CAPÍTULO VIII, DOLOR
PARTE 3
Al salir de la casa de los Britter, Patricia estaba intranquila, se hospedaría en la mansión Ardlay, asistiría a la fiesta de compromiso, ¿Cómo vería a Candy? ¡También era su amiga! No sabía qué hacer. Lo primero que hizo fue ir con su abuela Martha para pedirle consejo. La anciana le recomendó que hablara con la rubia, seguramente todo se trataba de un mal entendido. Cuando llegó a la residencia de los Ardlay después de dejar su maleta en la habitación que le habían asignado, se dirigió a la recámara de la única compañía sincera que encontró en sus años de colegio. Cuando Candy la vio, corrió a abrazarla, la quería mucho y al ser novia de Stear, la convivencia era más estrecha. Las chicas platicaron alegremente, hasta que la Candy se quedó callada. — ¿Qué pasa?, ¿Estás bien? — Cuestionó Patty, — ¡Sí! ¡Es solo que no he podido hablar con Annie y eso me tiene muy mal!, además ¡Acabo de ver a Terry!, todo me hace sentir mal últimamente — Respondió. — ¡No quiero mentirte, Candy!, vengo de hablar con Annie, ¡Está muy dolida!, ¡Piensa que la traicionaste!, aunque yo le dije que hablara contigo se niega, ¡Dice que te vio con Archie en una situación muy comprometedora! y ¡En lo único que piensa es en vengarse! — Comentó Patty omitiendo mencionar lo del diario, — ¡Lo sé! ¡Intenté hablar con ella, pero se negó!, ¡Sé que cometí un error, pero no fue intencional! ¡Lo juro! —Pero entonces ¡¿Qué pasó?! ¡Tal vez todavía haya solución! —¡No, Patty! ¡No hay nada que hacer, todo está dicho, me casaré con Archie y nos iremos lejos! — Dijo tristemente la ojiverde.
Patricia estaba entre la espada y la pared, no quería lastimar a Candy contándole todo lo que su próximo esposo tenía escrito en su diario, tampoco quería que Annie les hiciera daño, así que un tanto desesperada volvió a preguntar. — ¿Candy?, por favor dime ¿Qué pasó? ¿Por qué Annie dice haberte visto en una situación muy comprometedora con su entonces novio? ¡Tal vez, si me lo cuentas podré comprenderte mejor e interceder para que puedan hablar ustedes dos! — La pecosa suspiró con el color carmesí en su rostro y comenzó a contarle a su amiga. — ¡Patty, no sé realmente qué pasó!, ¡En esos días me acababa de enterar por el periódico que Terry se casaría con Susana!, ¡Estaba deprimida!, pero aun así ¡Trate de ser fuerte, de guardar en lo profundo de mi alma mi dolor, ocupándome al cien por ciento en el trabajo!, hasta que me llegó una carta de Susana Marlow en la que ¡Me restregaba su amor por Terry! Me decía, que ¡Ella lo amaría por las dos! Con eso me di cuenta de que, ¡Me engañó!, ¡Le creí todo su supuesto amor por él!, ¡Nunca tomé en cuenta de que era actriz!, ¡Se jactó de mi regreso sola!, ¡Esas líneas, aunque breves me lastimaron!, ¡Sentí que se burlaba de mi ingenuidad! — Expresaba Candy, que al recordar volvía a sentirse impotente. Con la mirada clavada en un punto fijo reanudó su relato. — ¡Buscaba qué hacer para no pensar!, ¡Hablé con Albert para ayudarlo en lo que pudiera!, ¡Me dijo que me pusiera a revisar el ático, que todo lo que estaba ahí podría utilizarlo para el Hogar de Ponny si me era útil!, ¡Así lo hice!, pero ¡No dejaba de pensar en Terry!, ¡Me consumían los celos al imaginarlo con Susana!, ¡Me dolía pensar que me hubiese olvidado!, ¡No dejaba de reprocharme lo tonta que fui! — Decía la rubia, mientras a su mente venían las imágenes de ese día.
