CAPÍTULO XIX ESPERANZAS
En el hotel Astoria, la aun duquesa de Grandchester, estaba inquieta, no sabía qué haría Richard, pero pensaba que debía adelantarse previendo cualquier acción del duque o de la actriz. De inmediato habló a la recepción para que le comunicaran a Inglaterra, tenía que hablar con su mano derecha, una vez enlazada la comunicación. — ¡A sus órdenes su excelencia! — Se escuchó la voz de un hombre. — ¡Adam! ¿Mantienes los contactos de los periodistas de los principales diarios de Nueva York y de la BBC? — ¡Así es! — ¡Es necesario que te comuniques con ellos y a la brevedad me programes una entrevista! — ¿Cuál es el motivo de la misma? — ¡Eso es algo que no te importa, sólo concrétala, y ya! — ¡Mi lady, es necesario saber para programarla como parte del ducado! — ¡Obedece mis órdenes y no hagas preguntas!, por cierto, ¡Esta entrevista no será contemplada como parte de la agenda ducal!, es más ¡Mi esposo no debe enterarse! ¡Entendido! — ¡Así se hará, mi lady! — Dijo Adam para dar por finalizada la conversación. Una vez hubo terminado la llamada, Lucrecia daba vueltas y vueltas a sus pensamientos, necesitaba orquestar muy bien lo que diría, tenía la esperanza de negociar con el reportero, la publicación de la entrevista en caso de que el duque no accediera a continuar con su matrimonio. Conocía a su esposo, así que quería estar un paso delante de las acciones de él.
En la residencia de Eleanor, Richard tocaba sin cesar la puerta, esperando el permiso para entrar, después de un rato de espera, finalmente pudo hacerlo. — ¡Eleanor, querida! ¿Por qué no querías que entrara? — Le preguntó el duque, que buscaba ver la cara de la diva. — ¡No sabía, si recibirte o no! — Pero ¿Por qué? ¿Todavía estás molesta por la conversación que quedó pendiente? ¡Eleanor, te aseguro que…! — ¡No Richard! ¡Es algo que sucedió hace unos momentos! — ¿De qué se trata? — ¡Tu esposa estuvo aquí! — ¡¿Qué?! — ¡Sí, Lucrecia vino a amenazarme! ¡Claro después de insultarme! — Pero ¿Cómo se atrevió a salir de Inglaterra? — ¡No lo sé! ¡Me dijo que, si no detienes lo del divorcio, dará a conocer a todo el mundo que Terrence es un bastardo y además un delincuente alcohólico! — ¡No se atrevería! — ¡No lo sé, Richard! ¡Yo sé que si sería capaz! ¡Tú mismo lo dijiste, le hizo daño a Terry, sin importarle que fuera un niño! ¡Lo peor es que justo ahora que Terrence está en Chicago, los Ardlay es una de las familias más importantes de Estados Unidos, y no les gustará nada enterarse de un escándalo así, donde esté relacionado el pretendiente de su heredera! — ¡Querida, a esa familia al igual que a todas, les interesa que uno de sus miembros forme parte de la realeza!, no obstante, ¡Una noticia de esa naturaleza no es buena para nadie! — Respondió el duque pensativo. — ¡Arregla tu equipaje, partimos para Chicago lo más pronto posible! — ¿A Chicago? — ¡Sí, parece que Susana fue para allá! ¡Tenemos que apoyar a Terrence! ¡Yo regreso más tarde, arreglaré lo de Lucrecia! — Le ordenó el duque saliendo de la habitación.
En el salón Mery, sabía que la presencia de la duquesa traería problemas, estaba preocupada por la actriz, al ver a Richard le preguntó. — ¿Hablaste con ella? — ¡Sí! — Respondió él, que iba apresurado a la puerta para llamar al jefe de seguridad. — ¡Richard, aunque soy la menos indicada para hablar de esto! ¡Te suplico por favor, que no le hagas daño a Eleanor! — ¿Qué te hace pensar eso? — ¿Y todavía lo preguntas? ¡Le destrozaste el corazón cuando anularon su matrimonio y más cuando te llevaste a Terry! — ¡Lo sé! Pero en esta ocasión no será así ¡Lo prometo! — Calló él al ver que se acercaba su mozo. — ¡A sus órdenes excelencia! — ¡Preparen el auto, salimos al hotel Astoria! — ¡En seguida! — Respondió el hombre elegantemente uniformado. — ¡Deja todo arreglado para que no se pierda de vista a la mujer esa! ¡A la señora Marlow! — ¡Así se hará, señor! — Al ver lo que haría el duque, Mery intervino. — ¿Irás a ver a tú esposa? ¡No has pensado que puede ser una trampa! — ¡Tal vez, pero ya tengo pensado lo que haré! ¡Ni ella misma se lo espera! — Respondió el duque, tomando su sobretodo dirigiéndose a la puerta. — ¡Suerte! — Alcanzó a decir Mery, quien de inmediato se dirigió a la recámara de Eleanor.
