CAPÍTULO XV MALDAD
El duque y Carolina Marlow llegaron a la casa que habitaban la mujer con su hija, personal de é, salía de ella, al verlos se acercó inmediatamente a él, — ¡Su excelencia! He preguntado por la señorita, pero la mucama me informó que no sabe nada de ella. — ¡Era lógico que esa muchachita no estuviera aquí! — Respondió Richard, que siguió de largo al ver que la madre ya estaba dentro. La estancia era cómoda, los muebles eran de calidad, pero sin el toque de distinción que caracterizaba a Terry, eso le hizo saber a Richard que su hijo no se había esmerado en amueblar el lugar, le incomodó el hecho de saber que todo aquello fue comprado con dinero de su vástago, ¡Que más daba! Él estaba ahí para terminar con todo eso, tomó asiento, cruzó la pierna derecha y espero a que la mujer regresara.
Carolina Marlow subió de inmediato a la habitación de su hija seguida por la doncella. Al no encontrarla preguntó, — ¿Vino Susana? — ¡Sí, señora! Era de madrugada cuando la señorita llegó, se cambió de ropa, me dijo que le preparara una maleta y salió con el chofer, — Respondió nerviosa la chica. — Pero ¿A dónde se fue? — Increpó la señora Marlow. La sirvienta miró a la puerta comprobando que estaba cerrada y acercándose a la mujer le dijo, — ¡Se fue a Chicago! Me ordenó que sólo se lo comentara a usted y a nadie más. Al hombre que vino a preguntar por ella hace unos momentos, le dije que no sabía. ¡¿Señora…?! — Hizo una pausa, no sabía si decirle o no que Susana no se veía bien. — ¿Qué pasa? ¡Dime no te quedes callada! — Es que el aspecto de la señorita… Era… Se ve enferma…, yo le dije que la esperara, pero no me hizo caso, por el contrario, se apresuró a salir. — Carolina se llevó las manos al rostro, el llanto brotaba de nuevo, — ¡Dios mío! Susana, ahora ¿Qué pretendes?, ¿Qué le diré al duque? — Decía entre sollozos, no quería bajar, sabía que Richard estaría ahí.
No supo cuánto tiempo estuvo pensando en lo que diría, pero tendría que bajar, no quería tentar a su suerte haciendo enojar al duque, ese hombre lograba intimidarla. —¿Y bien? ¿Ya sabe a dónde fue su hija? — Preguntó Richard que no espero a que la mujer terminara de bajar la escalera. — ¡Sss…í!, — Respondió titubeando, pues no sabía si decir la verdad o seguir encubriendo a la voluntariosa muchacha. Era cierto, que estaba consciente de que todo lo que pensó obtener con el casamiento de Susana, ya estaba fuera de su alcance, no obtendría todo aquello que le correspondería por casar a su hija con el heredero a un ducado, entendió por fin que su comportamiento con Terrence, lo llevó al límite con sus demandas y acciones, ahora tenía que evitar alguna represalia más de aquél hombre implacable que esperaba su respuesta.
Su mente trabajaba a marchas forzadas para tomar una decisión, ya no podía encubrir las acciones de su hija en ésta ocasión, ya que su vida estaba de por medio, así que no tuvo más que decir la verdad. — ¡Susana se fue a Chicago! — ¡¿A Chicago?! Pero, ¿Qué demonios está tramando esa mujer? — ¡No lo sé! — ¡Por favor, señora!, usted sabe perfectamente lo que pretende hacer, ¡Conmigo no van esos juegos!, porque ¡Le prometo que puedo ser más perverso, que ustedes! — ¡No lo sé! ¡Juro que no lo sé!, ¡Por favor! ¡En este momento estoy más preocupada por ella, que por sus amenazas!, ¡Sólo sé que tengo que ir por mi Susy! ¡Necesito saber que está bien! — ¡Muy bien! ¡Viajaremos a Chicago!, ¡Sólo le advierto que, si es una más de sus tretas, las dos lo pagarán caro, muy caro! ¡Prepare su equipaje, uno de mis empleados vendrá por usted! — Le ordenó Richard a la señora Marlow, era tan fácil que esas mujeres lo alteraran, desde que se enteró de todo lo que le hicieron a su hijo, no las soportaba, dueño de sí no le importaron las lágrimas de desesperación de la despreciable mujer. Salió de la casa, pero ordenó a su personal que se quedaran vigilando el lugar para evitar que Carolina se fuera, abordó su auto para dirigirse a la residencia de Eleanor.
