LO QUE PASÓ EN LAS VEGAS, NO SE QUEDÓ EN LAS VEGAS
CAPÍTULO 4
Cuando se terminó la llamada Lily reía a carcajadas, — ¡Creo que mi deseo se hará realidad! No sé quién llamó, pero si, todo es como yo lo pienso, ¡Más tarde que temprano la novia de mi rubio con mirada de ángel, desaparecerá de su vida! — Y ¿Sí no es su novia, sino su esposa? — Cuestionó Susana —¡Para el caso da lo mismo! O ¡Mejor aún! ¡Si es la esposa, pues…! — Lily, no dijo más, en su mirada se podía ver un destello de triunfo. — Pero ¿Qué piensas hacer? ¡No creo que nos busquen! Seguramente, ya se han ido. — Repitió Luisa. — ¿Qué estás planeando? — ¡Nada te garantiza que esa mujer, sea lo que sea, lo deje! — Preguntó Elisa — ¡Lo sé! Pero ¡Mi cercanía hará que la olvide! — ¿Sí? Y ¿Cómo harás eso? — ¡Con esto! — Respondió Lily mostrando la agenda. — Con esto y el celular se pueden hacer maravillas.
—¡No te entiendo! ¿Para qué sacarnos tantas fotos? Traerlos aquí totalmente ebrios, ¡Sólo para robarles un celular y una agenda! — Cuestionó Luisa. — ¡Yo pensé que los extorsionaríamos! — Con fastidio decía Susana, quien no podía sacar de su cabeza lo acontecido con Terrence. Él, a pesar de estar casi inconsciente nunca permitió un roce que lo comprometiera, pareciera que su subconsciente estaba programado para rechazarla. — Te confieso, que por un momento lo pensé, pero después de hablar con Albert, mi opinión cambió, les podemos sacar, más que dinero, ellos pueden ser lo que estábamos esperando, todos son solteros y ¡Puedo apostar, que no recuerdan nada de anoche! Eso nos facilitará el camino, aunado a que tú, Annie y Luisa los conocen, podemos tener más detalles para acercarnos a ellos. — Las chicas se miraron entre ellas, no comprendían hasta donde quería llegar su mentora.
En la Riviera Maya, el silencio se apoderó de todos, cada uno imaginaba qué, pasaría si sus novias se enteraran de lo sucedido. No obstante, Albert comentó — ¡Miren chicos! Considero que lo que hizo Terry fue lo mejor, ¡Irnos, sin comentar nada! Finalmente, no creo que las volvamos a ver. — ¡Te equivocas, Albert! — Apuntó Terrence — ¡Olvidas que se encontraba Annie y Susana! Ellas solas se bastan para armar un escándalo, incluso al estar Luisa con ellas, se sumaría, de la pelirroja no sé, pero ¡La tal Lily estuvo muy entusiasmada contigo! — La cuestión es: ¡¿Alguno se acuerda de lo qué pasó entre ustedes y esas mujeres?!... — El silencio entre ellos, contrastaba con el bullicio del restaurante, Terrence era el único que estaba seguro, que nunca permitió que Susana se aproximara, pero ¿Los demás?… Sin decir nada, uno a uno se fue levantando, estaban pensativos, era necesario, hablar con sus parejas. El castaño llamó al mesero y le ordenó que cargara la cuenta a su tarjeta. Las suites se encontraban en el mismo piso, cada quien entró y lo primero que hicieron fue revisar sus móviles, era obvio, ninguno tenía batería. Albert buscó y buscó, pero no encontró nada.
