No hay luz en las catacumbas de la Isla, con suerte algo de oxígeno proveniente del único pasillo, que sirve como entrada y salida del escondido lugar. Todos hablaban de ellas, pero ninguno las había visto, al menos ningún reo vivo. Una especie de mito urbano entre los residentes de Alcatraz. Se decía que quien era llevado a ese lugar no volvía con vida jamás. Los suicidios se habían vuelto pan de todos los días, algunos culpaban a los guardias y al alcaide; otros aseguraban eran los llevados a las oscuras cavernas. El preso número 2002 no quería enterarse de dichos acontecimientos, pero ahí se encontraba. Rezaba con la voz entrecortada, producto del miedo, o quizás del frío que le producía sus ropas mojadas. Él era un hombre inocente, su único pecado, creer en su hermano… ¡Maldito fuera su gemelo! No tenía porque estar viviendo esto, otro era el que debía pagar.
El eco de unos pasos le hicieron buscar frenéticamente alrededor, no podía adivinar de dónde venían, por más que intentaba concentrarse. El sonido amplificado le hacía mirar para todos lados. Un pinchazo en su cuello, en cosa de minutos perdió el conocimiento.
Poco a poco fue recuperando el sentido. Movió su cabeza de forma torpe, aún mareado, intentando abrir los ojos para incorporarse. Comenzó a sentir aún más temor al despertar de sus extremidades, estaba maniatado, completamente amarrado. Sus ojos reaccionaron al miedo abriéndose violentamente. Podía ver el techo, las oscuras paredes y los antiguos muebles, llenos de extraños artefactos. Sin dudas estaba en un sótano. Su respiración disparada junto a sus pulsaciones, quiso gritar, pero ni su boca o lengua reaccionaban. Nuevamente pasos.
“Shhh… Tranquilo muchacho” el preso tiró su cabeza hacia atrás, una mujer de edad, envuelta en una bata médica, se le acercaba. Su cuerpo se sentía tan pesado, le ordenaba que se moviera, pero sólo obedecía su cabeza. “Si sigues así tendré que dormirte nuevamente”. Se acercó hasta él y con arrugadas manos acaricio su cabeza.
“¿Co… cómo…”
“¿Cómo llegaste aquí?” completo la frase la extraña mujer “Gracias a los hombres del alcaide…” tomó una silla se sentó cerca al rostro del preso “¿Quieres saber tantos detalles cuando acabaras muerto?” Los ojos del hombre parecían salirse de sus cuencas “ok…ok… Te lo cuento” se acomodó en su asiento, mientras relataba de forma autómata los hechos. Alguien tan acostumbrado a hacerlo, que ya no le removían sentimientos “tengo la vida de la hija del alcaide en mis manos. La desdichada está muy enferma. Pobre chiquilla, desahuciada, como tú… Yo le ayudo a mantenerla viva, con… digamos… medicina alternativa” sonrió “Yo necesito cuerpos, él me los proporciona… Ustedes son desechables, nadie los quiere. Lacras que la sociedad tiró en esa isla… Pero por alguna razón, que la maldita chamán no me dio, el hechizo no funciona… El tiempo se me agota… ¿ME VES? CADA VEZ MÁS VIEJA Y GORDA” saltó del asiento asustando al reo. La mujer definitivamente había perdido sus cabales. “Tú no eres más que otro intento. El número 2002 de ellos”
Paty fue hasta uno de sus muebles en busca de la extraña maleta. Sacó el valioso cuadro que guardaba dentro. Con la mano libre se hizo de un bisturí y se acercó al muchacho. Este convulsionaba sobre la mesa de operaciones. “¡Ah, no te me mueras ahora!”
El reo 2002 despertó nuevamente, sintiéndose extrañamente tranquilo, liviano. Miró con detención la escena que tenía ante sus ojos. Un cuerpo sobre una camilla, se desangraba de a poco… Mientras una mujer rezaba. ¡No, es un cántico! ¡El cuerpo era el suyo, debía volver a él!
Stear reposaba sentado sobre una tumba, abatido, en este lugar sin tiempo, donde el campanario ni los llantos cesaban. Tantas veces busco una salida, una persona, sin encontrar ninguna.
“¡Stear!” creyó oír a lo lejos su nombre “¡Stear!” se levantó buscando a su alrededor. Entonces la vio. Patricia, igual que siempre, sólo que vestía riguroso luto. Corrió eufórico hasta ella, se lanzó a abrazarla una vez la tuvo cerca.
“¡Eres tú, eres real!” dijo el inventor.
“No hay tiempo amor” Paty se soltó “Sígueme…” lo tomó de la mano arrastrándolo de aquel lugar.
El preso buscaba volver a su cuerpo más no podía, una fuerza le rechazaba. El canto de la mujer se intensificaba, y mientras lo hacía más se arrugaba, asustando al reo. ¿Pero qué es esto?
“DONNE TA VIE… DONNE TON AMOR… DONNE TON SANG… DONNE TA VIE…”
Vio con pavor con un halo de luz se movía del cuadro al que fuera alguna vez su cuerpo, transformándose por completo. Ya no se reconocía, no se veía a sí mismo. Lo supo, no había forma, un intruso se había adueñado de su cuerpo ¿Y ahora? Quizás es tiempo de darle a mi hermano una visita.
El corazón de Paty se agito al sentir como la vida se le iba. Como una epifanía, lo vio, ella no iba a compartir con él su vida… Donne la vie, da tu vida… Donne ton amor, da tu amor… Donne ton sang, da tu sangre.
“Hija de puta” alcanzó a murmurar antes de desvanecerse. Lo había logrado, pero había sido en vano.
Stear se levantó asustado de la camilla, tomó el cuerpo de una abuela Paty ya sin vida. Asustado, con el cuerpo en sus brazos, salió corriendo a la calle. Desorientado, clamó a viva voz buscando ayuda. Tratando de entender porque su dulce niña había sacrificado tanto…
CONTINUARA...