ELLA SUPIERA.
CAPÍTULO 2
Candy
Nací en algún lugar de Los Angeles. Mis padres me abandonaron en la calle cuando era una niña de dos años. La hermana Maria me acogió y me llevó a vivir con ella a un lugar donde más niños y niñas abandonados vivían bajo su yugo. Después entendí que era un orfanato. También allí vivía la señorita Poni. Días después supe que la señorita Poni era la directora del orfanato. La palabra orfanato no era el nombre para el lugar que era mi nuevo hogar, para mí era simplemente el hogar de Poni. Mi nombre verdadero no lo tengo. Me llamaron Candice Blanca. Me gusta el sonido del apellido White. Yo quería encajar con mi nueva identidad, así que cada vez que tenía la oportunidad, daba White como mi apellido. Nunca usé el nombre Candice. Odio mi nombre. Con Candy, puedo vivir. Le digo a la gente que soy Candy White. Una guerrera. Me gusta el sonido de eso más que Candice Blanca.
—Señorita Poni , ¿quién me puso el nombre?
—La hermana Maria lo hizo, escogió un nombre italiano. Candice es italiano. Más de una vez, le comenté a la hermana María. Dijo la señorita Poni.
—Quizá mis padres no estan muertos y viven en algún lugar de Italia. Me gustaba hacerle bromas a la señorita Poni. Se ponía tan roja que yo no podía evitarlo. Ella era la mejor persona del mundo, y aunque se la pasaba quejándose de mis travesuras, me quiere mucho. Me hubiese burlado de ella por eso, excepto que yo también la quiero.
—Shh, jovencita descolocada. Tus padres seguramente te amaron mucho.
—¿Cuáles? ¿Los qué me abandonaron o los que viven en Italia? La señorita Poni frunció el entrecejo y no respondió. Nunca me pegó, pero a veces parecía que lo iba a hacer.
—Sé que mi papá y mi madre eran buenas personas —dije. Quería decir «a pesar de que nunca supimos en verdad quienes eran». Yo era una niña pequeña, pero no solo entendía que nosotros los humanos tenemos toda clase de problemas, sino que también la señorita Poni y la hermana Maria eran el tipo de personas que iba juntando los pedazos rotos de los corazones que habían quedado en las caritas de los niños abandonados. Yo sabía todo sobre recoger los pedazos. En el orfanato conoci a Annie, ella y yo éramos parecidas. pero no como las gotas de agua. Parecidas en la manera de como llegamos a vivir, prometimos siempre estar unidas, A los pocos años Annie fue adoptada, había sido duro para mí aprender a vivir con tantos niños, cómo depender de la señorita Poni y la hermana María, cómo confiar en ellas. No estaba acostumbrada a cuidadores responsables. Recuerdo que me enseñaron a ser responsable. Lo primero que recuerdo en mi vida es a la hermana María entrando al dormitorio, y mostrándome cómo hacer la cama, cómo limpiar, qué comprar, cómo hacer todas las cosas maternales que se suponía que tenía que estar haciendo una madre. Creo que yo tenía alrededor de cinco años. La señorita Poni era linda y dulce, La hermana María no era tan buena por hacerme hacer la cama, limpiar, comprar y cocinar, como la señorita Poni que era mas consentidora, pero aprendí hasta que en algún momento era yo la que lo hacía todo por la hermana María. Recuerdo que me hacía salir de la cama a las cuatro de la mañana para que fuera con ella a las compras. Era un almacén local, un sitio muy pequeño, y yo empujaba el canasto de una punta a la otra y lo llenaba con todo lo que necesitábamos para el mes. Los trabajadores pensaban que era tan tierno ver a una niña de pocos años haciendo las compras, pero para el momento en que tuve ocho o por ahí, ya se habían acostumbrado. Cuando era la hora de dormir. La señorita Poni iba a asegurarse de que no me fuese a la cama hambrienta o con frío. Después de todo no sólo se ocupaba de todos los niños o las cosas para dirigir el hogar de Poni, sino que siempre notaba todo lo que yo hacía para ayudar, cosa que nadie había hecho nunca antes. Como iba creciendo me mostró un lugar para poner las prendas que yo había juntado en una bolsa de almacén. Me hizo mi propia almohada, y cuando todos los niños que éramos nos metimos en la única cama que teníamos para dormir, se aseguró de que todos estuviésemos bien arropados, no habia excepción y eso que ni siquiera éramos sus hijos. Veía cosas que los otros niños no. Eran simplemente ingenuos. La señorita Poni hacía todos los esfuerzos posibles para mantenernos. La hermana Maria me mostró que la responsabilidad es una clase de valentía, y yo la respetaba por ello. Vi cómo ambas mujeres se aseguraban de que los niños estuviesen alimentados antes de comer ellas, cómo se privaban para que nosotros tuviésemos ropa para ponernos. Vi los infinitos zurcidos, puntadas y arreglos con cinta de embalar que hacían que las prendas y zapatos durasen mucho más luego de que debiesen haber sido enviados a la basura.
