SI ELLA SUPIERA
CAPÍTULO 3.
Candy.
A los doce años, le pedí a mi consejera escolar que me diese un permiso laboral, pero me dijo que de ninguna manera. Tenía que tener quince, más tantos meses. No iba a quedarme con un no como respuesta, En la escuela aprendí a convivir con toda clase de estudiantes y de costumbres muy diferentes a las que yo habia sido instruida. Como fui creciendo también las cosas en el vecindario fueron cambiando. Había desde pandilleros, hasta niños de iglesia. Me gane la simpatía de todos, y todos se hicieron amigos cuando me conocieron, Siempre me respetaron y cuidaron de mi. Tambien me hice amiga de todos los empleados de los restaurantes de comida rápida de mi vecindario.
—Póngame para tres o cuatro horas por día —dije al gerente del restaurante de hamburguesas—. Por favor.
—Una cosa es segura, pequeña. Necesito un permiso laboral y un número de seguridad social.
El número de seguridad social era fácil. La hermana María y la señorita Poni se encargaban de esos tramites legales. Sin una tarjeta de seguridad social para cada niño, no podían conseguir la ayuda del gobierno. Volví con el gerente y le di el número social. Cuando regresé, me dijo en su oficina.
—Regresa cuando tengas el permiso laboral, y luego regresa cuando tengas la edad. Pasaron los meses.
De alguna manera tenia que conseguir el trabajo. Deseaba un futuro y solo iba a conseguirlo si iba a la universidad, pero sobre todo deseaba ayudar al hogar de poni. Las cosas se ponían más difíciles y la ayuda que daba el gobierno no alcanzaba para ropa de los niños que como yo iban creciendo. Ahora el gobierno se llevaban a los varones de edad de dieciséis, pero era para mandarlos a entrenamiento militar.
Así me encontré visitando la oficina en la escuela. Mi consejero era el profesor de Ingles. El. Sr.Troy, él tipo que me habían asignado, siempre estaba ocupado. Nunca miraba a quién le hablara podía escuchar cuando lo necesitaba, para lograr mi propósito tuve que ponerme toda dramática. Y aunque mentir no es lo mío, era por una buena causa.
—Las cosas están mal en casa. Necesito ayuda. Nos quedamos sin leche esta mañana y no había dinero para comprar más, profesor, necesito un permiso laboral. —El desayuno era algo importante en casa, ya sea que solo fuese cereales, bananas y leche, tortillas enrolladas alrededor de huevos revueltos, o lo que sea."Que la señorita Poni me perdone". Esta mañana la hermana María acababa de llenarme de panqueques antes de que me fuera a la escuela. Los panqueques son baratos, deliciosos y no te quedas sintiendo vacía. Se aseguraban de que todos comiésemos, aun cuando ellas no lo hiciesen. —Estamos a punto de morir de hambre en el hogar de Poni —dije. Mi consejero me miró. No podía interpretar su expresión, pero el hecho es que levantó la mirada. Sus ojos, noté, eran de un color grisáceo. Tenía un mechón de cabello blanco en la parte de arriba de la cabeza como un muñeco troll. —En el restaurante de hamburguesas me contratará si tengo un permiso. — El concejero sacó mi expediente, dio una mirada rápida , y volvió a guardar el expediente.
—Necesitas otros dos años y otros meses —dijo.
— Profesor, ¿qué tal si hace una excepción? Mi hogar está en problemas. —La hermana María me hubiese dado una patada en el trasero por decirle esto al consejero. Con diez bocas para alimentar, ¿cómo podríamos no estar sufriendo? La señorita Poni y la hermana Maria pasaban privaciones con bastante frecuencia, pero nosotros, los niños, nunca lo hacíamos. Teníamos montones de pan, arroz, papas, tortillas y los varones comían como si estuviesen en un concurso. Yo tenía dos conjuntos de ropa interior, un jean gastado, dos faldas, tres blusas y dos camisas. Todo comprado barato al Ejército de Salvación o a la Caridad. No había dinero para el lavadero, llevar mis prendas a máquina todos los días era mi sueño. Yo lavaba mi ropa en el lavabo del baño.
—¿Me estás diciendo la verdad? Quizá quedarme sin desayuno no era verdad, pero si alguien tenía problemas de dinero, esos éramos nosotros. Diez minutos más tarde, salí de su oficina con el permiso. Vine directo desde la escuela a mostrarle al gerente del restaurante de hamburguesas . Al día siguiente, fui a trabajar.
La noticia no fue muy bien recibida en el hogar de Poni, sobretodo en la hermana María.
—No vas a dejar de asistir en la escuela. En el momento que tu promedió este decayendo dejarás de trabajar.
—Lo prometo —respondí. En serio. Deseaba ir a la universidad. No era que solo me gustase la escuela. Tenía facilidad para aprender. Era buena en matemática y muy buena en inglés. Me gustaba pensar en que pronto estaría en la universidad.
Pero entonces lo conocí.
Un chico como cualquier otro, o eso pensé el día que lo vi, pero en realidad había algo que hacía que no consiguiera dejar de verlo. Algo en él me hizo sentir un cosquilleo. Por su puesto que me miró, no había manera de que pudiera haber pasado desapercibida. Al fin y al cabo yo era cajera en el restaurante de hamburguesas y fui yo la que tomo la orden que él hizo de su comida.
Se que haber conocido a Terry, fue una enseñanza dura para la experiencia y el dolor de mi corazón roto que no se iba. Gracias a su traición supe que los hombres son unos imbeciles, y también aprendí que se ama sólo una vez. Si, todavía lo amo ,y si todavía me sigue doliendo. Pero en serio, Terry y yo teníamos una relación perfecta, éramos amigos, y los mejores amantes a pesar de que no hay con quién comparar eso. Cuando me confesó su desliz intenté perdonarlo , pero entonces supe que no podía y que no volvería a sentir la confianza que había entre los dos, antes de que él lo jodiera todo. Aunque Terry me estuvo buscando después de que le dije que no podíamos seguir juntos , fui yo quien puso la distancia entre los dos. Un año después supe que Terry era padre y que se había casado. Al parecer me olvidó muy pronto. Así pues con el corazón roto, me propuse una meta, un nuevo yo, y un nuevo comienzo.
continuará...