— ¡Si tuviera la oportunidad de hacer las cosas de forma diferente!, ¡Habría aprovechado cada momento a tu lado!, ¡Si de todas formas terminaríamos así separados! Y yo con este vacío en el pecho que amenaza con absorberme por completo, dejando tan solo el cascarón de lo que en realidad soy. — Decía la chica cuando subía las escaleras al ático, en las manos llevaba las botellas de whisky y una copa. Cuando llegó al lugar se sorprendió al ver la cantidad de cosas que había, dio un resoplido empujando en el aire un mechón rebelde de sus rizos. — Bien, pues ¡Manos a la obra! Veamos, ¿Qué tenemos aquí? ¡Un fonógrafo! ¿Servirá? — Le dio vueltas a la manivela y el aparato comenzó a emitir un bonito vals. — ¡Ya tenemos música! ¡Ahora un trago de este elixir! ¡Total, dicen que adormece las penas! — Tomó un trago que le quemó la garganta. Sacudiendo su cabeza continuó. — ¡Que amargo es! — Se dijo pasándolo rápidamente. ¿Cómo es que dicen que ayuda con las penas? ¡Sabe horrible! ¿Por qué lo beben, entonces? — Tomó un segundo trago. — ¡Vaya por lo menos ya no sabe tan mal! — Bebió toda la copa y se dispuso a revisar las cosas, al tiempo que sus mejillas iban adquiriendo un tono rosado. — ¡Otra copa! — La llenó de nuevo y bebió todo el contenido, caminó por la habitación, observando que había, bastantes baúles en el piso, cuadros llenos de polvo, armarios con ropa de hombre y de mujer, lámparas, zapatos y juguetes. — ¿Por dónde empezaré? — La chica no sentía como el alcohol iba recorriendo su cuerpo, solo se comenzó a sentir acalorada. — ¡Qué calor! Debo quitarme esta chaqueta, ¡Me estorba! — El vestido que traía puesto debajo del saco era completamente suelto a la cadera y sin mangas. Prosiguió con su recorrido, tomando algunos sombreros que lucía frente al marco de un viejo espejo hecho de dorada madera tallada. Para esos momentos, la rubia se reía cada vez que posaba con un sombrero diferente, sin embargo, pensó que ninguno de esos les serviría a los chicos del hogar, así que se decidió por ver el contenido de los baúles. Al agacharse a soplar el polvo sobre los mismos, se dio cuenta, que todos tenían un nombre. — ¡Veamos! ¿Qué dice aquí? — Al reclinarse más estuvo a punto de caer de frente, ya que comenzó a sentirse un poco mareada. — ¡Ups! ¡Tal parece que necesito aire!, pero primero veré de quién era este baúl. Alistear Cornwell Ardlay, ¡Es de Stear!, Mi querido paladín, ¿Con qué jugabas? ¿Qué objetos guardaron aquí de ti? ¡Vaya! ¡Una gorra, un bate y pelota de béisbol, ¡No sabía que te gustara ese deporte! ¡Siempre pensé que solo jugabas a inventar cosas! Jajaja… ¡Carritos! ¡Alambres! ¡Libros!... ¡Creo que todo esto me sirve! ¡Oh! ¡También hay ropa! Es de varias edades, ¡Espero que no le moleste que le den uso los niños del hogar! ¡Stear, amigo, aprovecharé todo lo que tienes! ¡Aprobado! ¡Veamos, quién sigue! — Sopló de nuevo removiendo más polvo. — Anthony Brown Ardlay. — Al momento de leer el nombre, Candy se quedó estática, un fuerte sentimiento de nostalgia la invadió; a su mente llegó la imagen tierna y dulce de aquel chico que le robó sus primeros suspiros de amor, retrocedió un poco, hacía tanto tiempo que Anthony se había convertido en un bello, pero doloroso recuerdo, que no sabía si abrir la valija sería buena idea, se giró y vio de nuevo la botella del líquido ámbar, sin dudar se sirvió otra copa, misma que bebió totalmente. — ¡Vamos Candy! ¡Las cosas de Anthony no deben causarte temor! — Se decía, en tanto abría la pesada tapa, lo primero que vio fue una foto del chico, la cual le enterneció al punto del llanto. — ¡Mi querido Anthony! ¡Tú sonrisa siempre cálida! ¡Tú mirada gentil! — Presionó la imagen contra su pecho y comenzó a hablar con ella. — ¡¿Sabes Anthony?! Me costó mucho trabajo dejarte ir, me hiciste mucha falta, al grado de no querer seguir; ¡Albert me ayudó mucho en esos días tan tristes!, pero fue ¡Terry quien realmente logró que encerrara en mi corazón todo lo que tú significaste para mí! ¡No quiero decir que te cambié! ¡Al contrario, te coloqué en un silencio amoroso, igual que tus palabras! ¡Siempre estarás ahí! ¡Desafortunadamente ya no estás aquí y yo… tuve que seguir! ¡Nunca dejarás de ser mi primer amor, ese que despierta las ilusiones, emociones y esperanzas de la niñez a la adolescencia! ¡Desde donde estés, ayúdame por favor! ¡Ora por mí y por todo lo que se me viene encima! ¡Tal vez si no te hubieras ido, todo sería tan diferente! — Dejó la fotografía sobre una mesita y tomó otra copa de whisky. — ¡Por tu amoroso recuerdo! — Levantó la mano brindando con la imagen y continúo con su búsqueda. Al igual que en la anterior maleta, también había juguetes, pelotas, libros y ropa. — ¡Aprobado! — Comentó, sonriente, de momento pensó que se sentiría muy triste, pero no, al contrario, se comenzaba a sentir alegre.