Cuando entró en la habitación de la diva, la encontró visiblemente molesta, apretaba con fuerza un pañuelo, por un momento, Mery pensó que lloraba, pero la verdad era que Eleanor no podía llorar, tenía mucho coraje contra sí misma, contra Richard, contra Lucrecia, pareciera que todo se les había venido encima de momento. Ella quería enfocarse totalmente en ayudar a su hijo, sin embargo, ahora tenía que defenderlo de otra persona que siempre les había deseado el mal, tanto a ella, como a su vástago. — ¿Estas bien, Eli? — Le preguntó la fiel asistente. — ¡Sí! ¡Es solo que no puedo sacar todo el coraje que tengo! — ¿Con Richard? — ¡No, conmigo misma! ¡No puedo entenderme, ¿Por qué lo sigo amando? ¿Por qué me siento ilusionada de verlo aquí? ¡Pensar que esta vez podría ser diferente! — ¿A qué te refieres? — ¡Es que me dijo que inició el proceso de divorcio, que ha hablado con el rey para que lo apruebe porque presentó pruebas sobre los devaneos de Lucrecia, además que comprobó que los hijos que tuvieron no son de él! — Mery se llevó las manos a la boca en señal de sorpresa, pero también de emoción, — ¡Eso es maravilloso! ¡Tal vez esta sea la oportunidad que te da la vida para consolidar tu amor! — ¡A eso me refiero cuando te digo que me da coraje porque no debería ilusionarme y menos estando Lucrecia aquí dispuesta a todo para no divorciarse! — Pues ¡Ahorita vi a Richard salir muy decidido! ¡Creo que no permitirá que se salga con la suya! — ¿Sabes con qué me vino a amenazar? ¡Me dijo que, si no detengo el afán de él por divorciarse, dirá a la prensa que Terrence es un bastardo y borracho, no solo a la prensa de Estados Unidos, sino a la de Inglaterra! — ¡Eso hundiría a Terry en un escándalo de dimensiones catastróficas! ¡Sin considerar lo que significaría para la familia Ardlay, que su heredera fuera pretendida por él! — ¡No puede ser! ¡Esa mujer es mala! — ¡Lo sé, me odia! — ¡Querida, no sé qué vaya a hacer el duque, pero tú puedes adelantarte! — ¡¿Cómo?! — ¡Sí! ¡Tienes muchos amigos en la prensa! ¡Puedes hablar con algunos de ellos para que estén pendientes por cualquier declaración que quiera hacer la loca esa! — ¡Tienes razón! ¡Debo de apurarme! ¡Saldremos a Chicago en cualquier momento! — ¿A Chicago? ¿Van con Terry? — ¡Bueno eso aprovecharemos, pero la verdad que iremos porque Susana se fue para allá y no sabemos lo que pretenda hacer! — ¡Creo que tienes razón, todo se ha juntado! — ¡Por favor, Mery! Ayúdame a preparar mi equipaje, ¡Solo lo necesario, si necesito algo lo compraré allá! — Mery se dispuso a armar una maleta, en tanto que, Eleanor se dirigía a la biblioteca para hacer lo que le sugirió su asistente.
