Todo el mundo volteo a verlo cuando llego vestido de gala… en realidad parecía un príncipe. Candy por primera vez se dio cuenta que aquel amigo suyo vagabundo era realmente un príncipe.
Desde el rincón aprecio cada movimiento, cada sonrisa, cada detalle en su actuar. ¿Por qué no se había dado cuenta antes?
Albert la vio a lo lejos, se quitó el sombrero tomándolo entre sus manos y le sonrió ampliamente. A pesar que los separaba un enorme salón, lleno de personas, algunas sentadas, otras de pie platicando, otras más bailando al ritmo de una melodía que sonaba en vivo, a pesar de todo, ambos pudieron notarse por primera vez en mucho tiempo.
No, no habían dejado de verse, simplemente en ese instante ella vio al verdadero Albert, aquel que sin que ella se diera cuenta habia entrado en su corazón.
La música siguió sonando pero los ojos de todos se posaron en la pareja que poco a poco fue acercándose para asi quedar frente a frente.
“Hola” –dijo ella sin quitarle la mirada de encima.
“Quieres bailar?” – respondió el ofreciendo su mano para luego guiarla al centro del salón.
Aquella fiesta era en honor al Tío Abuelo, el hombre que en ese momento danzaba acompañado de la chica que él mismo había protegido en algún momento y quien lo había protegido en la parte más vulnerable de su vida, el hombre más poderoso del clan Andrew, pero también el más humano, un hombre que a pesar de tenerlo todo prefería dejarlo para poder vivir. Todos lo vieron, lo reconocieron gracias al retrato que poseían como símbolo de poder en sus despachos y le brindaron respeto en ese momento, todos excepto esa chiquilla que bailaba con él porque para ella siempre seria Albert, su amigo incondicional y el hombre de su vida.
FIN