Terrence no esperó a qué se recargara su celular, tomó el teléfono de su habitación y llamó a Candy, quien acababa de marcarle a él, cuando sonó el aparato miró la pantalla, no reconocía el número y pensó en no contestar, pero a consejo de sus amigas, tomó la llamada. — ¡Cariño! — Dijo su novio — ¡¿Terry?! — ¡Sí, pecosa! ¿Quién más te dice cariño? — ¡No, nadie! — ¿Dónde estás? Se me hizo extraño, que no contestaras mi mensaje. — ¡Lo siento! Mi celular murió, no esperé a que se cargara, por eso te estoy llamando de mi habitación. — ¡Imaginé que algo así había pasado! ¡Nunca antes te ausentaste, tanto! — ¡Lo sé! Pero ¡No quise abrumarte, tú, también estás de vacaciones! — ¡¿No me digas, que te molestaste, pecosa?! — ¡No! Pero ¡Sí me preocupé un poco! Al igual que tú, ¡Tampoco quería importunar!, incluso, llamé a Albert, pero ¡Me contestó una mujer! — El inglés guardó silencio, ¡Eso no estaba pasando! La tal Lily ¡¡¡Le robó su celular a Albert!!! — ¡¿Terry?! — Le hablaba Candy — ¡Lo siento, cariño! ¿Qué me decías? — ¿Qué al marcarle a Albert, me respondió una mujer! — ¡Lo que pasa es que…! ¡Espera, llaman a la puerta! — El que tocaba era el rubio mayor, que acudió a la suite de su amigo para comentar la pérdida de su móvil. Terry abrió y con la mano le indicó que pasara. — ¡Mira, justo va llegando de quien hablábamos! ¡Espera, te lo comunico! — El castaño tapó con su mano la bocina y rápidamente le dijo — ¡Te marcó y contestó una mujer! ¡Ten cuidado con lo que dices! — El magnate tomó la bocina y saludó a su hermana — ¡Hola, Candy! ¿Cómo la estás pasando? — ¡Hola, Bert! ¡Muy bien! Y ¿Ustedes? — ¡Bien! ¡Con algunos contratiempos! ¡Perdí mi celular y no me he comunicado con Michell! ¡Así, que ya sabes, me espera un regaño! — ¡Con razón! — Con razón, ¿Qué? — Es que ya te había llamado y me contestó una mujer! — ¡Debe ser alguien, que lo encontró! — Bueno, te dejo, vine con Terry para ver si, él lo había encontrado, pero no. Voy a mi habitación para marcarle a Michell. — Está bien, Bert. ¡Sigue disfrutando tus vacaciones! — En ese momento, los celulares de las demás muchachas comenzaron a timbrar. Cada una se apartó para tomar las llamadas. Mientras, Candy retomaba su charla con su novio. — ¿Estás ahí, cariño! — ¡Sí! — ¿Contenta? ¡No hay de qué preocuparse! — ¡Ahora lo sé! — Pero dime, ¿Dónde están? — En la Riviera Maya en México — ¡Ohh! ¡¿En México?! ¡Sí, que se fueron lejos! — ¡Yo pensaba en Indonesia! Pero tus primos eligieron el itinerario, así que ¡Aquí estamos! Dime, todas ¿Están preocupadas? — ¡No! ¿Por qué? — ¡Porque escuché un concierto de celulares sonando!... Jajaja… — ¡¿Ahh, eso?!...Jajaja… ¡No! Estamos en el salón de la cabaña, creo, que son los chicos, que también se han comunicado. — ¡Esta bien, cariño! Voy a ducharme y a dormir ando desvelado desde que salí de Londres y aún no me acostumbro al cambio de horario. — ¡Bien, amor! Descansa, nos comunicamos mañana. — ¡Te amo, Candy! — Y ¡Yo a ti, Terry! — Ambos cortaron la llamada.
En su habitación, Albert hablaba con Michell, explicándole la pérdida de su móvil. Su esposa aceptó su explicación, sin mayor problema, entusiasmada le comentaba lo bella que se veía su hermana embarazada, que tenía ansias de estarlo ella, también, además de lo bien, que se sentía de estar con sus padres en la dulce espera. Él comentó que, se sentía extraño de estar de vacaciones con sus sobrinos, pero que lo estaba disfrutando. Antes de colgar le dijo — ¡Querida, no olvides que ya no tengo mi celular! Mañana a primera hora compraré uno. ¡No contestes si te llaman de mi número! — Su esposa le cuestionó — ¿Por qué no? ¡Tal vez pueden hablar para regresarlo! —¡No! ¡Ya no me interesa! Mejor compraré otro y cambiaré de número, ¡No sabemos en manos de quien haya caído! ¡Es mejor tomar precauciones! — ¡Así lo haré, querido! — Al concluir la llamada, el rubio se dirigió a la habitación de Terrence.
