Pasare a dejar esto por aquí y me ire lentamente...
Cspítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Candy se encontraba encerrada en su habitación, ya se había preparado para dormir, estaba recostada, apretando la almohada contra su rostro, «¡eres un tonto!», tenía tantas ganas de reclamarle a Terry su acción, pero no le quedaba de otra más que esperar a que llegara la tarde siguiente y dar el concierto privado, después de eso no lo volvería a ver jamás, no debía.
Al día siguiente no quiso que la molestaran, se la paso encerrada en la habitación del hotel, decidiendo su arreglo para su presentación privada, «¿Por qué siento tanta emoción?», no comprendía ese pequeño atisbo de felicidad que la embargaba, pero que al mismo tiempo la hacía sentir culpa, estaba peinándose cuando entro una llamada en su celular. Miro la pantalla, «Anthony», sin dudarlo respondió la llamada, una leve sonrisa se dibujó en sus labios, por varios minutos Candy estuvo hablando por teléfono, trato de que su interlocutor supiera que estaba feliz y que moría por verlo, cuando al fin termino la conversación, quedó más tranquila, el pensar en Anthony afianzo sus ganas de que su viaje terminara pronto.
̶ ¿Siempre si usaras ese vestido? – Karen observaba la prenda, era un vestido en color azul Prusia, Candy se arreglaba el cabello, lo llevaba suelto en ondas y en la cima de la cabeza un trenzado que formaba una diadema, un maquillaje sutil en los ojos y en labios un tono rosáceo.
̶ ¡Sí! – la joven suspiro – ¿no te parece hermoso? – al fin se puso de pie y se acercó a la cama, se paró junto a Karen, admiro su vestido de raso, tenía un talle ajustado y un lindo escote de corazón, con tirantes, la amplia falda de tul parecía estar salpicada por miles de estrellas bordadas en hilo de plata.
̶ ¡Que buen gusto tiene Terry! – Karen no podía negar el lindo detalle que aquel joven había tenido con su representada – es un vestido de diseñador y además mira los zapatos – esa parte fue la que le emociono más ya que Karen era una amante del calzado más si eran de diseñador – son preciosos.
̶ ¿Y si me pongo otro vestido? – Candy dudo en usar la prenda que le había llegado esa tarde, después de hablar con Anthony.
̶ No seas tonta – Karen entorno los ojos – tienes que usarlo al menos hoy – le parecía una aberración despreciar tan hermosos regalos – creo que Terry quiere que te veas preciosa para él – suspiro – además antes del concierto privado tienen una sesión de fotos – soltó de golpe esa información. Candy se sorprendió de lo que estaba diciendo, eso no lo había mencionado – serán la portada de una revista muy importante – sonrió, triunfante – Candice White la chelista del momento al lado de Terry Grandchester, el apuesto tenor de fama mundial, heredero de una cuantiosa fortuna, sin dejar de mencionar que es uno de los solteros más cotizados del medio – Karen no podía evitar soñar despierta.
̶ No me dijiste nada sobre la sesión fotográfica – la joven reclamo, con las pocas palabras que podía pronunciar, aun no salía de su asombro.
̶ Es porque me acaban de avisar, por eso vine a verte además estoy diciéndolo ahora, así que termina de arreglarte – acaricio la mejilla de la joven – te espero en el lobby – antes de que Candy pudiera reclamarle salió de la habitación.
̶ ¡Cuánto te odio, Terry! – Candy apretó los labios y volvió sus ojos a la cama.
No tuvo más opción que usar el vestido y en el fondo quería hacerlo. Se le miraba espectacular sobre su piel blanca haciéndolo
resaltar más el color, los zapatos en tono plata hacían juego con su pulsera y los discretos aretes, su peinado terminaba por completar su vestimenta, mesclando el romanticismo con la elegancia.
El concierto sería en el mismo hotel dónde se hospedaban, en una de las suites más exclusivas. Cuando las puertas del ascensor se abrieron las expresiones de asombro no se hicieron esperar, todas las miradas de clavaron en la silueta de Candy, pero la única que buscaba era la de él, el profundo mar de los ojos de Terry parecieron irradiar un haz de luz al verla – buenas tardes – ella se acercó a Karen y al apuesto joven, saludo cordial y luego trato de ignorarlo, aunque por dentro tenía un remolino de emociones, Terry se mira más que guapísimo con aquel elegante traje oscuro de tres piezas dándose el gusto de portar la camisa y corbata en color negro.
̶ Vengan, es por aquí – Karen les mostro el camino hacia la habitación donde se daría el concierto y la sesión de fotos.
Cuando entraron a la pequeña sala de estar abrió los ojos tan grandes como platos, tenían una vista hermosa al río Támesis, había un sillón individual tapizado en una suave tela brocada en tonos claros aun lado una chimenea, junto a este se encontraba el chelo sobre su soporte, frente a la chimenea había un sofá loveseat en color marfil, una mesa de cristal al centro.
Karen y el equipo de fotografía comenzaron con la sesión, les explicaron a ambos jóvenes lo que tenían que hacer, no era la primera vez que posaban para una revista o fotografías de estudio, pero si era la primera vez que se tomaban fotos juntos, «siquiera en los días de escuela hicimos esto», pensó la joven tratando de no mostrar ningún atisbo de nerviosismo, en la primera foto Candy se sentó en el sillón individual, ella sostuvo su chelo y recargo su cabeza en el diapasón, Terry se paró detrás de ella, le dieron una rosa y le pidieron acariciar el cuello de la joven con los pétalos. Candy sintió arder su piel al roce con la flor, parpadeó.
̶ Quédate así, vuelve a cerrar los ojos – ordeno el fotógrafo.