Se dirigió al siguiente beliz, el cual no tenía nombre. Al abrirlo nunca pensó encontrar algo parecido, eran pertenencias de ella. — ¡Son las cosas que dejé en el Real Colegio San Pablo en Londres! ¡Seguramente las trajeron los chicos! ¡Mis uniformes! ¡Maravillosos recuerdos! ¡Esos tiempos! ¡Terry! ¡Escocia! ¡La segunda colina de Ponny! — Su voz se entrecortaba al rememorar. Al sacar los vestidos y libros encontró una caja al final, la sacó. — ¡Los disfraces de Romeo y Julieta! — No pudo evitar que se inundaran los ojos de lágrimas, al recordar a su eterno Romeo. — ¡Tal vez debo beber más para pensar como tú!, ¡Para sentir como tú, que, puedo seguir con mi vida! ¡Y ser feliz sin ti! — Tenía la necesidad de desahogarse, de sentirse cerca de él, aunque fuera de esa manera, así que rápidamente bebió otro trago.
— ¡Salud! ¡Propongo un brindis por tu felicidad Terry!, ¡Qué bien, que al fin se cumplirá esa promesa!, ¡Realmente eres un caballero inglés!, ¡Honorable, cabal que cumple su palabra! — Ahora entendía ese sentido del honor como una aberración, quería llorar, pero no se lo permitió, para ¿Qué hacerlo ahora?, ¡El amor de su vida pronto se casaría! Sacó los disfraces y quitándose la ropa se puso el vestido de Julieta. El alcohol ya había hecho mella en ella, sus pensamientos estaban confusos, pero estaba alegre, aventó el disfraz de Romeo y su vestido, que cayeron cerca de la puerta, comenzó a dar vueltas. — ¡Por lo menos en mi imaginación, siempre serás mi Romeo y yo tu Julieta! ¡No importa cuántas Susanas Marlow existan! ¡Ni lo estúpida que fui! ¡Estás aquí conmigo en mi alma y mi razón! —
Archie iba de salida cuando escuchó música proveniente del ático, extrañado por el ruido, subió las escaleras y reconoció la risa de Candy, sonriente llegó a la habitación, se quedó observando a la rubia que bailaba y hablaba sola. Miró al suelo y vio el disfraz de Romeo, pensó en divertirse con ella, se quitó el saco que dejó caer al lado del vestido de su prima, para convertirse en el famoso enamorado de Shakespeare, bailando también se fue acercando a la chica, quien inmersa en su ensueño no lo vio. El joven estaba divertido, vio la peluca y el antifaz, se los puso también.
Candy giraba, eso la estaba mareando más, pero no tenía ganas de llorar, en esos instantes, lo único que quería borrar era la amargura que la invadió desde que leyera la noticia del compromiso de Terry. La música del fonógrafo continuaba, el torbellino de emociones de la rubia tocó su punto máximo, cuando sus oídos escucharon un reconocido vals, intentó parar, pero las vueltas y el alcohol que recorría sus venas no se lo permitió, se tambaleo; fue entonces que escuchó una cálida voz, que no alcanzó a reconocer. — ¡Tenga cuidado princesa Julieta! ¡No quisiera que se hiciera daño antes de nuestro primer baile! — Archie se desconcertó un poco al ver que su prima se quedó inmóvil, sin embargo, después de algunos instantes ella le sonrió con una voz tímida le susurró. — ¡Has tardado una eternidad! — ¡No sabía que me estaba esperando, hermosa dama! — Respondió él, entendió que ella le estaba siguiendo el juego. En esos momentos Archibald le tendió la mano, inclinándose a ella para bailar. La chica aceptó la invitación sonriente y aprovechó para decirle. — ¡En todo momento te he esperado! — Sin decir más comenzaron a bailar, para Archie era hermoso tenerla así, sin la presencia de Annie, finalmente era solo un inocente baile, ambos lo sabían; no obstante, para ella significaba otra cosa, no se cansaba de repetirse. — ¡Ahora no mencionaré a Anthony!, le pedí tanto a Dios otra oportunidad, que no lo arruinaré. — Archie quería bailar a la vieja usanza, siguiendo lo que él pensaba era un juego, pero Candy no lo permitió, puso su mano en el hombro para danzar frente a frente. La actitud de ella lo sorprendió gratamente, se fascinó con la soltura de la joven, al compás del vals recorrían la habitación, envueltos en alegría y carcajadas de felicidad, pero con diversos pensamientos; en una vuelta ella trastabilló, fue cuando él la sujetó fuertemente por la cintura, al