Iba saliendo, justo cuando sus tres sobrinos llegaban a su puerta con cara de terror. — ¡Sí! ¡Ya sé! Vamos a la habitación de Terrence, tenemos que ponernos de acuerdo. El inglés se había quitado la camisa, dejando al descubierto su bien trabajado torso, con camisa en mano acudió a abrir la puerta. — ¡Deja la ducha para después, Grandchester! — Comentó Archie — ¡Desde cuando haces ejercicio! — Cuestionó Stear, quien veía asombrado al castaño. — ¡Eso es lo de menos! Pasen, esperaba esta plática, pero hasta mañana… Jajaja… —¡Terry! ¡No es momento de bromas! — Reparó el rubio mayor. — ¡Charlemos, pues! ¡Muero de sueño! — ¡Yo no creo que puedas dormir con lo que te diremos! — Habló Anthony. — Sin más preámbulos, los tres jóvenes relataron lo que sus novias les habían dicho.
El rubio menor fue el primero en hablar. — ¡Karen está furiosa! Dice que en dónde ¡Diablos nos hemos metido! Y ¿Por qué, no nos comunicamos? Que estuvieron llamando a todos desde antier, que ninguno respondió y para acabar, que Candy llamó a Albert y… — El chico no terminó la frase porque intervino Archie — ¡Es verdad! Molly me comentó lo mismo. — Todos se volvieron a mirar a Stear, quien era el único tranquilo — ¡A mi Patty, me dijo lo mismo! Pero yo les dije que la señal aquí no es muy buena, aprovechando que no saben que nuestro primer destino fueron las Vegas. — Terry no pudo más que soltar una carcajada y comentó — ¡Eres ingenioso, mi querido inventor!... — ¡Basta, chicos! — Intervino Albert — Ya hablé con Michell, que era lo que más me preocupaba. Pero ¡Mi celular no es lo único que se me perdió!, también ¡Desapareció mi agenda!, ahí venía nuestro itinerario de viaje, además de contactos de personas importantes. Cuando hablé con Candy le dije que se me extravió el móvil, Michell sabe lo mismo. Mañana compraré otro aparato y cambiaré de número. Lo único que me preocupa es la agenda. — Aquí lo importante es saber ¡Si la perdiste o te la robaron! — ¿Te refieres a Lily? — ¡Sí! ¡Esa mujer no me da buena espina! ¡Ni la pelirroja! — ¡Tienes razón! Suponiendo que ella la tenga ¿Qué puede hacer?, a primera hora hablaré con George para que se comuniquen con todos mis contactos y avisen que no tengo más ese número. — Pero qué haremos con la inquietud de las chicas, ¡Karen no es tan fácil de convencer! — Reparó Tonny — ¿Y yo? ¡Si Molly se entera que me encontré con Annie! ¡Santo cielo! ¡Noooo! — Decía el menor de los Corwell jalando con ambas manos su melena hacía atrás. — Stear palmeo la espalda de su hermano y apuntó — Patty dice que se inquietaron con la voz de la mujer, pero no piensan mal de nosotros. — ¡Vale! ¡Yo tampoco escuche mal a Michell! — ¡Karen se tranquilizó! Pero ¡¿Si se enteraaa?! ¡Creo que cancela la boda! — Reparó Anthony con cara de pánico. Albert habló. — ¡No pasará nada! Por ahora todo está bajo control, esas mujeres, no tienen los recursos para seguirnos en nuestro viaje. ¡Olvidemos todo! — Terry concluyó — ¡No podemos estar tensos en nuestras vacaciones! Sin embargo, ¡No debemos bajar la guardia! ¡Yo no estoy tan seguro de que, todo quede aquí! — Sus cuatro amigos comenzaron a reclamarle al mismo tiempo. — ¡No seas dramático, arrogante! ¡Confiemos en que, nada malo pasará! — ¡Sí, Terry! ¡No me angusties más! ¡No sabes la fiera que, tengo por novia! — Decía Anthony yendo de un lado para otro, Stear miraba a todos con una enorme sonrisa y dijo — ¡No saben el placer que es departir con ustedes! — Todos se le fueron encima para tumbarlo en la cama y caerle uno a uno encima.