Con el paso de los dias, y luego meses vi como uno a uno los niños del hogar de Poni eran adoptados, mientras otros iban llegando, mientras yo crecía y crecia. Vivíamos a base de estampillas para alimentos, más todas las ayudas de asistencia pública que la señorita Poni podía conseguir. Ya que la gente cada vez donaba menos. Yo no entendía muy bien cómo funcionaba eso, pero reconocía a una trabajadora social cuando veía una. Vino una a inspeccionarnos a nosotros y a la casa, y hasta abrió las alacenas de la cocina para ver si estábamos gastando las estampillas alimentarias en comida y no en otra cosa. La señorita Poni era responsable. En el hogar de Poni llegaban niños y niñas de todas las edades, a los que llegaban a la edad de dieciséis años los mandaban a vivir a otro tipo de hogar. Me empezaba a preocupar, yo no queria ser enviada a ningún otro lugar, y para ser sincera no quería que me adoptara ninguna familia. Cuando era muy pequeña, recuerdo que si llegue a ilusionarme con tener una mamá y un papá, pero luego pensaba que si me adoptaban no iba a volver a ver a la señorita Poni, y la hermana María. ¿Quien les iba a ayudar con las compras, las camas, y a cuidar de los más pequeños? Entonces hice todo lo que estuvo a mi alcance para evitar que alguna familia me alejara de mi hogar. Evitaba pensar en la edad de dieciséis. Fui a la escuela como todos los demás niños en el mundo. En el hogar de poni, la señorita Poni, y la hermana María solo daban clases hasta el tercer grado. El gobierno exigía que los niños mayores de nueve años fuésemos a la escuela pública. A si que cinco días iba a la escuela y después de un tiempo entendí que mi cerebro era una esponja cuando enviaban mis calificaciones al hogar de pony los resultados eran los mejores.
continuará...
CAPÍTULO 2
Candy
Nací en algún lugar de Los Angeles. Mis padres me abandonaron en la calle cuando era una niña de dos años. La hermana Maria me acogió y me llevó a vivir con ella a un lugar donde más niños y niñas abandonados vivían bajo su yugo. Después entendí que era un orfanato. También allí vivía la señorita Poni. Días después supe que la señorita Poni era la directora del orfanato. La palabra orfanato no era el nombre para el lugar que era mi nuevo hogar, para mí era simplemente el hogar de Poni. Mi nombre verdadero no lo tengo. Me llamaron Candice Blanca. Me gusta el sonido del apellido White. Yo quería encajar con mi nueva identidad, así que cada vez que tenía la oportunidad, daba White como mi apellido. Nunca usé el nombre Candice. Odio mi nombre. Con Candy, puedo vivir. Le digo a la gente que soy Candy White. Una guerrera. Me gusta el sonido de eso más que Candice Blanca.
—Señorita Poni , ¿quién me puso el nombre?
—La hermana Maria lo hizo, escogió un nombre italiano. Candice es italiano. Más de una vez, le comenté a la hermana María. Dijo la señorita Poni.
—Quizá mis padres no estan muertos y viven en algún lugar de Italia. Me gustaba hacerle bromas a la señorita Poni. Se ponía tan roja que yo no podía evitarlo. Ella era la mejor persona del mundo, y aunque se la pasaba quejándose de mis travesuras, me quiere mucho. Me hubiese burlado de ella por eso, excepto que yo también la quiero.
—Shh, jovencita descolocada. Tus padres seguramente te amaron mucho.
—¿Cuáles? ¿Los qué me abandonaron o los que viven en Italia? La señorita Poni frunció el entrecejo y no respondió. Nunca me pegó, pero a veces parecía que lo iba a hacer.
