NOTA IMPORTANTE: Les recomiendo encarecidamente leer el Prefacio ya que esta es la continuación de dicho relato el cual retoma muchos puntos importantes para entender la trama y poder hilar los rastros de lo que le sucede a nuestro delicioso English muffin
PREFACIO LEER ANTES
La Sociedad Secreta Del Narciso
Capitulo 1
“EL INCIDENTE”
Por Fedra- Fénix/ Elby 8a
La imponente infraestructura del Real Colegio San Pablo se erigía desafiando la espesa niebla que chocaba contra la piedra humedeciéndola, haciéndola llorar al convertirse en gotas que se adhieren, dándole un aspecto todavía más lúgubre. La estricta entidad era la encargada de forjar los temperamentos de los jóvenes que muy seguramente liderarían el mundo. La labor de dicha escuela, estaba a cargo de su implacable directora la Hermana Superiora Gray quien con su inescrutable rostro impartía el orden y la disciplina con mano dura. Algunos de los alumnos habían estado ahí la mayor parte de sus vidas, al ser este un colegio que terminaba su labor cuando los jóvenes ilustres eran aceptados en Cambridge, Oxford o en el caso de las señoritas cuando eran pedidas en matrimonio.
El silencio de la noche había sido cortado por unos cascos que chocaban bajo el implacable galopar del jinete a cargo quién acababa de regresar de reunirse con su padre según le había informado Maximus Hallward el hombre de confianza de su excelencia al llevarlo a esa hora tan inapropiada. La Reverenda, observaba desde su despacho al más antiguo de sus alumnos y el que más había dado de que hablar en todos y cada uno de sus años en ese recinto de sabiduría, aún más que su padre, Richard Philip Grandchester, 15th Duque de Grandchester, Conde Arundel y Barón de Greenwich y caballero de la Nobilísima Orden de Garter, incluso más que su abuelo, el finado Duque de Grandchester.
La noble familia tenía un largo historial en el colegio no solo por ser el único ducado católico existente en Inglaterra tradicionalmente anglicana lo cuál habría sido razón de peso suficiente para perdonar cualquier falta, sino por lo conflictivo de sus miembros.Cada uno de sus integrantes había pasado a la historia del libro de rectores en donde se podía encontrar fácilmente un apartado exclusivo para los pertenecientes a este aguerrido linaje. Por más que buscara algún consejo de parte de sus antecesores en cuanto a como lidiaron ellos con los antiguos Grandchester, habían llegado todos a la misma conclusión, los Grandchester siempre lograban salirse con la suya. Al llegar a ocupar el título le retribuían al colegio todas su faltas de juventud a manera de cuantiosas donaciones, así era el silencioso acuerdo.
Soportar al primogénito, ya que no se le puede tocar bajo ninguna circunstancia y de ser necesario emplear el puño de hierro a quienes lo rodeaban era la única manera de intentar tener algo que asemejaba a un intento por mantenerlos a raya.
En el caso del Grandchester en turno, esto había resultado tarea imposible de realizar pues el joven Marqués Terrence era un lobo solitario que por lo general no se relacionaba con nadie. El único par de alumnos que gozaban de su atención eran jóvenes ejemplares a quienes la directora tenía en alta estima por contribuir con su intachable conducta y reputación al buen nombre del colegio y de quienes difícilmente se podría justificar castigo alguno.
Razón por la cual, el joven Grandchester, era simplemente indomable.
—Ruego a dios porque el día en que finalmente le toque a Terence cumplir con su noble cargo se encuentre listo para comportarse a la altura. —refunfuñó la religiosa corriendo agresivamente de un jalón la cortina de su ventana.
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Londres 3 de Febrero de 1913
Los golpes en su puerta lo despertaron de repente.
—¡Grandchester, apura el paso que llegaremos tarde! —El joven se rascó la cabeza intentando despabilarse mientras con voz ronca contestaba a su amigo de la infancia quien desde lo sucedido no le dejaba solo ni a sol ni a sombra.
—Ya voy Brower, parecería que tienes prisa por empezar la misma aburrida rutina de siempre. —Eso lo decía, pero la realidad era que no se sentía bien. Desde antes del incidente había tenido varias semanas con un extraño presentimiento que le inundaba de incertidumbre. Se había sentido muy ansioso y en ese entonces no sabía la razón pero ahora, ya entendía porque su mente elegía pensar, que estaba viviendo en un extraño sueño del que no lograba despertar. Él no pertenecía ahí. Creía que en cualquier momento se desvanecería en la nada. No podía explicarlo simplemente lo sabía.
Desde que tenía uso de razón la sola mención de su padre le ocasionaba una súbita debilidad que resultaba en dolor de estómago, el repudio que percibía de ese hombre hacia él, le había afectado mucho en su infancia, ahora a sus recién cumplidos 17 años no podía decir que lo que sentía había cambiado mucho, simplemente se había vuelto mas hábil en ocultarlo, en fingir indiferencia incluso desdén.
