Al llegar hasta el lugar indicado, sintió que su pulso se había acelerado, los latidos de su corazón y la agitada respiración, hacían que su pecho se moviera con violencia de arriba hacia abajo. La puerta que se encontraba frente a él, estaba entreabierta, a través de esa rendija se asomó para observar y sus ojos se abrieron por el asombro, a pesar de que ya tenía casi la certeza de saber la verdad, no quiso creerlo por completo, pero la cruda realidad se encontraba ahí mismo.
-Puedo escuchar tu respiración – dijo la voz desde adentro
Se oyeron un par de pasos de quien se encontraba adentro, luego el sonido de un fósforo que se encendía y finalmente, el olor a tabaco inundó el ambiente.
-Siempre he preferido armar mis propios cigarrillos, este tabaco es exquisito, si otras fueran las circunstancias, podría convidarte – una risa burlona salió de sus labios - ¿por qué no entras?
Terry inhalo profundamente y tomó valor en un segundo para entrar, abrió la puerta lentamente, podía sentir como un sudor frío cubría su cuerpo, tragó saliva duramente. Miró hacia un costado, en una silla se encontraba el cuerpo inconsciente de su amigo, atado con una cuerda, con las manos hacia atrás y su cabeza inclinada hacia adelante, algunos cabellos se habían pegado a su frente debido a los rastros de sangre seca que se podía observar en su frente.
-No te asustes – le dijo mientras daba otra calada a su cigarrillo, sacó un pañuelo del bolsillo de su chaqueta y limpió el marco de la ventana para luego sentarse en este
-No estoy asustado – respondió el ojiazul
-Eso no es lo que dice tu respiración agitada, o el sudor que recubre tu frente – elevó las cejas por un segundo insinuando que lo que decía era obvio – y ni qué decir del temblor de tus manos
Terry hizo puños con sus manos y ejerció fuerza en estos, dicho acto pareció ser gracioso para su acompañante, pues nuevamente una risa salió de sus labios.
-Siéntate – le dijo señalando una silla que se encontraba junto a uno de los pupitres – y pensar que alguna vez estudiamos aquí, qué irónico, ¿verdad? – negó con la cabeza – nos conocimos aquí, y ahora… nos veremos aquí por última vez
-¿Qué quieres decir con eso? – preguntó el castaño
-Primero siéntate, y seguiremos conversando – al ver que Terry estaba a punto de negarse, metió su mano en el bolsillo interior de su chaqueta para esta vez, sacar una pistola y la dejó en el marco de la ventana, el castaño obedeció a la orden que se le había dado antes – muy bien Terry, solo hace falta un poco de incentivo para que hasta un rebelde como tú, pueda ser obediente
-¿Qué quisiste decir con que esta será la última vez que nos veremos? – volvió a reformular una vez más el castaño
-¿De verdad quieres que te explique eso? Creí que en nuestros años de estudio eras un buen alumno, te mandaron a estudiar al famoso San Pablo solo para que pudieras seguir los mismos pasos de tu padre, ¿cierto?, al menos eso era lo que decían el resto de estudiantes, ya sabes cómo eran nuestros compañeros, hijos de padres ricos que solo fueron enviados a este internado para poder ser educados como se debe, para que seamos dignos de manejar los mismos negocios que nuestros progenitores – se mordió el labio inferior y luego negó con la cabeza – ¿recuerdas lo que la hermana Gray predicaba con tanto afán?, quienes cometen errores, quienes han pecado, merecen ser castigados – señaló al hombre que se encontraba inconsciente – no te voy a mentir Terry, al principio me dejé llevar por los comentarios de los demás, creí que serías aquel muchacho que no se inmutaba con nada, haciendo del San Pablo tu parque de diversiones y con esa actitud tuya de ignorar a todos, pero con el tiempo me di cuenta de que eras más que eso, los años me hicieron ver que eres un hombre de bien, lamentablemente… hoy tú has cometido un error, no deberías estar aquí
