre viejo, dueño de un extraño sombrero, llevaba un único pasajero en un tren en movimiento.
“SE MUEVE” se tapó la boca, sintiendo miedo por vez primera.
“See… ¿puede veh quien va en el tren?” Patricia no lo podía creer. “Ya tiene su espíritu, ahora necesitah encontrale un cuerpo”
Patricia enderezó su postura, dispuesta y segura. “¿Qué es lo que tengo que hacer?”
CONTINUARAAAA….