Buenas noches chicas, espero que se encuentren muy bien, que hayan tenido un año maravilloso y bendecido, agradezco a la vida por darme la oportunidad de volver a participar en este magno evento que tanto espero cada año.
En esta ocasión me presento como parte del grupo "Bandoleras de Terry", gracias a todas por la bienvenida, espero dar una buena batalla y representar al grupo con dignidad y honor.
Quiero mencionar, que esta historia es una historia original y que adapte a los personajes de Candy y Terry, cuando termine la guerra no la encontraran en ningun otro sitio, digase foro, pagina de facebook, canal de narraciones, wattpad, al menos no con los personajes de Candy y Terry.
Espero les guste, un abrazo fuerte a todos los miembros del foro.
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UN CORAZÓN A DOS TIEMPOS
Capítulo 1
Candy cerraba el concierto que habían organizado con el fin de recaudar fondos para la asociación de beneficencia llamada Hogar de Ponny, cientos de personas asistieron solo para escuchar tocar el chelo en sus prodigiosas manos, su corazón palpitaba a mil revoluciones, se hubiera podido pensar que las emociones que se dibujaban en su rostro era por la adrenalina que le causaba la ovación de público, la realidad era otra.
Solo basto un abrir y cerrar de ojos para que toda su concentración se perdiera, entre el público pudo visualizar unos ojos color aguamarina, observándola melancólicos, tuvo que recomponerse de inmediato, Sleepsong era la última melodía que tocaría esa noche por una petición muy especial. Candy sabía que alguien la estaría mirando a través de la pantalla de televisión, tenía que concentrarse para entregar su mejor interpretación así que trato de olvidar aquel breve encuentro visual.
Salió del escenario cuando los aplausos terminaron, en cuanto se perdió de vista comenzó a correr, paso entre todo el tumulto de gente que había participado detrás del evento, la miraban alejarse desconcertados, tenía los ojos cristalizados a nada de romper en llanto, en cuanto piso el interior de su camerino se encerró, no quería ver a nadie, se llevó las manos al rostro para cubrir su angustia, «Anthony, dame fuerzas», susurro para luego volver a sollozar.
Minutos después, estando más tranquila se acercó al tocador, se miró en el espejo y encendió las luces que había alrededor de este, sobre el mueble se encontraban algunos estuches de maquillaje, arreglos florales, una caja de chocolates finos y un cepillo de plata, bastante antiguo de la época Art Nouveau que le habían regalado hace mucho tiempo atrás. Sus ojos pardos se quedaron fijos en el ramo de narcisos amarillos que se reflejaba por el espejo, se encontraban en la mesa de centro frente al sillón individual en color marfil, cuando entro siquiera lo vio debido a las lágrimas que nublaban sus hermosos ojos verdes.
Candy se acercó con cautela a la mesita de centro, miro que entre las flores había un elegante sobre en color verde oliva, lo sujeto entre sus manos, sus ojos se llenaron de sorpresa al ver que estaba cerrado con un sello de cera, limpio las lágrimas con el dorso de su mano, aquí y en cualquier parte del mundo reconocería ese emblema familiar, «entonces no lo he alucinado, él estuvo aquí», estaba por abrir el sobre cuando escucho como alguien quito el seguro de la puerta desde afuera y entro sin avisar.
̶ ¿Cómo se encuentra mi estrella favorita? – una mujer alta y esbelta, ya entrada en sus cincuenta años la tomó por sorpresa, Candy se sobresaltó al ver a Karen, su representante artística.
̶ Muy bien gracias – la joven apretó los labios, la dama se acercó y la abrazó.
̶ Mira tú maquillaje – la mujer castaña tomo el rostro de la chica por barbilla – ¡te vez terrible! – hizo un puchero – las clases de yoga no te han servido de mucho para calmar tus emociones – afirmó Karen – anda arréglate un poco, debemos irnos a la fiesta que darán, en tu honor – Candy no tenía ánimos para andar en fiestas, su única preocupación era… - Candice White, no está a discusión tu asistencia a la fiesta – Karen pareció adivinar los pensamientos de la chica con solo ver la expresión en su rostro – así que arréglate, el auto nos espera – ordeno y salió del camerino.
En cuanto Candy se encontró sola se tomó unos segundos para tranquilizarse, miro el sobre que aún tenía en las manos estas temblaban por el nerviosismo.
̶ ¡El emblema de los, Grandchester!
Candy dio suaves golpecitos a la palma de su mano con el sobre, ella sabía bien quien lo había enviado, lo sujeto con fuerza y estuvo a punto de abrirlo, pero se arrepintió, lo llevo a su pecho, aprisionándolo.
No quería llorar más por los recuerdos, suficiente tenía con lo que acaba de suceder en su presentación así que guardo el sobre en su bolso de mano, antes de disponerse a arreglar olio las flores, «aquel día también fueron narcisos».
Sus ojos verdes miraron la funda que estaba colgada en el perchero de la puerta, se acercó y bajo el cierre con mucho cuidado, miró el vestido rojo de satén, un modelo clásico de los años 50’s, con escote de barco, talle alto, falda abajo de la rodilla muy al estilo Audrey Hepburn.
Cuando estuvo lista salió del camerino y se digirió a la estancia del majestuoso teatro, todavía había algunas personas, quienes no pudieron evitar voltear a verla, el vestido se ceñía a la perfección en su esbelta figura, un ligero golpeteo resonaba con eco cuando sus tacones de aguja en color beige tocaban el piso de mármol. Karen ya la esperaba en un lujoso auto negro.
̶ Tardaste demasiado – le reclamo en cuanto subió al coche.
̶ Lo siento, pero pediste ponerme linda – le recordó.
̶ Tu no necesitas de eso – la miró y sonrió – me gusta tu peinado, le da ese aire de modernidad a tu estilo tan, ¡vintage!
Para Karen los gustos de Candy eran muy anticuados, pero sabía no la convencería de cambiarlos, además a sus admiradores les gustaba, pensaba que siempre ganaba la elegancia y un comportamiento refinado, educado, Candy no necesitaba mostrar de más ni llamar la atención como era el caso de muchas otras artistas con actitud de mujer fatal, el talento y belleza de su representada hablaban por si solos.
̶ ¿Qué tienes? – cuestiono Karen al verla tan pensativa.
̶ Nada – la respuesta de Candy fue cortante.
Karen la conocía bien así que ya no insistió en hacerla hablar, por momentos la miraba de reojo, la chica llevaba la sien apoyada en el empañado cristal de la ventana, para ese punto llovía, los ojos verdes de Candy estaban fijos en las gotas de lluvia que bajaban por el vidrio. Karen conocía el trasfondo de las cosas que le afligían a la joven artista.
̶ Pon el aire – pidió a su chofer, poco a poco las ventanas se fueron desempañando, antes de que eso pasara Candy dibujo una letra con la punta de su dedo índice. El auto se detuvo, el hombre bajo y cubrió a las damas con una sombrilla negra, habían llegado a uno de los hoteles más antiguos y lujosos de Londres.