Los años habían pasado y con ellos llegó la vejez y la hora de entregar cuentas al creador, estaba cerca. Cuando la hermana Grey se dio cuenta de que aquel par de rebeldes con quienes había sido muy severa, bueno en especial con Candy, finalmente se habían casado y que ahora residían en Londres, insistió en verlos por última vez. Aún vivía en el Colegio San Pablo, pero por cuestiones de salud y de los años, había cedido el mando a la hermana Margaret como superiora del Colegio.
Fue esta quien localizó y convenció a la pareja a conceder el último deseo de la hermana Grey.
─ ¡Por favor chicos vengan conmigo y concédanle ese último deseo!
─ ¡Lo sentimos hermana Margaret, pero no puedo perdonarla por no creer en nosotros cuando Elisa nos puso la trampa y lo severa que fue con Candy!
─Sé que lo fue, pero sea como haiga sido, a un moribundo no se le niega su última petición.
─ ¡Esta bien iremos con usted! -dijo Candy muy segura y volteando a ver a su esposo. Cuando llegaron los recién casados y la hermana Margaret al San Pablo, encontraron semi acostada en su lecho a la hermana Grey, luego de los saludos ella se dispuso a relatar su vida a la pareja que se encontraba sentada en un sofá frente a ella.
Era una tarde lluviosa de verano, la hermana Margaret les sirvió unas tazas de té y galletas, los dejó solos.
─Um, um! - carraspeó la hermana Grey. -antes que nada, quiero felicitarlos por su matrimonio, y desearles toda la felicidad que se merecen...muchas gracias por haber aceptado venir. Terry y Candy ambos se sorprendieron al escucharla, pues la estricta hermana Grey no era ni la sombra.
─ ¡Gracias hermana Grey! -respondieron los dos, después de unos momentos de silencio, la hermana Grey empezó su relato.
─Mi madre junto con mis abuelos emigraron de la India cuando ella tenía 15 años, y para sobrevivir en este país tuvieron que hacer trabajos que casi nadie quería hacer, más que sólo las personas pobres. Mi madre entró a trabajar en una fábrica de cerrillos, mis abuelos colectaban sanguijuelas con fines médicos para los doctores, y evidentemente las infecciones, las hemorragias y las enfermedades acababan haciendo mellas con ellos... y con el tiempo las esperanzas de vida no eran muy alentadoras.
A los dos años mi madre conoció a mi padre quien era el hijo del dueño de la fábrica, se enamoraron y al año se casaron en secreto, cuando se enteró su familia de ello, a mi padre lo desheredaron y lo expulsaron de su familia, púes sus padres nunca aceptaron que él se casara con una mujer de color.
Mis padres tuvieron que vivir por un tiempo con mis abuelos maternos, trabajaban en lo que fuera para salir adelante. Pero debido a las enfermedades que contrajeron con las sanguijuelas, mis abuelos murieron...y al poco tiempo nací yo, fui hija única. Ella ya no quiso tener más hijos, pues la salud de mi madre iba deteriorándose con el paso de los años...todo por causa de los productos químicos con los que había trabajado.
Yo tenía 6 años cuando mi madre falleció, y desde entonces mi padre ya no fue el mismo, él tomaba mucho y se volvió muy estricto conmigo, siempre recibía sus regaños por todo y nunca más mostro cariño hacia mí, incluso hubo una ocasión que quiso golpearme, pero logré escabullirme.
Me escondí en casa de una vecina, pero luego me encontró y me encerró en mi habitación, estuve encerrada ahí por casi un mes. Hasta que llegó la hermana mayor de mi padre, la tía Carol...ella a escondidas de mis abuelos paternos estuvo buscando a mi padre hasta que nos encontró. Ella nunca se casó, pues su prometido falleció y no quiso saber de nadie más, yo por ser aún pequeña se instaló en casa para poder cuidarme, y gracias a ella fui educada en un Colegio público de una zona de media clase.
El tiempo pasó y desafortunadamente mi tía falleció, cuando tenía 16 años, mi padre se volvió a casar y tuvo dos hijos con su esposa, para ella yo era un estorbo y constantemente me metía en problemas con mi padre.
Ya cuando tenía 17 años conocí a Elliot, un muchacho de media clase tierno, respetuoso y muy caballeroso, nos tratamos y empezamos a salir como novios y como era de esperar mi madrastra se enteró y no tardó en decírselo a mi padre, dejándome ver ante él como a una cualquiera y por supuesto que mi padre reaccionó muy furioso y me dio una cachetada, me dijo que se avergonzaba de mí.
─ ¿pero por qué no le aclaró todo? -interrumpió Candy quien junto con Terry estaban anonadados de conocer esa faceta de la vida de la hermana Grey.
