LAS ESTEELLAS DE BROADWAY. BRILLAN CADA DÍA MÁS POR EL CHICO REBELDE.
AMOR COMO EL NUESTRO CAPÍTULO 11.
La siguiente mañana retomo sus clases por la tarde. No quería que nada la perturbara durante el embarazo. Lograr salir adelante era lo primero, debía recordar que no solo luchaba por ella. Pero debajo de su capa de suficiencia había una mujer con el corazón roto.
No podría congelar el semestre de práctica sin que peligrara la beca. Tendría que enfrentar a su asesor, justificar por qué no podía continuar en el corporativo GrandChester. Sintió mucha vergüenza, y luego el miedo la invadió. Podrían seguir haciéndole daño si enviaban un informe que perjudicara su imagen académica y la hiciera perder todo por lo que había luchado tanto. Uso maquillaje para disimular las ojeras, pero solo consiguió verse mas pálida, se peinó con una trensa. La ropa le quedaba gigante a pesar de su embarazo. Termino poniéndose pantalones anchos y una sudadera de material de algodón, sus ojos irritados fueron evidentes cuándo salió a la luz del día. Caminó entre sus sentimientos derrotados hasta llegar a las oficinas de monitoría, sintió ganas de volver a llorar cuando paso por el sitio donde Terry había ejercido de consejero. ¿Por que el corazón podía aguantar tanto dolor y seguir latiendo? Entro al siguiente espacio donde la profesora de prácticas y de eonómica del tercer año se encontraba en ese momento.
--Me sorprende que se hayan preocupado por mandar un informe de tu trabajo, y sé tomarán el tiempo de alabarte, en general a las empresas les importa muy poco el desempeño de los pasantes. ¿Tendría Terry algo que ver con el informe? No fue capaz de decirle a la profesora que estaba embarazada, apenas empezaba a asimilar la noticia de su nuevo estado.
Había recibido un correo electrónico de su querido Albert.
En dos semanas lo vería, tendría que disimular a como diera lugar, no arruinaría el momento más especial de ellos en mucho tiempo, y aunque su bebé no era una mala noticia, a los Andry no les gustarían las circunstancias que rodeaban su embarazo y el hecho de que criaría un hijo sin un padre en el panorama. Quiso recurrir a la señorita Pony, pero no se atrevió, se imaginaba que la iba a decepcionar . A pesar de las dudas, pensar en interrumpir su embarazo era algo impensable para ella. Después cuando le creciera el vientre, algo que le daba mucho temor y felicidad, hablaría con Albert y luego se instalaría en otra ciudad.
Unos días más tarde, Albert y ella estaban en uno de los mejores hoteles de la ciudad desayunando.
La visita de Albert se había vuelto importante por que tenía pistas sobre la identidad del hombre que había preguntado por ella, y Candy sospechaba que tenía que ser él mismo que le tendió la trampa. Dejo de intentar hablar con Terry, y con cualquiera que tuviera relación con él. Por suerte durante las prácticas no tendría que asistir a la escuela y asi evitaba cualquier enfrentamiento si llegara a encontrarse con alguien que la pudiera relacionar con Terry. No quiso volver a saber de Fred, por que a pesar de su resentimientos. No quería qué Terry pensara peor de ella de lo que ya la consideraba. Si por casualidad él tuviera manera de enterarse, algo que era muy probable.
—¿Qué tienes? Nunca te había visto tan apagada —observó Albert mientras les traían la comida.
—Te extraño mucho. —Se le aguaron los ojos. Albert la miró sorprendido, se levanto de su silla y se sentó a su lado.
—¿Qué pasa, pequeña? Candy no quería decirle, pero conocía a su amigo, sabía cómo sacarle información, trataría de evadirlo.
—Tuve un noviasgo y me enamore, terminamos por que tuvo arranque de celos, la verdad no quiero hablar mucho, estaré bien.
—Tendrás que profundizar un poco, Les sirvieron las copas del vino que pidió Albert, Candy dejó la bebida en la mesa sin probarla. Albert se percató del gesto, la miro con curiosidad.
—¿Hay algún problema?
—No me prestes atención, estoy bien. Voy un momento al servicio. Se levanto casi corriendo. Las náuseas eran muy fuertes.
—En un embarazo el apetito es lo primero que se pierde —dijo una empleada que hacía la limpieza.
—¿Qué? —preguntó Albert casi entrando al privado. Se habia ido detrás de Candy, preocupado. Candy se sintió mareada, miró a la mujer furiosa.
—¡No sabe de lo que habla! — dijo con voz temblorosa y lágrimas en los ojos. Lo que menos quería era arruinar los días con Albert .
—Candy —tronó la voz de Alvert—. ¿Tienes algo que contarme? La mujer salió del cubículo disculpándose. Candy soltó el llanto.
