CAPÍTULO II INTROSPECCIÓN
Un gallardo joven instalado en el compartimento privado de un tren todavía estaba agitado, no cabía en su asombro de ser nuevamente dueño de su vida, se sentía recobrado en su amor propio, por fin después de tanto tiempo se había librado de esas dos mujeres. Con una enorme sonrisa se recargó en el respaldo del asiento, estiró sus largas piernas, puso los brazos detrás de la nuca y cerró los ojos, mientras a su mente llegaban imágenes retóricas de los eventos que le permitieron estar en ese momento rumbo a Chicago.
— Sí, fue a mí regreso de Rockstown después de verla, aunque fuera en mi imaginación, su cara llorosa, de espanto, dolor, tristeza… ¡Candy, Candy!, ¡Pecosa!, fui un loco al creer que te olvidaría y que podría entregarme a un desamor eterno para cumplir con un estúpido deber, pensar que dedicándome a Susana y al teatro podría seguir. — Se decía el castaño, aún con los ojos cerrados.
— Recuerdo que, con el firme propósito de enfrentar mi destino, aun sintiéndome perdido regresé a Nueva York, Robert me apoyó aceptándome de nuevo en la compañía, a pesar de mí irresponsabilidad, trabajé muy duro para recuperar el lugar como primer actor para que tú pecosa, te sintieras orgullosa de mí. A partir de ese momento me dedique a complacer a Susana en todo, ella que, con su inocencia fingida y amor desmedido me imponía formalizar nuestro compromiso, ¿Cuántas veces le dije que me diera tiempo?, ¡Que el amor no se obliga, se siente!, ¡Pero no! ¡Poco le importó que me fuera consumiendo!, ¡Que me fastidiara su presencia, su cercanía, su sonrisa silente!, ¡Nunca entendió que no podía darle más! Susana!, ¿Por qué te aferraste a mí convirtiendo nuestra vida en un suplicio? —
El joven exhaló un profundo suspiro para continuar con sus pensamientos, tenía demasiado tiempo hasta su parada final. — ¡¿Sabes Susana?! ¡Creo comprenderte! Sí, te comprendo porque yo creí volverme loco cuando la vi partir, el dejar el camino abierto para que otro hombre ocupara su corazón y que ella dejara de amarme ¡No, no!... Cuando pienso en tu sentir hacía mí se me oprime el pecho, porque, aunque yo quisiera ¡No puedo amarte! Nunca hice nada para que tú te obsesionaras conmigo, ¡Lo intenté lo juro que lo intente!, pero ¡No pude modificar mis sentimientos! Al ponerme en tu lugar puedo imaginar lo horrible que es tener un amor no correspondido, pero acaso ¿Alguna vez te di motivo?, el tiempo que convivimos en las horas de trabajo, jamás me acerqué a ti, el afán de Robert porque todos nos vieran juntos, se me hizo excesivo, pero era solo eso, ¡Trabajo!, ¿En qué momento, yo te pretendí?, ¡Demonios! Ese día que me pediste que no la trajera al estreno de la obra y me confesaste tu amor, no dejaste que te aclarara que yo amaba a otra mujer, pero ¡Lo sabías!, eso tampoco ¡Te importó!, por el contrario, ¡Me amenazaste! Dijiste que no estabas dispuesta a dejarme por ella, ni por nadie más, ¿Qué derecho tenías para decirme eso? Ahora me culpo por mi estupidez, tú comentario me dejó estupefacto, no reaccioné rápido, ¡Debí detenerte! ¡Tontamente te subestimé! ¿Quién me diría lo que pasaría?... Cuando ella se fue, debiste haber asumido, que se llevó con ella mi alma, que, adormeció para siempre mis sentidos, que no tenía espacio para nadie en mi corazón, ¡Diablos! ¡Todo ello lo ignoraste siguiendo el camino de la perseverancia!, ¡No puedes negar que fui honesto! Incansablemente, te repetí que yo no podía corresponder a tus deseos. ¡Te ofrecí mi apoyo, mi amistad!, sin embargo, ¡Quisiste más!, con esas acciones me orillaste a alejarme cada vez más y más de ti; y después ¡Toda esa sarta de mentiras! ¡No sabes cómo me arrepiento de haber caído en tú trampa! Ahora me pregunto, ¡¿Cómo fue que aguanté tanto?! ¡Soportar a tu madre! Eso ¡Fue titánico! ¡Hice todo para que estuvieras bien!, no me importó mi felicidad, porque ¡No se me olvida que me salvaste la vida!... ¡Quise!... ¡Quise, que volvieras a valerte por ti misma!, ¡Que retomaras tú camino!, pero ¡Tú! ¿Qué hiciste?, ¡Arrancarme esa vida que tú misma salvaste! Cuando te dije que te había escogido a ti; ¡Sí, lo hice! Pero ¡Nunca te prometí amor! Tu asedio fue desgastante y mi rechazo más, creo que todo eso contribuyó a que tú verdadero carácter saliera con el paso del tiempo.