En Lakewood, Archie dándose por vencido en su búsqueda de Candy caminaba solo por los jardines, no encontraba la manera de recuperar su diario, temblaba tan solo de pensar lo que Neil pudiera hacer con él, peor aún si los hermanitos Leagan se aliaban para perjudicarlos. Para esas horas pensaba que Annie ya se habría dado cuenta de que ya no tenía el diario en su poder, — ¿Qué haría?, — Debido a su comportamiento tan distinto mostrado en últimas fechas, era lógico que estaría furiosa, pero ya no podría decir o hacer nada, por un momento consideró hablar con Albert, pero eso significaría que su boda sería cancelada, perder sus sueños, — ¡No! — ¡Eso no lo permitiría!, pero ¿Qué hacer?, en su desesperación no se dio cuenta que tenía entre sus manos una rosa y la estrujaba hasta hacerse daño con las espinas, pero no percibía el dolor, con el semblante completamente desencajado, miraba a la nada, sentía que el peso de todo el mundo lo tenía en sus hombros, — ¡Cómo fue que se complicó todo? ¡Estúpido que fui! ¿Cómo pude ser tan descuidado y dejar algo tan íntimo al alcance de Annie? ¡Tanto trabajo que me costó entrar como un ladrón cualquiera a su casa! ¡Ahora, en manos de Neil! ¡Todo es una locura! ¡Sí tan solo Candy no dudara en seguir adelante! ¡Sí ese aristócrata no estuviera ahí, haciéndola titubear! ¡Yo y mis locuras de escribir mis sueños! ¡Estoy a un paso de lograr mi felicidad!, aunque de momento siento que se me escapa como agua entre mis manos… — Se reprochaba el joven, casi al borde de la locura. Era un hecho, no llegaba a su mente alguna solución, más que ir con Neil y golpearlo hasta que le entregara su diario. — ¡Sí, eso haré! — Dijo en voz alta, justo cuando Patty se acercaba a él. — ¿Qué harás, Archie? — Le preguntó la chica preocupada al ver su rostro; — ¡Eh…! ¡Nada, Patty! — Lo que sea que estés planeando hacer, háblalo con tú hermano. ¡No compliques más las cosas! — ¿De qué hablas? ¡A caso, Stear…! — ¡Ohh! ¡No!, lo sé, porque ¡Annie y Candy me lo contaron! Pero tampoco te mentiré, Stear y yo hemos comentado las cosas, tratando de buscar una solución. — ¡Solución, Patty! ¡No estoy para bromas! — ¡No es broma! De verdad hemos buscado soluciones, pero no sabemos cómo desenredar tanto embrollo. Solo sé que debes calmarte, te veo mal y si quieres una salida, ¡Así no la encontrarás! — ¡Discúlpame, Patty! Estoy muy presionado, — ¡Lo sé! Pero creo que dentro de ti sabes que… ¡Si hablas con Albert, él te podrá ayudar! — ¿Y dejar que cancele mi boda? ¡No, eso no! — ¡Pero, Archie es mejor!, tal vez ¡Puedes empezar por aceptar que lo que sucedió fue producto del alcohol! ¡Ni tú, ni Candy sabían lo que hacían! o ¿No?, Tú estabas alcoholizado, también, ¿Verdad? — Preguntaba Patty observando la reacción de él. — ¡Claro que sí, por eso yo responderé como un hombre! — ¿En serio hay algo que debas reparar? Porque Candy no recuerda nada y yo no creo que hayas dejado de ser un caballero… — ¡Basta Patty! — ¡Archie! ¡Tú y yo sabemos que no sucedió nada! Este matrimonio es un error, ninguno de los dos será feliz, ¡Ella no te ama! — ¿Por qué me dices eso? ¿Ella te lo ha dicho? — ¡Eso es algo que la propia Candy te debe decir, pero creo que harías bien en aceptarlo…! — ¡No, ella me ama! ¡Me lo dijo! — ¿Y no has pensado que pudo haberte confundido? — ¡Por favor Patty! ¡No te puedes confundir cuando confiesas tu amor a alguien! — ¡Yo no estaría segura de eso!, pero te haces más daño, ¡El amor que dices tener por Candy, pudiera estarse convirtiendo en obsesión! ¡Solo mira en tu interior y lo sabrás, Archie! Te dejo, por favor no hagas nada sin que lo consultes con Alistear. — Concluyó la joven que regresaba a la casa para hablar con su novio.
Archie se quedaba peor de ensimismado que antes, en su cabeza resonaban las palabras de la chica, ¡Candy no te ama! ¡Te confundió! Nunca lo hubiera pensado, que su prometida lo hubiese confundido. Sintió como si le hubieran arrojado un balde de agua helada, lentamente llevó las manos a su bien peinada melena, sin importarle su aspecto, introdujo los dedos en ella haciéndola hacía atrás, de sus ojos color avellana salían gruesas lágrimas, no quería que lo vieran en esa condición, así que con fuertes movimientos se limpió sus mejillas, respiró hondo y fue en busca de Stear.
