—Madre de Dios... ¿qué llevas puesto? —le preguntó Terry. Candy se encogió de hombros. Terry empezó a reírse a carcajadas. Le agarró el pelo con una mano y, poniendo un gesto cínico, le dijo—. Me pregunto quién diablos te ha dicho que lo que no se ve es mucho más tentador — Candy apretó los dientes. Sus ojos verdes destellaban desprecio.
— ¡Está bien, adelante, tómame y acabemos de una vez! —Le instó con desprecio—. Pero no me pidas que yo te siga el juego — Terry la miró con sus ojos azules , inflamados de satisfacción.
—Me encantan los retos —Candy se quedó con la boca abierta, al no ser esa la respuesta que había previsto—. No te preocupes, ya me suplicarás que te tome —prometió Terry.
—Ni lo pienses —replicó Candy, con voz entrecortada.
—Siempre me has querido —contestó Terry, con una seguridad desconcertante—. Podría seducirte con las manos en la espalda.
—No… no —respondió ella, dándose cuenta de que aquello era lo que ella más temía. No temía a Terry, ni tampoco temía hacer el amor con él. Lo que más miedo le daba era perder el control de su propio cuerpo.
—Estás temblando como un flan —susurró Terry.
—Yo no...
—Seguro que es un sentimiento de anticipación — murmuró Terry, con voz cortada —. Lo sé...
—No lo es...
—En un tiempo podías consumir todo el oxígeno de esta habitación con solo mirarme. Ese tipo de atracción no se olvida...
— ¡Eso ya lo superé!
— ¿Es posible que hayas renunciado a los hombres, sólo porque me viste con aquella rubia?
— ¡Cómo puedes ser tan vanidoso! —espetó Candy.
—A lo mejor todavía eres virgen —sugirió Terry.
— ¿Tú qué piensas? —Gruñó Candy, poniéndose a la defensiva—. ¿También crees en el ratoncito Pérez? —Al oír aquel sarcasmo, Terry apretó los labios.
—Sí... y tú no hace mucho tiempo que creías en él también —Con los ojos arrasados de lágrimas, Candy volvió la cabeza y movió con rapidez sus párpados. En alguna parte había leído que los hombres no sabían distinguir si una mujer tenía experiencia o no. Rezó para que aquello fuera cierto. No podía soportar la idea de que Terry supiera que ella todavía era inocente. Admitir la verdad hubiera sido humillante, porque él sabría lo mucho que la había herido cinco años atrás.
Terry se cambió de postura, bajó la cabeza y sus alientos se mezclaron. El aroma limpio de su cuerpo la envolvió —Estás muy tensa...
— ¿Qué esperabas? —le preguntó Candy con tono acusatorio—. ¡Me siento como si estuvieran a punto de atacarme! — Terry se puso tenso y la desconcertó con sus carcajadas.
— ¿De verdad? ¿No me has sugerido antes que acabe cuanto antes?
—No sé lo que te hace tanta gracia —Terry la agarró y le apartó el pelo de sus mejillas. Candy se estremeció con violencia. Acercó su cabeza, y en vez de dirigir su boca a sus labios apretados, la llevó hasta su cuello. Candy se quedó sin respiración.
—En mis brazos sólo sentirás placer. Te lo prometo —le pasó la lengua por el cuello, de forma muy erótica—. Abre la boca —la instó. Sus ojos emitían destellos dorados.
Candy empezó a temblar, pero no accedió. Pero cuando él le rozó la boca con sus labios, ella, casi sin darse cuenta, abrió los suyos. Y sin esperar un minuto, Terry empezó a besarla de forma íntima y profunda. El corazón de Candy latía desbocado. Con lo que ella nunca había contado era con aquel placer tan seductor. Un placer que le dejaba la mente en blanco.
—T...erry..—murmuró ella, intentando respirar.
—Sólo quiero que disfrutes —contestó él. Candy empezó a sentirse acalorada. Sin pensar siquiera en lo que estaba pasando, Candy le devolvía todos y cada uno de sus besos, redoblando su intensidad—. Eres una mujer muy apasionada —murmuró Terry con satisfacción, poniéndole una mano en el pecho, mientras le acariciaba el pezón con el pulgar. Candy arqueó su cuerpo de forma involuntaria, al tiempo que emitía un quejido al sentir que él le levantaba el camisón. Candy sintió que su cuerpo ardía de placer y le fue imposible estarse quieta. El calor le subía por los muslos. Terry bajó la cabeza hasta sus pechos. La tela no pudo aminorar su respuesta. Y cuando le besó el pecho, ella volvió a gemir—. Tranquila... —le dijo Terry, con una voz grave y profunda, mientras le acariciaba con su mano los muslos—. Todavía no he empezado.
Continuará..