Muy buenos días hermosas combatientes
Espero se encuentren muy bien y disfrutando de los últimos momentos de esta GF, por mi parte me despido agradeciendo nuevamente este año a participar con las Amazonas de Terry, todo un honor para mí y muy agradecida con sus capitanas por la invitación
Y bueno como despedida traigo este oneshot inspirado en la Canción Ameno y en este bello fanart realizado por mi querida Paty AD especialmente para este escrito. Espero lo disfruten .
Espero se encuentren muy bien y disfrutando de los últimos momentos de esta GF, por mi parte me despido agradeciendo nuevamente este año a participar con las Amazonas de Terry, todo un honor para mí y muy agradecida con sus capitanas por la invitación
Y bueno como despedida traigo este oneshot inspirado en la Canción Ameno y en este bello fanart realizado por mi querida Paty AD especialmente para este escrito. Espero lo disfruten .
Líberame
El viento respira en mi oído, remueve mi cabello y avanza moviendo las hojas de los árboles, traspasando el campo, moviéndose con agilidad, con tanta libertad que llego a envidiar .
Observó con la mirada algo perdida el desolado valle que se ha teñido de rojo carmesí por milésima vez. Admiro los kilómetros de tierra que he conquistado gracias a que mi espada ha sido más veloz y certera que la de mi enemigo, veo el fruto de mi victoria y solo puedo sentirme… vacío.
Camino algunos pasos, mi armadura pesada y algo abollada hace ruido a cada movimiento que hago. Es incómoda pero necesaria. Tengo que hacerme camino entre los cuerpos que yacen ahí para no levantarse nunca más. El olor a sangre y muerte penetra mis sentidos, caigo de rodillas, apenas logro sostenerme con una mano en el suelo, cierro mis ojos e intento sacar fuerzas de lo más profundo de mi ser. Debo llegar a mi destino.
¿Hasta cuando tendré que vivir esta vida? Si es que, a vivir matando, se le puede llamar vida. He sido condenado a servir a un ser tirano que goza despojando a los demás de todo lo que tienen, avaricioso como ninguno, no descansa y no se sacia hasta tener los campos convertidos en ríos de sangre.
Pido, imploro, ruego para que esto termine de una vez.
¿Puede alguien liberarme de este calvario?
He caminado solo entre el frío con nada más que mi espada y mi escudo. Siempre a la defensiva, esperando lo inesperado. Siempre estando en guardia y en espera del ataque enemigo.
¿Enemigos? Ni siquiera les conozco, ni siquiera me conocen.
Luchar por alguien más, ¿para qué? ¿Qué gano yo? El oro, las joyas y el demostrar que eres mas que los demás ya no valen tanto la pena.
Lo fueron en tiempos de juventud, cuando un joven yo, envalentonado dejo la casa de sus padres, buscando su propio destino, intentando escapar de los mandatos de mi padre, le escupí que sería alguien sin su ayuda, que sabría de mí y todos conocerían mi nombre. Él era un hacendado importante y soberbio a quien le gustaba que todos obedecieran al pie de la letra sus órdenes, quería que todos supieran que quien mandaba ahí era él. Pero yo no estaba para eso. Y decidido tomé lo poco que me pertenecía y salí sin decirle una sola palabra.
Al abrir la puerta para marcharme, solo unas palabras me detuvieron…
—Terry, por favor, no te vayas.
Aún recuerdo la enorme tristeza y la súplica reflejada en esos bellos ojos, que son un reflejo de los míos, pero no pude escucharla. Mi maldito orgullo y obstinación, me impidieron ver el enorme dolor que le causaba a la única persona que siempre me amo incondicionalmente… mi madre. Fueron las últimas palabras que escuche de ella antes de partir. Años después supe que había muerto, quizá de tristeza y dolor, aunque prefiero no pensar en ello.
A mi padre poco le importo que me fuera, no volvió a buscarme y a mí tampoco me importo mucho. Buscando mi destino, y, en cierta forma, enceguecido por las ansias de obtener poder y reconocimiento y poder restregárselos a él, me deje tentar por la ambición de servir a alguien despreciable, alguien que me demostraría lo que era el verdadero infierno en la tierra y que me utilizaría como su mensajero de muerte y destrucción. Lamentablemente muy tarde me di cuenta de mi gran error y desde entonces vivo pagando el precio de mis malas decisiones.
Sigo caminando hasta atravesar los lindes de lo que fue el campo de batalla, me interno en un pequeño y espeso bosque colindante, avanzo a paso lento y observando atentamente, como si supiera que alguien sigue mis pasos, que alguien me observa desde lejos.
Un dolor leve a mi costado izquierdo me hace parar un segundo, pero me obligo a ignorarlo y sigo avanzando.
Escucho repentinamente el sonido del agua que se agita apaciblemente, me acerco cada vez mas hasta admirar el Verdi azul del agua y el reflejo del sol sobre esta dando colores tornasolados que me hacen achicar los ojos por el resplandor.
Me acerco y caigo de rodillas sobre la orilla del río. Tomo agua entre mis manos para lavar mi rostro, cuando este se refleja en el agua no puedo reconocer a dicha persona. Mis ojos de un tono azul verdoso, que en antaño fueron vivaces y enigmáticos, hoy solo encierran dolor y desolación. Mi cara muestra la repulsión que siento por la vida que llevo, por lo que tengo que hacer día tras día.
