Quería despedirse apropiadamente, ahora que el futuro se vislumbraba brillante. ¿Cómo? La extraña mujer se había llevado su cuerpo, y desde entonces no supo más de ella. Con ayuda de su sobrino, y sin develar los motivos, busco a la familia de Patricia. Mintió, como hiciera incontable cantidad de veces desde que volvió a la vida, le hizo creer que eran parte de su familia, parientes lejanos que quería ver antes de irse. Pasaba el tiempo, pero no lograban dar con ningún rastro de la familia O´Brian.
Estaba en su dormitorio, guardando ropa y sus libros en sus maletas cuando golpearon su puerta.
“Adelante” saludo a la visita con una sonrisa.
“La búsqueda hubiera sido mucho más rápida si le pedíamos ayuda a mi madre” le dijo mientras le mostraba un sobre.
“¿Por qué le preguntaste a tu mamá? ¿Qué le dijiste?” sintió que la sangre se le iba al suelo.
“Lo mismo que me dijiste, que sentiste la necesidad de buscar a tu familia antes de irte. Que lo único que te quedaban eran unos primos lejanos y que querías encontrarlos” se encogió de hombros. “¿Cuál es el problema? ¿Te sientes bien? Estás pálido”
“Estoy bien… ¿Qué te dijo?” trato de componer el rostro.
“Se asombró…” se mostró contrariado. “Cuando le dije que parte de tu familia era de Florida, me abrió los ojos de par en par para luego echarse a llorar…”
Stear se contrajo completo mientras le escuchaba
“Ya sabes que te pareces al difunto de mi tío…” dijo con un gesto, como disculpándose de sacar de nuevo ese tema a la palestra. “Al parecer él tenía una novia, que fue amiga de mi mamá. Después de su muerte ella regresó a su ciudad natal, adivina de donde es… Quizás es pariente tuya”
“Tal vez debería comunicarme con ella…” se le revolvió el estómago ante esa mentira.
“Lo mismo pensé, le pedí su número, pero me dijo que al poco tiempo de morir mi tío dejó de mantenerse en contacto. Su última carta fue cuando murió su abuela Martha…” levantó de nuevo el papel que tenía en mano. “Me la dejo por si quieres echarle un vistazo. Ahí está” se la entregó.
Observo la dirección con detención. “Florida, allá voy…”
“No tardes mucho, o pierdes a la novia… Primo” le guiño un ojo sonriendo pícaro.
Condujo por casi 20 horas, sólo se detuvo para comer y dormir antes de seguir camino. Leyó una y otra vez la carta, permitiéndose llorar, nuevamente, su ausencia. Una vez se dio cuenta donde habitaba el corazón de Candy, él de manera genuina había decidido buscar su felicidad junto a Patricia. Sólo que ahora sentía que no lo demostró de manera suficiente. Ella había llegado a tal extremo en quererle, que dio su propia vida por traerle de vuelta nuevamente.
Era casi noche cuando llegó al cementerio mencionado. Buscó en los alrededores hasta dar con la pérgola. “Buenas noches ¿Eso es todo lo que le queda?” la mujer asintió. Le entregó una buena cantidad de billetes, seguramente estaba pagando más de lo que correspondía, pero no lo sentía así. Dio con el encargado, le prometió que entregaría el ramo y se iría de inmediato. Se detuvo delante de la tumba, sintiendo el cuerpo y el corazón pesados.
“Me perdona, estás no son para usted, son para su nieta. ¿Podrá usted agradecerle en mi nombre…” suspiró antes de echarse a llorar “…Por este enorme regalo?” trato de secarse las lágrimas. “Dígale que su sacrificio no será en vano, que voy a vivir mi vida al máximo” dejó el ramo de rosas sobre la lápida.
“Que no fue en vano dice… ¿no tienes que entregarme? llévame de aquí de una maldita vez.”
“Ese fue tu problema. Tú le quisiste, en demasía, aun cuando él no te dio respuesta… ¿Alguna ve dijo te amo? ¿No se mostró ma bien timio y distante?” vio el odio reflejado en los vidriosos ojos. “No me miri asi, yo no era la que quería despedirse”
Stear levantó la vista, mas no vio nada. Busco en sus alrededores pues juró había escuchado unos murmullos. “Quizás sea el viento” dijo en voz alta para tranquilizarse. Tomó una rosa del arreglo. “Esta es para usted, señora Martha” depositándola en el suelo.
