art.by Betty Graham
"Nadie," susurré, antes que el mundo se oscureciera.
Desperté por el ardor en mis mejillas. Estaba de vuelta en la silla, pero la habían movido al otro lado de la habitación. El demonio se cernía sobre mí, sus dedos moviéndose sobre mi piel. Lloriqueé y él se agachó más.
"¿Estás despierta ahora?"
Asentí, pero el movimiento hizo que me doliera la cabeza.
"¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste a este maldito edificio?"
Aclaré mi garganta. "Fue-fue un accidente. Me asusté y la puerta estaba abierta en el callejón."
"¿Te asustaste de qué?"
"Pensé que alguien venía tras de mí."
Me observó. "Parece que te alcanzaron."
No dije nada a medida que las lágrimas caían por las esquinas de mis ojos.
Cruzó sus brazos, su voz furiosa. "Cometiste un error viniendo aquí."
Agaché mi cabeza. "Por favor," susurré, a sabiendas que era inútil.
"Viste algo que no deberías haber visto."
"Nada. No vi nada," mentí.
Se echó a reír, de forma baja y cruel. "Eres una mentirosa terrible."
"No diré nada. Nadie lo sabrá. Por favor, déjame ir."
"No puedo hacer eso."
El hombre más alto apareció en la puerta. "¿Jefe? ¿Necesita ayuda?"
"No. Limpia ese desastre. Deshazte de eso."
El hombre alto dio un paso al frente, dejando un arma sobre el escritorio.
Comencé a temblar, prolongados escalofríos recorrieron mi espalda y sacudieron mi cuerpo. "Por favor…" Supliqué, mi voz vacilante.
"¿Qué?"
"Hazlo rápido, por favor. Y deja que cierre los ojos." Mi voz vaciló y una lágrima solitaria se deslizó por mi mejilla. "Hay dinero en mi bolsillo. ¿Podrías dejarlo en un olfanato o algo así?"
Hubo silencio por un momento. "No cumplo encargos."
"¿Tal vez uno de tus hombres?"
"¿Por qué le importaría a una mujer muerta dónde termina su dinero?"
Un sollozo salió de mi pecho. Sin pensarlo, agarré su brazo, el material de su abrigo se sintió grueso y suave bajo mis dedos. "Por favor. Te lo suplico."
"¿Suplicas por tu vida?"
"No. Te suplico que muestres algo de misericordia y des el dinero a un lugar que lo necesite. Ustedes no lo necesitan. Pero podría ser de ayuda para alguien como yo." Metí la mano en mi bolsillo y puse el rollo de dinero en su mano.
Se me quedó mirando, su mirada pasando del dinero a mi otra mano agarrando su abrigo.
"No me gusta que me toquen."
Retiré mis manos. "Lo siento."
Tomó el dinero. "¿Dónde conseguiste este dinero?"
"Lo robé."
Su ceja se elevó de forma inquisitiva. "¿Lo robaste?"
"Sí."
Un movimiento captó mi atención y vi, horrorizada, cuando los hombres en la otra habitación rodaban los cuerpos en grandes lonas. No las había visto en el suelo hasta ahora. Una vez que los cuerpos fueron trasladados, ya no había rastro de ellos.
Me pregunté si tenían otra lona para mi cuerpo.
Se me escapó un lloriqueo, y mis temblores se intensificaron.
"No los mires. Mírame a mí," ordenó.
Mi mirada volvió a él de golpe.
"¿Cuál es tu nombre?"
"No importa. Nadie me echará de menos."
"Te pregunté tu nombre."
"Candy."
"¿Quién te hizo esto?"
¿Por qué estaba jugando conmigo? ¿Por qué no solo me mataba?
"¿En realidad importa?"
Se agachó, su rostro cerca del mío. "Tú, Candy, estás probando mi paciencia. Tienes que aprender algo. Si te hago una pregunta, respondes. Si te digo que hagas algo, lo haces. ¿Entendido?"
"S-sí," dije entre mi aliento; tratando de controlar los escalofríos que hacían que mi cuerpo se sacudiera con pequeños espasmos.
"¿Quién te hizo esto?"
"Su nombre es Neal."
"¿Neal es tu esposo?"
