Recordó que incluso cantaba mientras fregaba el suelo de la cocina. En aquel tiempo, había pensado que lo sabía todo. Había pensado que Terry era diferente, porque le pedía las cosas por favor y le daba las gracias. Había estado dispuesta a abandonar todo, con tal de estar a su lado. Durante los seis meses que vivió con él, no la habrían sacado de Escocia a la fuerza.
-- Yo intenté convencerte para que siguieras estudiando -- le recordó él.
- ¡Deja ya el pasado en paz. Me pones enferma! -- espetó Candy, dándose la vuelta.
Lo cierto era que él había querido que fuera a un colegio en Italia. ¡Italia! Los White palidecieron al oír aquello. ¿Qué clase de marido enviaría a su mujer a un colegio? Ella sabía leer, escribir, ¿qué más quería? Tampoco a ella le había apetecido marcharse a una ciudad que no conocía, donde todos los demás estudiantes se iban a reír de su ignorancia, aparte de que no iba a poder estar cerca de Terry.
En su inocencia, incluso le había preguntado a Terry si se iba a marchar a Italia con ella. Él le había contestado que sólo la visitaría de vez en cuando, porque los compromisos de su trabajo se lo impedían. Aquél fue uno de los primeros intentos de Terry de poner fin a un matrimonio tan ridículo. Se había dado cuenta de que ella se había encaprichado de él y que separándose lograría una mayor independencia.
Terry no había querido herir sus sentimientos. Incluso le llegó a decir que la iba a echar mucho de menos, pero que era lo mejor para ella. Candy le había acusado de que en realidad lo que le pasaba era que se avergonzaba de ella, y se había ido a su habitación a llorar desconsoladamente. Se pasó todo el fin de semana sin comer, llorando a lágrima viva, cada vez que él había querido hacerla entrar en razón.
-Tenemos que hablar de muchas cosas -- comentó Terry.
Se respiraba tensión en el aire. Candy la percibió y le sorprendió la frialdad con la que le hablaba Terry. Hasta ese momento, él le había estado tomando el pelo, pero de pronto se había mostrado frío y distante. No le había visto nunca con esa actitud. Aquello la desconcertó y la hizo ponerse a la defensiva.
-Yo creo que no tenemos nada de qué hablar. Por mi parte, lo único que te deseo es que tengas suerte con lo del fraude --le dijo Candy, sonriendo
-.Pero si lo que quieres es que hablemos de...
--Si mencionas lo de las villas otra vez, te prometo que me voy a enfadar. Para mí no suponen nada -- la interrumpió Terry, haciendo un gesto con la mano-. Ése fue el cebo para que vinieras, nada más.
-Me temo que no sé bien lo que esperas de mí, ni tampoco me voy a quedar por aquí para averiguarlo -le aseguró Candy.
-Lo harás. Te he cortado las alas. Ya no puedes volar libre -respondió Terry-. Porque todavía estamos casados.
- ¿Por qué sigues repitiéndome lo mismo? -Preguntó Candy-. ¡Eso no es verdad!
-Hace cinco años comunicaste sólo tus deseos a un abogado que ahora ya se ha jubilado. Hablé con su hijo ayer. Buscó tu carpeta y me dijo que su padre te había enviado una carta en la que te comunicaba que consultaras a otro abogado con más experiencia en matrimonios. No inició ninguna otra acción -- finalizó. Candy se quedó temblando. El tono en que le había hablado Terry era totalmente convincente.
--Si a alguien se le ha olvidado comunicártelo, lo siento, pero te prometo que yo me ocuparé de todo tan pronto vuelva a casa...
- ¡No, por no haberlo consumado! -interrumpió Terry de repente.
-Por cualquier cosa, a mí me da igual -murmuró Candy, quien todavía se estremecía al pensar que todavía pudieran estar casados.
-Hace cinco años hubiera estado dispuesto a que declararan el matrimonio nulo -- Terry la miró con los ojos entrecerrados-. Porque pensaba que lo mejor para ti era vivir en libertad. Pero ya no pienso igual. Para serte sincero, Candice, ahora quiero a la mujer por la que pagué.
- ¿Qué dices? -preguntó Candy, asustada.
-Que quiero recuperar la posesión por la que pagué un precio. Estoy en mi derecho -- Candy se echó a reír. Después lo miró con expresión de incredulidad.
Continuará...