-¿Eso crees? – preguntó Terry mirando a su alrededor cuando creía que los ojos que lo observaban se desviaban hacia otros puntos que no fuera él
-Aunque encuentres algo que te sea útil como arma, será en vano – el cigarrillo se había acabado, apagó lo que quedaba en un pupitre que se encontraba cerca y se puso de pie tomando el arma en una mano, ahora su rostro expresaba seriedad – tienes que pagar por tus errores
-¿De qué hablas? – preguntó Terry empezando a buscar desesperadamente un objeto con el cual defenderse – no te hice nada
-Ya te lo dije, quienes cometen errores deben ser castigados, si tu curiosidad no fuera tan grande, no estarías aquí y yo… no tendría que matarte
El castaño sintió el miedo más grande que nunca antes había conocido, en este momento, su vida estaba en juego, ¿era esta la forma en que tendría que morir? ¿así de simple?, y qué había de las pérdidas que él había sufrido, aquellas que habían hecho llorar a Candy por incontables noches. Solo por estar en el lugar equivocado según se le había dicho hacía unos segundos, ahora que sabía quién era la persona que se encontraba tras todos los hechos suscitados con el pasar de los años, ahora que podía ponerle un nombre y un rostro al alma que no dudó en ejecutar cada asesinato, no podría decírselo a nadie más y solo pasaría a ser una de sus víctimas en la lista que indudablemente iría creciendo.
Lentamente se le acercó y levantaba el arma que sostenía, apuntando directo a su cabeza, y con una expresión en el rostro como si de un alma indolente se tratara. El sonido del seguro de la pistola pareció hacer eco en el aula abandonada de aquel colegio.
QUINCE AÑOS ATRÁS…
Una rubia se encontraba sentada en uno de los pupitres del salón, en la tercera fila de la columna que se encontraba junto hacia una de las paredes. Sentía que su cuerpo estaba un poco rígido debido al típico nerviosismo que se experimenta en un primer día de clases. Este año habían decidido enviarla a un internado para que terminara la secundaria y luego empezara con el bachillerato, no faltaba demasiado para que cumpliera quince años, pero de vez en cuando aún se sentía como una niña. Sus padres le decían que aún tendría tiempo de elegir la carrera adecuada para poder estudiar más adelante, pero ella sentía que desde hacía mucho ya tenía al menos una idea general de qué podría gustarle. La medicina siempre le había llamado la atención, con el tiempo ya decidiría en qué rama especializarse, y sentía que desde ya, debía esforzarse por obtener buenas calificaciones, así al menos haría sentir a sus padres que el haberla mandado a un internado ciertamente costoso, valdría la pena, además de esta forma podría mantener la media beca que se le había otorgado por tener un promedio ponderado. Por otro lado, era un poco extraño tener que estar en un internado, pues ahora estudiaría, comería y dormiría prácticamente en el mismo lugar, cada fin de semana podría ir a casa y ver de nuevo a sus padres. El San Pablo quedaba lejos de la mayoría de las casas de los estudiantes, algunos harían un pequeño viaje de tres o cuatro horas en promedio cada fin de semana. Candy no era la excepción, con tres horas de distancia por recorrer, debería tomar un bus que la llevara a su hogar los sábados por la mañana y volver cada domingo por la tarde.
-¡Hola! – aquella voz la sacó de sus pensamientos
-Hola – correspondió al saludo
El chico que se encontraba delante de ella tenía una sonrisa tan amigable que incluso inspiraba confianza, y la forma en que le hablaba evidenciaba que era de personalidad bastante alegre.
-Me llamo Stear – dijo acomodándose las gafas- ¿y tú?