Me muevo lentamente hasta colocarme sobre unas rocas que sobresalen, me siento como puedo y recargo mi espalda de manera que quedo un poco tendido sobre estás. Siento el calor del sol entibiar mi cuerpo, mis manos están algo frías, agrietadas y cansadas. Cierro los ojos y deseo con todo mi ser poder descansar de una buena vez.
Habían pasado apenas algunos minutos de eso cuando escuché algo a lo lejos, el eco de una voz, algo que dicen, algo que cantan, algo que recitan. Una risa contagiosa que me obliga a abrir a duras penas los ojos.
Lentamente intento enfocar a mi alrededor, todo se ve borroso y yo me siento muy cansado y frío a pesar de estar bajo los cálidos rayos del enorme sol. Por más que intento, no logró ver a nadie a mi alrededor que pudiese estar causando los sonidos que escuché.
Nuevamente cierro mis ojos, por uno, dos, tres segundos todo permanece en completo silencio y tranquilidad, más enseguida vuelve a escucharse el bullicio de voces, ¿o voz? Intento distinguir lo que dicen y me doy cuenta que es una sola voz la que canta y ríe, ríe y recita.
Esta vez permanezco con mis ojos cerrados, a la espera de, que lo que sea que mi mente este imaginando, desaparezca y me deje descansar. Anhelo mi descanso.
Poco a poco la voz va desapareciendo. Sonrió para mis adentros e intento perderme nuevamente en la inconsciencia del sueño. Sin embargo un tibio roce me hace abrir los ojos de improviso.
—Hola
El reflejo de la luz del sol no me deja ver quien ha pronunciado esas palabras, intento enfocar el objeto, pero, este pareciera moverse con la agilidad con que se mueve el viento.
—¿Te han comido la lengua los ratones? —su voz suena alegre y dicharachera.
—¿Quién eres? —Es todo lo que se me ocurre preguntar.
Poco a poco logro incorporarme y busco a la dueña de esa voz. Nada.
—¡Oh! Veo que si puedes hablar —menciona entre risas que empiezan a exasperarme.
—Escucha, solo necesito descansar. No pido nada más que eso. ¿Crees que podrías dejarme tranquilo?
—No es eso lo que necesitas —responde sin titubear
Mi cabeza da vueltas y un sabor amargo llega a mi boca, lo ultimo que necesito es ser la diversión de nadie.
—¿Ah no? Puede que tengas razón, pero lo que necesito jamás lo podré obtener.
—Pensé que eras un guerrero. Los guerreros nunca se dan por vencidos.
—Te equivocas, todos podemos darnos por vencidos en algún momento. Hasta el más fiero y valiente en algún momento pierde la batalla y decide no luchar más.
—¿Es eso lo que haces ahora? ¿Solo te dejarás morir?
Mi cuerpo se tensa y me pongo en alerta al escuchar tal afirmación.
—¿Quién eres y porque haces esto? Solo pido paz, es todo lo que quiero.
—Pero de esa forma no la obtendrás.
Menciona tras de mí, en un susurro muy cerca de mi oído. Intento girar tanto como me es posible y por fin puedo ver a la osada visitante.
Sus ojos eran dos enormes esmeraldas que brillaban y emanaban algo que era indescifrable para mí, su largo cabello dorado caía por su espalda un poco más allá de su cintura, su rostro parecía sereno pero alegre, su boca formaba una hermosa sonrisa que parecía tatuada en ella pues no desaparecía.
—¿Quién eres?
—¿Es eso tan importante?
—¿Lo soy yo?
—Lo eres para alguien más que te espera. Alguien que te ha esperado por largos años.
Sea lo que fuera con quien conversaba, se escuchaba muy segura, como si supiera más de mí que yo mismo. Tal vez todo esto era un sueño y esta conversación ni siquiera existía. Quizá lo que escuchaba solo era el reflejo de lo que siempre anhele escuchar en vida. Un alguien que me esperara al terminar el día, alguien a quien le importara si vivía o no.
—¿Por qué?
—Te he observado durante mucho tiempo, te he visto tomar decisiones erradas y afrontarlas con valor. He sido testigo de todas tus batallas internas y externas y sé el peso que estás han dejado sobre ti. Sin embargo, y, a pesar de todo lo que has vivido, creo que eres un gran hombre que no merece terminar de esta manera, olvidado sobre unas rocas en medio de la nada, siendo devorado por bestias o aves de rapiña. Hay algo aún en este mundo para ti.
—No lo hay, yo lo sé. He pagado con creces mis errores y lo único que quiero es dejar este mundo de la manera más tranquila. Quiero descansar y liberarme de todo lo que llevo a cuestas.
—¿No has escuchando que la esperanza es lo ultimo que se pierde? —replicó.
—Nunca he tenido esperanza, por lo menos no desde hace mucho tiempo. Todo lo que viví y todo lo que he visto en el campo de batalla poco a poco me la arrebataron, dejándome sin anhelos y sin vida. Aun cuando siempre fui el vencedor, no siento que haya ganado nada.
Ella caminaba lentamente mientras me observaba, parecía que con cada movimiento reverberaba y eso de alguna manera me hacía sentir en paz. ¿Será que esto le pasa a todos cuando están muriendo? En un movimiento inconsciente subí mi mano a mi rostro y este se encontraba perlado en sudor, un sudor frío.