—Vamos sal ya o entraré a patear tu trasero aristócrata sin importarme que estés en paños menores. —Los insistentes golpes continuaban, había que aplaudir su tenacidad, probablemente por eso siempre se habían llevado bien, desde que su padre se había hecho gran amigo del duque. Esa era otra incógnita más de las que le representaba Richard, esa amistad en la que a su manera de ver a los dos hombres no podrían ser más diferentes. El almirante Brower era un hombre de familia que había amado profundamente a su esposa y que además tenía una relación estrecha con su único hijo mientras que el duque...
Suspiró no podía dejar de pensar en eso, tal vez las respuestas que buscaba su inquieto corazón las encontraría ahí en la gente de confianza de ese desconocido que era su padre. Le sorprendía lo complicado de lo simple, así debería haber sido, algo simple el amor entre un padre y su hijo no algo intoxicante y destructivo como lo que había experimentado. De nueva cuenta la acritud de sus sentimientos le subió al esófago al darse cuenta de su realidad, el tiempo se les había agotado, ya no tenía caso sin embargo no podía evitar sentir lo que sentía aferrarse a eso era lo único que le quedaba. Pronunciar su nombre le llenaba la boca de ajenjo.
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El día transcurría como siempre, bueno como siempre desde el incidente que lo había cambiado, al menos había servido de algo por lo pronto Karen, esa americana irreverente ya no buscaba provocarlo como antes y aunque Eliza, otra americana lo seguía devorando descaradamente con la mirada ahora más que antes por su recién obtenido estatus por lo menos estaba respetando su espacio. Esas americanas escandalosas ya había tenido él suficientes malas experiencias con el desprecio de su americana madre. Después de un viaje en el cuál inexplicablemente una congoja se había alojado en su corazón, las pueriles ilusiones aplastadas transformando el palpitante músculo en su pecho en un yunke que amenazaba con hundirse en el fondo del mar, al final ni siquiera había tenido el ánimo suficiente para hacerlo. Esa travesía había resultado por demás infructuosa, solitaria e interminable. La pelea que había tenido con su padre a su deshonroso regreso había tenido repercusiones inimaginables.
Caminaba por los largos pasillos estaba acostumbrado a que la gente cuchicheara tras de él.Una ausencia insuperable le oprimía el pecho, se sentía acechado por la inmensidad aplastante de la nada. Personas extrañas le miraban de diferente manera con una mezcla entre miedo y respeto. Él seguía siendo el mismo, pero nada era igual.
El momento en el que la guardia personal del duque había irrumpido en el colegio con sus sincronizados pasos castigando la piedra bajo sus pies, rompiendo la solemnidad de la noche marcando el rumbo que habría de tomar su vida. Mas de un curioso se había asomado por las ventanas, al principio se había tratado de disimular la situación al tratarse de un asunto oficial, pero al no haber encontrado a Terence Grandchester en su habitación, las luces del colegio habían sido encendidas, Maximus Hallward había dado la orden y toda la propiedad había sido explorada volteando de cabeza cada posible escondite por la guardia y el personal de seguridad del Real Colegio San Pablo. La duquesa se le había adelantado al protocolo con un simple emisario y eso era imperdonable. Después de haber estado desaparecido por casi 24 horas, le habían encontrado al día siguiente, su cuerpo febril tirado en el campo de narcisos con aquella carta en la mano.
Enero 28, 1913
Estimado Terrence,
Los saludos para iniciar cartas están muy subestimados hoy en día, “estimado” es una palabra que te queda muy grande a mi parecer, que quede claro solo es una mera cortesía de una dama como yo.
Aceptémoslo, ni para ti ni para mi nos es grato saber el uno del otro, pero las circunstancias lo ameritan…por no decir me obligan a que esta vez estemos en contacto. ¿La estás pasando bien en tu vida libre de responsabilidades y con lujos que no te pertenecen? Pues espero que disfrutes estos últimos minutos de paz que le quedaran a tu alma.
Hago de tu conocimiento que el Duque de Grandchester, mi amado esposo y sobre todo padre amoroso de mis 3 hijos, dejó éste mundo en un intempestivo y desafortunado suceso. Al parecer su corazón no pudo resistir más, todas tus impertinencias y faltas hacia ésta familia que no ha hecho más que darte la oportunidad que una vagabunda americana jamás te habría dado. Los disgustos por cada noticia recibida de parte de tu colegio, tus reclamos y amenazas constantes a manchar su honor, pero lo que ya no pudo soportar fue encontrar el retrato de la mujer que te abandonó entre tus cosas y enterarse que mantuviste contacto con ella para visitarla en América, que descaro el tuyo, no cabe duda que la manzana podrida no cae lejos del árbol.
