-- Ya te he explicado por qué me comporté contigo así en aquel tiempo, aunque no tendría que haber sido necesario. Ningún hombre con decencia se habría acostado con una adolescente.
-- ¡Ningún hombre con decencia hubiera olvidado lo que juró ante el altar! Me fuiste infiel. ¿Es que no tienes vergüenza, Terry? -- le gritó, incapaz de contener su furia. Desconcertado por aquel contraataque tan espontáneo, Terry respiró hondo.
- ¿Vergüenza?
--Yo era tu mujer. La edad en este caso da igual. Además solo me llevas cinco años y te casaste conmigo. Hiciste promesas. Y no las cumpliste -- le recriminó Candy --. ¿Es que te tengo que estar agradecida porque accediste a casarte conmigo? Pues no lo estoy. De hecho te culpo por haberlo hecho. Me hiciste crearme esperanzas que de otra manera no habría tenido. Dejaste que me creyera que tenía derechos, cuando en realidad no tenía ninguno. ¡Eso fue una crueldad! ¿Cómo se me iba a pasar mi amor por ti, si te casaste conmigo? - Candy levantó la cabeza, sintiéndose más ligera, después de haberse quitado aquel peso de encima, porque al fin había podido decirle lo que pensaba. Aprovechándose de que Terry seguía sin saber qué responder, empezó a caminar --. Me voy a dar una vuelta por el campo -- anunció.
Horas más tarde, Candy seguía sentada en una roca, observando la casa de campo. Al fin se sentía libre de todos los fantasmas que la habían estado acosando. Además, había descubierto cómo enfrentarse a Terry. Nunca más le iba a dejar que le hiciera daño otra vez.
Mike, al que tenía que llamar por teléfono en cuanto pudiera, le había dicho que aquel viaje iba a ser como una terapia para ella. Y había tenido razón. Había llegado el momento de quitarse a Terry de su imaginación. Y todo lo que la atraía de Terry tenía sus raíces en la necesidad del contacto físico.
Lo mejor sería que tuvieran una aventura, de la que nadie se iba a enterar. Después se separarían y nunca más se acordaría de él. La indiferencia de Terry había triturado su ego. Por eso nunca había podido olvidarlo. Por eso todavía se sentía atraída por él. La naturaleza humana era muy perversa. La gente siempre apreciaba más, aquello que no podía conseguir. Una vez satisfecha su curiosidad, se olvidaría de él. Aquel pensamiento la puso más contenta.
-- He empezado a hacer la comida. Pensé que te gustaría tomar una copa - --dijo Candy, pasando a la habitación que Terry siempre había utilizado como despacho. Terry apartó la mirada de la pantalla del ordenador, poniendo cara de sorpresa. Sonriendo, Candy puso el vaso de vino en la mesa, intentando no mirar la fotografía de boda, que todavía estaba allí, después de cinco años --. ¿Es que no hay nadie que tire nada por aquí? -- Protestó, levantando la fotografía, antes de tirarla a la papelera --. Lo siento, pero es horripilante seguir viendo este tipo de cosas -- Candy se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, segura de que aquella conducta le había desconcertado --. La cena tardará un rato, Voy a hacer algo especial para esta ocasión. Es una pena que no hayas traído champán
Diez minutos más tarde, estaba debajo del chorro de agua de la ducha. Decidió ponerse una falda para cenar. Terry le había dicho que la quería ver con una. Se sentía generosa. Iba a dejarlo impresionado. Por inexperta que fuera, conocía toda la mecánica de la seducción.
Bajó al piso de abajo, levantó el teléfono y empezó a llamar a Mike, pero su socio no estaba en casa. Dejó un mensaje en el contestador, en el que le decía que no había podido llegar a un acuerdo con el propietario de las villas. Y era verdad.
