Feliz noche chicas, pues aquí haciendo acto de presencia para defender a mi amado Duque.
CAPÍTULO 1
Capítulo 2
En cuanto llegaron a la entrada lateral que daba al río, Candy miro el elegante edificio «Salón Lancaster», la joven leyó el letrero que había en la marquesina, los flashes comenzaron a dispararse tomándola por sorpresa, un grupo de reporteros ya la esperaba.
Las personas se arremolinaron a su alrededor, los guardias de seguridad las escoltaron hacia el interior del recinto, la mayoría de los medios de comunicación quería la nota exclusiva de la gran chelista Candice White la joven prodigio que a sus veinticinco años había logrado presentarse como solista en grandes escenarios del mundo como lo hizo hoy en Londres. Candice se sintió aturdida por el bullicio que la rodeaba, busco con la mirada algún lugar donde resguardarse del alboroto, sintió como una mano la tomo por el brazo, levantó la vista, pensó que las rodillas se le doblarían al creer ver que quien la llevaba del brazo era…
Candy parpadeo asustada, siguieron empujándola, cuando volvió su mirada a la persona que la lleva hacia el interior del salón noto que se había equivocado, en nada se parecía ese hombre a…
̶ Es por aquí – un caballero de traje negro les señalo el camino.
̶ ¿Quién los dejo entrar? – Karen estaba molesta por lo sucedido con los reporteros, no era la primera vez que se le iban encima a Candy ya en una ocasión hicieron que tropezara y se lastimara la mano con que tocaba el chelo.
̶ Lo sentimos señora, tendremos más cuidado – se disculpó el guardia – mostro la entrada, un joven las recibió y pidió sus invitaciones, mientras Karen sacaba el sobre de su bolso Candy volvió su rostro por curiosidad, a lo lejos de nuevo esos profundos ojos aguamarina la observaban, desvió la mirada, tuvo ganas de salir corriendo.
̶ Vamos, nos están esperando – Karen la miro - ¿Te sientes bien?, estas pálida – la joven asintió con la cabeza en repetidas ocasiones – parece como si hubieras visto un fantasma – la dama trato de tranquilizarla, supuso que era por los ocurrido con los periodistas.
̶ No es nada – la chica entro al salón. Sus ojos quedaron maravillados al ver la opulenta decoración Eduardiana – ¡que belleza! – su voz delato la emoción que sentía ya que amaba todo lo referente a la época de inicios del siglo XX.
̶ En ocasiones pienso que viviste en otro tiempo – expresó Karen al ver la fascinación de su representada.
̶ ¡Es que la señorita, tiene un alma vieja! – comentó una voz masculina, ese sonido grave entro en los oídos de Candy recorriendo todo su ser, haciendo que los milimétricos bellos de su piel se erizaran.
La joven chelista volteó, sintió el suelo cimbrar bajo sus pies, una sola mirada basto para que su universo se transformara. Frente a ella estaba de nuevo “él”, observándola con la misma ternura como en aquellos años.
̶ ¡Terry Grandchester! – expresó efusivo un hombre alto, de cabello y bigote cano que se acercó a saludarlos. Candy intento darse a la fuga ante la breve distracción – veo que ya conociste a la señorita White – la joven no tuvo más remedio que quedarse con ellos.
̶ ¡Sí!, la conocí hace algunos años – Terry la miro, embelesado y noto el nerviosismo de Candy.
̶ ¡Vaya, que sorpresa! – el caballero se quedó pensativo – es verdad, tu estudiaste en el conservatorio Giuseppe Verdi, usted también estuvo ahí ¿cierto? – se dirigió a la joven, quien solo afirmo con la cabeza. Parecía que le habían comido la lengua los ratones.
̶ ¡Si nos permiten!, el señor Kater y yo tenemos que hablar de negocios – Karen se llevó al hombre lejos de los jóvenes. A pesar de que el salón estaba lleno de gente, para Candy era como si estuvieran ella y Terry, solos, en la faz de la tierra.
