CAPÍTULO 7.
Candy.
Cuando se aproximaba mi fecha de graduación, rechacé por lo menos cinco invitaciones para el baile. No podía darme el lujo de desperdiciar tiempo en cosas de niños. Siempre pensé que yo era inteligente. Cualquiera que me conociese de la escuela, chico o chica, diría que yo no aceptaba mierda de nadie. Me gradué de la escuela secundaria. La hermana Maria y La señorita Pony, incluyendo Annie, estaban allí en el público aplaudiendo. Todos salimos a cenar después. Es la primera vez que noté que Annie usaba labial. Me inscribí en el ELA Junior College. Las clases comenzarían en un mes. El efectivo mi esfuerzo trabajando tuvieron resultados —más de dos mil dólares— estaba apilado en mi colchón. Había habido más, pero ya había gastado un poco en la matrícula del primer semestre y el auto. La hermana Maria me llevó al vendedor de autos donde había comprado el suyo recientemente. Era una necesidad tener un auto. El vendedor era una persona de apariencia suave con cejas y cabello oscuros, con un ligero sobrepeso, y francamente, yo no estaba segura de si era una mujer masculinizada o un hombre afeminado en ese traje y corbata. La hermana Maria se sentó por allí y monitoreó el trato completo, pero me dejó hablar a mí. El precio que pedía era mil ochocientos. Lo bajé a mil trescientos con la garantía de que lo tomarían de vuelta durante sesenta días si le llegaba a pasar algo al auto.
—No quiero crédito. Tengo el efectivo.
Acabó de un mes todo empezó a cambiar. Cambie de auto a uno mejor. Entró en mi vida un hombre que cualquier mujer desearía tener como marido. Guapo, bondadoso, amoroso, y con una posición económica bastante buena. Por Albert rechacé mi inscripción en el ELA Junior College, y me inscribí en el Santa Mónica Junior College cerca de mi nuevo apartamento, un bonito lugar que Albert me había conseguido a buen precio . Dos años más tarde, me transferí a la UCLA. Los exámenes todavía eran fáciles para mí. Estudiar no era nada del otro mundo. Mi cerebro era una esponja. Lo que sea que leyese, lo retenía.
—Dos años de UCLA, después ¿qué? —preguntó Annie.
—No sé todavía. Quizá vaya por un título en derecho.
—Siempre te encantaban los abogados —intervino la hermana Maria.
—Todavía me encantan —dije. Me estaba riendo con júbilo. Amaba a mi dos madres. Amaba a los niños del orfanato . Los había extrañado.
Todo va perfectamente, me graduaré de la UCLA en dos meses. Mi cerebro estaba recibiendo una golpiza pero mi cerebro estaba a millas de distancia, ocupado en finalizar una entrega venidera. Alguna gente paga la universidad trabajando en la cafetería. Tengo mi propio plan financiero independiente de la ayuda estudiantil federal. Y la ayuda de Albert quien me he hecho recorrer un largo camino desde donde estaba cuatro años atrás. Recordé su propuesta había pasado un mes de conocernos. Estábamos en un restaurante de comida inglesa .
—Toma asiento, Srta White. Esta es mi idea: Te patrocino para que vayas a la facultad de derecho. Vives aquí y te haces cargo de mi negocio. Dejé de comer y lo miré fijo. Albert no me miró y no dejó de comer.
—¿Por qué harías eso? —Dije sonriendo —Más tarde o más temprano harías que me echen.
— Nadie te echará.
—Sucede.
—No, no lo haré.
—Sé cómo son las cosas.
— Te quiero de mi lado. Eres demasiado buena y seria un idiota si te dejo marchar. Fui alrededor de la mesa, lo abracé desde atrás y lo besé en la parte de arriba de la cabeza mientras él seguía comiendo, luego regresé a sentarme a mi silla.
—Eres demasiado bueno conmigo —dije.
—Acepta el trato —insistió—. Inscríbete en la facultad de derecho y haz que este sea tu hogar. Seguirás conservando tu hogar, si no deseas abandonar tu apartamento. Sonreí.
—Suenas serio.
—Soy serio.
—¿Por qué? Me miró a través de la mesa.
—¿Por qué no?
—Si voy a la facultad de derecho, tendré que hacerlo por mí misma —aclaré—. Ayudará si puedo seguir viniendo para que me asesores . —Mi sonrisa era más grande. —Ni siquiera sé si puedo ingresar a una facultad todavía. Albert terminó de comer. No iba a dejar de insistir.
—Puedes ingresar. Te graduaste con buenas calificaciones.
—No estoy preparada. Además, no gano mucho dinero.
—Podemos llegar a un acuerdo. Dinero no es inconveniente.
—Tengo un apartamento, un alquiler, el pago de un auto. Yo...
—No tienes que abandonar nada de eso —interrumpió—. Solo múdate aquí que es seguro.
