Unos pasos llamaron su atención, se sentó y vio a la dueña de sus pensamientos, inmediatamente corrió hacia ella pero se detuvo bruscamente al ver que lloraba. -Candy- Susurro pero fue lo suficientemente audible para que ella se percatara de su presencia. Al verlo, se arrojó directo a sus brazos, necesitaba que la ayudará, lo necesitaba a él. -Por favor dime que es lo que sucede- Imploro Terry por cuarta vez ya que la mujer no dejaba de llorar. Se dio por vencido en su insistencia al no obtener respuesta alguna y pensó que lo mejor era consolarla hasta que pudiera hablar.
Una vez que se hubo calmado, le contó todo lo que había pasado, todo era demasiado para asimilarlo tan rápido: primero la noticia de que la mujer que amaba estaba “comprometida” con otro; después, que ella era prácticamente el pago de una deuda y para rematar, su familia estaba involucrada en todo ese asunto. La mente del castaño volvía una y otra vez a enfocarse en las palabras: boda, Anthony, deuda y Grandchester.
¿Ahora que rayos debía hacer? si decía que él era el nuevo duque y confesaba sus sentimientos, Candy creería que la estaba poniendo en la misma situación que sus padres y eso era lo último que quería pero, si no expresaba sus sentimientos ella podría terminar siendo la esposa de Anthony.
-Di algo- Rogó la rubia ante el mutismo del hombre, sacándolo de sus pensamientos.
-¿Qué es lo que quieres?- Por dios, ¿no pudo decir una frase más ridícula? Era obvio que no quería ese enlace, por eso estaba llorando en lugar de alegrarse.
-A ti- La respuesta lo dejo en blanco y con el corazón acelerado, dudando si era realidad lo que sucedía o escucho mal. La joven, soltó el abrazo y lo miró a los ojos. -Te quiero a ti-
En una circunstancia normal habría esperado a que él diera ese paso, pero ahora, tenía que saber si existía la posibilidad de tener algo con él antes de que fuera tarde. Terry estaba impactado, trataba de articular algo coherente pero su cerebro no reaccionaba. Suspiró suavemente y dejó que su corazón lo guiara. Miro las verdes esmeraldas que lo veían expectantes, después, miró los rojos labios que lo habían tentado desde el primer baile; se acercó lentamente escuchando sus latidos, cerró los ojos y la besó con ternura, intentando expresar con ese toque lo que las palabras no podían decir. Ella lo rodeó con sus brazos y hundió sus delgadas manos en el sedoso cabello del joven, él la acercó aún más a su cuerpo.
Ya le dijo, ¿Qué pasará ahora?