-Perdóname, me pareció que estabas muy triste- Mi primera reacción es negarlo, ¿Cómo podría aceptar la decepción que tengo?. Comienzo a reírme de mí mismo. ¿Por qué estar triste por alguien que me ha rechazado? soy tan patético, si, eso es lo que soy. Trato de parar de reír, entonces la veo y parece realmente interesada o ¿preocupada?
¿En qué estás pensando…?- la miro mejor y sus pecas llaman mi atención -pequeña pecosa- en respuesta se sorprende y siento un fuerte impulso de explorar qué otras reacciones podrá mostrarme. Lo que descubro es interesante y fascinante, cuando se enoja se ven más sus pecas, son como las estrellas esparcidas en el cielo, que le dan a su rostro una calidez en su blanca piel y decoran graciosamente su rostro.
-También estarás orgullosa de tu naricita- Es imposible no mencionarlo, su pequeña nariz es increíblemente adorable, siento que mi corazón se acelera, es la chica más hermosa que he conocido.
-¿Es usted, señorita Candy?- Escuchó a alguien preguntar, mi personalidad introvertida me obliga a retirarme a pesar de que quiero estar más tiempo con ella.
-Adiós pecosa- Me despido, y camino distanciándome mientras la escucho llamarme mocoso atrevido.
Cuando estoy en mi suite me recuesto en la cama y cierro los ojos; en mi mente se reproduce la imagen de… Candy, suspiro, un bello nombre para una hermosa mujer, sus pecas, su nariz adorable, sus ojos verdes… Mi mente comienza a divagar en esos rasgos tan delicados y finos que pertenecen a la señorita pecas, quien diría que su carácter fuerte contrasta con la delicadeza que posee, esa niña me llamo atrevido cuando fue ella quien me habló primero, ella era la atrevida, no yo, lo único que hice fue responder “y decir lo que te gusto de ella” me ataca una voz interior, es la primera vez que hago algo así, que me comporto de esa manera, que mi corazón se acelera tanto y también es la primera vez que una chica no trata de llamar mi atención de otra manera… “me pareció que estabas muy triste” y es la primera vez que alguien se preocupa por mí sin conocerme.
(Sonido del barco) Demonios, me quede dormido, me apresuro a arreglarme, no quiero que venga nadie a decirme que debo desembarcar. Cuando estoy listo, salgo de la suite y lo primero que amigos son gritos. “Candy, Candy, Candy”. ¿Qué le pasa a ese chico para ser tan escandaloso? Pero es ese nombre de nuevo, trate de olvidarme del asunto pero al parecer alguien trata de recordármelo.
Mientras bajo del barco, me embarga un sentimiento de nostalgia, he llegado a esta espantosa ciudad en la que la vida sigue igual. Miro al horizonte pensando por un instante qué pasaría si hubiera sido diferente, si Eleonor no me hubiera dicho esas cosas. Jajaja escucho a alguien reír y hablar alegremente, quién fuera como ellos que tienen motivos para hacerlo, yo en cambio, no tengo nada ni siquiera amigos que se alegren de verme y me den una bienvenida tan cálida. Volteo queriendo mirar la escena que se desarrolla a mis espaldas… Entonces me encuentro con esas esmeraldas que me miran sorprendidas, de nuevo es esa chica, quisiera mostrarme igual que anoche, con risas y audacia, pero solo puedo sentir tristeza.
Sigo mirando mientras se aleja con ese rubio sosteniendo su mano, me pregunto ¿Dónde irán?. No tiene caso que siga pensando en eso, alejo mis pensamientos y camino en busca de un auto para alquilar, solo he pensado en cosas ridículas hoy; el mar debió afectarme un poco. Cuando encuentro lo que busco, me subo al vehículo y tomo el camino que lleva al centro de la ciudad. Estoy cansado y necesito dormir un poco, eso en caso de que pueda hacerlo.