Los días pasaron, los jóvenes disfrutaban del paradisiaco clima tropical, reposados en sus camastros, mientras bebían interesantes combinaciones de jugos tropicales. Stear, Archie y Anthony jugaban en la alberca con otros chicos volibol, Albert y Terry — ¿Cuándo iremos a ver los Cenotes sagrados? — Cuestionó el castaño — ¡En cuanto dispongan, el recorrido lo podemos hacer en el momento que queramos! — Respondió Albert — Hemos estado tan plácidos aquí, que olvidamos esos lugares, no me quiero ir sin visitarlos. — Concluía Terry, que de momento se levantó, sentía una fuerte mirada sobre ellos, pero al no ver nada, decidió llamar a todos para acordar el viaje al Cenote, lo harían siguiente día. Compraron todo lo necesario para el camino, cervezas, refresco, agua y algunos bocadillos, comerían en algún restaurante de la zona.
En el trayecto los chicos se divertían a costa de Archie, quien no dejaba de aplicarse protector de sol, un suero para el cabello y se humectaba los labios con gotas de aceite de coco. — ¡Nunca imaginé a un hombre con esas mañas! — Decía Terrence — ¿Mañas? ¿A qué mañas te refieres, aristócrata — A todo ese ritual que realizas todos los días, ¡Desde que llegamos haces lo mismo cada 4 o 5 horas! — Y ¿Qué me dices tú? ¡Te miras al espejo cada que pasamos por los aparadores! También ¡Eres vanidoso y lo niegas! — ¡Después de su técnica para quitar borracheras! ¡Puedo creer todo de él! — Intervino Anthony, quien prosiguió — ¡Todavía recuerdo la sensación! — Ninguno pudo evitar carcajearse al imaginar tan comentada escena.
Al llegar al Cenote, caminaban maravillados por el sendero que llevaría al gran cúmulo de agua dulce. Terry desde el día anterior sentía que los miraban, pero por mas que buscaba no encontraba a nadie. El guía de turistas los dejó en el lugar para, que tomaran fotos y disfrutaran de ese paraíso más cercano a un sueño entre las acostumbradas filas de edificios y rascacielos, donde se desarrollaba la usual vida de todos ellos. Hacia tanto calor que Terrence comentó — ¡Este lugar es maravilloso! Me dan ganas de sumergirme en esas cristalinas aguas y ver si puedo llegar a la profundidad. — El guía comento — En los cenotes se entrelazan diferentes aguas de ríos, algunos son subterráneos. ¡No se lo recomiendo, joven! Una corriente interna pudiera jalarlo. — Pero entonces ¿No puedo meterme a nadar? — A nadar si, pero introducirse a lo profundo no. — ¡No seas necio, Terry! Yo también quiero nadar, ¡El agua se ve deliciosa! — Refirió Anthony — Los caballeros procedieron a quitarse la ropa para saltar, pero una recomendación fue lanzada por el guía — ¡Señores, es un Cenote Sagrado! ¡Está prohibido entrar con ropa! — Eso no era verdad, los turistas podían nadar con bañador. — …Jajaja… ¡Yo si entraré! ¡No creo ser objeto de sus bajos instintos!, ¿Verdad? — Comentó Terry, quien se quitó la ropa lanzándose un clavado. El resto de los chicos no puso objeción; el agua cristalina parecía hipnotizarlos. Ninguno se dio cuenta que el guía se fue, llevándose su ropa.
