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LEGADO GRANCHESTER.
CAPÍTULO 4.
PARTE 1
Después de un mes y tres semanas instalada en Washington, Candice estaba aliviada de volver a Nueva York, pues sentía que aquella ciudad ya la estaba agobiando, con tantos problemas que tenía por resolver. Sin embargo, sintió que su sacrificio había válido la pena, ya que de momento la sucursal había quedado en buenas manos, y los problemas momentáneos que estaban teniendo con el personal, estaban controlados.
Desde que entró a Nueva York, la ansiedad se apoderó de ella, porque anhelaba estar con su adorado esposo y tres hijos. Sabía que en la noche se encontraría con Ellie y Mía, pero con su hijo Terius, tendrían que arreglárselas para coincidir en la universidad. Bueno, y sobre Terence, eso otra cosa, él estaba esperándola ansioso en la compañía.
De manera que cuando Stewart entró al parqueo de GAQUIM, el corazón de Candice palpitó con premura, moría por estar con él y anhelaba sentir su cálida presencia a su lado. Una exquisita sensación le advertía que una vez que se vieran, sería muy difícil separarse.
Y efectivamente eso fue lo que pasó, cuando la puerta del elevador se abrió y ella salió, lo vio caminar con pasos apresurados, él traía un rostro serio, no era necesario deducir que estaba pasando un mal día. Cuando el castaño alzó el mentón, sus miradas se encontraron y brillaron, ambos se apresuraron y se abrazaron, ella sentía que sus huesos se harían polvo entre el firme y fuerte abrazo de él, entonces sin contenerse más y olvidando que estaban en la empresa, ella inició un beso, esperando que esa boca tibia saciará su sed, pero no fue así; esa solo fue la pequeña chispita que avivó un ardiente deseo en ambos.
Terence la llevó a su oficina, y cerró con seguro la puerta. La aprisionó contra la pared, y empezó a dejar besos húmedos por su cuello —Te amo Candy, no sabes lo mucho que te he echado de menos—él le dijo al oído. Ella no logró articular palabra porque su esposo no le daba tregua, la fricción de sus cuerpos la hizo sentir el deseo en él—Te necesito… ¡Ahora! —Él no le estaba preguntando, pues ya se había bajado el pantalón, y ella ya traía la falda subida hasta las caderas. De nuevo se besaron con vehemencia, él la alzó en vilo y más que lista para recibirlo, ella lo envolvió con sus piernas alrededor de sus caderas, él se sentó en el sofá y le rompió las delgadas bragas, ella extasiada se acopló sobre él a horcajadas, Terence echó un poco la cabeza hacia atrás, y no apartó su mirada oscurecida y penetrante sobre su rubia amazona, con sus ágiles manos, marcaba el ritmo.
Esa pequeña demostración de placer, que las mieles del amor les permitió, no les fue suficiente, necesitaban amarse mucho más —Tengo que poseerte de todas las maneras posibles—. Terry le dijo con voz gruesa, recuperándose de la cúspide a la cual juntos habían llegado. Comprendieron que no era el momento para seguir amándose, ya que afuera, todo el mundo estaba en sus propias ocupaciones.
Los sonidos de las llamadas entrantes, impresoras y fotocopiadoras sacando su tarea, voces de los otros ejecutivos ir y venir, y con ellos el taconeo de sus secretarías detrás. El "din" intermitente del elevador, los regresó a su presente, ellos también tenían muchos pendientes; así que se dieron un último beso, con la promesa de seguir en la noche, lo que recién empezaron.
—Te amo—. Candy le dijo en un último beso. Él la ayudó a recomponerse, y ella entró al servicio sanitario. Él se fajó la camisa y chaleco, se ajustó de nuevo la corbata, luego se agachó y guardó dentro del bolsillo de su pantalón el resto de la prenda íntima de su esposa.
Ella salió del sanitario, y Terence se echó a reír porque ella no paraba de alegarle al no devolverle su ropa interior. Pero la verdad, era que solo habían quedado dos hilos colgando por cada lado, y cuando ella los vio, prefirió no ponérselos.