—No nos queda mucho tiempo —dijo ella acercándose a mi y tomando mi mano. —Debes perdonar lo que has hecho y seguir adelante. Abandona el camino que no te hace feliz y ve en busca de lo que tu corazón te indica.
Mis labios empezaban a sentirse entumecidos, un temblor se apodero de todo mi cuerpo y sentí como mis ojos se derramaban sin mi consentimiento. El espectáculo era mucho mas terrible de lo que hubiese deseado, pero no más terrible que todo lo que ya había vivido.
—No sé, —una tos interrumpió lo que intentaba decir,— como… hacer… eso. —dije al final y con mucho esfuerzo.
—No te des por vencido, aunque sea lo que más desees o lo que crees que es correcto. —Fue su respuesta.— Esa es tu única misión en este momento. Sigue luchando, la vida aún no debe de terminar para ti. Hay alguien que aún espera por ti, no la defraudes.
La tos inundo el ambiente solemne que se había establecido. Mis pulmones estaban colapsando, el dolor quemaba mi pecho y mi garganta impidiéndome de esta manera seguir hablando. Pero seguía escuchando su insistente voz.
—Terry, por favor, no desistas. No te arrepentirás. Ella te espera, siempre lo ha hecho.
Escuchar mi nombre en sus labios me hizo recordar a… no, esto no podía estar pasando. Todo esto sin duda era producto de estar a punto de morir, sin embargo, aun así con mi último aliento, pude preguntar,
—¿Cómo… sabré…?
—Shh, no te canses en vano, necesitarás toda tu energía para la batalla final. Ah, y respondiendo a tu pregunta, al verla sabrás que es a ella a quien necesitas. Y ella sabrá que eres tú por quien ha esperado.
Las últimas palabras las escuche lejanas mientras yo caía en un espiral de tiempo y espacio, perdiéndome entre la inconsciencia y el desvarío, alejándome del dolor y la realidad, quizás separando mi alma —si es que aun poseía una— de mi inerte cuerpo.
Ya estaba hecho. Había muerto.
.
.
Con los sentidos un poco aturdidos y los ojos sin poder abrirlos, me encuentro confundido, ¿en dónde estoy? Es así que se siente morirse. ¿No es acaso que uno pierde todo raciocinio y deja de preguntarse ese tipo de cosas?
Mi cuerpo se tensa nuevamente, mi oído reacciona a un sonido, el eco de una voz, algo que dicen, algo que cantan, algo que recitan. Una risa contagiosa… intento incorporarme de donde sea que me encuentre y mi pecho se contrae de dolor. Definitivamente no estoy muerto, o no del todo por lo menos.
Escucho unos gritos y enseguida unos pasos apresurados que se dirigen hacia a mí. Yo aún sin poder ver bien donde estoy solo siento que me toman de ambos brazos y me vuelven a colocar sobre una cama, que —ahora sé— era donde me encontraba.
Las voces desaparecen, solo se escucha el sonido de pasos alejándose y puertas que se cierran. ¿Dónde estoy? Intento abrir mis ojos, sin embargo, un leve roce me hace desistir, siento un paño húmedo sobre mi rostro y mi cuello, supongo, limpiando restos de sudor por mi sobresalto. No sé cómo explicarlo aún, ni siquiera sé si comprendo lo que pasa, pero hay tanta ternura en ese gesto que me traspasa su calidez.
—Despierta por favor, no te rindas.
Es todo lo que pronuncia mientras termina de asearme para después retirarse de manera silenciosa.
Escucho nuevamente el sonido de la puerta cerrándose y después un completo silencio. Mi mente confusa no sabe que pensar, no sabe que hacer y mucho menos sabe explicar, ¿qué es lo que me esta pasando?. Ese simple roce y esa voz, encierran tanto cariño que hace mucho tiempo no sentía.
No es lo que ha dicho, sino el cómo, no es lo que ha hecho, sino el porqué. Escuchar su voz decir esa palabras me llenan de una calidez interna que tanto anhelaba, su petición, su ruego, su suplica ¿Por qué? ¿Quién soy para merecer eso? Su roce cuidadoso y parsimonioso, erizan mi piel solo de recordarlo ¿Quién eres? ¿Por qué lo haces? Sin importar lo mucho que lo piense ni siquiera sé cómo describirlo, ¿adrenalínico? Como cuando entras al campo de batalla por primera vez y vences y te sientes todopoderoso e invencible. Así me hace sentir su simple voz, y no sé porque, ni si me gusta el hecho de que sea así.
.
.
Han pasado varios días, y la misma chica viene y me alimenta, me acicala y habla conmigo como si nos conociéramos. Todos los días. Pero yo no he tenido el valor de abrir los ojos ni de responder a ninguna de sus palabras.
Físicamente he mejorado, el dolor ha disminuido en gran medida, pero me niego a abrir los ojos, me rehusó a ver donde me encuentro y rechazo aún más el darle un rostro a esa voz que me ha mantenido… vivo.
Me aterra descubrir que son personas que pude haber dañado anteriormente con la sed de ambición que acompañaba mi misión. No merecía esta segunda oportunidad, no la merezco y me rehusó a aceptarla.
Escucho el sonido característico de la puerta abriéndose, pero esta vez hay mas personas ingresando. Siento que se acercan a mi y murmullan algunas palabras que no logro entender. No es la misma voz de siempre, no es ella.