Candy llegaba al salón para hablar con la tía abuela, sin embargo, el mayordomo le indicó que se encontraba en el despacho de Albert, que ahí la esperaba. La chica tocó esperando que la anciana le diera el paso, al no recibir respuesta entró. — ¡Me llamó usted tía abuela! — ¡Cuántas veces te he dicho que no me digas tía! ¡Ese es un apelativo que solo es para los miembros de mi familia y tú no lo eres! — La joven bajó la cabeza, ella pensaba que la vieja señora ya no le tenía tanta antipatía, pero al parecer estaba equivocada. — ¡Te mandé llamar porque tienes una cita mañana por la mañana con la modista! ¡Debemos apresurar todos los preparativos, un mes es muy poco tiempo para organizar una boda! — Pero ¡Tía! ¡Perdón!, pero señora Elroy, yo… — ¡Tú no estás en condiciones de decir nada, aceptarás todo lo que yo disponga! ¡Que quede claro no lo hago por ti, si no por Archie! ¡Él se merece lo mejor ese día, aunque la prometida no lo sea! — ¡Hablaré con Albert! ¡No me quiero casar tan rápido! — ¡Albert no podrá opinar nada, todo lo he decidido yo! — ¡Pues no lo haré! — Reparó la rubia dirigiéndole una fiera mirada a la mujer, quien no se sorprendió, al contrario, se acercó a la joven asentándole una bofetada. Candy sorprendida, puso su mano sobre la mejilla, que rápidamente tomó un color carmín, sin embargo, con arrojo le reprochó. — ¡¿Por qué me golpea?! ¡Usted no tiene derecho! — ¡Tengo derecho, porque has enlodado el nombre de la familia! ¡No te conformaste con lo sucedido con Anthony, ahora buscas destruirnos! ¡Yo lo sabía, una huérfana no es digna de pertenecer a nuestro clan! ¡Eres una mujerzuela! — La rubia, al escuchar esto último pensó que la mujer ya se había enterado de lo sucedido con Archie, entonces decidida interpeló. — ¡Usted no puede ofenderme de esa manera! En todo caso, ¡Lo sucedido no tiene mayor problema! ¡Soy y seré una mujer decente! ¡No tengo nada de qué avergonzarme! ¡Lo que pasó con Archie no fue más que…! — ¡Calla! ¡No quiero que digas nada! ¡Harás lo que te ordeno y punto! — ¡No! ¡Le he dicho que no! — ¿Cómo te atreves a hablarme así mujerzuela? — ¡Me atrevo porque usted me está ofendiendo! ¡Le diré a Albert que detenga todo, no me casaré, ni en un mes, ni nunca! — ¡Pues no, un descendiente de los Ardlay no rodará como tú! — ¡¿Cómo?! ¿Un descendiente ha dicho?, pero ¿De dónde saca eso? ¡Está equivocada yo no…! — ¡No quiero escucharte! ¡Insensata! ¡Vete antes de que te vuelva a abofetear! Y para tu información ¡Albert está enterado de tu vergüenza! — La chica dio unos pasos para atrás, no supo más que hacer y salió corriendo lo más rápido que pudo.
Para ese momento, Terry ya había regresado a la mansión, se había duchado y decidido a hablar con Albert salió de la cabaña para buscarlo. En su recorrido no pudo dejar de admirar los bellos jardines, la cascada, en general, la propiedad era hermosa. Aunque Candy, nunca le habló maravillas de ella, en realidad era muy apacible, que podría disfrutarse sin los parientes incómodos de los Ardlay, incluso de la propia tía abuela, ya que cuando la vio anunciando el compromiso no pudo dejar de pensar que se trataba de una persona autoritaria y de pésimo carácter. Enfundado en un pantalón sport, azul marino con una camisa blanca y un chaleco a tono, el actor se veía más joven, a pesar de que sus rasgos varoniles contrastaban con su atuendo, era innegable que transpiraba galanura por todos sus poros, su cabello aún húmedo brillaba con los rayos del sol que estaba por ceder paso a la luna, lucía su mechón rebelde como su carácter recién recuperado.
Antes de llegar a la mansión observó cómo Candy salía corriendo, la verdad es que no vio el llanto que surcaba por sus mejillas, pero le extrañó verla así. Sin dudarlo la siguió. No quiso acercarse demasiado, todavía le faltaba hablar con su amigo del alma para exponerle la decisión que había tomado. No obstante, no pudo abstraerse y sigilosamente se fue acercando, hasta poder escuchar lo que decía la chica, además de observar su convulsionado llanto. — Pero ¿Qué demonios piensa la tía abuela? ¡¿Albert, dónde estás?! ¡Ahora necesito tú consejo y apoyo! — Terrence escuchó lo que decía su pecosa, pensó; — ¿A qué se refiere? ¿Será que por fin ha decidido suspender todo esto? — Sin que se diera cuenta poco a poco se fue acercando, era más la necesidad que sentía de consolarla, que sus propios sentimientos náufragos en la desolación; cuando estuvo cerca de ella, quiso abrazarla, hacerle sentir que él estaba ahí, pero sus manos se detuvieron en el aire. Simplemente se abocó a preguntarle en un tono lo más sereno que pudo. — ¡¿Candy, estás bien?! —
