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CAPÍTULO I RENCOR
Los fuertes gritos e insultos se escuchaban en el exterior de una hermosa residencia enclavada en un exclusivo sector de Manhattan, la fuerte lluvia mantenía el clima húmedo y frío, anunciando el próximo invierno, que pronto vestiría de blanco a la icónica ciudad de Nueva York. Las pocas personas que transitaban por aquella calle, volteaban hacía la lujosa casa que mantenía las puertas cerradas.
En el interior una enfurecida Susana Marlow aventaba cuanto encontraba a su alcance contra las paredes del salón, su madre intentaba calmar a la iracunda muchacha, quien no entendía de razones, dando rienda suelta a su frustración, odio y coraje hacia el que momentos antes había sido su prometido, el famoso actor, Terrence Graham.
Cuatro años había durado aquel eterno compromiso, que no representaba más que eso, un compromiso entre dos personas con distintos propósitos, él por cumplir con una obligación autoimpuesta y ella por consolidar un capricho disfrazado de amor. La relación era inexistente, a pesar de los esfuerzos de la otrora actriz, por conseguir atrapar el corazón de ese guapo inglés que la hubiera cautivado desde la primera vez que lo vio, cuando él ingresó a la compañía de teatro Strafford, no obstante, el noviazgo no fue más que una representación perenne carente de sentimiento, simplemente él nunca pudo corresponder a los afectos de la chica.
Susana ensordecida por sus frenéticos pensamientos solo oía a lo lejos la voz de su madre, pero no ponía atención; como un vendaval todos los recuerdos le vinieron de golpe. Sus intentos fallidos por acercarse al gallardo joven, cómo buscaba cualquier momento para conquistarlo, no le importó que no reparara en ella, que solo la viera como una compañera de trabajo. A pesar de los constantes rechazos del incipiente actor, ella nunca cesó en su intento, por el contrario, se afanaba para hacerse presente en su vida, pero realmente no lo conocía, nunca tuvo una conversación con él, tampoco pensó que el corazón del chico perteneciera a otra mujer. Jamás reparó en esa posibilidad hasta que se enteró de la existencia de ella, si, una simple enfermera de ojos verdes y aspecto afable, quien por alguna razón tenía por novio al motivo de sus desvelos. Recordó como a partir de ese momento se las ingenió para interferir en esa relación, creía que el amor que sentía le concedía ese derecho.
No, nunca estuvo dispuesta a darse por vencida, evocó aquél día, cuando se anunció que ellos representarían a los personajes principales en la obra Romeo y Julieta, consideró que era su oportunidad para enamorarlo, pero como si se tratase de un volcán en erupción sus celos despertaron cuando se enteró que ella, la enfermera iría al estreno, no encontraba la manera de impedirlo, pero la ocasión se presentó con aquél fatídico accidente, donde le salvó al actor la vida, pero nunca imaginó que perdería su pierna y con ello sus sueños de ser una primera actriz.
Lo que en un principio fue una desgracia, fue su gran oportunidad para hacer que el guapo actor se quedara con ella, situación que logró gracias a la ayuda de su madre, y de quien menos esperaba, Candice, sí, aquella tonta mujer que le dejó el camino libre para convertirse en la flamante novia de la naciente promesa de Broadway. Pero ¿De qué le había servido? ¡Si durante todo este tiempo él no olvidó nada de su pasado! Recordó como en un principio, no pudo evitar sentirse culpable y egoísta, sin embargo, con el paso de los días se fue convenciendo de que se había jugado el todo por el todo, que la pueril e incipiente enfermera jamás hubiera hecho feliz a un hombre como Terrence, él necesitaba una mujer como ella, hermosa, con ansias de triunfo, con quien pudiera compartir el éxito, la fama y por qué no, la vida misma; si en un principio no existía amor, ese llegaría con el tiempo. Eso esperó, pero los años le demostraron lo equivocada que estuvo, su deslumbrante novio jamás se le acercó, solo lo hacía para besarle la mano como saludo o despedida, aunado a su persistente ausencia, sin que a él le importara que ella lo increpara con sus constantes e innumerables arranques de celos o exigencias para que la llevara a todos lados con él.