La cocina estaba repleto de comida y los armarios también. Sus tías abuelas habían sido muy amables. Candy empezó a tararear una canción, mientras preparaba la cena y los aperitivos. Terry, en lo que a gastronomía se refería, iba a ser como plastilina en sus manos. Se bebió otro vaso de vino, para animarse un poco. Esa noche no estaba dispuesta a sentir la misma inseguridad que la noche anterior. Esa noche, ella iba a ser la que llevara el control de la situación. Cuando tuvo todo preparado, lo llamó.
Terry entró en el comedor. Miró sin inmutarse la mesa, con las velas encendidas, que le daban un aire de intimidad. Luego miró a Candy, fijándose en la falda, a través de la cual se trasparentaban sus fabulosas piernas.
Candy sostuvo la respiración, los latidos de su corazón golpeando su pecho, como truenos. Toda su atención se concentraba en él. Llevaba un traje, con camisa blanca, que resaltaba el efecto de su pelo castaño y piel dorada, parecía extraño, a la vez que maravillosamente espectacular. Un escalofrío le recorrió la espalda.
- ¿Tienes pensado ponerme el veneno en el primer plato? -- preguntó Terry.
Candy se puso tensa, sin saber bien por qué.
- ¿Es un chiste?
-- Sé que eres una persona muy temperamental, y este escenario es de lo más propicio... -Candy levantó su mentón, en gesto de desafío.
- ¿Y por qué me iba a tomar tantas molestias cocinando, cuando sería más fácil de otra manera? Anda, siéntate y come -- Candy se puso otro vaso de vino.
¿De dónde has sacado esa botella?
-- De la bodega -le contestó-. La tenía guardada para una ocasión como esta.
Candy empezó a jugar con la comida en su plato y se quedó observándolo mientras comía. Cada vez que lo miraba, la boca se le secaba. Ya casi se lo imaginaba en el dormitorio de la parte de arriba de la casa. Se debatía entre el sentimiento de ansiedad, por el reto que se había impuesto, y la anticipación. Cada vez que se iba a la cocina, bebía vino, por lo que poco a poco, los intentos que hacía Terry por mantener una conversación sólo obtenían monosílabos como respuesta. En los postres, Candy, mientras lo observaba le susurró:
-- En el fondo querías que fuera virgen, ¿no?
--¿Por qué piensas eso? -- replicó Terry, tensando su cuerpo y entrecerrando sus incomunicativos ojos. Candy alzó el mentón y se lo colocó sobre una mano, sabiendo que con aquella pregunta le había impresionado y sonrió de forma maliciosa.
-No te lo puedo explicar, pero sé que es verdad. Debes estar un poco desilusionado.
- -En absoluto -- su boca dibujó una sonrisa muy provocativa --. No se me ocurre un inicio más tedioso para una aventura amorosa tan corta como esta -El silencio se alargó. Candy palideció.
-Ayer estuve un poco cohibida -- le informó, de una forma un tanto abrupta-. Normalmente no soy así en la cama.
-Eso está bien, porque yo esta noche me siento un poco tímido - -replicó Terry, sin inmutarse. De forma involuntaria, Candy se quedó observándolo, su corazón golpeándole de forma salvaje contra sus costillas. Tenía unos ojos que la hipnotizaban. A lo mejor por eso su cabeza le daba vueltas y le era tan difícil concentrarse.
-- ¿Quieres café? -- le preguntó. Terry observó que sacaba la lengua para humedecer sus resecos labios. Se puso en tensión y poco a poco levantó su cuerpo. Le quitó el vaso que tenía en las manos y la estrechó entre sus brazos.
-- Para mí no -- susurró, con voz ronca. Candy se excitó. Sintió las manos de Terry en su espalda, apretando su cuerpo contra el de él. Empezó a jadear, cuando se dio cuenta de que sus pechos se hinchaban y sus pezones se endurecían --Vamos a la cama -sugirió Terry. Candy cerró los ojos, porque se sentía dominada por él. Así no era como ella lo había pensado. Terry estaba llevando el control.
-No... ve tu primero... tendrás que esperar tú esta noche...
Continuará.....