Antes de dejar el cementerio observó hacia los cielos. “Gracias, de verdad”
Convenció a su mujer de vivir en Escocia. Su suegro le apoyó en la idea, entregándoles la mansión que tenía en aquellas tierras. Allí echó raíces y vio crecer a su familia. Alistar vivió casi cien años, y fue un hombre muy feliz.
Estaba en su dormitorio, guardando ropa y sus libros en sus maletas cuando golpearon su puerta.
“Adelante” saludo a la visita con una sonrisa.
“La búsqueda hubiera sido mucho más rápida si le pedíamos ayuda a mi madre” le dijo mientras le mostraba un sobre.
“¿Por qué le preguntaste a tu mamá? ¿Qué le dijiste?” sintió que la sangre se le iba al suelo.
“Lo mismo que me dijiste, que sentiste la necesidad de buscar a tu familia antes de irte. Que lo único que te quedaban eran unos primos lejanos y que querías encontrarlos” se encogió de hombros. “¿Cuál es el problema? ¿Te sientes bien? Estás pálido”
“Estoy bien… ¿Qué te dijo?” trato de componer el rostro.
“Se asombró…” se mostró contrariado. “Cuando le dije que parte de tu familia era de Florida, me abrió los ojos de par en par para luego echarse a llorar…”
Stear se contrajo completo mientras le escuchaba
“Ya sabes que te pareces al difunto de mi tío…” dijo con un gesto, como disculpándose de sacar de nuevo ese tema a la palestra. “Al parecer él tenía una novia, que fue amiga de mi mamá. Después de su muerte ella regresó a su ciudad natal, adivina de donde es… Quizás es pariente tuya”
“Tal vez debería comunicarme con ella…” se le revolvió el estómago ante esa mentira.
“Lo mismo pensé, le pedí su número, pero me dijo que al poco tiempo de morir mi tío dejó de mantenerse en contacto. Su última carta fue cuando murió su abuela Martha…” levantó de nuevo el papel que tenía en mano. “Me la dejo por si quieres echarle un vistazo. Ahí está” se la entregó.
Observo la dirección con detención. “Florida, allá voy…”
“No tardes mucho, o pierdes a la novia… Primo” le guiño un ojo sonriendo pícaro.
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Condujo por casi 20 horas, sólo se detuvo para comer y dormir antes de seguir camino. Leyó una y otra vez la carta, permitiéndose llorar, nuevamente, su ausencia. Una vez se dio cuenta donde habitaba el corazón de Candy, él de manera genuina había decidido buscar su felicidad junto a Patricia. Sólo que ahora sentía que no lo demostró de manera suficiente. Ella había llegado a tal extremo en quererle, que dio su propia vida por traerle de vuelta nuevamente.
Era casi noche cuando llegó al cementerio mencionado. Buscó en los alrededores hasta dar con la pérgola. “Buenas noches ¿Eso es todo lo que le queda?” la mujer asintió. Le entregó una buena cantidad de billetes, seguramente estaba pagando más de lo que correspondía, pero no lo sentía así. Dio con el encargado, le prometió que entregaría el ramo y se iría de inmediato. Se detuvo delante de la tumba, sintiendo el cuerpo y el corazón pesados.
“Me perdona, estás no son para usted, son para su nieta. ¿Podrá usted agradecerle en mi nombre…” suspiró antes de echarse a llorar “…Por este enorme regalo?” trato de secarse las lágrimas. “Dígale que su sacrificio no será en vano, que voy a vivir mi vida al máximo” dejó el ramo de rosas sobre la lápida.
“Que no fue en vano dice… ¿no tienes que entregarme? llévame de aquí de una maldita vez.”
“Ese fue tu problema. Tú le quisiste, en demasía, aun cuando él no te dio respuesta… ¿Alguna ve dijo te amo? ¿No se mostró ma bien timio y distante?” vio el odio reflejado en los vidriosos ojos. “No me miri asi, yo no era la que quería despedirse”
Stear levantó la vista, mas no vio nada. Busco en sus alrededores pues juró había escuchado unos murmullos. “Quizás sea el viento” dijo en voz alta para tranquilizarse. Tomó una rosa del arreglo. “Esta es para usted, señora Martha” depositándola en el suelo.
Antes de dejar el cementerio observó hacia los cielos. “Gracias, de verdad”
Convenció a su mujer de vivir en Escocia. Su suegro le apoyó en la idea, entregándoles la mansión que tenía en aquellas tierras. Allí echó raíces y vio crecer a su familia. Alistar vivió casi cien años, y fue un hombre muy feliz.
FIN