Había perdido la cuenta de las innumerables ocasiones en las que había sido despreciada por él, cuando se acercaba para tomarle la mano o buscar cualquier excusa para que él la cargara y aprovechar para enrollar sus brazos en su cuello y recargar la cara en su pecho, ese pecho varonil que extraviaba sus sentidos, percibir su aroma que provocaba que sus emociones se nublaran para dar paso a unas ansias locas de ser poseída por esos labios vedados para ella.
Con el tiempo su comportamiento hacia Terrence se tornó hostil, motivada por el desamor y la falta de atención de él, cada momento que el joven estaba en casa aprovechaba para incordiarle, hacerlo sentir mal, culpable, apoyada por su madre, quien compartía sus objetivos, pero sobre todo los financieros. Con cada remembranza su furia se acrecentaba, cada desdén, cada rechazo eran como leños que incendiaban el rencor y el despecho. — ¿Qué tiene esa? ¿Qué hiciste maldita Candy? Para seguir en su corazón a pesar de tantos años. —
En su monologo interno, se regocijaba de que ese hombre de inconfundibles ojos azules hubiera gastado una fortuna en su recuperación, contratando los mejores especialistas para que pudiera caminar con el uso de una prótesis, que cumpliera todos sus caprichos, pero, sobre todo, que tuviera que presentarla ante todos como su novia; sabía el pesar que le causaba; ante ello, no pudo evitar esbozar una sonrisa malévola al reconocer todo lo infeliz que lo había hecho junto con su madre, quien era amante del lujo y el confort; no solo logró que les comprara la casa, tenía servidumbre, así como crédito abierto para adquirir todo lo que quisiera. Carolina Marlow no ocultaba el desagrado que le inspiraba Terrence, pero aprovechaba su fama para alcanzar clase y posición social.
Ese último pensamiento sacó a Susana de sus cavilaciones; ¡No, no podía perderlo!, de momento comenzó a gritarle a su madre que no dejara salir al joven, que llamara a la policía, que hiciera de todo, para que no se fuera. Al decir esto su cuerpo fue perdiendo fuerza dejándose caer lentamente al piso, con sus manos cubría su rostro desencajado inundado por amargas lágrimas que no se detenían. — ¡Madre por favor! ¡Detenlo! — Decía acongojadamente, ¡Por piedad Madre! ¡Detenlo! ¡No ves que se me va la vida con él! — Suplicaba la chica mirando a su mamá a la cara, sin embargo, Carolina acostumbrada a los exabruptos del carácter de su hija no los tomó en serio, no cabía duda de que era una buena actriz, pensaba la mujer, durante todo el tiempo que el actor había estado a su lado, ella siempre lograba el regreso de Terrence y en esta ocasión no sería distinto, era cuestión de horas tal vez para que él regresara, así lo pensó, incluso se propuso hablar con el insolente muchacho porque no era justo que tratara a su amada hija así.
Susana aun en el suelo no hizo nada por detener el torrente de llanto, con la cabeza agachada y sus palmas tocando el piso agónicamente sentía como si el tiempo se hubiese detenido, una fuerte opresión en el pecho, le provocó un estremecimiento, pero enfocada en su dolor solo se quedó ahí sintiendo como sus ilusiones y su necesidad de ser amada se truncaban con la partida de él. Nuevamente la vergüenza provocó que sus mejillas se ruborizaran al volver a la noche anterior, cuando aprovechando que su madre dormía ya y que Terry no había llegado se metió a la recámara del joven con la intensión de ver todo lo que lo rodeaba, una a una iba tomando cada cosa que se encontraba, su loción, su peine, su ropa, embelesándose con esos objetos e imaginando el momento en que los pudiera tocar libremente cuando estuvieran casados.