De improviso me levantan con cuidado, tomándome de cada lado y por las piernas. Al parecer hay mas personas de las que imaginaba. Me colocan en una especie de silla donde reposan mi cuerpo de manera cuidadosa y me cubren con alguna manta que me hace permanecer abrigado.
Lentamente la silla empieza a rodar siendo empujada por alguien a mis espaldas. Seguimos avanzando hasta que, al llegar a algún lugar, siento nuevamente ese rayo de luz que, de tener los ojos abiertos, me hubiese cegado por completo.
—Candice.
Menciona la voz a mis espaldas y no sé exactamente a quien se refiere.
—Hemos accedido a tu petición. Si crees que esto ayudará a tu paciente, pues, esperamos que así sea. Hazte cargo de él y tráelo a la hora del almuerzo.
—Gracias Hermana María. Estaremos de regreso a la hora indicada.
Esa voz. Vuelvo a sentir ese remolino de emociones raras que recorren mi cuerpo, y tengo la extraña necesidad de salir huyendo de ahí. Es confuso, porque aunque quisiera salir corriendo, también espero cada momento para volver a escucharla. Para volver a estar a su lado.
Avanzamos un largo tramo. A lo lejos me parece reconocer el ruido del agua moviéndose y chocando con las rocas. Nos detenemos en lo que creo es la orilla del río, pues puedo sentir la brisa golpeando mi rostro, trayéndome recuerdos de esa vez que había decidido terminar con todo.
—¿Por qué no abres tus ojos? —menciona ella con voz calma mientras me acomoda la manta en las piernas. —Vamos, no creo que quieras perderte el bello paisaje que tenemos enfrente.
No me atrevo a responder. Vaya, si hasta creo que me he quedado sin aire por su cuestionamiento.
—¿Qué puede ser tan terrible que te niegues a darte otra oportunidad a la vida? Honestamente no pienso que seas una mala persona.
Sus palabras me remuerden la consciencia, no, no he sido malo. He sido un bárbaro que arrancó vidas a diestra y siniestra.
Se acerca a mi y lentamente toma mis manos entre las suyas, el calor que estás me transmiten inundan mi ser, y por un momento quisiera dejarme llevar y ceder a esto que siento. Pero no puedo hacerlo, no debo, no lo merezco. Como si leyera mi menta, ella responde.
—Todos merecemos una segunda oportunidad, y esta es la tuya, no la desperdicies negándote la posibilidad de encontrar lo que tanto deseas. Siempre podemos redimir los daños que creemos haber hecho a los demás.
—No
Es todo lo que digo y el silencio nos envuelve enseguida. Ella no habla, esperando que yo prosiga.
—No me conoces y no sabes de lo que puedo ser capaz. Así que no intentes convencerme de lo contrario. —Mis labios tiemblan al emitir dichas palabras. Pero ¿Por qué? Jamás he tenido miedo en ninguna de las batallas, inclusive en aquellas más sangrientas, pero ahora, escuchar lo que ella dice me hace enfrentarme de lleno con mi consciencia.
—Jamás trataría de convencerte de algo. Eres tú quien decide en tu vida. Solo te pido que no te niegues la oportunidad por una mala experiencia que hayas tenido…
Abro los ojos indignado, ¿Cómo se atreve a reducir mis malas decisiones, mi vida entera a “una mala experiencia”?
Giro mi rostro para ubicarla y reprenderle por su atrevimiento, y, sin embargo, al verla quedo enmudecido, mis ojos se abren grandemente y mi boca aunque abierta, sigue sin emitir palabra alguna.
Sus ojos eran dos enormes esmeraldas que brillaban y emanaban algo que era indescifrable para mí, su largo cabello dorado y rizado caía por su espalda un poco más allá de su cintura, su rostro parecía sereno pero alegre, su boca formaba una hermosa sonrisa que parecía tatuada en ella pues no desaparecía.
Ella me observa con tanta naturalidad y me sonríe, ese simple gesto me derrite por dentro y esa calidez crece en mi interior.
—Es hora de volver a empezar no importando lo que haya en nuestro pasado. Yo, he vivido con la esperanza de que… bueno, eso no importa. Solo quisiera que tu pudieras disfrutar de esta segunda oportunidad que te brinda la vida.
Sus palabras rompen mi ensoñación, pero esta vez en lugar de enfurecerme, me llenan de un extraño anhelo de desprenderme de la culpa que arrastro desde hace tantos años.
Ella me observa sin saber que esperar de mis actos, pero no demuestra temor, solo sonríe y me anima a actuar. Lentamente me pongo de pie, trastabillo un poco, pero no cedo en mi intento de llegar a hasta donde esta. Una vez cerca, ella extiende sus manos para ayudarme a sostenerme y yo en un arrebato la tomo y la acerco a mí. Fijo mi mirada en la suya, y me pierdo en esas esmeraldas, en ese color esperanza que me promete un mañana luminoso y cálido, alejado del metal de las espadas, de las batallas, del dolor y la soledad.
Su rostro se colorea de carmesí, pero no baja la mirada. El viento nos envuelve y juguetea con nuestros cabellos y en un susurro apenas perceptible puedo escuchar en el aire nuevamente esa voz alegre decir las palabras: Al verla sabrás que es a ella a quien necesitas. Y ella sabrá que eres tú por quien ha esperado. Sé feliz.