— Qué hay del que dirán? — Albert me miraba serio— Eso podría ponerte en una situación incómoda, vaya puedo imaginar lo que dirían de un hombre soltero teniendo a una mujer viviendo en su casa. Ni siquiera somos pareja.
—Nadie va a decir nada de ti. Caminamos a la salida del restaurante.
—¿Dime que pensarás en ello?
—Pensaré en ello —contesté.
Albert me encontró en la alcantarilla. Lo conocí por casualidad. Un par de conversaciones y después de eso fuimos inseparables. Albert me enseñó cómo atraer la atención sin pretenderlo, como vestirme, cómo sentarme por si salíamos a cenas de los empresarios más ricos de mundo , cómo manejar los cubiertos cuando era la hora de comer. Me enseñó cómo comportarse con la gente de alta sociedad. La primera cena que Albert me presento ante la crema y nata de la sociedad, y pude darme cuenta de la atracción y las reacciones que tuve en los hombres, Albert también lo noto. Los chicos se me habían insinuado desde que podía recordar. Tuve peleas con chicas en la escuela luego de que sus novios me mirasen fijo o me tirasen los perros. Perdí la cuenta de las veces que tuve que defenderme de compañeros de clase varones en la escuela secundaria que no podían controlar sus manos, aún más cuando comencé a madurar, mi mirada se volvió atrevida, y mi cabello rubio a lucir mejor. Albert no es mi novio, es una lástima, hubiera sido el amante perfecto, pero entre Albert y yo existe algo más fuerte , más duradero . Desde Terry no he vuelto a estar con nadie y mi cuerpo se empieza a sentir necesitado. Hacía mucho que no pensaba en Terry . ¿Como estará? ¿Será feliz?. Lo último que supe de él fue que se había casado y tenía una hija. Me costo mucho olvidarme de él. A quien quiero engañar, no puedo olvidarlo. La cosa es así: Albert no es mi novio o amante, pero en el mundo real, es mi benefactor . Es mi amigo. Los dos somos oportunistas y nos aprovechamos del otro. Estoy con él por que quiere hacer de mi su mano de confianza y su abogada privada. Pero nuestro relación es la clase de amor del que no te puedes sentir deseada, o traicionándola. Aunque me da curiosidad saber por que Albert nunca a intentado tener algo más. Yo no lo hubiera rechazado. Pero él dejó las cosas claras desde el principio.
Continuará...
Candy.
Cuando se aproximaba mi fecha de graduación, rechacé por lo menos cinco invitaciones para el baile. No podía darme el lujo de desperdiciar tiempo en cosas de niños. Siempre pensé que yo era inteligente. Cualquiera que me conociese de la escuela, chico o chica, diría que yo no aceptaba mierda de nadie. Me gradué de la escuela secundaria. La hermana Maria y La señorita Pony, incluyendo Annie, estaban allí en el público aplaudiendo. Todos salimos a cenar después. Es la primera vez que noté que Annie usaba labial. Me inscribí en el ELA Junior College. Las clases comenzarían en un mes. El efectivo mi esfuerzo trabajando tuvieron resultados —más de dos mil dólares— estaba apilado en mi colchón. Había habido más, pero ya había gastado un poco en la matrícula del primer semestre y el auto. La hermana Maria me llevó al vendedor de autos donde había comprado el suyo recientemente. Era una necesidad tener un auto. El vendedor era una persona de apariencia suave con cejas y cabello oscuros, con un ligero sobrepeso, y francamente, yo no estaba segura de si era una mujer masculinizada o un hombre afeminado en ese traje y corbata. La hermana Maria se sentó por allí y monitoreó el trato completo, pero me dejó hablar a mí. El precio que pedía era mil ochocientos. Lo bajé a mil trescientos con la garantía de que lo tomarían de vuelta durante sesenta días si le llegaba a pasar algo al auto.
—No quiero crédito. Tengo el efectivo.
Acabó de un mes todo empezó a cambiar. Cambie de auto a uno mejor. Entró en mi vida un hombre que cualquier mujer desearía tener como marido. Guapo, bondadoso, amoroso, y con una posición económica bastante buena. Por Albert rechacé mi inscripción en el ELA Junior College, y me inscribí en el Santa Mónica Junior College cerca de mi nuevo apartamento, un bonito lugar que Albert me había conseguido a buen precio . Dos años más tarde, me transferí a la UCLA. Los exámenes todavía eran fáciles para mí. Estudiar no era nada del otro mundo. Mi cerebro era una esponja. Lo que sea que leyese, lo retenía.
—Dos años de UCLA, después ¿qué? —preguntó Annie.
—No sé todavía. Quizá vaya por un título en derecho.
—Siempre te encantaban los abogados —intervino la hermana Maria.