—Prometo que te las voy a reponer—.Terry le dijo envolviéndola en un abrazo.
Ella alzó su nariz moviendo la cabeza en negativa, —Siempre lo prometes y nunca cumples.
—Esta vez, lo haré. Y espero que no te sorprendas con lo que te compre—. Él le dijo con picardía.
—Con que no sean pantaletas de abuelita, me conformo.
—Hasta la noche, mi vida.
—No llegues tarde.
Ambos rieron, abrieron la puerta de presidencia, y salieron cada uno, por un lado.
~♡~
Ya en la tarde, Terry se dio una escapada y le pidió a Michael que lo llevara a esa boutique de lencería exclusiva y fina de la que tanto alardeaba. La cara se le caía de vergüenza al entrar en una sexshop.
—Me dijiste que era algo… exclusivo—. Terence le reclamó en voz baja, antes de que la muchacha que atendía el local se les acercara.
—Es exclusivo, en verdad, no le mentí. Sabe qué, si quiere pido que cierren el local mientras estamos dentro.
Terence dio un vistazo al lugar, que estaba vacío— Déjalo así—. Respondió de mala gana.
La chica castaña se acercó a ellos y se presentó con Terence, porque al parecer con Michael ya se conocían. —Caballero, mi nombre es Karen, estoy para ayudarle a encontrar todo lo que desea—. La coqueta muchacha dijo al apuesto hombre, pero fijando su atención en el castaño de ojos color miel, y él, a su vez, le sonreía con picardía. Terence no necesitó sumar uno más uno, así que se apartó de ese par. Y claro, eso explicaba el porqué, de la insistencia de su asistente en llevarlo a ese local.
Granchester caminó con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, de tanto en tanto, pasaba los dedos de una mano acariciando la suave tela del pedazo de braga de Candy. Viendo cada cosa, llegó al área de lencería. Solo por curiosidad se giró para ver de qué tanto se reían Michael y Karen, y en cuanto lo hizo, se arrepintió, pues ellos sostenían un dildo con dimensiones exageradas, entre sus manos.
«Son tal, para cuál» Rodó los ojos, y siguió en lo suyo.
No sabía qué tipo de bragas escoger, pues con cada una que tomaba entre sus dedos, las fantasías se asomaban en su cabeza, así que tomó una de color rojo y encaje transparente, se preguntó entre dientes —¿Será que le gusta?
Michael, que se estaba acercando, logró escucharlo, y para vacilarlo le respondió — ¡Jefe, a mí sí me gusta!
Terence lo fulminó con la mirada, pues era el colmo que hasta en eso fuera un entrometido — ¡Púdrete! — Le soltó entre dientes, y se alejó para seguir buscando.
A Ferguson le causó gracia, y se propuso seguir incordiándolo, pero Karen llegó y lo atrapó pasando sus delgados brazos por la ancha espalda de él. Michael se giró y al notar el local vacío, no dudó en besarla sin pudor.
Granchester los vio, pero ni le dio importancia. Caminaba de un pasillo a otro, y conforme lo hacía, sus ojos se encendían endiabladamente, nunca se había interesado en comprar juguetitos para él y su mujer, pero... ¿Qué tal sería probar algo nuevo?
Después de las casi dos horas, los ejecutivos de GAQUIM salieron llevando bolsas repletas de bragas, picardías y juguetes, Terence las llevaba para Candice, y ¿Michael, para quién?, el castaño de ojos almendrados no quiso revelar en nombre de su amante, pero su jefe estaba seguro de que eran para la chica castaña del local.
Continuará...
Última edición por AstridGraham el Mar Abr 11, 2023 9:19 pm, editado 1 vez (Razón : Actualización de link de lectura.)
Ya quiero leer cuando estrenen esos juguetitos 
Hmm o sea que a eso Terry habia ido al local… Menos mal su hija no lo vio en esa sección. Parece que Terry se inspiró con la tienda jajaja que se paso dos horas ahí metido. No se si debo temer por Candy 
rojo como un tomate 
ya quiero leer el siguiente Astrid 