¿Y qué decir de tu madre? ¡Esa mujer me exaspera con su pose de una gran dama!, ¡No es más que una arpía!, que, ¡Acosta de su hija quiso lograr todo lo que ella no pudo! Nunca pude entender, ¿Quién manipulaba a quién? ¡Ella a ti o tú a ella!, ¿Por qué dejé que me culpara de tu decisión de salvarme? ¡Siempre me arrepentiré de no haber confesado ese día, que yo tenía un compromiso!, sin embargo, ¡Era todo tan confuso! ¡Era un joven, Susana! ¡No tenía a nadie que me aconsejara! Y de eso se aprovechó tu madre, bastó poco tiempo para que dejara ver sus secretas intensiones, ¡Su codicia!... ¡Malvada mujer! Como ¡Sí todo fuera dinero!, pero no se conformó con ello, quiso posición social, renombre, peor aun cuando se enteró de mí linaje noble, ¡Si no hubiera sido por las cartas que encontraron de Richard! Su interés por casarnos se triplicó, ¡La señora quería pertenecer a la monarquía británica, ¡Bah! A mi costa ¡No! ¡No más! ¡Dios, yo que siempre he sido un ateo! ¡Hoy recurro a ti…! ¡Sólo te pido que me dejes llegar a tiempo! ¡He recobrado mi valor, mi personalidad desdibujada por las sombras en las que he vivido estos últimos años, no te miento cuando te confieso que mi paciencia parecía desvanecerse ante mis locos impulsos por mandar todo al demonio y salir corriendo! Fue mi desesperación la que me llevó a medir mis pasos para obtener mi libertad. ¡En verdad, señor! ¡Agradezco que hayas abierto mis ojos! ¡Fue un milagro todo lo que sucedió!
Realmente nunca imaginé el recibimiento que me dieron esas dos mujeres, ¡Diablos!, ¿Cómo no me di cuenta de eso antes?, ¡Me dejé humillar!, ¡Manipular! ¡Lograron convertirme en su títere! En un instante todo cambió, ¡Aquél joven rebelde pareciera que murió al dejar el San Pablo! Me pregunto ¿En qué momento se desvaneció mi personalidad? ¡Ni a mi padre le permití tanto! Tampoco ¡A la cara de Cerdo de mi madrastra! En este momento, lo que siento es ¡Coraje! ¡Enojo conmigo mismo! En los primeros días de mi auto castigo la soledad volvió a ser mi compañera, ¡Esa soledad que me ha acompañado desde mi niñez! Esa infancia plena de confusión, al no entender el desamor de mi padre, el odio de la cara de cerdo y el desapego de mi madre, todo eso me hizo sentir indigno de un amor como el tuyo, Candy, tú que, descubriste en mí la capacidad y el derecho de amar y ser amado. ¡Solo tú me ayudaste a olvidar el desamor de todos los que se suponía debían amarme! ¡Se acabó! No sé si fue la suerte la que puso frente a mis ojos esa nota en sociales, ¡Si no hubiera sido por eso todavía estuviera esperando a dar el paso definitivo!, ¡Sí, fue eso y la ocurrencia de Susana de meterse en mi cama!, ¡No! ¡Ni un minuto podría quedarme ahí! — Decía para sí el castaño, levantándose de su asiento para nerviosamente meter sus manos en los bolsillos del pantalón, meditaba sobre los eventos sucedidos unas horas antes de romper su compromiso con Susana.