Tu sola existencia no ha traído más que problemas para todos los que te rodeamos, considero propio de tu parte recapacitar en tu rol en esta familia, como bien sabes a la muerte de tu padre el título pasará a tus manos, pero si algo de descendencia queda de tu parte sabes que juegas un rol que no te corresponde y solo le compete a los legítimos hijos de Richard, sería prudente de tu parte y lo más conveniente para todos que des un paso atrás en este asunto. Si hay algo que puedo destacar de ti es que no puedes negar esa personalidad tan característica tuya que no encaja con los altos estándares nobles. Sabes que no estas hecho para lo que se espera de ti.
Honra a tu padre y dale la paz que no le diste en vida.
La aún Duquesa Viuda de Grandchester
Tres días de inconsciencia habían causado estragos en su memoria la cual regresaba caprichosamente lento.
Una mano en su hombro lo regresó al supuesto presente.
—Sabes Terence, cuando quiero tranquilizarme escribo mis sentimientos, lo que recuerdo y eso me ayuda a entender un poco mejor lo que me sucede.—le había aconsejado Fedra, la maestra del recién instaurado taller de teatro.
—Maestra, su pluma, — le dijo tomando la delicada pluma fuente entre sus dedos, curiosamente le pareció que la hermosa pluma de color rojo le calentaba los dedos que le hormigueaban ante su toque.
—Quédatela, así te alentará a empezar —Ante la desesperación que lo invadía había terminado por seguir el consejo.
Febrero 4, 1913
—Temo que eso que creo sea verdad, la bruma de lo que es ahora mi vida no se disipa, mi mente confundida, ya ha recorrido los lugares que deberían ser familiares sin reconocer absolutamente nada.
Estoy perdido, ni si quiera caminando en el campo de narcisos, el único lugar en el que realmente había podido relajarme anteriormente ha logrado sosegarme. Siempre he pensado que aquí recostado entre los narcisos encontraría un milagro, algo que diera sentido a mi vida que llenaría mi corazón de esperanza con un nuevo propósito pero solo consigo llenarme de incertidumbre—El joven no se dio cuenta que la pluma cobraba vida propia, deslizándose sobre las páginas de su diario a manera de escritura automática que se conectaba a su mente y a su alma, ayudándole a recordar primero los sentimientos que lo habían embargado después de leer la carta y lo habían llevado al recuento de los hechos.
—Estoy tan aturdido que ni siquiera creo tener la necesidad de llorar. ¿A qué he venido a este mundo? ¿Quién debo ser yo? ¿El hijo bastardo de un duque? ¿El escandaloso pecado de amor de una actriz? Para los dos lo único que he representado son sus errores, ¿he de vivir condenado por esto? Por el error de haber nacido.
Alzo la mirada y la luz baña la gran roca junto al árbol más alto hay algo ahí que no había visto antes la roca parece ahora bajo la luz del sol un mineral precioso. No sé que es lo que se posesiona de mí y como desesperado empiezo a cavar algo me dice que debo hacerlo, más no logro descifrarlo no alcanzo a entender el por qué de mis acciones solo sé que no debo detenerme. ya hice un gran surco alrededor de la roca y ésta sigue enterrada bajo la tierra, no puedo explicarlo me siento desolado, me limpio el sudor de la frente con el dorso de las manos cubiertas de tierra las
uñas negras por excavar apenas me doy cuenta que brota líquido de mis ojos y que cae en ennegrecidas gotas sobre la roca que inamovible se burla de mi esfuerzo, me abrazo a esta como si de una persona se tratara pues es lo que requiero, sentirme cercano a alguien. ¡Qué estupidez pensar que una roca pudiera tener alma!
Siento un temblor escucho el crujir debajo de mí, pareciera que el mineral ofendido me responde la tierra se abre y ante mi aparecen unas escaleras me siento como Alicia siguiendo al conejo blanco no sé lo que la madriguera aguarde para mí...
No podía evitarlo, maldecir a su padre, al hombre que le había dado la vida —¡que patética manera de terminar! ¿Cuál era el punto? agradecerle a alguien que te da un regalo, cuando ni siquiera sabes que hacer con él,
¿qué se supone Richard que debo hacer ahora? Venerarte como se hace con la memoria de los muertos? ¿Honrar tus últimos deseos? Incluso desde el más allá ¿pretendes dominar mis pasos?
Me engendraste para cumplir con esto y mi enojo en dónde lo guardo, de qué sirven mis reclamos al viento,
¡tú ya no existes!
finalmente me has abandonado y me siento tan estúpido porque eso es lo que me has dejado...
¡Una existencia llena de tu ausencia!
CONTINUARÁ...
Maravilloso Fanart de La Divina Apasionada Arwen / Nuria
Edición por La Divina Kitri/ Dení TG
Carta de la duquesa por La Divina Daffodil/ Adela Daffodil