Al día siguiente Anthony estaba cuidando su jardín cuando se da cuenta que el arbusto en el que había dedicado mucho tiempo y nuevos trucos finalmente había florecido, de ella brota una rosa blanca con una hermosura sin igual, las dimensiones de sus pétalos son más grandes de lo normal y su fragancia intensamente dulce y agradable a los sentidos, sin duda alguna es una nueva especie espectacular.
Tenía pensado que, si su experimento salía bien, podía darle una flor a alguien especial; y quien mejor que la pequeña Candy, quizás con ello podría animarla un poco más y olvidase el susto del día anterior. Sólo esperaba que no se haya enfermado gravemente. Con esa idea en mente el joven se presenta donde los Leagan.
Cuando llega a la residencia se encuentra a ella que está observando la fachada del edificio. No se puede imaginar qué es lo que precisamente pasa por su mente
-Hola Candy, buenos días
-¿Eh? Hola, buenos días
Saludó la rubia secamente, se había sorprendido por la repentina aparición del joven y tardó un poco más de lo normal en reaccionar.
-¿Cómo estás?
-Bien gracias…
El chico se sorprende por las maneras tan poco efusivas y frías de ella… el que no lo saludara con esa sonrisa que le encantaba lo desconcertaba
-Disculpe… ¿Se le ofrece algo?
-¿Cómo dices? ¿A caso has olvidado quien soy?
Es entonces que la chica recapacita y se percata que ha tenido un desliz. Había olvidado por completo que ese joven fue quien la había andado buscando por el bosque a altas horas de la noche y la trajo de vuelta a la mansión de los Leagan, pero no recordaba bien quién era.
-Oh… sí, claro que sé quién eres… tú me trajiste en tu caballo a éste lugar
-Sí…
Contesta de manera desgana… por alguna razón ella marcaba una distancia que Anthony no lograba entender, aunque rápidamente se pasó por su mente que seguiría molesta por la bofetada o había decidido ser distante por alguna reprimenda que debieron darle los Leagan; decepcionado decide entregarle la rosa a manera de disculpa
-Perdona los inconvenientes… que tengas buen día
Le dice a la vez que le deja la rosa en sus manos y se da la vuelta para alejarse del lugar.
El cielo retumba con fuerza con el trueno, las nubes cubren gran parte del firmamento y amenaza con llover de un momento a otro. Eliza en su recamara acicalaba sus cabellos felizmente, creía que no volvería a ver a Candy nunca más. Termina de darse un último vistazo a su apariencia y baja al comedor para tomar su desayuno; es entonces cuando ve pasar a la joven de cabellos dorados, inmediatamente un sentimiento de despreció la gobernó
-Maldita sea, se supone que esa infeliz se había escapado... creía que se perdería por quién sabe dónde y nunca más la volvería a ver
-¿Qué sucede hermanita?
-¡Neil! Es Candy, ha vuelto
-¿¡Qué!?
-Sí Neil... esa maldita huérfana... ¿Por qué no se larga de una vez? ¿Acaso le gusta que la maltraten?
-¿Y qué piensas hacer ahora, hermanita?
-Déjame ver... ya encontraré la manera de deshacernos de ella de una vez por todas y para siempre.
Sentenciaba la joven y un brillo malicioso cruzó la mirada de Eliza, su hermano le da una palmadita antes de ofrecerle su brazo para descender los escalones.
Mientras tanto, Candy observaba las estancias de la casa con asombro, había una gran diferencia al aspecto que tiene la mansión ahora a comparación de cómo la conoció muchos años después en una visita a escondidas. Entonces una voz femenina la sobresaltó
-¡Candy! Tienes mala cara.
-Vaya... qué sorpresa, pensé que los niños del orfanato eran más fuertes de salud... cuidado hermanita, creo que lo mejor será que mantengamos la distancia, no sea que nos contagie de sus virus raros
-Oh hermano, tienes toda la razón...
Se mofan los hermanos sin darse cuenta que había personas que se estaban acercando, desde su lugar la rubia pudo percibirlos claramente y prefirió no hacer señal alguna para avisarles, mientras que Eliza sigue con su burla
-... Neil, es mejor que nos alejemos de Candy o puede esparcir sus virus por todos lados
-¡¿Qué significa todo ésto, Eliza?!
