Eran las cinco de la mañana y aún parecía de noche, Candy se encontraba en la bañera con los audífonos puestos escuchando su canción favorita antes de terminar de alistarse para el primer día de clases. El día anterior llegó con muchos nervios al colegio, Archie y ella eran alumnos nuevos mientras que Stear y Neal al ser de la misma edad fueron enviados por sus padres un año antes para terminar sus estudios en ese país y continuar los universitarios, para que Eliza no se quedara sola la enviaron junto a su hermano es así que los tres ya tenían conocimiento de las reglas del colegio y también algo de experiencia para romperlas.
Al llegar fueron dirigidos a la oficina de la rectora, la hermana Gray tenía un aspecto serio y rudo, ojos grandes, cejas gruesas emblanquecidas, la voz un poco grave, su sola presencia hacía sentir algo de temor y mucho respeto hacia ella. Les dio la bienvenida y les recalcó las reglas de la institución, al escucharla hablar no era tan terrible como se lo había imaginado, era un internado mixto, el pabellón A era exclusivo para las mujeres, ahí estaban sus dormitorios y el pabellón B para los hombres, estaban unidos por una sala donde podían compartir momentos de ocio tanto mujeres y varones.
Los fines de semana tenían permitido salir del recinto escolar para dar un paseo y los que tenían una residencia en la ciudad podían quedarse y volver el domingo por la noche.
Candy estaba algo pensativa recordando a su hermano y el día del accidente - "Si tan solo no te hubiera reclamado por lo que me contaste" - Sentía que el dolor la invadía de nuevo mientras que venía a su mente la última promesa que le hizo a Thony - ¡Vive Candy, no permitas que nada te quite la alegría! - ¡Eso haré hermano!, viviré cada experiencia nueva para no arrepentirme de un tal vez o un si hubiera...
Miro su reloj, eran las cinco y cuarenta, aún tenía tiempo ya que a las siete debía estar en el comedor - "¿Con quién hablaría Archie por celular?" pensó – Él no quiso responder a su pregunta, le dijo que era una sorpresa que le gustaría mucho.
Terminó de alistarse y cuando estuvo por bajar al comedor se dio cuenta que olvidó sacar su billetera, aunque no sabía si sería necesario o no, por precaución decidió llevarlo así que se dirigió a su ropero en busca de la cartera con la que llegó de su largo viaje, metió la mano y sacó el pañuelo color crema con las iniciales E.B, aún tenía impregnado el aroma a tabaco y menta, se sonrojaron sus mejillas al recordar aquel encuentro con aquel joven muy apuesto, por instinto levanto su mano y la posó sobre su pecho, sonrió con picardía y pensó "¿ Su nombre empezará con estas iniciales?" En medio de sus fantasías vino a su mente Archie, fue su único novio y estuvo a punto de perder su virginidad en aquella fiesta con él, pero ahora vio la posibilidad de explorar más allá con otra persona - Ojalá te hubiera conocido antes para no decir estas palabras.
– Las clases transcurrieron con normalidad ese día sin nada extraordinario, algunas maestras eran jóvenes y otras mayores, una monja era la que estaba a cargo del pabellón de mujeres, su nombre era Margaret, era muy joven. A cargo del pabellón de varones estaba Albert Ardlay, quien también era el tutor del año que cursaba, era alto de figura atlética, rubio con ojos azules y pelo corto. Parecía ser muy carismático, era el amor platónico para muchas alumnas del San Pablo.
Estaba en el mismo salón que su mejor amiga Eliza, también Annie la joven que la odiaba y que juro hacer pagar a Candy por cada desprecio que recibió de Archie, sin que ella lo supiera ya había empezado con su venganza, quitándole a una de las personas que tanto quería.
Por ser el primer día de clases les dieron la tarde libre, Eliza le dijo que tenía muchas cosas que contarle, así que la llevo a una zona alejada del colegio, a unos metros del establo había un pastizal con árboles a su alrededor y narcisos.
- Al fin solas señorita Candice Andrew – le dijo en un tono irónico – Archivald no te deja ni respirar ni un segundo a solas, prácticamente tuve que raptarte ¿No te aburres de él?
- Su caballerosidad me gusta mucho.
- Tan caballero que casi hacen el amor en mi casa... ¡En mi cama! Sí que me sorprendieron, pensé que llegarían puros al altar – Empezó a reír tan fuerte que tuvo que controlarse un poco por la cara de seriedad que puso su amiga – Tranquila Candy, sabes que me gusta bromear, voy contarte quien es mi amigo secreto o mejor dicho amigo con derechos.