Suspiro al contacto del viento en mi rostro relajándome, sintiéndome libre por un instante y… ¿Qué veo? es el carruaje del puerto, mmm, mis ganas de hacer bromas gana la lucha con mi buen juicio, así que sueno el claxon y el resultado es inmediato. El carruaje avanza más rápidamente, los caballos deben haberse asustado, me siento mal por ellos, pero, me animo a continuar cuando sé que es ella la que está ahí. Al pasar junto a la ventana, pongo la expresión más arrogante que puedo y paso como si me fueran indiferentes las personas a bordo. Pronto, los veo desaparecer a través de los espejos.
Al llegar al hotel Savoy, pido una habitación, mientras subo las escaleras tengo una sensación que jamás había experimentado, mi corazón late acelerado y satisfecho por haber llamado la atención de esa chica, aunque me mostré indiferente en realidad preste atención a la reacción que mostraría. Es extraño, los latidos en mi pecho fueron fuertes cuando ella me miró por la ventana, de la misma manera en la que me miro en el barco. Candy, su nombre no deja de resonar en mi cabeza, Candy… Junto a ese nombre, los recuerdos vuelven, su rostro molesto y preocupado y… También su sonrisa, se ve tan radiante con la luz del sol…
-Lo siento- Rayos, estaba tan sumergido en mis propios pensamientos que no me fije por donde caminaba. Recojo el papel que ha caído de las manos del desconocido por culpa mía y se lo entrego.
-No es nada- Dice pero me mira como si estuviera estudiando cada detalle de mí ¿Qué le pasa a este loco? mejor sigo mi camino. -Disculpa- Me vuelve a hablar así que me detengo y me giro para verlo. -¿Podrías entregar esta carta?- Dice extendiendo el papel. Lo que me faltaba, ahora tengo que hacer de cartero. -Por favor- Esas palabras me sorprenden, es la primera vez que alguien me pide un favor en lugar de darme una orden.
-¿A quién?- Pregunto llevado por la curiosidad, más aún, cuando sonríe de medio lado.
-Alguien vendrá a buscarme en la habitación 812 del sexto piso, es una jovencita- Tomo la carta y se va el hombre, esta situación es algo extraña… ¡Ah!, desde que tomé el barco las cosas han sido muy raras, tan fuera de lo normal y aburrida que es mi vida.
Al entrar en la dichosa habitación, tomo asiento en la silla que está frente a una enorme ventana. Miro al cielo, perdiéndome por un instante en ese azul inmenso que me recuerda lo insignificante que es mi vida, todo es más grande que yo, esta maldita sociedad, la carrera como actriz de Eleonor y el ducado de los Grandchester. Todo el peso está sobre mí, si tan solo mis padres fueran personas comunes estarían juntos, conmigo, como alguna vez lo estuvieron. Pensar que en el futuro seré yo el tenga que casarme por conveniencia me causa hastío. Saco un cigarrillo para controlar el asco de pertenecer a una ridiculez como está, desearía que hubiera una manera de cambiar mi destino…
-Tío abuelo William- Escucho mientras salgo de mis cavilaciones por esa voz. -Soy Candice White Andley- No puede ser posible, es ella de nuevo. Nunca me esperé que algo así pudiera pasar. Pero al menos se más que su nombre, por lo que sé, los Andley son americanos de mucho prestigio, hace poco llegaron chicos de esa familia al colegio.. Eso significa que… ¿ella también habrá venido a estudiar en el colegio? eso debe ser. -¿Tío abuelo William?- Repite otra vez, demonios, no respondí por sacar conclusiones previas, si volteo asi pensara que soy un idiota.
-¿A qué están jugando?- Giro la silla y miran con la mandíbula desencajada, si pudieran ver sus caras se reirían de ellos mismos. “¿Así que este es nuestro abuelo?” se preguntan entre ellos semejante tontería, ¿Cómo podría alguien tan joven como yo ser un viejo? Aunque ahora que lo pienso, no se veía anciano el hombre de la carta, cierto, la carta. -El huésped de esta habitación olvidó esto… Toma pecosa- se la entrego y salgo de ahí antes de que me cuestionen más, sí claro, ¿a quién engaño? solo quiero alejarme de Candy, ya ha estado colándose lo suficiente en mis pensamientos como para estar en la misma habitación que ella por más tiempo.
Espero que les guste el inicio de esta historia