La voz profunda, varonil y suave llegó hasta la rubia, quien por un momento sintió la necesidad de refugiarse en esos fuertes brazos, pero se contuvo cuando recordó que él, Terry, también había dudado de ella, así que furiosa le respondió. — ¡Tú también!, ¿No?! — Al momento en que ella volvió su rostro para mirarlo, él pudo notar una mano marcada en su mejilla, sin hacer caso a lo que ella le decía, se aproximó más para ver a detalle su cara enrojecida por el golpe. Pero ¿Qué te ha pasado? ¿Quién te ha golpeado? — ¡Eso qué más te da! Respondió la joven iracunda, él no hizo caso y con los dedos hizo a un lado los rizos y se inclinó para verla más a detalle. — ¡Responde Candy? ¿Quién te lastimó? — ¡Tú, tú me has lastimado! — Él joven sorprendido abrió grandemente sus ojos para decirle, — ¿A qué te refieres? — ¡A que tú también! ¡Tú también piensas igual que la tía abuela! ¡Que soy una mujerzuela! — ¡Te equivocas! ¡Yo nunca te he dicho eso! — Pero ¡Lo pensaste! ¡Por eso tus preguntas! ¡Tus comentarios sobre mi conducta! ¡Tú, que se supone me conoces bien! — ¡No cambies el tema, Candy! ¡Te pregunté quién te golpeo! — Al cuestionarla de nuevo acercó su mano para tocarla, pero ella bruscamente aventó su brazo. Sus ojos verdes parecían dos inmensas lagunas que estaban a punto de desbordarse, ante su rechazo, él no pudo evitar evocar aquél día en Nueva York cuando le anunció que tomaría el primer tren nocturno para regresar a Chicago, sin embargo, no estaba dispuesto a repetir la misma historia, sin decir nada la ciñó contra su cuerpo apretándola para hacerla sentir mejor, aunque ella quiso deshacer el abrazo, no se lo permitió, así la tuvo unos momentos, en los que Candy ya no quiso resistirse refugiándose en su pecho, sentir sus brazos, la ternura con que la rodeaba, su aroma, su voz cálida le hicieron por un momento sentirse segura, amada, no obstante, a su mente llegaron las imágenes de él con Annie, sin dudarlo lo aventó. — ¡Suéltame Terry! ¡Lo que me pasa no es de tu incumbencia!, además Ya te habías ido, ¿No? — Él levantó una ceja y le cuestionó. — ¿Por qué lo dices? ¿Me espías, ahora tú? — La rubia no quería decirle que lo había ido a buscar. — ¡Tú me lo dijiste, que te irías! — ¡Candy yo…! — ¿Qué me vas a repetir que soy una cualquiera? — ¡No comiences pecosa! ¡Yo lo único que pregunté fue que si amabas al elegante! — ¿Para qué? ¡Querías confirmar si me entregué a él? ¡Pues por lo apresurado de la boda! ¡Ahí tienes tu respuesta! — Terry sintió como si le hubieran quitado el piso, tensó su mandíbula y apretando los puños le respondió. — ¡Esta bien, Candy! ¡Era lo único que necesitaba saber!, pero antes, ¡Quiero decirte que no me importa lo que hayas hecho! ¡Yo vine por ti! ¡Luché contra todos los obstáculos para llegar a ti! Pero ¡Ya veo que fue inútil! ¡Incluso estaba dispuesto a olvidar que me dejaste a mi suerte en Rockstown! ¡Porque, porque yo te…! ¡Bah, olvídalo! — Dijo marchándose sin mirarla de nuevo. Candy supo que lo estaba perdiendo, hizo un esfuerzo por tranquilizarse, respirando hondo le gritó. — ¡Terry! ¡Espera! — Él se detuvo, pero no se volteó. — ¡Sé que no comprendes muchas cosas! Pero ¡Solo te puedo decir que yo…! — ¿Qué tú, qué Candy? — ¡Yo te fui a buscar para hablar contigo, no vi tú equipaje, por eso pensé que…! ¡Terry no es lo que crees! — ¡Entonces! ¿Qué es?, ¡Demonios Candice! ¿Por qué no hablas? — El silencio de la chica, lo desesperaba cada vez más, contenía su furia, su dolor, no quería que se desbordaran como un dique fracturado. Sin embargo, dio un fuerte suspiro y aun dándole la espalda le dijo. — ¡Como puedes ver no me fui! — Pero ¿Tú maleta? —¡Estaba en el armario!, pero ¿Qué importa el estúpido equipaje!, ¡Por un momento pensé que podríamos sincerarnos, pero…! — ¡Terry, tengo que decirte…! — Insistió ella, pero no pudo terminar la frase porque a lo lejos se escucharon los gritos de Patty llamando a la rubia. Cuando llegó finalmente hasta ellos, se dio cuenta de que llegó en un mal momento. — ¡Hola Terry! — ¡Hola Patty! ¡Las dejo! — ¡No por favor, Terry! ¡Yo busco luego a Candy! — Musitó la recién llegada. — ¡No, no es necesario, Patty! ¡Terry y yo hablaremos más tarde! — Intervino Candy mirando con esperanza a los ojos azules de él para que entendiera. Terrence asintió con un movimiento de cabeza y se alejó.
Continuará...
Última edición por Adry Grandchester el Sáb Abr 29, 2023 3:17 am, editado 3 veces