Art.Betty Graham
El resto del viaje, él me indicó los favoritos de Terry, y discutimos recetas. Después que cargamos el coche, me senté en el asiento del pasajero. "¿Podemos ir al centro comercial?"
Él se detuvo. "El señor Gradchester dijo que a la tienda, luego a la casa."
"Necesito unos cuantos artículos personales. ¿Tal vez podrías llamarlo?"
"¿Es importante?"
"Para mí lo es, sí."
"Entonces, al centro comercial. Pero porque le pido que permanezca cerca y que sea tan rápida como pueda."
"Puedo hacerlo."
"Gracias, señora Grandchester ."
"Candy, mi nombre es Candy."
Me observó por un momento, luego sonrió.
"Muy bien, Candy. Al centro comercial."
~oOo~
Más tarde, con los comestibles desempacados y mis compras en su sitio, horneé. Galletas de todas clases llenaban los contenedores sobre la encimera. Estaba sola, y tenía el radio encendido, la música me ayudaba a sentirme más en casa en la cocina que aún sentía pertenecía a alguien más.
La puerta se abrió y Terry entró, sonriendo.
"Todo lo que puedo oler son galletas."
"Hice tus favoritas. Un pajarito me contó todo."
Echó un vistazo en los contenedores con una sonrisa. "¿Felix?"
"Tal vez."
Se echó a reír y agarró unas cuantas, masticando alegremente. Le serví café, y bebió, viéndose pensativo.
"Fuiste al centro comercial."
"Necesitaba un par de cosas. Lo hice rápido."
Suspiró. "No estoy molesto. No quiero que te sientas prisionera, pero quiero que seas cuidadosa."
"Lo sé." Titubeé. "¿Pony y Patty tienen, protección?"
"Tanto Patty como Pony llevan armas, y saben cómo defenderse."
"Oh. ¿Y Annie?"
Suspiró. "Annie nunca deja la propiedad sin Archie , Felix o yo. Jamás. Esa es su elección, por cierto. Después de lo que le pasó, es incapaz de soportar la idea de salir sola al mundo."
"Entonces, ¿debería cargar un arma?"
Gimió. "¿Podemos discutir esto en otra ocasión?" Me observó. "¿Estás tan ansiosa de alejarte de mí que ya necesitas escaparte sin importar qué?"
Me acerqué, tomando su rostro entre mis manos. "No. Simplemente no quiero ser una molestia. Odio pensar que si nos quedamos sin leche, tengo que alejar a Felix de su trabajo."
Por ahora, así es como tiene que ser." Se rio entre dientes. "Además, creo que tienes un fan en Felix." Sacudió su cabeza. "Mi endurecida mano derecha te adora, creo. Tú lanzas tu hechizo y nos atrapas a todos, esposa pecas."
"Solo quiero atraparte a ti."
"Ya lo hiciste. Por primera vez en mi vida, no puedo concentrarme en mi trabajo. Es como si pudiera sentir que estás en la casa y quiero estar contigo."
"Terry," dije entre mi aliento.
Tomó mi rostro entre sus manos, besándome con fuerza. "Mi seductora, esposa."
Caí en su abrazo, sintiéndome contenta.
Se enderezó, sacudiendo sus pantalones. "Debo dejarte, pero estoy deseoso que llegue la cena."
"¿A las ocho?"
Asintió. "A las ocho en punto." Alcanzó otro puñado de galletas. "Estás me ayudarán a aguantar hasta entonces."
Dejó la cocina, su ausencia provocando que la habitación pareciera extraña y vacía una vez más.
Sacudí mi cabeza por mis pensamientos. Solo tenía que acostumbrarme a mi entorno.
Estaba segura que pronto lo sentiría como mi hogar.
Tenía que ser así.
Los primeros diez días después de regresar a casa, la vida parecía casi normal. Tan normal como una vida podía ser cuando estás casada con un hombre como Terry.
Era obvio que la señora Grey no regresaría, y convencí a Terry que esperara para contratar a alguien. Pasaba mis días cocinando, explorando mi nuevo hogar, y pasando las noches con Terry.
La casa era enorme, extendiéndose hacia ambos lados desde una gran área central. Terry pasaba todo su tiempo en el lado oeste en su oficina y las habitaciones adjuntas. Toda el ala era utilizada por su equipo. Constantemente estaba rodeado por sus hombres; aunque podía fácilmente distinguir su voz si pasaba por el pasillo donde estaba ubicada la oficina. Había otras habitaciones, pero todas estaban ocupadas con el equipo de Terry. Había computadoras, hombres, escritorios, y todo tipo de armarios, y gigantescas pizarras cubiertas de escritura. La mayor parte del tiempo la puerta estaba cerrada.
La oficina de Terry era enorme, y su escritorio cubierto con varias computadoras. Había una gran mesa con muchas sillas alrededor, y sabía que se reunía ahí regularmente con su equipo. Si entraba, tenía cuidado de no permitirme ver lo que estaba en las computadoras, y siempre cerraba los archivos sobre su escritorio. Me estaba protegiendo del contenido, y estaba agradecida. No había nada personal en la oficina, pero era obvio que era un espacio bien utilizado.
El ala este era la parte más habitada de la casa.
Al salir del centro principal estaba la enorme habitación donde habíamos intercambiado nuestros votos. Era un salón que pocas veces se usaba, lleno de pesados muebles y gruesas alfombras. Era muy formal, y la encontraba inmensa.
Descubrí que la biblioteca era más de mi gusto; aunque también era más grande que cualquier biblioteca personal de casa que había visto en mi vida. Pero las sillas eran cómodas, y la iluminación buena para leer. Había una gran selección de libros, y sabía que me mantendrían ocupada por mucho tiempo.
En el segundo piso, había seis habitaciones, todas con su propio baño, y dos habitaciones que estaban vacías. Me preguntaba si Terry se opondría a que convirtiera una en una sala. El tamaño sería más fácil de manejar.
En la parte de atrás de la casa, en la planta principal, era donde Pony, Patty y Annie pasaban su tiempo. Era luminoso con muchas ventanas y con vista a los densos árboles de hoja perenne. Había entrado y saludado unas cuantas veces, pero parecía incomodar a Annie, así que mantenía mis visitas breves. Pony, me aseguró que Annie ya me había aseptado.
Me sentía cómoda en la cocina. Bien diseñada, tenía un enorme sillón con orejas junto a la chimenea donde podía leer, y un escritorio empotrado en el que me gustaba sentarme a escribir listas o utilizar la computadora para buscar recetas. Por primera vez en mi vida no tenía que trabajar, y disfrutaba de hacer el papel de ama de casa. La mayoría de los días, Terry venía a almorzar. Entraba apresurado unas cuantas veces al día por café, para agarrar unas galletas, y nunca se iba sin darme un beso prolongado e intenso. Un par de veces me subió a la encimera, y me hizo el amor. Nadie entraba a la cocina mientras él estuviera ahí, y sabía que nunca lo harían. Terry nunca permitiría que eso ocurriera, de modo que estaba libre para disfrutar de su espontáneo lado amoroso. Todas las noches, se presentaba a las ocho y cenábamos a la mesa. Él abría una botella de vino, desabrochaba su cuello, y se convertía en mi Terry. Cálido, afectuoso y tierno. Luego nos retirábamos a nuestra habitación, y pasábamos el resto de la noche explorándonos el uno al otro.
Y luego las cosas cambiaron.
Continuará......