-Candice, ese es mi nombre
-Candice… - repitió al tiempo que entrecerraba los ojos y fruncía los labios en una mueca graciosa - ¿te puedo llamar Candy? Suena más tierno y creo que te queda bien
-Claro – respondió sintiendo que un leve rubor cubría sus mejillas
-¿Ya estás haciendo nuevos amigos? – otra voz masculina se acercaba hacia ellos
-Él es mi hermano Archivald – dijo señalando con el pulgar a quien se acercaba
De cabello castaño y cuidadosamente acomodado, tez blanca al igual que su hermano, y sonrisa pícara. Se sentó en la carpeta que se encontraba a un costado de Candy y sin previo aviso tomó una de sus manos para depositar un beso en el dorso de esta. Inevitablemente la rubia terminó con las mejillas absolutamente sonrojadas.
-Puedes llamarme Archie – le dijo
-Ya déjala, la estás asustando – le dijo su hermano mientras le reprochaba con la mirada
-Eso no es cierto, ¿verdad gatita?
-¿Gatita? – cuestionó Stear alzando una ceja
-Así es, ¿acaso estás ciego Stear? Mira esos ojitos, tan verdes como los de una tierna gatita
Candy escondió su rostro con ambas manos, ambos hermanos soltaron unas carcajadas al sentirse divertidos con aquella situación, incluso ella finalmente sonrió.
-Ya, en serio Archie, deja de molestarla tanto o se va a quedar roja para siempre
-Está bien, está bien – el castaño volvió a mirarla – discúlpame Candy, es solo que me pareciste muy bonita y no quise desaprovechar la oportunidad – le guiño un ojo – y tú Stear, ¿no se te hará tarde para ir a clases?
-¿Tarde? – preguntó la rubia - ¿acaso estudiará con nosotros?
-No Candy, yo ya estoy en tercer año
-Oh, nos llevas la delantera por un año
-Así es, pero mi hermano tiene razón, podría hacérseme tarde, igual me colaré cuando pueda por aquí – se puso de pie y agitó la mano – nos vemos luego
-Hasta luego – dijo la ojiverde
-Y bien gatita, dime, ¿de dónde vienes? – Archie dio rienda suelta a sus preguntas para hacer una conversación a su nueva amiga
-Antes estudié en un colegio de mujeres, uno que quedaba cerca a mi casa, luego logré obtener buenas calificaciones, no las mejores pero sí un promedio ponderado que me permitió conseguir media beca aquí
-Aquí hay muy buenos estudiantes, tendrás que seguir manteniendo tus calificaciones, pero no te preocupes, si tienes alguna dificultad, yo podré ayudarte
-Gracias, de hecho, creo que me hace falta practicar un poco de matemáticas
-También soy bueno en matemáticas, pero Stear me supera, así que cuando guste, podremos pedirle que nos ayude
-Me parece genial
-¿Y qué te parece este lugar?
-Parece un lugar bonito, es muy grande
-Sí, eso es porque tiene un apartado en el que están las habitaciones
-Lo sé
-Te vas a divertir, solo hace falta que conozcas a más gente
Ambos continuaron charlando, poco a poco iban llegando más estudiantes, hasta que las campanas del internado anunciaron que eran las diez de la mañana, aquel día habían comenzado a esa hora solo por ser el primer día de clases. En ese momento un chico de cabello castaño entró por la puerta, con un par de botones de la camisa abiertos, el nudo de la corbata aflojado, el cabello castaño un poco más largo que el del resto de estudiantes masculinos, pero lo más llamativo en él, eran ese par de ojos azules que parecían dos oceános profundos.
-Tan puntual como siempre… - susurró Archie con cierto desprecio
-¿Quién es? – preguntó la rubia aún sin despegar los ojos del chico
-Es Grandchester, es un arrogante
El chico se adentró en el aula, con la vista al frente, ignorando las miradas que se posaban sobre él. Eligió un pupitre que se encontraba casi al final del aula y acomodó sus cosas, por un instante levantó la mirada y atrapó a otro par de ojos verdes que lo observaban. Él le dedicó una sonrisa de lado y luego volteó a ver hacia la ventana.
-No te dejes llevar por esa sonrisita socarrona –le advirtió Archie a una embelesada Candy
Última edición por T.G. el Mar Abr 13, 2021 5:24 pm, editado 1 vez