Y finalmente soy redimido, las cadenas del miedo, el odio, el rencor y todo aquello que me aprisionaba son arrancadas y puedo sentirme libre. Libre como nunca antes lo había sido para decidir mi destino. Observo a quien aún permanece a mi lado, mirándome fijamente y quien al verme solo sonríe y asiente. Porque ahora lo sé y ella también lo sabe.
Es ella todo lo que yo necesito y soy yo a quien ella tanto esperaba.
FIN.
Gracias por leer Observó con la mirada algo perdida el desolado valle que se ha teñido de rojo carmesí por milésima vez. Admiro los kilómetros de tierra que he conquistado gracias a que mi espada ha sido más veloz y certera que la de mi enemigo, veo el fruto de mi victoria y solo puedo sentirme… vacío.
Camino algunos pasos, mi armadura pesada y algo abollada hace ruido a cada movimiento que hago. Es incómoda pero necesaria. Tengo que hacerme camino entre los cuerpos que yacen ahí para no levantarse nunca más. El olor a sangre y muerte penetra mis sentidos, caigo de rodillas, apenas logro sostenerme con una mano en el suelo, cierro mis ojos e intento sacar fuerzas de lo más profundo de mi ser. Debo llegar a mi destino.
¿Hasta cuando tendré que vivir esta vida? Si es que, a vivir matando, se le puede llamar vida. He sido condenado a servir a un ser tirano que goza despojando a los demás de todo lo que tienen, avaricioso como ninguno, no descansa y no se sacia hasta tener los campos convertidos en ríos de sangre.
Pido, imploro, ruego para que esto termine de una vez.
¿Puede alguien liberarme de este calvario?
He caminado solo entre el frío con nada más que mi espada y mi escudo. Siempre a la defensiva, esperando lo inesperado. Siempre estando en guardia y en espera del ataque enemigo.
¿Enemigos? Ni siquiera les conozco, ni siquiera me conocen.
Luchar por alguien más, ¿para qué? ¿Qué gano yo? El oro, las joyas y el demostrar que eres mas que los demás ya no valen tanto la pena.
Lo fueron en tiempos de juventud, cuando un joven yo, envalentonado dejo la casa de sus padres, buscando su propio destino, intentando escapar de los mandatos de mi padre, le escupí que sería alguien sin su ayuda, que sabría de mí y todos conocerían mi nombre. Él era un hacendado importante y soberbio a quien le gustaba que todos obedecieran al pie de la letra sus órdenes, quería que todos supieran que quien mandaba ahí era él. Pero yo no estaba para eso. Y decidido tomé lo poco que me pertenecía y salí sin decirle una sola palabra.
Al abrir la puerta para marcharme, solo unas palabras me detuvieron…
—Terry, por favor, no te vayas.
Aún recuerdo la enorme tristeza y la súplica reflejada en esos bellos ojos, que son un reflejo de los míos, pero no pude escucharla. Mi maldito orgullo y obstinación, me impidieron ver el enorme dolor que le causaba a la única persona que siempre me amo incondicionalmente… mi madre. Fueron las últimas palabras que escuche de ella antes de partir. Años después supe que había muerto, quizá de tristeza y dolor, aunque prefiero no pensar en ello.
A mi padre poco le importo que me fuera, no volvió a buscarme y a mí tampoco me importo mucho. Buscando mi destino, y, en cierta forma, enceguecido por las ansias de obtener poder y reconocimiento y poder restregárselos a él, me deje tentar por la ambición de servir a alguien despreciable, alguien que me demostraría lo que era el verdadero infierno en la tierra y que me utilizaría como su mensajero de muerte y destrucción. Lamentablemente muy tarde me di cuenta de mi gran error y desde entonces vivo pagando el precio de mis malas decisiones.
Sigo caminando hasta atravesar los lindes de lo que fue el campo de batalla, me interno en un pequeño y espeso bosque colindante, avanzo a paso lento y observando atentamente, como si supiera que alguien sigue mis pasos, que alguien me observa desde lejos.
Un dolor leve a mi costado izquierdo me hace parar un segundo, pero me obligo a ignorarlo y sigo avanzando.
Escucho repentinamente el sonido del agua que se agita apaciblemente, me acerco cada vez mas hasta admirar el Verdi azul del agua y el reflejo del sol sobre esta dando colores tornasolados que me hacen achicar los ojos por el resplandor.
Me acerco y caigo de rodillas sobre la orilla del río. Tomo agua entre mis manos para lavar mi rostro, cuando este se refleja en el agua no puedo reconocer a dicha persona. Mis ojos de un tono azul verdoso, que en antaño fueron vivaces y enigmáticos, hoy solo encierran dolor y desolación. Mi cara muestra la repulsión que siento por la vida que llevo, por lo que tengo que hacer día tras día.
Me muevo lentamente hasta colocarme sobre unas rocas que sobresalen, me siento como puedo y recargo mi espalda de manera que quedo un poco tendido sobre estás. Siento el calor del sol entibiar mi cuerpo, mis manos están algo frías, agrietadas y cansadas. Cierro los ojos y deseo con todo mi ser poder descansar de una buena vez.
Habían pasado apenas algunos minutos de eso cuando escuché algo a lo lejos, el eco de una voz, algo que dicen, algo que cantan, algo que recitan. Una risa contagiosa que me obliga a abrir a duras penas los ojos.
