[color=#663399] Mientras le servían el café, Candy alzó la mirada y vio a Terry a unos metros de ella. Sintió que su estómago se encogía y la taza tembló ligeramente cuando la tomó en sus manos. Apenas podía respirar. Él vestía un impecable traje negro que realzaba su poderoso físico. La brisa agitaba ligeramente su pelo castaño. No había duda de que era un hombre increíblemente atractivo. Mientras avanzaba hacia ella con el aire de un felino al acecho, Candy se hizo consciente de una reacción aún más vergonzosa al sentir el calor que emanaba de su pelvis. Se ruborizó intensamente.
—Candy.... —murmuró Terry cuando ella se puso en pie para recibirlo. Contempló la delicada perfección de sus rasgos, sus intensos ojos verdes, la tentadora y rosada carnosidad de su boca. Incluso apenas maquillada, y con sus espectaculares rizos sueltos, era una belleza natural. Su falta de vanidad fue lo primero que admiró en ella.
Cuando tomó su delicada mano, la noto fría en contraste con la suya. Aquel repentino contacto físico tomó por sorpresa a Candy, que miró los ojos azules de Terry, De pronto, su corazón empezó a latir muy fuerte, interfiriendo con su deseo de mostrar un exterior calmado y seguro. Estaba lo suficientemente cerca de él como para captar el aroma de su piel mezclado con el de la colonia que usaba. Era un aroma conocido para ella, que le enviaba un primitivo mensaje a cada célula de su cuerpo. Sintió que sus pechos se tensaban contra el encaje del sujetador... Su debilidad le produjo una inmensa decepción que trató de disimular.
—Te agradezco que hayas aceptado verme —dijo rápidamente.
—La humildad no te va —murmuró Terry.
—Sólo trataba de ser amable —espetó Candy antes de pensárselo dos veces.
—Estás muy tensa —dijo Terry mientras deslizaba la mirada de sus labios a la dulce curva de sus pechos, ocultos por una camiseta celeste.
Candy sintió que temblaba por dentro. En un desesperado esfuerzo por distraer la atención de Terry, retiró su mano y dijo animadamente:
—Me gusta tu yate.
Terry sonrió con ironía.
—No, no te gusta. Lo consideras otro ejemplo de mis hábitos de consumo ostentoso, y crees que debería haber empleado el dinero en comida o en Casas hogares.
Candy se ruborizó hasta la raíz del pelo.
—La Fundación Grandchester, que creé personalmente, contribuye con muchas organizaciones benéficas. Creo que eso debería contar con tu aprobación.
El encuentro no estaba transcurriendo como esperaba ella. Cada palabra de Terry parecía evocar un pasado que ella quería dejar enterrado.
Terry ladeó su arrogante cabeza sin manifestar su acuerdo ni su desacuerdo y la invitó a sentarse de nuevo.
—Me sorprendió que no asistieras al funeral de tu hermana —dijo después de que un camarero le sirviera un café.
— No me enteré del accidenté hasta varios días después.
Terry alzó las cejas, sorprendido.
— ¿Nadie de tu familia se puso en contacto contigo?
—De mi familia directa no. Fue mi tía, la hermana de mi madre, la que me avisó. Fue una situación muy incómoda, porque ella creía que yo ya lo sabía — explicó Candy, reacia—. La noticia me dejó conmocionada, por supuesto. Karen y Henrry eran tan jóvenes... Ha sido una terrible pérdida para su hijo.
— ¿Y tú estás preocupada por el niño?
—Estoy segura de que ambas familias están igualmente preocupas por el..
Terry sonrió.
—Veo que tu trato con clientes te ha enseñado por fin el arte del tacto —dijo burlonamente—. Dudo que haya alguien tan preocupado por el niño como tu pareces estarlo.
—Necesito explicarte algo respecto al niño....
— ¿Crees que no sé que eres su madre biológica? —El tono de Terry fue casi indiferente —. Por supuesto que lo sé.
Candy alzó levemente la barbilla.
—Supongo que te lo dijo Herry.
—Sí. Lógicamente, fue una sorpresa. A fin de cuentas, una vez me dijiste que no pensabas tener hijos.
—A los veintiún años no quería tenerlos, y cuando doné mis óvulos a mi hermana en ningún momento me planteé la posibilidad de considerar al bebe como mío. Era hijo de karen y de Henrry;.
—Qué desinteresada —murmuró Terry—. Sin embargo, y a pesar de lo que has dicho, estás aquí.
—Sí. Me gustaría mucho ver a mi sobrino.
— ¿Es eso lo que has venido a pedirme? ¿Quieres ver a tu sobrino para luego marcharte y no volver? —preguntó Terry con evidente incredulidad.
Candy no sabía cómo contestar a eso. Temía ser demasiado sincera y revelar su propósito de convertirse en alguien importante en la vida del niño.
—Si eso es todo lo que estás dispuesto a permitirme, me conformaré. Algo es mejor que nada.
— ¿Tan poco quieres?
Candy se ruborizó, pues no poseía el don del disimulo.
—Creo que sabes que me gustaría algo más.
— ¿Hasta qué punto deseas tener acceso a niño?
—Nunca he deseado nada tanto en mi vida —respondió Candy con sinceridad.
Terry dejó escapar una repentina risa que sorprendió a Candy.
—Sin embargo. El niño podría haber sido hijo nuestro. En lugar de ello hiciste posible que mi primo fuera padre. ¿Se te ocurrió pensar alguna vez que eso pudiera haber resultado ofensivo para mí?
Candy se puso pálida.
—No, no se me ocurrió esa posibilidad, y espero que no sigas sintiendo lo mismo ahora que eres el tutor del niño ..
—Lo superé. No soy del tipo sentimental —replicó Terry —. Lo que necesito saber ahora es hasta dónde estás dispuesta a llegar para obtener lo que quieres. ¿Qué estás dispuesta a sacrificar?
— ¿Estás diciendo que podría establecer una relación duradera con mi sobrino?
Una lenta sonrisa curvó la firme boca de Terry.
—Si me satisfaces, el cielo es el límite.
Candy se quedó helada al ver la sonrisa de Terry. No había olvidado con quien estaba tratando: un hombre muy rico y poderoso al que en otra época hirió en su orgullo, aunque de forma accidental. Pero la conversación estaba entrando en terrenos desconocidos y no sabía qué pretendía con ello Terry.
—No estoy segura de haber entendido —dijo con cautela.
—No eres ninguna tonta. Si quieres ver al niño, sólo podrás hacerlo según mis condiciones.
Candy se levantó y avanzó hacia la barandilla del yate en busca de un poco de brisa para calmar su ansiedad.
—Eso ya lo sé. Si no estuviera dispuesta a aceptarlas, no estaría aquí.
—Mis condiciones son duras —dijo Terry sin rodeos—. Tú quieres al niño, yo te deseo a ti y el niño necesita una mujer que lo cuide. Si unimos esas necesidades, podemos llegar a un acuerdo que nos convenga a todos.
Continuará.../color][/center]