CAPÍTULO XIX-2 ESPERANZAS
En la mansión Leagan, Elisa no daba crédito a la llegada de Albert, Stear y la joven que los acompañaba, no podía dejar que su plan se descubriera, así que rápidamente se puso en frente de Susana para que no la reconocieran. Neil a pesar de haber palidecido, mostró una sonrisa nerviosa a los recién llegados, pero de reojo miró a la ex actriz, quien no entendía lo que pasaba, pero algo le decía que no debía estar ahí, así que sin dudarlo se desvaneció en el sofá fingiendo un desmayo ante la sorpresa de todos. Annie se acercó a ella, sacó un pañuelo de su bolso comenzando a hacer aire en el rostro de Susana, al momento que le preguntaba. — ¿Qué te pasa, querida? ¡Seguramente es el cansancio del viaje! — ¡Sí, es eso! — Respondió la chica con voz trémula, quien tomó el pañuelo de la mano de Annie para taparse la cara. Elisa astutamente musitó. — ¡Nuestra amiga está muy cansada! ¡Fue muy pesado el viaje! ¿Por qué no la llevas a su habitación, Neil? ¡Necesita descansar! — Albert intervino. — ¡Es mejor que la vea un médico! — ¡No es necesario, tío! ¡Reposando se repondrá! — Respondió Neil, que ya cargaba a Susana, quien no quitaba el lienzo de su cara. Stear consternado, miraba la escena, algo le recordaba esa joven, pero no atinaba a reconocer, no la había alcanzado a ver completamente. — Pero ¡Dime tío! ¿A qué debemos esta agradable visita? — Cuestionó la pelirroja, mientras dirigía una mirada curiosa a Mely. — ¡Vine a recoger unos documentos que tu padre me dejó! Y además ¡Para decirte que la tía abuela te requiere urgentemente en la mansión! — Respondió William. — ¡Yo me retiro! — Musitó Annie. — ¿Por qué, Annie? ¡Es un gusto verte! ¡En la fiesta no pude saludarte! ¡Hace días que te busco para conversar! — ¡Creo que no tenemos nada de qué hablar! — Contestó muy seria la joven, que no detuvo su marcha a la salida.
Albert por un momento guardó silencio al ver cómo Annie se dirigía a la salida, por un momento pensó en alcanzarla e intentar por enésima vez hablar con ella, pero prefirió guardar silencio, algo le decía que era mejor seguir observando cada detalle de aquella nada común situación. Elisa, que percibió la actitud de su tío, preguntó. — ¿No me presentan a su acompañante? — ¡Claro! ¡Disculpa! ¡Ella es Melisa Klein! — William evitó presentarla como su novia, no quería que los Leagan la incordiaran, por el momento era lo único que necesitaban saber. La aludida inclinó un poco su cabeza y comentó. — ¡Un gusto! — ¡El gusto es mío! ¡Los amigos de mi tío siempre serán bienvenidos en la mansión Leagan! — Respondió Elisa expresando una cordialidad excesiva. — ¿Para qué te quiere con tanta urgencia la tía, Elisa? — Volvió a intervenir William. — ¡No lo sé! ¡Tal vez sea para que la ayude con alguno de los preparativos para la boda! — ¡Tienes razón es mejor que te des prisa! — ¡¿Elisa?! — Reparó Stear. — ¿Por qué se fue tan pronto Annie? ¡Pensé que se quedaría para convivir con tú amiga! Por cierto, ¿Quién es? ¡Tengo la sensación de que la conozco, pero no sé de dónde! ¿Cómo se llama? — ¡No, te equivocas primo! ¡No creo que la conozcas, ella viene de Florida, es amiga de Neil! — ¡Se me hizo conocida! ¡Tal vez la haya visto por la calle, recuerda que vivo temporalmente allá! — ¡Puede ser! — Contestó la pelirroja, sin mostrar atisbo de nerviosismo. — ¡Bien es momento de irnos! — ¿Stear te quedas? ¡Nosotros ya nos vamos! Musitó Albert — ¡Oh, creo que me voy con ustedes! — Los tres salieron del salón sin comentar nada de lo ocurrido.
Archie, por su parte, sabía que tenía poco tiempo para revisar la habitación de Neil, así que entró por la puerta de servició, subió sigilosamente las escaleras hasta que entró a la alcoba de su primo. La luz del día le permitió buscar en todas partes, no le importó revolver toda la habitación, al sacar las cosas que había en los cajones de la cómoda, encontró distintas fotografías de Candy, — ¡Maldito! ¡Sigues enamorado!, ¡Es mejor que te alejes, no permitiré que pises el suelo por donde ella pase! — Sin más guardó las fotos en su chaqueta y continuó con su búsqueda. Ya había sacado todo lo del armario, revisado las bolsas de sacos y abrigos, no estaba, cuando estaba a punto de renunciar, se le ocurrió buscar en las almohadas, sábanas; al levantar el colchón, bingo, ahí estaba su bendito diario. Neil que se encontraba con Susana escuchó ruidos cercanos que le parecía que venían de su recámara, se disculpó con la joven y salió a ver lo que pasaba. Justo iba a entrar a su cuarto, pero desistió al escuchar que los visitantes iban de salida, no tardó en llegar junto a su hermana para saber a qué se debió la llegada de los Ardlay. En tanto Archie guardó el cuadernillo en su chaqueta y salió de la alcoba a toda prisa, pensó en bajar directo, pero no, no debía ser imprudente, así que salió de nuevo por la puerta de servicio. Cuando llegó al vehículo sudaba copiosamente, pero en su semblante se podía ver el alivio al recuperar sus escritos. Albert, al mirarlo se alegró de que no hubiese entrado a la residencia, dado que se evitó una escena demasiado penosa para que lo presenciara Mely.