Lentamente intento enfocar a mi alrededor, todo se ve borroso y yo me siento muy cansado y frío a pesar de estar bajo los cálidos rayos del enorme sol. Por más que intento, no logró ver a nadie a mi alrededor que pudiese estar causando los sonidos que escuché.
Nuevamente cierro mis ojos, por uno, dos, tres segundos todo permanece en completo silencio y tranquilidad, más enseguida vuelve a escucharse el bullicio de voces, ¿o voz? Intento distinguir lo que dicen y me doy cuenta que es una sola voz la que canta y ríe, ríe y recita.
Esta vez permanezco con mis ojos cerrados, a la espera de, que lo que sea que mi mente este imaginando, desaparezca y me deje descansar. Anhelo mi descanso.
Poco a poco la voz va desapareciendo. Sonrió para mis adentros e intento perderme nuevamente en la inconsciencia del sueño. Sin embargo un tibio roce me hace abrir los ojos de improviso.
—Hola
El reflejo de la luz del sol no me deja ver quien ha pronunciado esas palabras, intento enfocar el objeto, pero, este pareciera moverse con la agilidad con que se mueve el viento.
—¿Te han comido la lengua los ratones? —su voz suena alegre y dicharachera.
—¿Quién eres? —Es todo lo que se me ocurre preguntar.
Poco a poco logro incorporarme y busco a la dueña de esa voz. Nada.
—¡Oh! Veo que si puedes hablar —menciona entre risas que empiezan a exasperarme.
—Escucha, solo necesito descansar. No pido nada más que eso. ¿Crees que podrías dejarme tranquilo?
—No es eso lo que necesitas —responde sin titubear
Mi cabeza da vueltas y un sabor amargo llega a mi boca, lo ultimo que necesito es ser la diversión de nadie.
—¿Ah no? Puede que tengas razón, pero lo que necesito jamás lo podré obtener.
—Pensé que eras un guerrero. Los guerreros nunca se dan por vencidos.
—Te equivocas, todos podemos darnos por vencidos en algún momento. Hasta el más fiero y valiente en algún momento pierde la batalla y decide no luchar más.
—¿Es eso lo que haces ahora? ¿Solo te dejarás morir?
Mi cuerpo se tensa y me pongo en alerta al escuchar tal afirmación.
—¿Quién eres y porque haces esto? Solo pido paz, es todo lo que quiero.
—Pero de esa forma no la obtendrás.
Menciona tras de mí, en un susurro muy cerca de mi oído. Intento girar tanto como me es posible y por fin puedo ver a la osada visitante.
Sus ojos eran dos enormes esmeraldas que brillaban y emanaban algo que era indescifrable para mí, su largo cabello dorado caía por su espalda un poco más allá de su cintura, su rostro parecía sereno pero alegre, su boca formaba una hermosa sonrisa que parecía tatuada en ella pues no desaparecía.
—¿Quién eres?
—¿Es eso tan importante?
—¿Lo soy yo?
—Lo eres para alguien más que te espera. Alguien que te ha esperado por largos años.
Sea lo que fuera con quien conversaba, se escuchaba muy segura, como si supiera más de mí que yo mismo. Tal vez todo esto era un sueño y esta conversación ni siquiera existía. Quizá lo que escuchaba solo era el reflejo de lo que siempre anhele escuchar en vida. Un alguien que me esperara al terminar el día, alguien a quien le importara si vivía o no.
—¿Por qué?
—Te he observado durante mucho tiempo, te he visto tomar decisiones erradas y afrontarlas con valor. He sido testigo de todas tus batallas internas y externas y sé el peso que estás han dejado sobre ti. Sin embargo, y, a pesar de todo lo que has vivido, creo que eres un gran hombre que no merece terminar de esta manera, olvidado sobre unas rocas en medio de la nada, siendo devorado por bestias o aves de rapiña. Hay algo aún en este mundo para ti.
—No lo hay, yo lo sé. He pagado con creces mis errores y lo único que quiero es dejar este mundo de la manera más tranquila. Quiero descansar y liberarme de todo lo que llevo a cuestas.
—¿No has escuchando que la esperanza es lo ultimo que se pierde? —replicó.
—Nunca he tenido esperanza, por lo menos no desde hace mucho tiempo. Todo lo que viví y todo lo que he visto en el campo de batalla poco a poco me la arrebataron, dejándome sin anhelos y sin vida. Aun cuando siempre fui el vencedor, no siento que haya ganado nada.
Ella caminaba lentamente mientras me observaba, parecía que con cada movimiento reverberaba y eso de alguna manera me hacía sentir en paz. ¿Será que esto le pasa a todos cuando están muriendo? En un movimiento inconsciente subí mi mano a mi rostro y este se encontraba perlado en sudor, un sudor frío.
—No nos queda mucho tiempo —dijo ella acercándose a mi y tomando mi mano. —Debes perdonar lo que has hecho y seguir adelante. Abandona el camino que no te hace feliz y ve en busca de lo que tu corazón te indica.
Mis labios empezaban a sentirse entumecidos, un temblor se apodero de todo mi cuerpo y sentí como mis ojos se derramaban sin mi consentimiento. El espectáculo era mucho mas terrible de lo que hubiese deseado, pero no más terrible que todo lo que ya había vivido.