La sesión se fue dando con tal naturalidad pues ambos chicos tenían experiencia y el fotógrafo pensó que por eso las cosas fluían a la perfección, pero en el fondo, más que eso era la química que tenían juntos, sus miradas eran como imanes atrayéndose el uno al otro, con una fuerza descomunal.
Después de más de una hora por fin terminaron, el hombre quedo fascinado con el trabajo, sabía que las fotos serian todo un éxito y eso pare él era mucho más dinero y prestigio. Mientras Karen los despedía Candy se acercó a la ventana, el cielo se había teñido de gris y las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer rompiendo el cauce del Támesis.
̶ ¡Al fin! – Karen cerró la puerta – bien, es hora del concierto – la dama dio palmaditas suaves por la emoción – puedes empezar cuando quieras – acercó el atril frente al sillón individual.
En ese momento se escuchó un carraspeo, como de incomodidad, Karen y Candy miraron al apuesto joven.
̶ Señora Kleiss, ¿creí que había dicho que era un concierto privado? – la frialdad de los ojos de Terry la intimidaron.
̶ Señor Grandchester – Karen respondió con propiedad – al decir privado…
̶ Al decir privado entiendo que solo debemos estar la señorita White y yo – no dejo que Karen siguiera hablando.
̶ Pero… - Karen trato de alegar. Terry solo se limitó a señalar la puerta con la mano invitándola a retirarse, la mujer volteo a ver a Candy, ella asintió con la cabeza.
̶ No pienso propasarme con la señorita White – aseguro el joven, además ella ya no es una niña como para no saber defenderse – seguía con cara de seriedad. Karen tomo su bolso y se acercó a Candy.
̶ Cualquier cosa, no dudes en llamarme – le susurró al oído – toma, por si tienes que defenderte – le entrego una botella de gas pimienta – con permiso – expresó indignada al pasar junto a Terry, él sonrió triunfante.
̶ Que tenga muy buena noche, señora Kleiss – se despidió amable.
La dama entorno los ojos y al fin salió de la habitación. Candy fue directo al sillón, se sentó, iba a sujetar el chelo cuando la mano de Terry la detuvo.
̶ ¡Espera!, no tenemos prisa o ¿sí? – dijo en un tono tan suave y sutil que a cualquiera se le hubiera acelerado el corazón.
En ese momento llamaron a la puerta, el joven fue a abrir, un camarero entro con un carrito de servició, llevaba unas charolas y una botella de champagne enfriando en una hielera, el hombre dejo todo en la mesa de centro, Terry fue generoso con la propina, instantes después se volvieron a quedar solos, Candy no decía nada, solo miraba al joven, este destapo las charolas, en ellas había bocadillos salados y dulces.
̶ Sírvete lo que gustes – le extendió un platito de fina loza.
̶ Gracias – Candy no se movió de su lugar – pero prefiero terminar con esto de una vez – sus manos temblaban, no sabía si podría tocar una pieza completa.
̶ Al menos acepta una copa – Terry tomo la botella, la abrió con tal facilidad y delicadeza que a la joven se le vino a la mente una frase que escucho o leyó en alguna parte – cuando abrimos una botella debe sonar como el susurro de una mujer – Candy clavo sus ojos en Terry, ¿acaso le había leído el pensamiento?
̶ Y no como un ejército de albarderos atacando – ella termino la frase, ambos se miraron, «Oscar Wilde», dijeron al unísono.
Terry vertió el champagne en dos copas bajas de boca ancha, una dulce sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. Se acercó a Candy y le entrego la copa.
̶ Gracias – ella la acepto.
̶ ¡Brindemos! – Terry se sentó frente a la dama, levanto la copa – por ti… por nosotros, por lo que fuimos, pecosa.
El joven volvió a llamarla como solía hacerlo en aquella época de su juventud, la chica dio un sorbo a la copa, degusto por algunos segundos la burbujeante bebida, el sabor frutal a manzana verde y flores blancas era extraordinario al paladar, Candy no supo en que momento cerró los ojos, pero al abrirlos se encontró con el rostro de Terry muy cerca del suyo, los labios del joven era tentación pura para ella.
̶
Podemos empezar – Candy se hizo hacia atrás para acomodarse, pero más que nada fue para romper el acercamiento, de inmediato tomo el chelo, lo puso entre sus piernas creando una barrera entre ellos.
̶ Espera – Terry la detuvo antes de que abriera el cuadernillo que había en el atril, ella lo miro desconcertada – ambos somos artistas muy “clásicos”, así que me gustaría que cambiáramos un poco el estilo – dejo la copa junto a la de Candy, fue a la recamara que estaba a un lado de la estancia, instantes después regreso con otro cuadernillo, quito el que había dejado Karen y puso el suyo – ahora sí, puedes empezar – sonrió.
La joven lo hojeo, mientras lo hacia sus expresiones iban cambiando, no entendía que quería lograr Terry.
̶ ¿Música contemporánea? – Candy sacudió la cabeza para aclarar las ideas.
Encontró varias de sus canciones favoritas. «¿Cómo sabe él que es la música que me gusta?», siguió hojeando hasta que sus verdes ojos se toparon con la partitura de una canción en particular.
̶ ¿Es lo que quieres escuchar? – levanto la ceja interrogante, el asintió con la cabeza – está bien, toma asiento – Terry se acomodó en el sillón, sujeto la copa y se dispuso a disfrutar de la magia que hacia Candy con el chelo.
La joven se posiciono para empezar a tocar, en un principio sonó lacrimosa de Morzart como una breve introducción, al cambio de compás se escuchó una de las melodías favoritas de Candy sin imaginar que también era la de Terry “Easy on me”. Cerraron los ojos y sin sospecharlo siquiera, las memorias de ambos se transportaron justo al momento exacto donde se vieron por vez primera, hace muchos veranos atrás.
Continuará...