—¡Dios mío! Ese cabrón te embarazó. —La hizo sentarse en el pequeño sofá fuera del privado, junto a él,y le reclinó la cabeza y la abrazó.
—Él no sabe que estoy embarazada. —Lo miró angustiada—. No quiero que lo sepa, nunca.
—¿Por qué? —Albert tomó en sus manos el rostro de su hermana pequeña, su Candy, su inteligente y buena amiga, ¿qué diablos había pasado? —Él debe responder. Vamos a salir de aquí. Esa mujer no fue muy discreta, ¿te imaginas donde hubiera estado la abuela Elroy.
—No la riñas —pidió Candy—. Ella no tiene la culpa.
Minutos después salieron del restaurante, atravesaron la calle tomados del brazo hasta que llegaron a un parque. Allí, en medio de ese ambiente, Candy le contó todo a Albert.
--Me usaron, me engañaron, montaron toda una farsa y yo caí como una estúpida. Ahora él me odia y yo estoy aquí embarazada y sin saber muy bien qué hacer.
—No te preocupes, no estarás sola. —Albert suspiró y luego refregó sus ojos pensativo—. Lo que no entiendo es… ¿no tenías un método de planificación?
—Sí, pero no son seguros y nos olvidamos en algunas ocasiones.
—Es que esta cara no parece tuya y créeme, no te estoy recriminando. Se levanto, camino pensativo unos pasos y volvió a sentarse —Bueno, eso no es verdad, sí te estoy recriminando. Sabes que tienes opciones, ¿verdad?
—No me desharé de mi hijo —respondió ella de inmediato.
—Lo sé, simplemente tenía que ponerlo sobre el tapete. ¿Qué vas a hacer con la práctica? Candy se quedó mirando a una mujer que paseaba un cochecito de bebé.
—Lo he estado meditando mucho y pienso que podré hacerla sin problema. Es solo un semestre, terminaré antes del parto. No quiero que pienses que me voy a rendir.
—Eso lo tengo claro, eres una mujer luchadora, —señaló Albert, alentando a Candy, aunque su corazón estaba roto por todo lo ocurrido—. En tus condiciones, Nueva York me parece que está muy lejos. Necesitas cuidarte, los primeros meses son delicados para la salud del bebé. La tia Abuela enloquecerá, pero tendrá que aceptarlo.
—Si no me mata primero —aseguró Candy y súbitamente se puso seria—. Las cuestiones por las que normalmente decides preocuparte nunca llegan, ¿no te has dado cuenta?, y acabas deseando que hubiesen ocurrido porque, a pesar de todo, no habrían sido tan graves como las que te caen de golpe.
—¿Quién es el padre? Candy negó con la cabeza.
—No me perdonará nunca.
Albert le dio su pañuelo, ella lo tomo , se secó las lágrimas y se sonó la nariz. —Me hago responsable, han sido unas semanas horribles, no quería ocultarlo más, Albert, voy a tener a mi hijo, y si ustedes no quieren saber nada más de mí, lo entenderé.
—No digas tonterías. ¿Cuáles son tus planes? Candy, más tranquila, le explico.
—En una semana empiezo mi práctica en una empresa pequeña, sin nombre, no voy a continuar la pasantía en el corporativo GrandChester .
—¿Está el padre del bebé relacionado con esa empresa?
—No voy a hablar de eso. Él padre del bebé no está ni estará en el panorama y no porque sea una mala persona, ocurrieron cosas que me impiden decirle que va a ser padre. Espero que puedas respetar eso —rogó Candy a su amigo. Albert se quedó pensativo unos segundos, no entendía por qué tanto misterio, pero veía a su princesa tan apaleada que no quiso presionarla más con el asunto del padre del bebé.
—Está bien, no estoy de acuerdo ni mucho menos, pero si es lo que tú quieres, lo haremos. Esperemos a que se te empiece a notar y lo anunciaré en la familia. Respecto a la práctica. No tienes que estar tan lejos. Tú sola, en esta ciudad y embarazada, si algo te llegara a ocurrir…
—No me pasará nada —sentenció Candy simulando una tranquilidad que estaba lejos de sentir—, iré a mi control prenatal, puedes acompañarme cuando quieras. Albert asintió.
—No me lo perderé, y no estoy feliz, que me hagas el abuelo William. Es un tremendo golpe, pero eres mi hija, te amo y sabes que puedes contar conmigo siempre.
Inició su pasantía en una empresa alejada de la universidad de Nueva York. La noche anterior se despidió de Abi. Su amiga a pesar de no querer separarse de ella, entendía que era lo mejor para Candy y el bebé. Candy caminaba seis cuadras todos los días al trabajo. No era una de las mejores empresas del sector pero a los pocos días se percató de que sería una excelente oportunidad de superarse. El trabajo era pesado, ella se desempeñaba como ayudante de una de las ejecutivas más talentosas de la empresa, analizando la información de las diferentes compañías que adquirían sus servicios.
