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—Lo mejor será no sacar conclusiones precipitadas —murmuró Terry, a quien no parecía preocuparle que alguien le hubiera estado engañado durante años. Candy recordó su encuentro con el señor Johnson en el destartalado despacho que aquel anciano abogado tenía. Un abogado que parecía sacado de una novela de Jane Austen. Cuando se enteró de que ella se había casado, la miró con cara de sorpresa, seguramente porque nunca se le habría ocurrido que hubiera alguien que se pudiera casar tan joven —. Es posible —comentó Terry—, que el culpable sea alguien mucho más cerca de ti que tu abogado...
Alguien en Escocia; alguien muy cercano a él, pensó Candy. De pronto se sintió más aliviada, al quitarse de encima el peso de la responsabilidad. Estaba muy cansada, pero sin embargo pensó que se lo tenía que repetir otra vez:
—Por nada del mundo hubiera aceptado tu dinero, Terry — Terry sonrió.
—Te creo —respondió—. Pero tendremos que descubrir al culpable, ¿no crees?
—Claro, claro —contestó Candy, agradeciendo que él hubiera aceptado que ella estaba diciendo la verdad, pero un poco avergonzada por toda aquella situación. Pero de pronto, se dio cuenta de la razón por la que Terry la había querido ver. ¡Para hablar del dinero! Por mucho que odiara a su ex marido, el hecho de que la hubiera estado enviando todo aquel dinero para mantenerla, la hacía sentirse culpable—. ¿Y crees que debería caer todo el peso de la ley sobre esa persona?
— ¡Nunca pensé que fueras tan dulce! Quien sea el culpable tendrán que juzgarlo y meterlo en prisión. No descansaré hasta no pague por lo que ha hecho.
Terry le estiró la sábana, sin que ella se diera cuenta.
—Entonces me has invitado para hablar de lo del dinero...
—Tengo que admitir que en un principio pensé que tú estabas enterada del fraude.
—Ya entiendo —respondió ella, intentando ser justa, mientras se le cerraban los ojos de cansancio—. Será mejor que me traslades a otro sitio, Terry....
— ¿Por qué?
—Porque no creo que mi seguro pague por estos lujos...
—No te preocupes. No tendrás que reclamar ningún gasto.
—No quiero que pagues tú la factura.
—No hay que pagar nada.
— ¿Cómo dices?
—Duérmete, pecosa —Justo antes de caer en un profundo sueño, se preguntó cómo se le habría ocurrido a Terry sacar aquella fotografía de la boda en la enfermería de un convento. Pero tampoco era tan importante, y seguro que habría alguna explicación razonable. Por lo menos, sabía la razón por la que Terry pensaba que todavía estaban casados. La persona que había cometido aquel fraude no le había comunicado que el matrimonio había sido anulado, para así seguir recibiendo el dinero.
Cuando Candy despertó de nuevo, era casi medio día. Salió de la cama. Aparte de un ligero dolor de cabeza en la nuca, se sentía mucho mejor. Se dirigió al cuarto de baño y lo miró con admiración. Era un baño muy lujoso. Era imposible que hubiera un baño de esas características en la enfermería de un convento. Seguro que estaba alojada en un hotel. Sacó el cepillo de dientes que había en la repisa y clavó la mirada en el espejo.
¿Sería aquélla la habitación de Terry? ¿Se la habría cedido para que descansara? ¿Sería esa la razón por la que estaba allí aquella foto? ¿Por qué conservaba todavía Terry una fotografía enmarcada? Sólo se le ocurría una explicación. Apretó tanto los labios que casi se le duermen. Seguro que la había utilizado para no comprometerse demasiado con sus amantes. Aunque si de verdad Terry seguía pensando que estaba casado con ella..... ¿Cuánto dinero habría enviado a los bolsillos de la persona que había cometido el fraude? Había gente que era despreciable. De repente sintió pena de Terry. Estaba claro que no era tan inteligente como parecía, de lo contrario habría comprobado el método de pago.
Su maleta estaba en una esquina de la habitación. Mientras se vestía, suspiró. ¿Por qué se hospedaba Terry en un hotel, cuando su casa estaba muy cerca de allí? Además un hotel de lujo. ¿Cómo podía pagar una habitación de esas características? A menos que aquello no fuera un hotel, sino su casa... Candy empezó a reír a carcajadas ante esa idea tan ridícula, aunque su abuelo había contado que Terry era un hombre muy rico y por tanto un buen partido. A ella, en aquel momento también le pareció que Terry era muy rico. Compró una de las casas más grandes de Escocia, una granja a las afueras de la ciudad... Un día, incluso le llevó una lavadora a casa. Ella no pudo leer las instrucciones, porque estaban en Frances, y en varias ocasiones inundó la cocina de agua.
Pero no sólo porque tuviera casa y coche, se podía decir que Terry fuera un hombre rico. Aquello tenía que ser un hotel. Sin perder más el tiempo, Candy se puso unos pantalones de algodón de color verde, y una blusa haciendo juego. Se miró al espejo y se descubrió otras dos nuevas pecas cerca del puente de la nariz. Se oyeron golpes en la puerta. Entró un hombre uniformado con la bandeja del desayuno. No esperó a que le diera propina.
Mientras comía con apetito, Candy volvía a mirar una y otra vez la fotografía en aquel marco de plata. Al cabo de un rato, se decidió y la puso boca abajo.
¿Por qué la habría besado Terry el día anterior? ¿Lo habría hecho por curiosidad? ¿O sería porque no entendía que una mujer lo pudiera rechazar? ¿Qué creía, que seguiría sonrojándose y adulándolo como cuando era una adolescente?
Candy se estremeció, deseando haber podido mantenerse a una prudente distancia de Terry. Porque lo que había sentido por él en la adolescencia, lo había vuelto a sentir. Durante unos segundos se sintió como si los años no hubieran transcurrido y hubiera caído víctima de emociones y deseos tan fuertes que eran difíciles de controlar.
Casi podía recordar, sin hacer el menor esfuerzo, a Terry mucho más joven. Un chico muy alto, varonil, de piel aperlada, que guardaba un cierto parecido con algún dios pagano de la mitología. Uno de los días que él había ido a visitar a su tío , el profesor le había llevado a la casa de su abuelo, sólo porque Terry hablaba Francés y nadie más en el pueblo lo hablaba.
En aquel tiempo, Candy había aprendido un dialecto, que hablaban su abuelo y sus tias, Maria y Pony. Después de pasar meses y meses aislada, el sonido de su lengua materna había provocado en ella un mar de emociones. Le había pedido a Terry que localizase a su padre y le preguntara cuándo iba a ir a llevársela para Londres. Terry le propuso dar un paseo.
Continuará..../color]