̶ Me alegro que hayas triunfado, como siempre lo soñaste – susurró el joven. Un mesero se acercó a ellos y les ofreció una copa de champaña, Candy dudo un poco en aceptarla, pero creyó que la bebida le ayudaría a disminuir su nerviosismo.
̶ Gracias – ella respondió a secas, no sabía que decir, habían pasado varios años desde la última vez que se vieron en persona.
Levanto un poco la vista para observarlo a detalle, era mucho más alto de lo que recordaba y su complexión era atlética, aun llevaba su cabello castaño semi largo, hacia juego a la perfección con su piel blanca, nariz recta y bajo este una barba de candado a medio crecer enmarcando sus labios irregulares, sus cejas pobladas y sus profundos ojos aguamarina.
̶ ¡No has cambiado mucho! – Terry no pudo ocultar la admiración que sentía por la belleza de Candy.
Ella era una joven de mediana estatura, piel blanca, cabello rubio rizado, fino y suave, nariz pequeña, labios carnosos y ojos verde esmeralda, además de sus peculiares pecas. «¡sigues siendo tan hermosa!», eran las palabras que inundaban los pensamientos de Terry, o al menos eso es lo que él creyó. Candy se había ruborizado al escuchar lo que dijo, fue entonces que él se dio cuenta de que había hablado en voz alta.
̶ Con permiso – Candy se alejó lo más rápido que pudo, «sigue pensando que soy hermosa», el corazón palpito al grado que sentía que se le saldría del pecho.
Candy ya no se separó de Karen y trato de evitar a Terry como fuera, quería irse de una vez, pero debía de esperar a que subastaran el chelo que se encontraba en el escenario que había enfrente, quien lo ofertara mejor se quedaría con el chelo y Candy lo tocaría en un concierto privado, para su adquisidor. Después de la elegante cena vendría la pugna.
̶ ¡Pareces incomoda! – Karen se había dado cuenta de la actitud de la joven.
̶ Estoy cansada, es solo eso – Candy trato de disimular su prisa por irse, no quería preguntas por parte de su representante, para su mayor desgracia en la mesa de enfrente se encontraba Terry y no dejaba de mirarla.
En cuanto la cena concluyo, el hombre que anteriormente los había saludado subió al escenario y se presentó, dio un breve discurso y llamo a Candy para que fuera a su lado, la joven se puso de pie y entre aplausos fue recibida en el escenario. El señor Kater la felicito por su fabulosa carrera y le deseo seguir cosechando éxitos, trato de no hacer contacto visual con Terry en todo momento, pues se sabía observada, podía sentir su piel arder ante esa mirada, esas sensaciones nadie las podía provocar, solo él.
̶ ¿Podemos empezar? – el señor Kater volvió a preguntar.
Candy asintió, siquiera sabía lo que el hombre estaba diciendo, ella estaba perdida en sus sentimientos… en sus recuerdos.
La pugna por él Chelo comenzó en cinco mil euros, los presentes subían la oferta, pero a Candy parecía no importarle en absoluto, sus pensamientos estaban en otro lugar, en otro tiempo, solo escuchaba voces distorsionadas y muy lejanas, el golpe que dio el martillo de madera en la base hizo que la joven chelista se sobresaltara, al fin volvió a su presente, todos comenzaron a aplaudir.
̶ ¡Vendido por treinta mil euros!, al joven Terence Grandchester – el señor Kater parecía complacido, miro a la joven, cuando ella escucho el nombre de quien había comprado el chelo, volteo de inmediato a la mesa donde se encontraba Terry, este apenas y sonrió.
No podía creerlo, se formuló una pregunta y varias respuestas al mismo tiempo, «¿Por qué Terry hizo algo así?, para humillarme, para burlarse», más que sorprendida estaba molesta. En cuanto bajo del escenario fue con Karen y pido retirarse, no tenía nada más que hacer en la fiesta, Terry la miro marcharse sin siquiera despedirse de él, bajo la cabeza y lanzó un suspiro. Esperando a que llegara la tarde siguiente ya que su pecosa, como solía llamaba, tocaría el chelo únicamente para él.
Continuará...