—No sé, —una tos interrumpió lo que intentaba decir,— como… hacer… eso. —dije al final y con mucho esfuerzo.
—No te des por vencido, aunque sea lo que más desees o lo que crees que es correcto. —Fue su respuesta.— Esa es tu única misión en este momento. Sigue luchando, la vida aún no debe de terminar para ti. Hay alguien que aún espera por ti, no la defraudes.
La tos inundo el ambiente solemne que se había establecido. Mis pulmones estaban colapsando, el dolor quemaba mi pecho y mi garganta impidiéndome de esta manera seguir hablando. Pero seguía escuchando su insistente voz.
—Terry, por favor, no desistas. No te arrepentirás. Ella te espera, siempre lo ha hecho.
Escuchar mi nombre en sus labios me hizo recordar a… no, esto no podía estar pasando. Todo esto sin duda era producto de estar a punto de morir, sin embargo, aun así con mi último aliento, pude preguntar,
—¿Cómo… sabré…?
—Shh, no te canses en vano, necesitarás toda tu energía para la batalla final. Ah, y respondiendo a tu pregunta, al verla sabrás que es a ella a quien necesitas. Y ella sabrá que eres tú por quien ha esperado.
Las últimas palabras las escuche lejanas mientras yo caía en un espiral de tiempo y espacio, perdiéndome entre la inconsciencia y el desvarío, alejándome del dolor y la realidad, quizás separando mi alma —si es que aun poseía una— de mi inerte cuerpo.
Ya estaba hecho. Había muerto.
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Con los sentidos un poco aturdidos y los ojos sin poder abrirlos, me encuentro confundido, ¿en dónde estoy? Es así que se siente morirse. ¿No es acaso que uno pierde todo raciocinio y deja de preguntarse ese tipo de cosas?
Mi cuerpo se tensa nuevamente, mi oído reacciona a un sonido, el eco de una voz, algo que dicen, algo que cantan, algo que recitan. Una risa contagiosa… intento incorporarme de donde sea que me encuentre y mi pecho se contrae de dolor. Definitivamente no estoy muerto, o no del todo por lo menos.
Escucho unos gritos y enseguida unos pasos apresurados que se dirigen hacia a mí. Yo aún sin poder ver bien donde estoy solo siento que me toman de ambos brazos y me vuelven a colocar sobre una cama, que —ahora sé— era donde me encontraba.
Las voces desaparecen, solo se escucha el sonido de pasos alejándose y puertas que se cierran. ¿Dónde estoy? Intento abrir mis ojos, sin embargo, un leve roce me hace desistir, siento un paño húmedo sobre mi rostro y mi cuello, supongo, limpiando restos de sudor por mi sobresalto. No sé cómo explicarlo aún, ni siquiera sé si comprendo lo que pasa, pero hay tanta ternura en ese gesto que me traspasa su calidez.
—Despierta por favor, no te rindas.
Es todo lo que pronuncia mientras termina de asearme para después retirarse de manera silenciosa.
Escucho nuevamente el sonido de la puerta cerrándose y después un completo silencio. Mi mente confusa no sabe que pensar, no sabe que hacer y mucho menos sabe explicar, ¿qué es lo que me esta pasando?. Ese simple roce y esa voz, encierran tanto cariño que hace mucho tiempo no sentía.
No es lo que ha dicho, sino el cómo, no es lo que ha hecho, sino el porqué. Escuchar su voz decir esa palabras me llenan de una calidez interna que tanto anhelaba, su petición, su ruego, su suplica ¿Por qué? ¿Quién soy para merecer eso? Su roce cuidadoso y parsimonioso, erizan mi piel solo de recordarlo ¿Quién eres? ¿Por qué lo haces? Sin importar lo mucho que lo piense ni siquiera sé cómo describirlo, ¿adrenalínico? Como cuando entras al campo de batalla por primera vez y vences y te sientes todopoderoso e invencible. Así me hace sentir su simple voz, y no sé porque, ni si me gusta el hecho de que sea así.
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Han pasado varios días, y la misma chica viene y me alimenta, me acicala y habla conmigo como si nos conociéramos. Todos los días. Pero yo no he tenido el valor de abrir los ojos ni de responder a ninguna de sus palabras.
Físicamente he mejorado, el dolor ha disminuido en gran medida, pero me niego a abrir los ojos, me rehusó a ver donde me encuentro y rechazo aún más el darle un rostro a esa voz que me ha mantenido… vivo.
Me aterra descubrir que son personas que pude haber dañado anteriormente con la sed de ambición que acompañaba mi misión. No merecía esta segunda oportunidad, no la merezco y me rehusó a aceptarla.
Escucho el sonido característico de la puerta abriéndose, pero esta vez hay mas personas ingresando. Siento que se acercan a mi y murmullan algunas palabras que no logro entender. No es la misma voz de siempre, no es ella.
De improviso me levantan con cuidado, tomándome de cada lado y por las piernas. Al parecer hay mas personas de las que imaginaba. Me colocan en una especie de silla donde reposan mi cuerpo de manera cuidadosa y me cubren con alguna manta que me hace permanecer abrigado.
Lentamente la silla empieza a rodar siendo empujada por alguien a mis espaldas. Seguimos avanzando hasta que, al llegar a algún lugar, siento nuevamente ese rayo de luz que, de tener los ojos abiertos, me hubiese cegado por completo.
