Y así lo hizo Candy. Utilizó su conocimiento del físico masculino y su aun más íntima conciencia de lo que le daba placer a Terry para alcanzar su meta. El cuerpo de éste empezó a temblar bajo sus caricias, hasta que, sin previo aviso, la tomó por los hombros y le hizo erguirse para empujarla sin ceremonias hacia la cama.
— ¡Me vuelves loco de deseo! —dijo con voz ronca a la vez que le hacía separar los muslos para penetrarla.
Le hizo el amor con una pasión que casi hizo perder el sentido a Candy. Después permaneció como en una nube entre sus brazos, disfrutando de los mágicos momentos de indolencia que siguieron a su explosiva liberación. Cuando él le acarició con delicadeza el rostro para luego besarla en la frente, Candy pensó distraídamente que el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, ya no parecían tan bien definidos en su mente.
En ciertos aspectos ya no podía contener lo que estaba sintiendo, y ni siquiera estaba segura de que tuviera mucho sentido contenerse mientras viviera con Terry y Tyler. Encontraba irresistible a Terry en el terreno sexual, pero el poder que empezaba a ejercer sobre ella iba mucho más allá.. Sin embargo ya no era el joven del que se enamoró. Había cambiado a lo largo de los cinco años transcurridos desde entonces. Era más duro, más cínico y contenido, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para conseguir lo que quería. ¿Era una tontería por su parte sentirse especial por el hecho de que hubiera llegado a los extremos que había llegado para volver a recuperarla? ¿Y qué había pasado con la firmeza de sus propias convicciones morales?
Por la mañana despertó temprano al sentir las punzadas de un conocido y ligero dolor en la parte baja de su vientre. Se levantó y fue al baño para comprobar si sus sospechas eran ciertas. Como había pensado, no estaba embarazada, y había llegado el momento de empezar a tomar la píldora.
Cuando regresó al dormitorio, Terry seguía dormido. Candy no pudo evitar estremecerse al pensar en cómo habría reaccionado ante un embarazo no deseado. Le gustaba controlarlo todo, pero ella no habría podido permitirle que ejerciera su influencia en aquel asunto... de manera que se alegraba de que no hubiera llegado a plantearse el problema.
—Humm... —Terry giró en la cama, apoyó una mano en el estomago de Candy y luego la deslizó hasta uno de sus pechos con un suspiro de satisfacción masculina— Candy....
—No estoy embarazada —dijo Candy sin preámbulos.
Terry se despejó al instante, como si acabaran de arrojarle un cubo de agua fría.
— ¿Estás segura?
—Totalmente.
La expresión de Terry se tensó visiblemente.
—Yo me habría ocupado de ti. No tenías porqué haberte preocupado por eso.
—Ya tenemos suficientes problemas como para añadir uno más.
— ¿Sigues sin querer tener hijos?
—Yo no he dicho eso.
—Simplemente no los quieres tener conmigo, ¿no? —Dijo Terry en tono irónico a la vez que salía de la cama—. Necesito una ducha.
Candy estaba desconcertada por su comportamiento.
—Había supuesto que considerarías un desastre que me quedara embarazada y que me pedirías que abortara. Me dijiste que no querías un hijo.
Terry se volvió a mirarla desde el umbral de la puerta del baño y se encogió de hombros.
—Después pensé en ello y decidí que tampoco tenía por qué ser un problema. Seguro que a Tyler le encantaría tener un compañero de juegos. No se me habría ocurrido sugerirte que abortaras. El principal motivo por el que mi padre se divorció de mi madre fue porque mi madre quiso abortar cuando se quedó embarazada de mí. La detuvo cuando ya iba camino de la clínica. Algo así te da una perspectiva distinta respecto a un embarazo accidental.
Conmocionada por lo que acababa de escuchar, Candy asintió lentamente.
—Supongo que sí.
Trató de ordenar sus pensamientos. Terry la desconcertaba cada vez que creía tenerlo acorralado. Pero tendría que haberse mostrado mucho más entusiasta y habrían tenido que hablar del asunto con tiempo antes de que ella hubiera podido permitirse lamentar el hecho de no haberse quedado embarazada.
Terry había dedicado dos días a enseñarle la isla y a presentarle a varios de sus habitantes, pero no le había enseñado las instalaciones médicas, ni le había dicho que el lo había mandado a construir. Candy lo había averiguado cuando había bajado a pasear por el pueblo con Tyler. Mientras disfrutaba de una bebida en la taberna se había visto poco a poco rodeada de gente esperanzada buscando consejo médico.
A pesar de todo, a lo largo de sus dos primeras semanas de estancia Candy se había sentido felizmente ahi. Terry había salido en dos ocasiones de viaje y ella se había sentido consternada al descubrir que lo echaba de menos cuando no lo tenía cerca.
No le había quedado más remedio que aceptar que en el fondo lo amaba, y probablemente más que cinco años antes, lo que resultaba irónico, especialmente teniendo en cuenta las circunstancias de su convivencia.
Aunque pensaba que Terry estaba siendo totalmente egoísta e irrazonable al negarse a permitirle seguir con su vocación, empezaba a sospechar que valoraba por encima de todo el ser el centro de su mundo, la única persona en la que tenía que pensar aparte de Tyler. Era tan posesivo como ella, y parecía tan poco dispuesto a compartirla como ella a él.
También era cierto que Terry estaba aprendiendo a querer y cuidar a Tyler, lo que resultaba bastante entretenido de observar. Era evidente que disfrutaba cuando el niño corría a saludarlo y le abrazaba las piernas. Su inocencia y muestras de afecto hacían salir a Terry de su concha de cinismo, y lo volvían más paciente y menos impulsivo.
A Candy ya no le importaba que Terry la hubiera atado con un acuerdo legal escandaloso. Sabía que al firmar había aceptado un camino largo y comprometido, y empezaba a soñar que él hubiera hecho lo mismo. Se sentía más feliz con él de lo que jamás habría esperado. El regalo de un piano de cola había sido el que más había agradecido hasta la fecha. Podía disfrutar tocando y ya estaba deseando empezar a enseñar a Tyler . También le había hecho otros muchos regalos, como bolsos, perfumes, e innumerables vestidos, pero lo cierto era que, a pesar de que Terry ya se había acostumbrado a verla sin maquillaje y con sus habituales vaqueros y camisetas, no parecía haber perdido ni un ápice de su deseo por ella.
Su madre había ido a visitarla con su hermano y Terry había tenido un comportamiento exquisito con ellos. Incluso había llevado por propia iniciativa a su hermano, que no eran precisamente la alegría de la fiesta, a navegar y a pescar. Candy le estaba agradecida por ello, pues su familia había acabado por aceptar su relación, lo que hacía las cosas más fáciles.
Continuará.......