Después de un buen rato de estar jugando entre ellos, aprovechando que se encontraban solos en el Cenote, escucharon voces femeninas, que completamente desnudas se lanzaban a las deliciosas aguas. Los chicos al ver eso, intentaron no hacer caso, pero las féminas nadaban directo a ellos. El nerviosismo se apoderó de ellos, al ver que, no eran otras más que Lily y sus pupilas. Sin mediar palabra salían uno a uno de la alberca natural, buscando sus ropas, pero no encontraron nada. Las chicas nadaban sin problema, disfrutando del refrescante líquido que cubría sus cuerpos.
Afuera los jóvenes no sabían como proteger su desnudez, la espesa flora les permitió cubrirse colocándose detrás de un verde follaje. — ¡¿Dónde está el maldito guía de turistas?! — Reclamaba Terrence — ¡No lo sé! Pero esto fue planeado por estas mujeres — Bramó Albert, que junto con sus sobrinos buscaba una gran rama. Stear como siempre no perdía su buen humor — ¡Nunca pensé caminar como Adán!... Jajaja… ¡¡¡Stear!!! — Gritaron todos al mismo tiempo — ¡Deja tus bromas para después, hermano! — Regañó Archie. — ¡Díganme, que esto es una pesadilla! ¿Qué no se trata de las chicas de las Vegas! — Decía Anthony, que se tapaba sus partes nobles con las manos. — ¡No! ¡No es una pesadilla! ¡Es una realidad! — Respondió el inglés. — ¡Ahora, lo más importante es salir de aquí! ¡Debemos buscar dónde comprar algo de ropa! — ¿Comprar? ¿Se te olvida que nuestras carteras están en nuestros pantalones? — Reclamó Archie. — ¡No lo puedo creer! — Repetía el castaño ¡Esas miserables mujeres! — ¡Yo que tú, no haría más coraje Terry! ¡Mejor disfrutaría el momento! Gritaba Susana — ¡Si siguen enojados, no les daremos su ropa! — Se escuchó la voz de Annie. — ¡Tendría que estar loco, para estar contigo Annie! — Exclamó Archie — ¡Vámonos de aquí! ¡Todo antes de caer en los chantajes de esas mujeres! — Concluyó el Terrence.
— ¡Esto es divertido! ¡A mi edad, nunca pensé que andaría desnudo en otro país! ¡Ni en el mío! — Exclamaba Stear, quien con su carácter afable hacía que los dramas se volvieran más livianos. — ¡Inventor! ¡Quiero ver, si tu buen humor remplaza a la vergüenza cuando las personas nos vean! — Decía Terry. — ¡Lo sé! Pero ¡En lo que llegamos, puedo caminar como si nada! — Alistear, caminaba sin procurar tapar su desnudez. Los demás habían arrancado unas grandes hojas y tapaban su íntima parte frontal, pero dejaban al descubierto sus traseros. Cuando se fueron aproximando a la urbanización, Stear buscaba unas hojas para cubrirse también, pero no encontraba. En ese momento las carcajadas de todos se escucharon logrando con ello que los turistas voltearan a verlos. Archie, se acercó a su hermano y le dijo — ¡Sabía que esto pasaría! ¡Ten te traje unas hojas! — Gracias, hermano ¡Por eso te amo! — Decía el chico de gafas mientras, besaba a Archie — ¡Basta! ¡Basta! ¡Me confundirán como a Terrence! ¡Un caballero del otro bando!... Jajaja… — Reían todos.
Entre las personas que observaban, había quienes les hacía gracia aquel espectáculo, otros, lo consideraban un escándalo. Lo único que dejaron esas mujeres, habían sido los lentes de sol. Los chicos caminaban lo más rápido posible, pero no contaban con lo caliente de la arena, uno a uno daba saltitos emitiendo grititos de dolor. — ¡Hay! ¡Huy! ¡Auch! Gemían, tratando de cubrirse lo más posible, con los rostros sonrosados más por la vergüenza, que por el calor. Cuando iban caminando, las malvadas mujeres los alcanzaron en el carrito, que, horas antes los llevaron a ellos, al frente venía el guía de turistas, quien era acariciado por Luisa. Era fácil entender, que ellas lo convencieron para hacer semejante acto, si el dinero no lo logró, si unas sensuales caricias de esas atractivas chicas.