Él se encontraba sumido en sus pensamientos mirando sin ver desde la ventana de su habitación, su espalda recta dejaba ver su porte aristocrático, era innegable la atracción que ejercía sobre las mujeres, su cabello castaño un poco corto, apenas rozando los hombros, lo hacían verse más varonil, su espalda ancha, sus fuertes brazos armonizaban perfectamente con sus piernas; la equitación era uno de sus escapes, el ejercicio le ayudaba a despejar sus pensamientos y a mantenerse en forma. No obstante, al llegar a la casa de las Marlow todo se volvía gris; él taciturno no se daba cuenta, que desde el umbral de la recámara Susana lo observaba celosa al imaginarse en quién estaba pensando. Sin miramiento alguno con un tono por demás molesto se dirigió al castaño.
— ¡Terry! ¿Acaso no piensas venir a cenar? Llevas horas ahí parado, ¿No sé qué haces? ¡Mi madre aguarda por nosotros!, ¡Así que date prisa!, bastante tengo con tus largas ausencias para que ¡Su excelencia nos haga esperar! — Dijo la mujer sarcásticamente dándose la vuelta, quería hablar con él, pero su orgullo y vergüenza no la dejaron. Tenía un año que Susana caminaba con su prótesis, el ruido que hacía al caminar para el castaño representaba un paso a la libertad, al ver la independencia de la muchacha.
Ataviado elegantemente con un traje de tres piezas azul marino, el joven inglés suspiró, mientras con su mano hacía su cabello para atrás para controlar las ganas que tenía de estrangular a aquellas dos mujeres que le representaban el infierno mismo, a pesar de haber comprado la residencia para la comodidad de la joven, no se sentía a gusto. El poco tiempo que pasaba ahí, lo hacía en su alcoba, de vez en vez y para evitar reclamos llegaba para cenar. Al inicio de la convivencia con las Marlow, el actor advertía como se hundía en un pozo sin fondo, el sólo ver a Susana le incomodaba, el hostigamiento de la madre de la chica, sus palabras mandonas y agresivas eran para él golpes certeros en su cabeza instándolo a huir y perderse para no volver nunca.
— ¡Terrence le voy a pedir que se comporte como un caballero y no haga esperar a las damas en la mesa!, ¡Creo que no es mucho pedir!, ¡Aunque claro está que difícilmente puede comportarse como tal, con mi Susy! — Comentó la malhumorada señora Marlow al ver entrar al joven al comedor. Susana al escuchar a su madre prosiguió con el mismo tono de superioridad. — ¡Déjalo madre!, ¡Es más que obvio que a Terry no le interesa comportarse como un caballero! a pesar ¡De ser miembro de la corte inglesa! ¡Parece que no sabe tratar a las damas! — Exclamó la chica dando una mirada a Terry con otro sentido, que él entendió perfectamente, ella se refería al rechazo de la noche pasada. — ¡Hija!, pero ¡Es el colmo que nos tenga esperando!, ¡Así como nos viene postergando la formalización de su compromiso y la fecha para la boda!, ¡Es inaudito! ¡Es lo mínimo que puede hacer para agradecer que le hayas salvado la vida! — Reclamó Carolina Marlow. — Por cierto, Terrence ¡Necesito dinero para pagar el sueldo de una nueva mucama!, ¡Susy merece la mayor y mejor atención posible!, también ¡Es necesario comprar otros uniformes para la servidumbre!, ¡Hay que estar a la altura de las mejores familias de Nueva York! ¡Un jardinero se requiere para reorganizar el invernadero! ¡Y que nuestra Susy disfrute de baños de sol! Espero contar con ello mañana por la mañana. — Prosiguió la mujer sin mayores preámbulos. — ¡Terry, necesito cambiar mi guardarropa!, debido al invierno la moda ha cambiado y no puedo vestir lo mismo, ¡Estos vestidos ya están viejos!, ¡Quiero verme hermosa para la gala de opera que se presentará la siguiente semana!, ¡Mamá ya tiene los boletos de entrada para los tres! ¡Ya es justo y oportuno que nos vean juntos los periodistas! Podríamos aprovechar para dar la primicia de nuestro próximo matrimonio. — Demandó la joven con una melosa sonrisa. — ¡Susana!, ¡Lo siento! ¡No podré acompañarlas, estamos ensayando hasta muy tarde para la siguiente obra!, ¡No puedo faltar!, además ya te he dicho que por el momento no puedo distraerme en otras cosas. —Respondió el actor sin levantar la mirada de su plato. — ¡Lo vez hija! ¡Este hombre no hace más que dar largas! Pero ¡Le advierto jovencito! ¡No toleraré que se prolongue más esto!, ¡Mi hija no será la novia eterna! ¡Y usted tiene la obligación de cumplirle!, así que ¡Seré yo misma quien anuncie a la prensa el compromiso! — Gritó la señora Marlow levantándose de la mesa e inclinando la cabeza para mirar fijamente a los ojos del actor.