—Todavía me encantan —dije. Me estaba riendo con júbilo. Amaba a mi dos madres. Amaba a los niños del orfanato . Los había extrañado.
Todo va perfectamente, me graduaré de la UCLA en dos meses. Mi cerebro estaba recibiendo una golpiza pero mi cerebro estaba a millas de distancia, ocupado en finalizar una entrega venidera. Alguna gente paga la universidad trabajando en la cafetería. Tengo mi propio plan financiero independiente de la ayuda estudiantil federal. Y la ayuda de Albert quien me he hecho recorrer un largo camino desde donde estaba cuatro años atrás. Recordé su propuesta había pasado un mes de conocernos. Estábamos en un restaurante de comida inglesa .
—Toma asiento, Srta White. Esta es mi idea: Te patrocino para que vayas a la facultad de derecho. Vives aquí y te haces cargo de mi negocio. Dejé de comer y lo miré fijo. Albert no me miró y no dejó de comer.
—¿Por qué harías eso? —Dije sonriendo —Más tarde o más temprano harías que me echen.
— Nadie te echará.
—Sucede.
—No, no lo haré.
—Sé cómo son las cosas.
— Te quiero de mi lado. Eres demasiado buena y seria un idiota si te dejo marchar. Fui alrededor de la mesa, lo abracé desde atrás y lo besé en la parte de arriba de la cabeza mientras él seguía comiendo, luego regresé a sentarme a mi silla.
—Eres demasiado bueno conmigo —dije.
—Acepta el trato —insistió—. Inscríbete en la facultad de derecho y haz que este sea tu hogar. Seguirás conservando tu hogar, si no deseas abandonar tu apartamento. Sonreí.
—Suenas serio.
—Soy serio.
—¿Por qué? Me miró a través de la mesa.
—¿Por qué no?
—Si voy a la facultad de derecho, tendré que hacerlo por mí misma —aclaré—. Ayudará si puedo seguir viniendo para que me asesores . —Mi sonrisa era más grande. —Ni siquiera sé si puedo ingresar a una facultad todavía. Albert terminó de comer. No iba a dejar de insistir.
—Puedes ingresar. Te graduaste con buenas calificaciones.
—No estoy preparada. Además, no gano mucho dinero.
—Podemos llegar a un acuerdo. Dinero no es inconveniente.
—Tengo un apartamento, un alquiler, el pago de un auto. Yo...
—No tienes que abandonar nada de eso —interrumpió—. Solo múdate aquí que es seguro.
— Qué hay del que dirán? — Albert me miraba serio— Eso podría ponerte en una situación incómoda, vaya puedo imaginar lo que dirían de un hombre soltero teniendo a una mujer viviendo en su casa. Ni siquiera somos pareja.
—Nadie va a decir nada de ti. Caminamos a la salida del restaurante.
—¿Dime que pensarás en ello?
—Pensaré en ello —contesté.
Albert me encontró en la alcantarilla. Lo conocí por casualidad. Un par de conversaciones y después de eso fuimos inseparables. Albert me enseñó cómo atraer la atención sin pretenderlo, como vestirme, cómo sentarme por si salíamos a cenas de los empresarios más ricos de mundo , cómo manejar los cubiertos cuando era la hora de comer. Me enseñó cómo comportarse con la gente de alta sociedad. La primera cena que Albert me presento ante la crema y nata de la sociedad, y pude darme cuenta de la atracción y las reacciones que tuve en los hombres, Albert también lo noto. Los chicos se me habían insinuado desde que podía recordar. Tuve peleas con chicas en la escuela luego de que sus novios me mirasen fijo o me tirasen los perros. Perdí la cuenta de las veces que tuve que defenderme de compañeros de clase varones en la escuela secundaria que no podían controlar sus manos, aún más cuando comencé a madurar, mi mirada se volvió atrevida, y mi cabello rubio a lucir mejor. Albert no es mi novio, es una lástima, hubiera sido el amante perfecto, pero entre Albert y yo existe algo más fuerte , más duradero . Desde Terry no he vuelto a estar con nadie y mi cuerpo se empieza a sentir necesitado. Hacía mucho que no pensaba en Terry . ¿Como estará? ¿Será feliz?. Lo último que supe de él fue que se había casado y tenía una hija. Me costo mucho olvidarme de él. A quien quiero engañar, no puedo olvidarlo. La cosa es así: Albert no es mi novio o amante, pero en el mundo real, es mi benefactor . Es mi amigo. Los dos somos oportunistas y nos aprovechamos del otro. Estoy con él por que quiere hacer de mi su mano de confianza y su abogada privada. Pero nuestro relación es la clase de amor del que no te puedes sentir deseada, o traicionándola. Aunque me da curiosidad saber por que Albert nunca a intentado tener algo más. Yo no lo hubiera rechazado. Pero él dejó las cosas claras desde el principio.
Continuará...