—Sé que mi papá y mi madre eran buenas personas —dije. Quería decir «a pesar de que nunca supimos en verdad quienes eran». Yo era una niña pequeña, pero no solo entendía que nosotros los humanos tenemos toda clase de problemas, sino que también la señorita Poni y la hermana Maria eran el tipo de personas que iba juntando los pedazos rotos de los corazones que habían quedado en las caritas de los niños abandonados. Yo sabía todo sobre recoger los pedazos. En el orfanato conoci a Annie, ella y yo éramos parecidas. pero no como las gotas de agua. Parecidas en la manera de como llegamos a vivir, prometimos siempre estar unidas, A los pocos años Annie fue adoptada, había sido duro para mí aprender a vivir con tantos niños, cómo depender de la señorita Poni y la hermana María, cómo confiar en ellas. No estaba acostumbrada a cuidadores responsables. Recuerdo que me enseñaron a ser responsable. Lo primero que recuerdo en mi vida es a la hermana María entrando al dormitorio, y mostrándome cómo hacer la cama, cómo limpiar, qué comprar, cómo hacer todas las cosas maternales que se suponía que tenía que estar haciendo una madre. Creo que yo tenía alrededor de cinco años. La señorita Poni era linda y dulce, La hermana María no era tan buena por hacerme hacer la cama, limpiar, comprar y cocinar, como la señorita Poni que era mas consentidora, pero aprendí hasta que en algún momento era yo la que lo hacía todo por la hermana María. Recuerdo que me hacía salir de la cama a las cuatro de la mañana para que fuera con ella a las compras. Era un almacén local, un sitio muy pequeño, y yo empujaba el canasto de una punta a la otra y lo llenaba con todo lo que necesitábamos para el mes. Los trabajadores pensaban que era tan tierno ver a una niña de pocos años haciendo las compras, pero para el momento en que tuve ocho o por ahí, ya se habían acostumbrado. Cuando era la hora de dormir. La señorita Poni iba a asegurarse de que no me fuese a la cama hambrienta o con frío. Después de todo no sólo se ocupaba de todos los niños o las cosas para dirigir el hogar de Poni, sino que siempre notaba todo lo que yo hacía para ayudar, cosa que nadie había hecho nunca antes. Como iba creciendo me mostró un lugar para poner las prendas que yo había juntado en una bolsa de almacén. Me hizo mi propia almohada, y cuando todos los niños que éramos nos metimos en la única cama que teníamos para dormir, se aseguró de que todos estuviésemos bien arropados, no habia excepción y eso que ni siquiera éramos sus hijos. Veía cosas que los otros niños no. Eran simplemente ingenuos. La señorita Poni hacía todos los esfuerzos posibles para mantenernos. La hermana Maria me mostró que la responsabilidad es una clase de valentía, y yo la respetaba por ello. Vi cómo ambas mujeres se aseguraban de que los niños estuviesen alimentados antes de comer ellas, cómo se privaban para que nosotros tuviésemos ropa para ponernos. Vi los infinitos zurcidos, puntadas y arreglos con cinta de embalar que hacían que las prendas y zapatos durasen mucho más luego de que debiesen haber sido enviados a la basura.
Con el paso de los dias, y luego meses vi como uno a uno los niños del hogar de Poni eran adoptados, mientras otros iban llegando, mientras yo crecía y crecia. Vivíamos a base de estampillas para alimentos, más todas las ayudas de asistencia pública que la señorita Poni podía conseguir. Ya que la gente cada vez donaba menos. Yo no entendía muy bien cómo funcionaba eso, pero reconocía a una trabajadora social cuando veía una. Vino una a inspeccionarnos a nosotros y a la casa, y hasta abrió las alacenas de la cocina para ver si estábamos gastando las estampillas alimentarias en comida y no en otra cosa. La señorita Poni era responsable. En el hogar de Poni llegaban niños y niñas de todas las edades, a los que llegaban a la edad de dieciséis años los mandaban a vivir a otro tipo de hogar. Me empezaba a preocupar, yo no queria ser enviada a ningún otro lugar, y para ser sincera no quería que me adoptara ninguna familia. Cuando era muy pequeña, recuerdo que si llegue a ilusionarme con tener una mamá y un papá, pero luego pensaba que si me adoptaban no iba a volver a ver a la señorita Poni, y la hermana María. ¿Quien les iba a ayudar con las compras, las camas, y a cuidar de los más pequeños? Entonces hice todo lo que estuvo a mi alcance para evitar que alguna familia me alejara de mi hogar. Evitaba pensar en la edad de dieciséis. Fui a la escuela como todos los demás niños en el mundo. En el hogar de poni, la señorita Poni, y la hermana María solo daban clases hasta el tercer grado. El gobierno exigía que los niños mayores de nueve años fuésemos a la escuela pública. A si que cinco días iba a la escuela y después de un tiempo entendí que mi cerebro era una esponja cuando enviaban mis calificaciones al hogar de pony los resultados eran los mejores.
continuará...