Así pasó un largo rato, cuando presa de sus emociones se metió al baño, observando todo, imaginaba la rutina de su amado, él en la tina, lavando su varonil cuerpo, sus ansias de sentir la esencia del chico, la fueron llevando a un loco frenesí, abrió el grifo para llenar la bañera, puso gotas de esencia de lavanda, usada por el muchacho, poco a poco se fue desnudando para sumergir así, sus deseos, el anhelo de sentirse seducida, embriagada de amor, ese amor, que hasta el momento le había sido negado, ya no pensaba, sólo se preparaba para entregarse a él, sí, ya no le importaba el matrimonio, lo único que quería era tenerlo, ser suya para demostrarle lo mucho que lo amaba, eso pensaba cuando hubo salido de la bañera colocándose la bata del castaño, se miraba al espejo, mientras secaba su lacia cabellera; al ver que Terry, ya había tardado, aprovechó para quitarse la bata y completamente desnuda se metió entre las sabanas decidida a esperarlo.
Como de costumbre Terrence llegó lo más tarde que pudo, sin encender la luz fue directo a tomar un baño, notó que no estaba su bata, pero no le dio importancia, salió tal cual lo trajo dios al mundo mostrando su esculpida figura, mientras los ojos de Susana lo miraban desprendiendo chispas de anhelo reprimido. Él tomó una toalla de su closet para secar cada parte de su cuerpo, sus bíceps se flexionaban al recorrer sus firmes y amplios pectorales. Las fuertes manos recorrían el bien trabajado abdomen, donde los ojos de la intrusa se deleitaron al poder finalmente contemplar su masculinidad al natural. Verlo así significaba para la chica estar ante las puertas del cielo, sentía que se quemaba en las ardientes llamas del deseo. El hombre que más bien podría pasar como un adonis no se percató de que Susana estaba quebrantando su privacidad. Ella decidida hizo las mantas de lado para mostrarse desnuda con las mejillas enrojecidas por la proximidad de él.
El ruido llamó la atención del castaño, pero la penumbra no le permitió ver con claridad, solo la luz del baño alumbraba un poco, sin embargo, cuando sus ojos enfocaron, vio con terror que su novia se encontraba ahí dispuesta a entregar su virtud. Él se puso de inmediato el pantalón del pijama, pensando que esa mujer estaba completamente loca, obsesionada. Una vez vestido se acercó a la cama, mientras Susana entreabría sus labios ansiosos, pero él arrojó las sabanas sobre ella, hastiado la tomó en sus brazos y sin mediar palabra la sacó de su habitación, la chica no podía creer lo que pasaba, simplemente se quedó ahí totalmente frustrada con los pensamientos aletargados de estupefacción hasta que comenzó a salir el sol. Lo sucedido la había trastornado y esperaba el momento para hablar con Terrence, pero él solamente la evadía.
Ignorando la humillación a la que se expuso su hija, Carolina intentó levantar a la muchacha, pero ella no se dejó tocar, con manotazos la alejó, mientras le gritaba. — ¡Fuiste tu madre! ¡Gracias a tu pésimo comportamiento se fue Terrence! — Pero ¿Qué estás diciendo, Susana? — ¡Sí madre! ¡Tú interés desmedido y hostigamiento provocaron que él tomara esta decisión! ¡Tú lo orillaste a que me dejara! ¡A que diera por terminado nuestro compromiso! — ¡No, querida!, ¡No me culpes de todo a mí!, ¡Tú lo asediabas! ¡Eras como una sombra incómoda! — Dijo la madre mirando como poco a poco la chica se fue callando, pasados unos minutos Susana se levantó trabajosamente apoyada en uno de los sillones, sin voltear, ni levantar la cabeza con furia limpio con el dorso de su mano sus lágrimas e inició el camino rumbo a su habitación; su madre quiso detenerla, pero la joven levantó una mano para detenerla y ordenar. — ¡Déjame sola! ¡No quiero ver a nadie! —. ¡Está bien Susy!, ¡Intenta dormir!, ¡Verás que en unas horas él estará aquí! No obstante, su sorpresa sería mayor al ver que el joven no regresaría más.