hacerlo su respiración se aceleró y al tenerla tan cerca no pudo contener el deseo por besarla, ella temblaba ante la proximidad, recordaba aquél primer beso en Escocia, pero en esta ocasión lo esperaba anhelante, ya no era la chiquilla que se negaba a sentir, ahora estaba dispuesta a disfrutar, pero sobre todo a recuperar el tiempo perdido, todos esos años añorando la cercanía de él, su amor, sus caricias. Archie por su parte, también era un hombre, que se había limitado a expresarle todos sus sentimientos a Candy, pesaba su relación con Annie y porque su misma prima nunca permitiría un avance de él a sabiendas de que lastimaría a su hermana. No obstante, sus emociones estaban a punto de desbocarse, no quería reprimir más sus sentimientos, aunque tampoco quería hacerse ilusiones, era algo que tenía que decirle. Sin esperar más posó sus labios sobre los de ella, que no se negó, por el contrario, entre abrió su boca para profundizar la caricia. Para él fue inevitable reconocer el sabor a alcohol que tuvo ese beso, se separó para verla a los ojos, pero ella los mantenía cerrados. Justo iba a preguntar si había bebido, cuando la rubia se le adelantó para decirle.
— ¡¿Sabes?! ¡Nunca pude decirte que me gustaste desde que nos conocimos! ¡Que tuvo que pasar todo este tiempo para poder decírtelo! — Él incrédulo a lo que escuchaba no dijo nada, pero ella se levantó de puntillas para besarlo nuevamente. En su arrebato, él quiso abrazarla con más fuerza para fundirla con su cuerpo, pero ella demasiado mareada recargó todo su peso sobre él y cayeron al suelo, ambos comenzaron a reír, sin embargo, Archie ya estaba convencido de que ella estaba completamente ebria, pero su confesión le pareció un sueño hecho realidad, ¿Cuántas veces anheló escuchar esas palabras! ¡Más aún, tenerla así!, para él, ya no importó nada, solo quería dejarse llevar por ese momento, ya no quiso retraerse, tomó con sus manos su rostro para besarla y confesarle sus sentimientos, no obstante, ella se le adelantó y le dijo. — ¡Te amo! ¡Perdóname por no decirlo antes! — Seguía diciendo con un huracán de emociones, que, si no confesaba en ese momento, amenazaban con destrozar su corazón. Él perplejo tomó con vehemencia sus labios y le dijo. — ¡Yo también te amo Candice! — Poco a poco se fueron levantando, pero el mareo de ella no se lo permitía, sus reflejos no funcionaban al cien por ciento por lo que se fue de espalda, casi iba a caer, pero Archie en su afán por detener su caída la jaló de la manga del vestido, el cual no estaba del todo abrochado, así que al jalarlo este descubrió parte de su pecho, él quiso abrazarla para que no se asustara, en la rapidez de sus movimientos la peluca se fue de lado, a él no le importó, solo quería evitar que se diera un fuerte golpe, pero ella se soltó a reír. — ¡No te preocupes amor! ¡Estoy bien! — Ante la respuesta de ella, se acercó para levantarla, pero se atoró con su vestido provocándole caerle encima, quiso levantarse, no obstante, el antifaz se le había clavado en sus ojos, no pudo ver lo que pasaba, puso una mano en el busto de ella, quien al sentir el contacto intentó acariciar esa melena que la enloquecía, al hacerlo la peluca cayo, al notarlo Candy no supo reaccionar, ese rostro, ese cabello, no eran de… — ¡Candice White! ¡Eres una zorra, ¡Te odio!, ¡Los odio a los dos! — ¡Annie! — Gritó Archie, pero la chica bajaba corriendo las escaleras. Candy terminaba su relato, ocultando el rostro entre sus manos, sin detener su llanto. — ¡Así fue Patty!, ¡Yo estaba ebria!, ¡Muy tarde me di cuenta de mis actos!, ¡Justo cuando Annie entraba al ático! —
En tanto, afuera del portal de las rosas, se encontraba Annie, quien había mandado a un sirviente en busca de Terry necesitaba hablar con él. Cuando lo buscó en el único hotel decoroso del pueblo en recepción le indicaron que personal de la familia Ardlay acudió por las pertenencias, comentando que se hospedaría en la mansión. Estaba nerviosa, sabía que el inglés era un hombre de carácter fuerte, no sabría si podría contar con él para sus planes de venganza.
Continuará…