–Mmm, veamos… unas cuantas pecas aquí y todo listo.
Una nueva bocanada de humo llenó sus pulmones y fue aventada al aire para borrar la imagen que aún se dibujaba en el ambiente.
Otro trago de licor barato inundaba su boca, pero esta vez le supo salado. Con rudeza miró la botella para saber el por qué su sabor esta vez le era diferente.
–¡Pero qué mierda compré esta vez!– Sin embargo al mirar la botella se dio cuenta que era el mismo trago de siempre. De golpe la dejó sobre la mesa y con la mano libre tocó su rostro. Para su desgracia era lo que él pensaba. A su boca había llegado el sabor de sus lágrimas. Unas amargas lágrimas que en ocasiones él ya no podía reprimir.
Furioso consigo mismo, limpió aquellas lágrimas que habían rodado por su mejilla sin tan siquiera haberlo notado; dejó el cigarrillo sobre un plato que fungía de cenicero, tomó la botella de licor que reposaba sobre la mesa y la aventó al piso haciendo un ruido estrepitoso al estrellarse.
–¡Maldita sea! ¡Hasta cuando! ¡Sal de mi mente de una maldita vez!– Con palabras arrastradas le hablaba a la chica de humo que se había formado en su delante. –¡Te odio Candice, porque todo esto es tu maldita culpa! He intentado olvidarte por todos los medios, pero todo me lleva a ti.
Sus castañas hebras se alborotaban al momento que sus manos tomaban su cabeza con furia y dolor.
Sé que tarda un tiempo curarme de ti de una vez
Tuve tantos momentos felices, que olvido lo triste que fue
Darte de mi alma, lo que tú echaste a perder »
–Te odio Candice, yo tenía tantos planes para nosotros dos, pero tú… sólo pensaste en ella, a quien ni siquiera conocías… y te olvidaste de mi. Yo… yo te imaginaba… tan diferente. En mis sueños… tú eras quien me impulsaba a seguir adelante con mi pasión por el teatro y vivíamos juntos… amándonos… con nuestros hijos ahí…pero todo…no era más que solo mis anhelos. [Suspiro] Hijos… nuestros hijos… los mismos que ahora solo viven en … ¿la Luna? [risa sarcástica] no, mejor en Saturno que está muchísimo más distante, como tú Candice.
Su semblante se volvió sombrío, y con voz lastimera susurró. –Lo más probable es que estén en Plutón; donde ahora habita tu amor.
Unos minutos de silencio reinaron en la pequeña habitación, hasta que una nueva maldición salía de la boca del muchacho.
–¡Carajo! Candice, te di mi alma y tú solo me dejaste ahí, sin tan siquiera preguntarme qué era lo que yo quería. ¿por qué?
Todos los besos que me imaginé vuelven al lugar donde los vi crecer
En Saturno viven los hijos que nunca tuvimos
En Plutón aún se oyen gritos de amor
En la Luna gritan a solas tu voz y mi voz
Pidiendo perdón, cosa que nunca pudimos hacer peor
Tienes la misma culpa que tengo
Aunque te cueste admitir, que sientes como siento
La almohada no suele mentir »
Al escuchar la bulla que había salido del cuarto donde se encontraba aquel problemático muchacho, el dueño de la vieja carpa ambulante se dirigió furioso para ver de qué se trataba.
–¡Me lleva el diablo! Estoy seguro que esto se debe a ese muchacho haciendo sus berrinches nuevamente. ¡Me tiene harto! Donde haya una sola silla rota, esta vez lo saco a patadas de mi carpa. ¡Se larga!
Abriendo de golpe la apolillada puerta del pequeño cuarto que fungía de camarote para los actores, el dueño entró.
–¡Terence! ¿Qué es este escándalo?
–Nada, solo una botella de licor que… se resbaló
–Escúchame bien muchachito majadero, es la última vez que te atreves a realizar un escándalo en mi carpa. Si no te gusta este sitio, te puedes largar ahora mismo. ¡A morir de hambre en otra parte!
Con una mano al aire hacía un ademán de fastidio. –Ya… ya… ya hombre, que no es para tanto.
Ese gesto enfureció más al viejo dueño que con un grito quiso demostrar su furia hacia aquel mocoso engreído. –Y apúrate que ya mismo sales a escena.
El castaño solo rodó los ojos y contestó con un mohín que denotaba un quemeimportismo a las palabras dichas por el dueño.
Todos los besos que me imaginé, vuelven al lugar donde los vi crecer
En Saturno viven los hijos que nunca tuvimos
En Plutón aún se oyen gritos de amor
En la Luna gritan a solas tu voz y mi voz
Pidiendo perdón, cosa que nunca pudimos hacer peor
Gritan a solas tu voz y mi voz, pidiendo perdón
Cosa que nunca pudimos hacer »
–Una noche más donde fingiré que actuo en el teatro Strantford, pero estoy sumergido aquí en esta pocilga. Todo por tu culpa… ¿por qué no me dejaste elegir a mi? ¿dónde quedaron mis sentimientos? ¿por qué te importé tan poco?. ¡Bah! nada de eso importa ahora.
Con molestia apagaba lo que quedaba del cigarro cuyo fuego aún quemaba en sus pulmones. Tomó su chaqueta y salió de aquel cuarto dejando tras de sí una pequeña neblina en forma de mujer.
Aquella noche el muchacho de ojos azules como el océano, se permitió hacerle un reclamo a la chica que el humo seguía dibujando en su memoria. Esa fue la única noche que el muchacho de ojos tristes se permitió sentir algo más que amor por esa rubia chiquilla que siempre dominaba sus pensamientos. Solo esa noche se permitió reprocharle a la chica de humo el por qué no le había permitido elegir a él.
FIN
Última edición por SHALOVA el Jue Abr 28, 2022 9:23 am, editado 5 veces (Razón : inserte una canción)