Al ver a su hija entrar en su recámara un tanto más tranquila, Carolina pensó que era lo mejor. No podía evitar pensar en la estabilidad mental de Susana, sabía que estaba obsesionada con Terrence y que ella misma había fomentado su enajenación hacía el actor para lograr la posición económica a la que creía tener derecho; era su anhelo, una buena fortuna, que pensó lograr con la fama de la joven, pero este sueño se esfumó al igual que la frustrada carrera de la chica al perder la pierna.
Carolina Marlow era una mujer de aspecto severo, tal vez en su juventud fue un tanto agraciada, pero los años y los esfuerzos por pagar la carrera de actriz de su unigénita pasaron factura en su rostro ajado, demacrado y sin color, que no podía cubrir con maquillaje. Sentada en el sofá del salón no dejaba de cavilar sobre todo lo sucedido y lo dicho por su hija, era también para ella un constante estrés los caprichos de la muchacha, pero la amaba y en eso se basaba para justificar su apoyo total a las decisiones de la ex actriz. Iba a llamar al servicio, necesitaba un té para calmar sus nervios, cuando escuchó un fuerte y seco golpe, que al parecer provenía del cuarto de su hija. Subió corriendo las escaleras, al intentar abrir la puerta de la alcoba, no pudo, estaba cerrada por dentro. Imaginando lo peor gritó a la servidumbre para que le ayudaran a abrir. Cuando lo hicieron se encontró con la imagen de Susana tirada en el suelo inconsciente arrojando espuma por la boca. Aterrada por lo que veían sus ojos, la mujer se acercó a la chica, se puso de rodillas y con ambos brazos la llevó a su regazo. — ¡¿Susy?! ¿Qué has hecho?, ¡Abre los ojos! — Le hablaba al cuerpo inerte, los mozos que ayudaron a abrir la habitación se miraban entre sí, sin saber cómo reaccionar. Carolina levantó la vista y al ver a los hombres reaccionó. Su voz prepotente se dejó escuchar. — ¡¿Ustedes?! ¿Qué hacen ahí parados? ¡Ayúdenme a levantar a Susana para llevarla al hospital! ¡Muévanse! — Uno de los sirvientes cargó a la muchacha para bajar las escaleras y subirla al auto, seguido por el otro criado, quien fue detenido por la impaciente voz de Carolina. — ¡Tú! ¿Qué haces? ¡Ve a buscar al joven Terrence! ¡No regreses sin él! — Espetó la mujer.
Mientras Susana era llevada al hospital, el mozo se dirigió al teatro Stratford, al llegar observó que se encontraba cerrado, preguntó al cuidador de las instalaciones por el actor, pero éste le informó que a partir del siguiente fin de semana iniciarían algunas remodelaciones al lugar, por lo que todos los actores y demás personal prácticamente se encontraban de vacaciones, desconociendo el paradero de la mayoría de ellos.
El mozo no quería dar la noticia a la señora Marlow, conocía su carácter por demás grosero, imaginando cómo se pondría cuando le dijera que no habían localizado al joven Graham, a quien apreciaba por el noble trato hacia la servidumbre, además porque sabía que era él quien pagaba su salario. El saber que tal vez el actor no regresaría le daba gusto, dado que en innumerables ocasiones fue testigo del trato que ambas mujeres daban al chico, aunque ello significara que se quedaría sin empleo. Cuando llegó al hospital armándose de valor buscó a la señora Marlow y con voz temblorosa le informó que el prometido de su hija no se encontraba en el teatro, que nadie sabía su paradero. Cuando Carolina escuchó lo que le informaba el mozo montó en cólera lanzando gritos de impotencia y furia, ante la posibilidad de que ese muchacho en verdad se hubiera ido para no regresar, peor aún para ir en busca de la que ella sabía era su gran amor. No, eso no lo permitiría, rápidamente se colocó su abrigo y salió rumbo a la comisaría de policía.
Continuará…
CAPÍTULO I RENCOR
Última edición por Adry Grandchester el Dom Abr 02, 2023 12:12 am, editado 1 vez