Los jóvenes iban avanzando con su calvario, parecía que un faquir, no lograría tal hazaña, pensaba Stear, pero no lo comentó, porque, sabía que no era el momento. Las cinco mujeres se bajaron del auto, metros más adelante, escondiéndose para que los chicos no las vieran. Al pasar los varones, no se dieron cuenta cuando las féminas se acercaban a ellos para jalarles las hojas, comenzando a exclamar. — ¡Wow! ¡Qué traseros! ¡Mejor, el delantero!... Soltando tremendas carcajadas. Otras jóvenes, que veían la escena se les unieron, gritando — ¡Quién fuera viento, para tocar el instrumento! …Jajaja… ¡Cuidado no sigan por el sol, porque se derretirán bombones! ¡Chocolates, no se derritan, que me los quiero comer!... Jajaja… — Así fue todo el camino, hasta que Albert negoció con un taxista que los llevara a su hotel.
Cuando llegaron, hicieron que los camareros les llevaran unas toallas para cubrirse e ir enseguida a sus habitaciones. Después de bañarse, fueron a la habitación de Terry, la cual se convirtió en la sala de juntas. — ¡Se los dije! ¡Esas mujeres no se quedarían así! ¡Es obvio que en la agenda de Albert encontraron el itinerario del viaje! Ahora, lo más importante es comunicarnos con las chicas, antes de que utilicen nuestros celulares para que las llamen o hagan alguna otra maldad. — Comentaba Terry. — ¡No! ¡Mejor llamaré a George para que cancele todos nuestros números! ¡Mientras vamos llamando una a una a nuestras mujeres — Intervino el rubio mayor — ¡Voy a mi suite, entonces! — Comentó Anthony — ¡No! Lo haremos todos juntos para que no haya comentarios de más. — Aclaró el inglés. — ¡Le marcaré a Candy y como está con las otras chicas, será más fácil!, Albert hará lo mismo con Michell. — Así lo hicieron. — ¡Hola, cariño! — ¡Hola, amor! — Respondió la rubia — Estamos todos juntos en nuestra habitación — De pronto, se escucharon los saludos de los Ardlay — ¡Se nota, que la pasan bien! — ¡Sí! Sabes ¡Tuvimos un contratiempo y nos robaron! — ¡¿Cómo, están bien?! — ¡Estamos bien! ¡No hay de qué preocuparse! Pero entre las cosas que se llevaron fueron los celulares, ¡Ya los están cancelando! Pero estaremos incomunicados, por el momento no saldremos del hotel, así que pueden llamarnos aquí en lo que tenemos nuevos aparatos. — Aclaraba Terrence — ¡Lo importante, es que están bien! — Se escucharon las voces de las novias — ¡Donde sea una mentira te colgaré Anthony!... Jajaja… ¡Es broma! — Sentenció Karen — Cuídense y les marcamos más tarde — Al terminar la llamada Albert se comunicó con Michell, quien no le puso mucha atención, porque su hermana ya tenía dolores de parto.
— ¿Qué haremos, ahora? — Cuestionó Archie — ¡Irnos, cambiar de ruta de viaje! — Respondió Albert — ¡Claro, así no podrán seguirnos! — Dijo Anthony — ¡Vámonos entonces, debemos cerrar la cuenta del hotel e irnos! — Declaró Stear. — ¡Hagan sus maletas! ¡Yo le llamaré al piloto para que tenga el jet listo! — Decía Terry, cuando llamaron a su puerta. El inglés fue a abrir, era un camarero, que llevaba una maleta. — ¡Señor! ¿Dónde dejo el equipaje de su novia?... — Al decir esto, se hizo a un lado para dar paso a Susana.
Continuará…