La reacción del castaño no se hizo esperar, de un salto se levantó dando fuertes manotazos sobre la mesa y con un tono por demás elevado enfrentó con fiereza la mirada de la madre de Susana, provocando que se sentara de nuevo. — ¡Basta, basta ya! ¡Ustedes dos me tienen harto! Y ¡Escúchenme bien! ¡Es la última vez que me ordenan o gritan! Ha sido suficiente con soportarlas durante cuatro años. — Las dos mujeres dieron un salto asustadas por los manotazos y la dura mirada del inglés. — ¡Usted no puede hablarnos así! — Tartamudeando reparó la señora Marlow acercándose a su hija, quién tomó de las manos a su madre.
— ¡Cállese señora! ¡De su boca no sale otra cosa más que veneno! y ¡Tu querida Susana! ¡Por favor quita la cara de espanto!, durante este tiempo he aprendido a conocer tus artimañas silentes, pero ¡Hoy hablaré!, así que ¡Es mejor que se pongan cómodas para que no se vayan a desmayar! —Apuntó el joven con el mismo tono de voz. Ambas se apretaban las manos, Susana había palidecido, al contrario de su madre, quien tenía las mejillas coloradas por el coraje por la forma de hablar del que ya consideraba su yerno. — ¡Terry, por favor! — Instó la joven con mirada suplicante. — ¡Terrence, para ti soy Terrence, no me vuelvas a llamar Terry! — Repeló el inglés.
Susana comenzó a llorar, mientras observaba la figura altiva de ese hombre que le devolvía una mirada gélida, sin expresión en su cara. — ¡Bueno!, Creo que ya puedo informarles, que ¡Desde este momento disuelvo mi compromiso contigo Susana!, ¡Me voy de aquí!, ¡La casa ya es de su propiedad!, ¡Debido al gasto que he erogado para tu tratamiento y viendo que ya te puedes valer por ti misma!, ¡Hasta aquí llegó mi obligación contigo! —Concluyó el actor saliendo del comedor para dirigirse a su habitación.
Con paso firme y totalmente decidido Terrence comenzó a hacer su maleta, no llevaría todo, solo lo necesario para su viaje, después le diría a su madre que fuera por todas sus pertenencias, antes de salir de la que fue su recámara, corroboró que no dejara ningún documento, chequera o dinero en efectivo, no se trataba de ser egoísta, pero conocía bien las mañas de las que hasta ese momento fueron sus celadoras. Con equipaje en mano bajó las escaleras, no pensaba despedirse, pero Susana al verlo lo jaló del saco y se aferró a su mano, pero él bruscamente se liberó de su agarre. — ¡Suéltame! ¡Espero no volverlas a ver en mi vida! — Dijo sin mirar atrás, salió de la lujosa casa cerrando con fuerza la puerta. Cuando dio su primer paso, el aire le pareció más liviano, respiró hondo y se dirigió a la estación de tren.
Terry detuvo sus pensamientos, sabía que tardaría en llegar a Chicago, así que tocándose con sus dedos el puente de la nariz decidió calmarse y tratar de dormir, tenía mucho que hacer al llegar a la Ciudad de los Vientos.
Continuará…