Sin desatender nunca su carga laboral, lo que implicaba salir más tarde del trabajo y descuidarse en la alimentación. Una noche sentía contracciones y no fue capaz de caminar hasta la casa y paró un taxi. Al siguiente día tendría control prenatal. La doctora Michel su ginecóloga le hizo la ecografía diagnosticado reposo y buena alimentación, el bebé no estaba creciendo lo adecuado, pero la especialista esperaba que se revirtiera, así que no la incapacitó, aunque le pidió que se tomara las cosas con calma. Albert le había comprado un apartamento y puesto una. enfermera a su disposición. Candy en esta ocasión no se negó, tampoco podría fingir que era superman. Iba a necesitar un poco de ayuda además de compañía.
En esos momentos extrañaba tanto a Terry, que era como un dolor físico, como si alguien cortara su corazón en el mismo lugar impidiéndole cicatrizar la herida. Todo en su vida diaria se lo recordaba. Alrededor del cuarto mes la sorprendió un profundo deseo sexual, algo que, le comentó la ginecóloga, era normal. Recordaba la manera de amar de Terry, su cuerpo y el modo intenso con que la tomaba, el deseo que la asaltaba cuando estaba en la cama. Fantaseaba con que él llegaba, la tomaba en brazos y la encerraba en la habitación donde se dedicaba a darle rienda suelta a su necesidad. Se despertaba sudorosa, acalorada y con la brecha en el alma más doliente que nunca, como si hubiera sido sometida a una tortura.
En una de las ecografías, Candy pidió saber el sexo y supo que iba a ser una niña. Se dedicó a hacer un listado de nombres, e iba eliminando uno a uno dependiendo su ánimo, el dia, el clima, y cualquier otra cosa que se relacionara con el nombre en la lista. Una noche se despertó sintiéndose muy mal. Encendió la luz y caminó hacia el baño aún medio dormida, se sentó en el inodoro, su corazón se aceleró cuando vio sangre deslizándose por sus piernas y la ropa interior manchada. Gracias al cielo salio pronto del hospital. Albert llegó apenas se había enterado, Impuso su autoridad con Candy. No pensaba dejarla sola, aunque ella hiciera un berrinche.
Le pidieron guardar reposo durante dos semanas hasta que cumpliera seis meses, y después la actividad sería moderada. Ella decidió que lo mejor sería congelar la práctica, un joven la reemplazaría, y debido a su buen desempeño, pudo hacer la transición sin problema. Volvería en cuanto naciera el bebé.
La segunda semana del sexto mes, , Candy tuvo un mal presentimiento. Todo volvía a repetirse: su cama, sus piernas y su ropa interior estaban empapadas de sangre. Esta vez la enfermera no quiso moverla, llamó al joven Albert y a una ambulancia para que fuesen los paramédicos los que llevarán a Candy al hospital de urgencias. Melany nació de una cesárea de emergencia, con tan solo 28 semanas, 1750 gramos, los pulmones y el corazón sin madurar completamente.
Los médicos le informaron a Albert que la niña había sido expuesta a sustancias peligrosas; como analgésicos, y sedantes que afectaron en la primera etapa del desarrollo. Ni siquiera dejaron que su madre la tomara en brazos, los pediatras la colocaron enseguida en una incubadora con un respirador artificial que ayudara a sus pulmones a funcionar mejor. Candy duró dos días convaleciente, había perdido mucha sangre. Cuando volvió en sí, a pesar de que se sentía débil y adormilada, preguntó enseguida por su hija. Albert le dijo que la niña llevaba dos días luchando por su vida en la incubadora.
Lloró en brazos de su amigo, que le repetía que todo estaría bien, que Melany era una pequeña guerrera, teniendo a una madre guerrera también, que la había visto a través del cristal y , estaba luchando duró . Candy pidió verla, pero estaba aun demasiado débil.
El medico explicó que a la niña le había subido la temperatura y se le dificultaba respirar, que estaban haciendo lo posible por mantenerla estable. Le recomendó no verla. Sin embargo, Candy insistió y el médico ordenó que la dejaran estar con su hija, pero sólo a través del cristal.
Entre Albert y la enfermera, la acomodaron en una silla de ruedas y la llevaron a la sala de incubadoras. Le permitieron dos minutos con su bebé. Ella feliz introdujo su mano por un costado de la incubadora para acariciar el pequeño pie. Llevaba puesto un gorrito del que le salía un mechón oscuro de cabello, tenía los ojitos cerrados y un tubo donde pasaba oxígeno a sus pulmones.
