El primer paquete llegó con el desayuno, el segundo día. Lo abrió y vio que era un chiste enmarcado de un hombre que se había caído en una bañera. Y en la parte inferior, con letra de Terry, se leía * Confiezo que algunas veces me tomo las cosas demasiado en serio*...
Candy se quedó mirando con la boca abierta. Había pasado mucho tiempo, desde que Terry había hecho una demostración de su talento. Se echó a reír y se levantó de la cama, para irse a la ducha a lavarse el pelo.
El segundo paquete llegó al medio día. Esa vez era un dibujo también, pero el protagonista era ella, que también estaba metida en la bañera, gritando porque tenía el pelo y el vestido empapados. Candy, esa vez no se echó a reír con tanta rapidez como la vez anterior, porque pensó que de haber sido cierta aquella escena, se hubiera enfadado bastante.
Típico de Terry. Con una mano daba y con la otra abofeteaba. Sin embargo, sonrió. Después se fue a poner un vestido verde claro, que se ponía para alguna ocasión especial. Cuando oyó el helicóptero, decidió recibir a Terry con una sonrisa. Incluso en la distancia era capaz de manipularla.
Estaba en el vestíbulo cuando Terry entró en la villa. Con un traje beige de corte muy elegante, con una camisa blanca y corbata de color granate, tenía un aspecto que quitaba la respiración. Treinta y seis horas sin verlo la habían hecho olvidarse de lo guapo que era. Se quedó mirándolo, asustada por el amor tan profundo que sentía por él.
—Te he echado mucho de menos —admitió Terry, mirándola a la cara —. Es verdad.
—Seguro que se te ha roto el corazón al ver que estaba esperando como una fiel esposa — le dijo, con una sonrisa de oreja a oreja —.He pensado que dadas las circunstancias sería divertido...
— ¿Divertido?
—Sí, porque la verdad no te conozco mucho, pero me alegro de que por fin podamos ser amigos. Tienes que admitir que no conectábamos, porque no teníamos nada en común... a excepción de los asuntos de cama —Terry se puso detrás de ella. Candy giró la cabeza, para ver lo que hacía—. ¿Pero que...?
—Estaba mirando a ver si encontraba algún interruptor en tu espalda — le contestó Terry —. Para ver si se te puede apagar. Porque en treinta segundos que llevo aquí, no has parado de mencionar temas bastante delicados — Candy tragó saliva—. Si quieres me salgo otra vez y puedes interpretar el papel de esposa —le sugirió Terry.
— ¿Qué es lo que quieres de mí? —le preguntó Candy.
—Estar contigo.
—No lo entiendo... — murmuró Candy. Terry le puso una mano sobre el hombro y empezó a caminar con ella a su lado.
—No es importante, pecosa. La culpa es mía. No tenía que haberte dejado sola tanto tiempo — Candy se acurrucó a su lado, como una gata en celo, restregando la cabeza contra su hombro.
—La verdad es que me ha venido bien estar sola... y los dibujos que enviaste eran muy divertidos... pero ahora lo que quiero es volver a la vida de antes, ¿quieres?
—Eso no es posible —respondió Terry.
— ¿Y por qué no? —apartándose a toda prisa, Candy lo miró. Su rostro expresaba calma. Salió a los jardines interiores de la casa y se detuvo frente a una fuente. —Estás pensando en que puedo estar embarazada, ¿no es cierto? — murmuró ella, al cabo de un rato. Terry sonrió.
— ¿Y no crees que más bien estoy pensando en lo que hacemos en la cama?
—Te hablo en serio... — Candy luchaba con todas sus fuerzas para no desmayarse, cuando comprobó el efecto de su sonrisa—. No es posible que tengamos tan mala suerte.
—Eso depende en lo que tú interpretes por suerte. ¿Cuándo lo sabrás? —le preguntó Terry, con gesto cansado. Candy se encogió de hombros. La actitud mojigata de Pony en lo que se refería a los mecanismos biológicos de su cuerpo, había dejado huella en la adolescencia de Candy.
—Tarde o temprano... pero no me preguntes cuándo, porque no estoy muy segura.
Candy no llevaba la cuenta de la regularidad de sus menstruaciones. Más o menos recordaba que la última había sido dos o tres semanas antes.
—Yo creo que es una tontería que nos preocupemos por algo que ya no se puede solucionar — respondió Terry con frialdad.
—Parece que has cambiado de tono.
—Puede que me apetezca la idea de ser padre. Incluso es posible que me lleve una desilusión si no estás embarazada —murmuró Terry. Aquel comentario dejó a Candy con la boca abierta. Se dio la vuelta, esforzándose por imaginarse qué era lo que le había hecho hacer aquel comentario.
— ¿Es que no estás por el aborto? — Terry se puso tenso.
— ¿No estarás pensando en eso ahora? —Ella negó con la cabeza, al tiempo que comprobaba el alivio que produjo aquella respuesta en el rostro de Terry. Ya sabía la razón por la que él se mostraba tan sincero y amable con ella. Quería mejorar las relaciones entre ellos, por si acaso. Muy práctico y sensato, pensó, odiándolo por ser tan precavido. Pero, pasara lo que pasara, se divorciarían. Él lo había dejado claro desde el principio. No obstante no quería estar regañado con ella, por si tenían un hijo. Terry sonrió, lo cual no la sorprendió. Candy había accedido obedientemente a lo que él había querido—. Propongo que sellemos esta nueva relación con una comida.
Quince minutos más tarde, era eso lo que estaban haciendo. Una comida deliciosa les fue servida a la sombra de un arbol. Se acababan de sentar cuando un gato se acercó a ellos.
—Clin... —susurró Candy, echando la silla para atrás y agachándose para recibir a su antiguo amiguito —. ¡Estás precioso!
—Tomy seguro que está dormido en la ventana de mi habitación. Ya no se le ve mucho por ahí. Está muy mayor —dijo Terry, recordándole el otro gato.
—A ti no te gustaban los animales.
—Los criados se encargan de ellos. Son unos gatos muy mimados —respondió Terry, mientras Tomy restregaba su cuerpo en sus piernas, ronroneando como un motor y demostrando su afecto. Sonriente, Candy volvió a sentarse a la mesa
Continuará......