─Lo intenté, pero no me lo permitió, al enterarse Elliot, como yo aún era menor de edad, él fue a hablar con mi padre y le pidió mi mano para casarnos...pero mi padre se negó y le dijo que él jamás iba a consentir un matrimonio ni con él, ni con nadie, pues él ya tenía otros planes para conmigo y no iba a desperdiciar ninguna dote para ningún matrimonio.
Fue la última vez que vi a Elliot, pues mi padre lo amenazó de muerte si volvía a acercarse a mí...al día siguiente mi padre me trajo a Londres para que yo ingresara a un convento y poder consagrarme para ser una monja...y fue así que a mis 17 años tuve que renunciar a una vida, a Elliot, y a la posibilidad de formar una familia, todo por manipulación y conveniencia de mi padre, pues tener una hija en el convento le daba prestigio social, sin importarle si a mí me interesaba o no la vida religiosa.
A estas alturas ya las lágrimas de Candy rodaban por su rostro, Terry le agarró y presionó su mano suavemente para darle fortaleza.
─Nunca más supe de Elliot, no sé qué pasó con él...los golpes de la vida me hicieron más fuerte. Mi carácter y forma de pensar fue cambiando...por eso me propuse a estudiar muy duro para poder ser no sólo una monja de convento, quería ser alguien más importante, hasta que lo logré varios años después y me convertí en madre superiora.
Luego fui trasladada a este Colegio al "Real Colegio San Pablo" donde empezaría a instruir a jovencitas a ser mujeres de bien para la sociedad. Al dirigir el Colegio como madre superiora, tenía que ser rigurosa y estricta con todos los alumnos del prestigioso y selecto Colegio Londinense, para que hubiera un orden y cumplieran las reglas del recinto.
Un día llegó el Duque de Granchester con un niño de seis años para internarlo. Y debo confesarles que me dio tristeza al ver cómo era prácticamente abandonado. Terry, aunque no lo creas, entendí tu comportamiento de rebeldía, pues eras un niño que lo habían herido mucho a tan temprana edad...confieso que nunca te di castigos severos por ser el hijo del Duque, él hacía grandes contribuciones y aportes para tu manutención. Luego con los años llegaste tú Candy, que cuando te conocí me dije que tampoco iba hacer fácil lograr hacer de ti toda una señorita de alcurnia, pues se notaba que no eras una persona para ser sometida y estar encerrada, eras más bien como un pajarito libre.
Tal vez se estén preguntándose por qué les estoy relatando toda mi vida, pues es para que supieran que no siempre fui un ogro o cabeza dura como una vez me llamaste Candy… los golpes de la vida me hicieron ser estricta, también les confieso que cuando pasó ese malentendido de ustedes dos en el establo, me sentí entre la espada y la pared, y se me arrugó el corazón cuando Terry abogó por ti Candy, y decidió ser él quien dejara el Colegio, para salvarte.
Tuve que analizar mucho la situación, y aunque me dolía había tomado la decisión de expulsarte de todas formas por el bienestar del Colegio, pero te me adelantaste para seguir a Terry a América. Y desde entonces siempre los remordimientos y la culpa me carcomía, pues si tan sólo los hubiera escuchado a ustedes no habrían pasado por tanto sufrimiento. Es por eso que quise que vinieran para pedirles que me perdonen, no saben cuán arrepentida estoy de no darles, una segunda oportunidad.
─ ¡Sí, si tan sólo nos hubiera escuchado que fue una trampa de Elisa, nada de esto hubiera pasado! -dijo Terry molesto
─ ¡Terry! -le dijo Candy calmándolo.
─ ¡Perdónenme, por favor!
─Ya no se preocupe hermana Grey, por mí queda perdonada. -le dijo Candy acercándose a su cama para tomarle las manos.
─¡Está bien! también la perdono, porque después de todo Candy y yo ahora estamos juntos, puede estar tranquila. -dijo Terry acercándose él también a la cama.
─ ¡gracias, gracias muchachos! -dijo aliviada la hermana Grey y los envolvió en un abrazo. ─ ¿saben? Hoy los admiro mucho, porque ustedes no se dieron por vencidos a su amor y resistieron a todo y a tantos años separados. Es por eso que de todo corazón les deseo la mejor felicidad del mundo y que sigan juntos por muchísimos años. Terry y Candy le sonrieron y le dieron las gracias. Una semana después del relato de la hermana Grey y pedir perdón a Terry y Candy, la hermana Grey falleció, y por supuesto el nuevo matrimonio Granchester, estuvo presente en todo el proceso de los servicios fúnebres.
En el entierro se despidieron por última vez de ella. Candy con lágrimas en su rostro, le prometió visitar su tumba cada vez que le fuera posible.
FIN