Era la niña más linda del mundo, estaba segura de que sus ojitos serían del color de los de su papá.
—Hola, mi niña hermosa de papa — dijo emocionada a su hija.
Quiso que Terry supiera, pensó que él debía saber que tenía una hija, marcó su número en el móvil, pero la llamada fue rechazada como siempre y entonces. le envió un correo electrónico.
De:Candy.
Para :Terry
Asunto: Urgente.
Terry : No sé si en algún momento te des la oportunidad de leer este mensaje. Eres padre de una hermosa niña, tiene el color de tu cabello y tengo la certeza de que heredará tus ojos. Nació antes de tiempo, si tuvieras la oportunidad, estarías a su lado dándole tu fuerza. Gracias por este maravilloso regalo que me has dado, no conocía la magnitud del amor total e incondicional hasta que vi su carita. Gracias, porque en medio de estas difíciles circunstancias, me permitiste experimentar esto y siento mucho el que tengas que perdértelo. Un saludo, Candy.
A penas termino de escribir el mensaje, las máquinas empezaron a sonar los médicos dentro empezaban a moverse a toda prisa, quiso levantarse de la silla y proteger a su bebe, el móvil resbaló de sus dedos y se estrelló contra el piso, Candy vio cómo sacaban a Melany de la incubadora antes de que una enfermera empezara a llevarsela, Candy se había levantado, entre gritos y llanto que salían desgarrandose el alma. Melany era lo más importante que tenía. Si la perdía no quería seguir viviendo.
Terry se sentía como caía en un abismo profundo y oscuro, lleno de espinas gigantes que lo desgarraban a su paso. Había pensado que matar a su hermanastro a golpes le daría algo de paz, pero entonces pensó que no valía la pena ensuciarse las manos por culpa de Candy, aunque en ese momento sentía que se le acababa la vida.
Llego a las oficinas GrandChester sin detenerse hasta su oficina. Elynor que había pedido que le informarán en cuanto él llegara, se presento en su oficina en el peor momento pata Terry.
--No quiero volver a ver a Fred, ni en esta empresa, ni a mi alrededor nunca más en toda mi vida..
—¿Qué pasó? pregunto Eleonor en cuanto lo escucho. Terry apretó los dientes y dio un puñetazo sobre el escritorio. Sentía que el cuerpo hirviendo de ira, las piernas le temblaban de la impotencia y rabia frustrada.
— Qué te pasa, hijo, cálmate, por favor y cuéntame qué te sucede.
—No te voy a dar los detalles. Te vas a ir de la presidencia, luego harás con tu vida lo que se te antoje, pero yo tomo el control por completo desde ya. Terry no iba a ser el único perdedor de toda esa mierda. ¡Qué se fueran a la mierda! Él había perdido a Candy.
Elynor, Fred perderían mucho más.
—Hijo, te falta experiencia.
--¡Largo! La miró implacable. --Lárgate.
Elynor se quedó en silencio unos segundos, sabía que ese día había llevado a Terry al mismo infierno. No se arriesgaría o perdería todo por lo que había luchado. Asintió en silencio. Terry no dijo más. Cuando Elynor puso la mano en el pomo de la puerta para salir de la estancia, dijo en un susurro:
—Lo siento, mucho. Él apretó los puños, mientras pensaba en cómo diablos haría para curarse de ese amor tan profundo, si ya sentía su ausencia en su alma.
Terry no estaba listo para escuchar a Candy, y por lo visto, eso era lo que ella esperaba que él hiciera. Necesitaba blindarse de alguna forma y eso lo haría cortando todo lazo con ella.
Cada recuerdo era dolorosamente peor que el anterior que lo vaciaban poco a poco, necesitaba cortarlos de raíz.
Elynor despidió a todas las personas que habían participado en su plan. Había puesto a experto en informática que había hackeado la cuenta de Terry para enviar los correos que hicieron que Candy fuera al hotel. Hizo que Candy pensaba que era Terry pero con quién Candy hablo fue con Elynor. La lencería que Candy uso, para quedar cómo una cualquiera fue idea de Susana, Mark había sido idea de Susana, la cámara escondida fue idea de Fred, así la observaba por las cámaras. Fred tomo un avión Tenía que que alejarse un tiempo y viajo un a Inglaterra. Él sabia que era lo más conveniente por el momento. Tendría que retrasar su plan.
Terry en un arranque de furia salió con toda mujer que conocía. Pero Susana comenzó a seguir sus pasos y provoco encuentros por casualidad, poco a poco se fue metiendo en la vida de Terry.
Albert tenía ya la información que había estado esperando. Uns palabra de Candy, era todo lo que necesitaba para hacerles pagar la muerte de su hija.
Continúa...