Alistear, miró a su hermano, respirando tranquilo al verlo ahí, no quiso preguntarle nada, para no delatarlo frente a su tío y Mely, pero pudo imaginar que había conseguido su propósito. Antes de partir, Albert le dijo a Archie. — ¡En cuanto lleguemos e instale a Mely, me buscas! — ¡Claro Albert! — El mayor de los hermanos no desaprovecharía la oportunidad para hablar con el jefe del clan y decirle lo que sucedía, no se separaría de él. En el trayecto, Archie feliz parloteaba sobre todo lo que tuvo que pasar para recuperar de nuevo ese diario, que le había traído tantos problemas, no obstante, Stear no lo escuchaba, no podía dejar de pensar en la amiga de Elisa, lo que alcanzó a ver de su rostro le era extremadamente familiar, pero no sabía de quien se trataba, buscaba en su mente imágenes de sus paseos en Florida para recordar, pero no encontraba la identidad de la misteriosa mujer.
Patty y Candy se quedaron conversando, Patricia se sentía mal por haber interrumpido la conversación de los dos enamorados, pero ya no podía hacer nada, sin reparo le preguntó a su amiga. — ¿Arreglaste algo con Terry? ¡Tengo la impresión de que, si no hubiera llegado, tal vez se hubiesen reconciliado! — ¡No Patty!, pero estoy decidida a hablar con él. — Al decir eso miró a la chica a la cara, no recordó el golpe que momentos antes le había asestado la anciana Ardlay. — Pero ¡Candy! ¿Qué te pasó? — La rubia se cubrió con su cabello intentando disimular, pero Patty no se lo permitió. — ¡¿Fue Terry?! ¡¿Terry te abofeteo?! — ¡Noooo! ¿Cómo piensas eso? ¡Fue la tía abuela! — ¿Qué, pero por qué? — ¡Porque piensa que deshonré el apellido de los Ardlay, cree que estoy embarazada! — ¡¿Embarazada?! — Exclamó Patricia totalmente perpleja. — ¡Eso no es verdad! ¿No se lo dijiste? — ¡Sí, pero no me permitió decir mucho! — ¡Candy es urgente que hables con Albert! ¡Esto no puede seguir así! — ¡Eso es definitivo! ¡Lo haré en cuanto lo vea! — ¡Mejor! ¡Porque si no lo haces tú, lo haré yo! — Pero ¡Patty! — ¡Pero nada Candy! ¡Es necesario aclarar todo! Y ¡Tú padre adoptivo es el único que puede detener las agresiones de esa señora! ¿Qué le da derecho a pegarte? ¡No debes dejar que vuelva a suceder! — ¡No supe cómo me contuve! ¡Por respeto a su edad y a Albert no hice nada!, ¡Nunca he querido causar problemas!, pero ¡Ya no quiero ser la niña que por todo llora!, ¡Ahora tengo que encontrar la solución a la consecuencia de mis actos! ¡No sabes cómo quisiera alejarme de aquí por un tiempo!, pero dudo que la tía abuela lo permita, ¡Necesito el abrazo de mis madres! ¡El hogar de Ponny siempre ha sido mi refugio!, ¡Si tan solo pudiera ir unos días! ¡Olvidarme de todo!, pero ¡No gano nada huyendo! En estos dos días no dejo de lamentar que sea Archie quien más sufra por mí decisión. —¡Es inevitable que sufra!, pero ¡Creo que le harás más daño si te casas con él! ¡Olvidas a Annie, ella también sufre! — ¡Sí, pero ella no ha querido conversar! ¡Es otra pérdida que me atormenta!, ¡Es indudable que con todo esto nuestra amistad no se recuperará! — ¡Eso es lo más seguro! — ¡En qué momento cometí tanta estupidez! — ¡Ya no sirve lamentarse! ¡Mejor ocúpate en encontrar la solución antes de que todos crean lo que no es! — Concluía Patty abrazando a su amiga.
En Nueva York el duque hacía acto de presencia en el hotel Astoria, mandó a uno de sus sirvientes a preguntar por la habitación de Lucrecia, una vez obtenido el dato se apresuró a hacerle una visita a la todavía duquesa. A pesar de que sentía que podría deshacerla con sus manos, sabía que tenía que ser cauto, no había pasado en vano tantos años a su lado, esa mujer era capaz de las peores bajezas. Una vez frente a la puerta tocó, de inmediato le abrió la doncella de su esposa, a quien Richard le hizo salir de inmediato, Lucrecia que esperaba la visita de un reportero, salió al salón, quedando muda al ver que se trataba del duque de Grandchester.
Continuará