Candy se sorprendió un poco con la confesión de Eliza, si bien sabía que era bastante liberal en su manera de pensar no espero que perdiera su virginidad con alguien que no era su novio, sino más bien un amigo y que ambos querían seguir así, sin relación alguna y nada de ataduras.
- ¿Ya me vas a decir el nombre de tu amigo o lo mantendrás en secreto? – La conversación estaba tan amena e interesante que ninguna de las dos jovencitas se percató de que alguien las observaba desde una rama de uno de los árboles que las rodeaba – ¡Dime de una vez quien es! yo también tengo algo que contarte.
- ¿Y ahora que hizo Archivald? ¿Ustedes ya...? ¿Al fin lo hicieron?
Candy la miró con una sonrisa pícara y le respondió - No tiene que ver con Archie, tuve un encuentro accidental con un chico muy atractivo y el me gustó. Sé que no debería, pero me hizo sentir algo excitante.
- Deja de ser tan recatada y virginal Candy, no soy el mejor ejemplo a seguir, pero creo que deberías de darle un poco más de entusiasmo a la vida, el único novio que te conocí es Archivald, nunca te diste la oportunidad de conocer a nadie más y supongo que es porque desde siempre él está ahí, sin darte espacio para nada, bueno... si conociste a alguien más me alegro, y créeme eso para nada es ser una zorra. Quiero escuchar quien te hizo dudar de tu amor enfermizo.
Candy tenia curiosidad de saber quién era el amante de su amiga, se imaginó que tal vez era un compañero nuevo que había conocido el año anterior, ya que por los relatos de ella tomaba anticonceptivos para no quedar embarazada, así que sus encuentros debían ser muy seguidos y tal vez en el colegio.
La miró algo indecisa, no sabía si continuar o no, así que puso los ojos en blanco y empezó el relato.
Eliza no salía de su asombro, nunca había visto tan emocionada a su amiga, ni siquiera la vez que le conto de su casi encuentro sexual - ¿Y cómo era el físicamente? – Le pregunto con una risita en su rostro.
Mientras Candy lo describía, enredaba su dedo índice en uno de sus rizos y tenía un brillo en la mirada que era percibido por su amiga
- ¿Te dijo cuál era su nombre? – le decía Eliza mientras la miraba admirada – No – fue la respuesta.
- Conozco a alguien con la descripción física que me acabas de dar, es un alumno del colegio, su nombre es Terrence Grandchester, pero su forma de ser no es la de un conquistador, mucho menos de alguien que hablaría con una descocida, él es rebelde, reservado hasta diría que es huraño. Bueno no creo que sea el único en el mundo con esa descripción física, además él vive aquí en Londres. ¿Qué haría en Estados Unidos? Debe ser una coincidencia, pero me alegra que experimentes nuevas sensaciones, fue un encuentro de esos que no se olvidan pero que no se volverán a dar.
Ambas se vieron a los ojos fijamente y empezaron a reír – Tienes razón, pero por lo menos me dejo su pañuelo – La tarde ya casi terminaba así que empezaron a levantarse para ir a sus habitaciones, al llegar al patio del colegio Candy se percató de que dejo olvidado su portafolio en el lugar donde había conversado con su amiga.
- Debo volver o de lo contrario no tendré cuadernos para mañana
– No vayas sola Candy - le dijo Eliza - déjame acompañarte.
- No es necesario, iré sola, no tardare, nos vemos en el comedor para la cena – se alejó corriendo sin dar oportunidad a Eliza de ir tras ella.
– Soy una cabeza hueca, como pude olvidar el portafolio - dijo - espero recordar exactamente donde lo deje, el campo es parecido por todo lugar.
La joven llego hasta el lugar donde había estado minutos antes, pero no vio por ningún lugar lo que buscaba, dio media vuelta resignada a irse por que empezaba a anochecer y no quería perderse de regreso – Volveré mañana temprano, tal vez tenga suerte y lo encuentre.
- ¿Dónde crees que vas preciosa? – El cuerpo de Candy se estremeció al escuchar esa voz que reconoció de inmediato, dio media vuelta en silencio, pero no había nadie a su alrededor.
- "Sera que lo imagine" pensó – Aquí arriba pecosa ¿Buscabas esto?...
Continuara...