Eleanor daba indicaciones a la servidumbre para la comida, esperaba el regreso de Richard, después de acomodar los libretos que estaba leyendo, salió de su despacho rumbo a su habitación para cambiarse de ropa, al pasar por el salón una voz le habló. — ¡Pensé que nunca saldrías de tu escondite! — La actriz se volvió de inmediato haciéndose realidad su pesadilla, era Lucrecia Grandchester. — Pero, ¡Tú!, ¿Qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar? — ¡Eso es lo de menos, querida! ¡Lo importante, es lo que vengo a decirte!, además esa no es una manera cordial de saludar, ¡Ohh! Pero ¡Se me olvidaba, que una actriz no tiene modales! — ¡Yo no tengo por qué hacerte reverencia alguna!, por si no te has dado cuenta estamos en los Estados Unidos, ¡Aquí no eres nadie! ¡Sal de mi casa ahora mismo! — Eleanor iba a llamar al mayordomo para que acompañara a Lucrecia a la salida, pero la regordeta mujer, sin tomar en cuenta lo que decía la diva, tomó asiento y respiró hondo. — ¡Si quieres un escándalo, adelante! ¡Lo que sí te aseguro! ¡Es que no me iré sin dejarte claro algunas cosas! — ¡Falta que yo quiera escucharte! — ¡Lo harás querida! ¡Porque se trata de tu amado engendro! — La actriz miró fijamente a la duquesa, de sus azules pupilas refulgían destellos, como si fueran dagas dispuestas a clavarse en aquella mujer, que tanto daño le había hecho a su hijo, respiró hondo y le dijo. — ¡Esta bien! ¡Sí con eso logro que desaparezcas de mi vista! ¡Anda! ¡Saca todo el veneno que tienes preparado! — ¡Por favor! ¡No caigas tan bajo! ¡Por una vez en tu vida! ¿Puedes comportarte como si fueras una dama? — ¡Habla ya! O ¡Haré que te echen! — Lucrecia, que se iba quitando sus guantes dedo por dedo, al finalizar los tomó con una mano y decidida, asumiendo una postura de magnificencia lanzó aquellas palabras que había practicado durante todo su viaje a América.
— ¡Sabía que al mencionar a tu bastardo me pondrías atención! Pues bien, sé que te estas preguntando por qué he realizado todo este recorrido desde Europa para hablar contigo. ¡Sí! ¡Tuve que rebajarme a verte! ¡Porque a Richard se le ha ocurrido la estúpida idea de divorciarse! — Eleanor, a pesar de hacer todo lo posible por evitar reflejar su sorpresa, Lucrecia le comentó. — ¡No pongas esa cara de asombro! ¡Que conozco bien a las de tú clase! — ¡No te permito que me hables así! — ¡No estás para prohibirme nada! — ¡Más bien soy yo la que te exijo que detengas esta atrocidad! O ¡Seré yo misma la que haga público el origen ilegítimo del heredero al ducado! Y ¡No solo eso! ¡Pretendo darlo a conocer aquí para que todo mundo sepa que un miembro de la realeza, además de ser un bastardo, ha enlodado el nombre de su familia al ser un borracho indecente! — ¡Estás enferma! ¡Richard no permitirá eso! — ¡Lo veremos, querida! ¡A él menos que a nadie le conviene un escándalo de esa naturaleza! — ¡Pues todo eso lo tendrás que arreglar con él! ¡Yo no caeré en tu sucio juego! ¡Ahora ya que has derramado tu ponzoña! ¡Lárgate! — Eleanor sonó la campanilla para llamar a su mayordomo a quién le ordenó, — ¡Acompañe a la señora a la salida! Por cierto ¡Le es negada la entrada nuevamente! — El hombre asintió y al acercarse a la dama, ella reparó. — ¡Te arrepentirás si no detienes a tu amante! ¡Tienes el día de hoy para hacer lo que te digo! ¡Si no mañana todo el mundo se enterará! ¡Dile al duque que su “esposa” se hospeda en el hotel Astoria! ¡Suélteme! — Decía la mujer cuando el sirviente intentó tomarla del brazo para acercarla a la puerta.
Eleanor no daba crédito a todo lo que le dijo Lucrecia. Un torrente de emociones y sensaciones iban y venían a su mente. Entonces era verdad lo que le había dicho el duque, ¡Se estaba divorciando!, pero ¿Cómo fue capaz esa mujer de manipular su relación con Richard? Además de maltratar a su hijo, ¡Había engendrado a sus otros vástagos con otros hombres! ¿Si la duquesa había ido era porque el rey ya había tomado cartas en el asunto? ¡Por eso su premura por detener todo! El corazón de la diva daba vuelcos de alegría, aunque, no lo quería aceptar estaba ilusionada, su amor permanecía en el fondo de su alma, lo sabía, pero lo había encerrado solo para ella, rodeado por una coraza de decepción y dolor. Estaba preocupada por lo que fuera a hacer la dama en cuestión. En sus cavilaciones se planteaba la idea de que el divorcio no era admitido en Inglaterra sólo mediante el adulterio y solo poseyendo medios de fortuna podía conseguirse, aunque era enormemente costoso, tanto en lo procesal, como en lo económico. Para efectuarse era precisa la intervención del Parlamento, el cual, por medio de una Private Divorce Act, disolvía el vínculo matrimonial; donde las ventajas eran para los caballeros, en tanto que, para la mujer adúltera significaba perder sus bienes, quedando, además expuesta al repudio y destierro social, lo que era más grave era que perdía la custodia de sus hijos quienes quedaban bajo la exclusiva protección y voluntad del padre. — Pero ¿Sí los hijos no eran de Richard? ¿Qué pasaría con ellos? ¡Pobres chicos! — Se decía para sí misma.
Continuará...
Última edición por Adry Grandchester el Dom Abr 23, 2023 3:08 am, editado 1 vez