—Candice.
Menciona la voz a mis espaldas y no sé exactamente a quien se refiere.
—Hemos accedido a tu petición. Si crees que esto ayudará a tu paciente, pues, esperamos que así sea. Hazte cargo de él y tráelo a la hora del almuerzo.
—Gracias Hermana María. Estaremos de regreso a la hora indicada.
Esa voz. Vuelvo a sentir ese remolino de emociones raras que recorren mi cuerpo, y tengo la extraña necesidad de salir huyendo de ahí. Es confuso, porque aunque quisiera salir corriendo, también espero cada momento para volver a escucharla. Para volver a estar a su lado.
Avanzamos un largo tramo. A lo lejos me parece reconocer el ruido del agua moviéndose y chocando con las rocas. Nos detenemos en lo que creo es la orilla del río, pues puedo sentir la brisa golpeando mi rostro, trayéndome recuerdos de esa vez que había decidido terminar con todo.
—¿Por qué no abres tus ojos? —menciona ella con voz calma mientras me acomoda la manta en las piernas. —Vamos, no creo que quieras perderte el bello paisaje que tenemos enfrente.
No me atrevo a responder. Vaya, si hasta creo que me he quedado sin aire por su cuestionamiento.
—¿Qué puede ser tan terrible que te niegues a darte otra oportunidad a la vida? Honestamente no pienso que seas una mala persona.
Sus palabras me remuerden la consciencia, no, no he sido malo. He sido un bárbaro que arrancó vidas a diestra y siniestra.
Se acerca a mi y lentamente toma mis manos entre las suyas, el calor que estás me transmiten inundan mi ser, y por un momento quisiera dejarme llevar y ceder a esto que siento. Pero no puedo hacerlo, no debo, no lo merezco. Como si leyera mi menta, ella responde.
—Todos merecemos una segunda oportunidad, y esta es la tuya, no la desperdicies negándote la posibilidad de encontrar lo que tanto deseas. Siempre podemos redimir los daños que creemos haber hecho a los demás.
—No
Es todo lo que digo y el silencio nos envuelve enseguida. Ella no habla, esperando que yo prosiga.
—No me conoces y no sabes de lo que puedo ser capaz. Así que no intentes convencerme de lo contrario. —Mis labios tiemblan al emitir dichas palabras. Pero ¿Por qué? Jamás he tenido miedo en ninguna de las batallas, inclusive en aquellas más sangrientas, pero ahora, escuchar lo que ella dice me hace enfrentarme de lleno con mi consciencia.
—Jamás trataría de convencerte de algo. Eres tú quien decide en tu vida. Solo te pido que no te niegues la oportunidad por una mala experiencia que hayas tenido…
Abro los ojos indignado, ¿Cómo se atreve a reducir mis malas decisiones, mi vida entera a “una mala experiencia”?
Giro mi rostro para ubicarla y reprenderle por su atrevimiento, y, sin embargo, al verla quedo enmudecido, mis ojos se abren grandemente y mi boca aunque abierta, sigue sin emitir palabra alguna.
Sus ojos eran dos enormes esmeraldas que brillaban y emanaban algo que era indescifrable para mí, su largo cabello dorado y rizado caía por su espalda un poco más allá de su cintura, su rostro parecía sereno pero alegre, su boca formaba una hermosa sonrisa que parecía tatuada en ella pues no desaparecía.
Ella me observa con tanta naturalidad y me sonríe, ese simple gesto me derrite por dentro y esa calidez crece en mi interior.
—Es hora de volver a empezar no importando lo que haya en nuestro pasado. Yo, he vivido con la esperanza de que… bueno, eso no importa. Solo quisiera que tu pudieras disfrutar de esta segunda oportunidad que te brinda la vida.
Sus palabras rompen mi ensoñación, pero esta vez en lugar de enfurecerme, me llenan de un extraño anhelo de desprenderme de la culpa que arrastro desde hace tantos años.
Ella me observa sin saber que esperar de mis actos, pero no demuestra temor, solo sonríe y me anima a actuar. Lentamente me pongo de pie, trastabillo un poco, pero no cedo en mi intento de llegar a hasta donde esta. Una vez cerca, ella extiende sus manos para ayudarme a sostenerme y yo en un arrebato la tomo y la acerco a mí. Fijo mi mirada en la suya, y me pierdo en esas esmeraldas, en ese color esperanza que me promete un mañana luminoso y cálido, alejado del metal de las espadas, de las batallas, del dolor y la soledad.
Su rostro se colorea de carmesí, pero no baja la mirada. El viento nos envuelve y juguetea con nuestros cabellos y en un susurro apenas perceptible puedo escuchar en el aire nuevamente esa voz alegre decir las palabras: Al verla sabrás que es a ella a quien necesitas. Y ella sabrá que eres tú por quien ha esperado. Sé feliz.
Y finalmente soy redimido, las cadenas del miedo, el odio, el rencor y todo aquello que me aprisionaba son arrancadas y puedo sentirme libre. Libre como nunca antes lo había sido para decidir mi destino. Observo a quien aún permanece a mi lado, mirándome fijamente y quien al verme solo sonríe y asiente. Porque ahora lo sé y ella también lo sabe.
Es ella todo lo que yo necesito y soy yo a quien ella tanto esperaba.
FIN.