[color=#003333— ¿Señorita White? —Dijo la recepcionista—. El señor Johnson la recibirá ahora.
Candy se puso en pie. Con un intenso sentimiento de injusticia. Sus suplicas habían sido ignorada, al igual que el sentido común. ¿Cuándo entenderia su familia que ya había pagado lo suficiente por la decisión que tomó cinco años atras? Empezaba a sentir que sólo con su muerte saldaría aquella cuenta.
El señor Johnson, el abogado al que había consultado hacía dos semanas, un hombre delgado y alto de unos cuarenta años experto en casos de custodias infantiles, estrechó su mano y la invitó a sentarse.
—He pedido consejo a los especialistas de esa área de la ley y me temo que no pueden darle la respuesta que quiere. Cuando donó óvulos a su hermana para permitirle tener un hijo firmó un contrato en el que renunciaba a cualquier derecho que pudiera tener sobre éste.
—Lo sé, pero ahora que mi hermana y su esposo han muerto, supongo que la situación ha cambiado —dijo Candy, que tuvo que controlarse para no mostrar su tensión.
—Pero no a su favor —respondió George Jonhson —. La mujer que da a luz es considerada la madre legal. Aunque usted sea la madre biológica, no ha tenido contacto con el niño desde que nació, lo que no ayuda en su caso.
—Lo sé —a Candy aún le costaba asimilar que su hermana la hubiera apartado de su vida en cuanto tuvo un hijo. Ni siquiera le había permitido conocerlo —. Pero sigo siendo legalmente la tía del niño.
—Sí, pero el hecho de que no fuera nombrada tutora en los testamentos de su hermana y su cuñado no le beneficia. Su abogado atestiguará que los padres del niño sólo estaban dispuestos a nombrar tutor a Terrance Grandchester. No olvide que él también tiene lazos de sangre con el niño.....
— ¡Por Dios santo! ¡Terrance sólo era el primo de su padre, no un tío, ni nada parecido! — dijo Candy, impotente.
—Un primo y casi un hermano para su cuñado que aceptó por escrito responsabilizarse del niño mucho antes del accidente que mató a su hermana y a su cuñado. Me temo que apenas tendría probabilidades de luchar contra la reclamación por la custodia interpuesta por el señor Grandchester . Es un hombre muy rico y poderoso. Además, el niño es ciudadano Ingles.
— ¡Pero también es un hombre soltero con una terrible reputación de juerguista! — Protestó Candy—. No creo que represente la figura ideal de padre para un niño.
—Con ese argumento entra en terreno muy resbaladizo, señorita White. Usted también está soltera, y cualquier tribunal cuestionaría por qué su propia familia no está dispuesta a apoyar su reclamación.
Candy se ruborizó ante el humillante recordatorio de que estaba sola y no contaba con ningún apoyo.
—Temo que mis parientes no se animarían a dar ningún paso que pudiera ofender a Terrance Grandchester. Mi padrastro y mi hermanastro dependen de sus contactos para hacer negocios.
El abogado suspiró.
—Mi consejo es que acepte que apenas tiene probabilidades de ver al niño y que cualquier intento de obtener su custodia sólo serviría para destruir cualquier futura esperanza de obtenerla
.
Candy tuvo que esforzarse por contener las lágrimas que asomaron a sus ojos.
— ¿Me está diciendo que no hay nada que hacer?
—Creo que lo más recomendable en sus circunstancias sería que se entrevistara personalmente con Terrance Grandchester, le explicara la situación y le pidiera permiso para mantener un contacto regular con el niño —aconsejó el señor Johnson .
Candy se estremeció al escuchar aquello. Terry la odiaba. ¿Qué esperanzas podía tener de que la escuchara?
—Algún día pagarás por esto —le había jurado cinco años antes, cuando ella sólo tenía veintiuno y se hallaba en medio de sus estudios universitarios..
—No te lo tomes así —le rogó ella—. Trata de comprender.
—No. Eres tú la que tiene que comprender lo que me has hecho —replicó Terry en tono frío —. Te he tratado con honor y respeto y a cambio tú te has burlado de mi y has avergonzado a mi familia.
Deprimida, Candy salió del despacho del abogado y se encaminó al espacioso apartamento que había comprado a medias con su amiga Annie, que estaba haciendo prácticas de modelaje. Cuando llegó no estaba en casa. Annie y Candy se habían conocido desde la primaria y eran buenas amigas desde entonces.
Como la mayoría de los diseñadores jóvenes, Candy trabajaba muchas horas y apenas le quedaba energía para otra cosa. Aún no había elegido el color con que iba a pintar su dormitorio. Una pila de libros junto a la cama y un piano en un rincón de la espaciosa sala de estar revelaban cómo le gustaba pasar su tiempo libre.
Antes de perder el valor, llamó a las oficinas centrales de Terrence Grandchester para pedir una cita con el. Se preguntó si aceptaría verla. ¿Tal vez por curiosidad? El estómago se le encogió ante la perspectiva de volver a verlo.
Apenas podía recordar a la chica que era hacía cinco años, cuando se le rompió el corazón por Terrance Grandchester. Joven, inexperta e ingenua, era mucho más vulnerable de lo que imaginaba. Desde entonces no había conocido a otro hombre, como entonces asumió que sucedería. Con el tiempo había llegado a creer que nunca conocería a alguien con quien quisiera casarse.
¿Sería aquél otro motivo por el que había aceptado donar óvulos a su hermana estéril? Karen, dos años mayor que ella, había sufrido una menopausia prematura cuando tenía poco más de veintidos años, y su única esperanza de llegar a ser madre era a través de la donación de óvulos. Karen voló de Londres a New York , donde Candy estaba estudiando diseño de modas
Continuara.. [/color]