Se escuchó la voz grave de su madre llamarle enfadada
-¡Mamá! No te oí llegar... este... estábamos hablado con Neil... es mejor que salgamos de aquí ya que Candy está enferma
De presto una voz familiar tomó por sorpresa a los hermanos cuando hizo su pregunta
-¿Cómo puede ser eso posible Sara? ¿Cómo es que Candy, esa niña está enferma?
-Tía abuela... es que... no lo sé... no sé preocupe, ahora mismo lo sabremos.
En un instante todos posan sus ojos en la rubia. Por un momento Leslie se sorprende de la forma de actuar de Eliza, pero también le ayuda a entender el tipo de sufrimiento al que fue sometida su abuela, y recordaba perfectamente quién era la señora Elroy y su papel importante en la familia Andrew antes de que fuese Eliza quien la supliera tras su muerte, por lo que no pensaba dejar que éstos se salieran con la suya.
-Candy ¿Qué haces en la mansión si estás enferma? ¡Sal de aquí inmediatamente!
-Lo... lo siento señora... es que dormir en el establo... no sé, quizás por ser muy frío me haya enfermado
-¿Qué está diciendo esa niña, Sara? ¿Por qué ha dormido en el establo?
-Oh no señora... no me lo tome como si fuese mal agradecida, no ha sido una noche, ya que han pasado mi cama y cosas a ese lugar; y claro, cuando vivía en el orfanato, aunque de manera humilde, siempre era en una habitación cálida. Aunque estoy agradecida con la señora Leagan que me permite estar cerca de unos hermosos ejemplares equinos, está claro que me he descuidado y enfermé
-¿Cómo puede ser posible que ésta niña viva en el establo, Sara? Es inhumano, y si la servidumbre se va de la lengua y comenta a otros que "los Leagan son crueles enviando a una niña al establo" serás la comidilla de la ciudad
-Pero tía... pensé que
-Basta... estamos hablando de una niña. Será mejor que llames a un médico inmediatamente y que le asignes una habitación; es importante que arregles éste fallo antes de que el rumor de que has traído a una niña de un orfanato a pasar más penurias que en ese lugar manche el nombre de los Leagan.
-De acuerdo tía, tiene toda la razón, arreglaré eso ahora mismo
-Dejaremos la salida para otro día, me marcharé
-Siento que haya tenido que presenciar todo ésto tía, y muchas gracias por su consejo.
Sin añadir más, la señora se da la vuelta y abandona la residencia. Por su parte Candy sonríe interiormente, haber hecho un papel lastimero había sido un éxito pues la cara de Eliza era de total contradicción, seguramente no se esperaba que la tía abuela dijera esas cosas.
-Mamá, la tía abuela no puede estar hablando en serio... Candy es una sirvienta
-¡Silencio Eliza! La tía abuela tiene razón. Ha sido contraproducente meter a Candy en el establo; ella vino a ésta casa para hacerte compañía
-Mamá, pero ella prefirió hacerse amigos del personal de servicio en vez de mi amiga
-Porque no me has dejado Eliza... yo no tengo ni un problema en ser tu amiga
-¡Tú cállate! Recuerda que debes decirme "señorita Eliza". Todo éste tiempo me has ignorado y demostrado que prefieres limpiar a estar conmigo.
-¡Eliza basta! No podemos permitir que algo tan simple termine perjudicando a la familia. Tu padre pensó que lo mejor para ustedes era que tuviesen la compañía como la de Candy; en mis manos está que los deseos de mi marido se realicen de la manera más adecuada porque es lo mejor para vosotros.
-¿Qué quieres decir mamá?
-Candy será trasladada a una habitación de la tercera planta, y te acompañará en las clases con el profesor Trevor
-¡¿Qué?! Debes de estar bromeando mamá
-No Eliza; con las instrucciones adecuadas, ella aprenderá y sabrá comportarse. No quiero seguir hablando más de ésto, ahora hay que mandar a buscar al médico
-Gracias señora
Le dice suavemente Candy con intención de mostrar gratitud a pesar de su apariencia lastimera; Eliza la mira con desprecio y sus dientes rechinan por la rabia. Había logrado con patrañas convencer a su madre de que pusiera a Candy en el establo, y también que fuese incluida como una más del personal del servicio; pero ahora todo había cambiado en un segundo, y todo porque la tía abuela la había visto enferma. Ahora necesita hacerle ver a la tía abuela que esa huérfana no merece tanta conmiseración.