Sentí un destello de ira. "¿Por qué, si lo fuera, eso le daría derecho?"
Sus ojos se entrecerraron; resplandeciendo, furiosos y brillantes bajo la luz tenue. "No."
Mis hombros cayeron. "No, no lo es. Era mi novio. Mato a mi nana y Empezó a golpearme después que me negué a firmar los papeles de matrimonio."
"¿Cuándo fue eso?"
"Hace s-seis dias," dije con voz ahogada.
"¿A tu padre le agradaba este hombre?"
No entendía su línea de interrogación, o por qué le interesaba.
"No. No le agradaba."
Frotó su barbilla. "Era un hombre inteligente. Dime."
Con un suspiro, hablé. "Siempre discutíamos y prometía que no lo haría de nuevo. Mi papá se enfermó, y dejé el trabajo para cuidar de él. Cuando murió, Neal insistió en que me mudara con él, y fue entonces que comenzó a golpearme al negarme... Luego, hace un mes, se detuvo. Pensé que había cambiado. Me trajo aquí a Nueva York en un viaje de negocios. Salvo que cuando llegamos aquí, me enteré que no era un… viaje de negocios."
"¿Y?"
Cerré mis ojos mientras las lágrimas fluían. "Planeaba tomarme por la fuerza y llevarme a alguna fiesta. -compartirme con otros hombres. Dejó de golpearme para que no estuviera moreteada. Cuando lo descubrí, traté de irme. Él se enojó y perdió el control." Limpié las lágrimas de mis mejillas, a sabiendas que eran inútiles. "Me abofeteó, me arrojó contra una mesa y mató a mi nana cuando intento defenderme. Fingi quedar inconsciente. Me dejó ahí y fue por una bebida abajo. Sabía que cuando volviera empezaría de nuevo, así que hui."
"Después de tomar su dinero."
"Pensé que al menos merecía eso. No me quedaba nada. Necesitaba algo de dinero para encontrar un lugar para quedarme."
"Y terminaste aquí."
Eso fue todo lo que dijo. Cuando abrí mis ojos, me estaba mirando. Había una expresión extraña en su rostro. Se recargó a un costado del viejo escritorio, con sus brazos cruzados.
"¿Qué hotel?"
Quería preguntarle por qué le importaba, pero recordé su advertencia de antes. "El primero que encontrará."
Uno de sus hombres entró en la habitación. "Está hecho, jefe. Hemos sacando la basura."
El demonio se puso de pie. "Bien."
"¿Quiere que me encargue de esto?"
El jefe no dijo nada. Me observó con sus ojos azules, silencioso y vigilante.
"Con gusto la llevaría a otro lado y me encargaria. Disfrutaría encargarme de ella si sabe a lo que me refiero," añadió, mirándome de forma lasciva. "Un bono adicional por un trabajo bien hecho esta noche."
Pasó muy rápido. Mi terror aumentó al saber lo que estaba por ocurrir. Mi vida terminaría esta noche, pero antes sería sometida a más dolor y humillación. El demonio se giró sobre sus talones, momentáneamente distraído, maldiciendo y gritando. Me lancé, agarrando el arma sobre el escritorio, poniéndola bajo mi barbilla.
Retrocedí, mi mano temblando, el frío metal del arma pegada a mi piel.
Los hombres se quedaron inmóviles, y el jefe dio un paso hacia atrás, mirándome a los ojos.
"Dame el arma, Candy."
"No," dije con voz temblorosa. "No se lo permití a Neal, no te permitiré que me entregues como un pedazo de basura."
Se movió hacia mí, su voz dominante y letal. "Dame esa maldita arma."
Amartillé y se detuvo. "No. Al menos así, yo tengo el control."
"No tienes que hacer esto—no quieres hacerlo."
Dejé escapar una carcajada. "¿Por qué, para que ustedes tengan el placer? Al menos puedo negarles eso."
"Candy," me advirtió.
"Voy a morir esta noche. No me queda nada. Al menos puedo hacerlo yo misma." Lo miré a los ojos. "Por favor, dale el dinero a alguien más que lo necesite."
Asintió, levantando sus manos. Cerré mis ojos y empujé el arma con más fuerza, enterrándola en mi piel.
Con un último suspiro tembloroso, tiré del gatillo.
Continuara....