Candice vio caminar a su esposo, cabizbajo y con pasos lentos, se le llenaron los ojos de lágrimas, porque lo amaba tanto y moriría de sólo pensar en perderle. Al estar completamente sola, habló libremente con su amiga, quién estaba a la otra línea.
—¿Ya se fue verdad? —Patty le preguntó, pues había escuchado cuando se despidieron.
—Sí —. Respondió la rubia al borde de las lágrimas.
—No estés triste amiga, estoy segura de que solo imaginas cosas que no son—. Su amiga trataba de consolarla, pero la voz también se le había quebrado.
—Lo sé Patty, pero... No puedo evitarlo. Anoche, pensé que me lo contaría, pero no lo hizo—. Candice caminaba de un lado a otro.
—Tal vez no lo hizo porque no vale la pena.
—Pero antes me contaba todo... Todo.
—Quizás te lo cuente hoy.
—¿Y sí no lo hace? ¿Y sí, en verdad pasa algo entre ellos?
—¿Alguna vez te dio un indicio, o le viste algo sospechoso? No sé… Quizás, ¿labial en su ropa, perfume impregnado, mensajes o llamadas sospechosas?
—Te recuerdo que viajo seguido, además por mis manos, no pasa su ropa.
—Por ti no, pero si por las muchachas del servicio, y estoy segura de que, si ellas hubieran visto algo extraño, de una u otra manera ya lo sabrías. Recuerda que los chismes y las cosas malas se esparcen con rapidez.
—En eso tienes razón, esperaré estos días.
—De acuerdo amiga, tranquilízate y toma las cosas con calma, si gustas podríamos ir a tomar un café, me dices con tiempo para organizarme.
—De acuerdo amiga, siempre te marco. Gracias por escucharme, ah, y dale un beso enorme a mi querido Stair.
—Claro que sí, ahora mismo se lo daré. Te dejo, porque ya lo llevamos al colegio. Adiós Candy.
—Adiós Patty.
Candice subió a su habitación a retocarse el maquillaje, y vio por última vez su figura en el espejo, un botón de su blusa se había abierto, así que contempló su vientre, pasó sus dedos sobre algunas estrías, que le quedaron como recuerdo de sus tres embarazos; rememoró con ensoñación esas etapas de su vida, las cuales fueron muy hermosas. No entendía por qué esa mujer la estaba desestabilizando ahora, trataría de no pensar en ella.
Aprovecharía al máximo su fin de semana en el yate, sacó del closet la bolsa con los juguetes que Terry acababa de comprar, de esos ya habían usado algunos, y la experiencia había sido demasiado placentera. Escogió los que se llevaría, pediría un yate solo para ellos dos, porque de ninguna manera podría disfrutar con su esposo, sabiendo que sus suegros e hijos estaban a la par.
En eso estaba, cuando nana Pony entró a la habitación.
—¡¡Nana Pony!! ¿Qué haces acá? —. Candice exclamó porque los juguetes estaban esparcidos sobre su cama, la cara se le pintó roja como un tomate.
—Candy, pensé que ya te habías ido al trabajo, solo vine por el cesto de la ropa sucia—. Respondió la regordeta, pero dulce mujer.
—Yo... Ya estaba por irme —. Ella se le plantó enfrente, tratando de ocultar los artículos.
—¿Necesitas que te ayude con eso? —La nana como ya era habitual en ella, no espero respuesta y se apartó, dispuesta a ayudar.
—Estoy bien nana, deja, lo hago yo—. La rubia trató de empujarla hacia el otro lado, pero ya era demasiado tarde.
—¡Jesucristo bendito! —La anciana mujer se persignó cuando tomó unas esposas—Mi niña, ¿Esto es de algún policía? ¿Acaso, piensas secuestrar a alguien?
—No nana, no es de ningún policía y descarte lo del secuestro. Venga, deme eso. Esas no son reales, son de plástico, ¿ve? —Candice le mostró.
—Ah que bonito esto, supongo que tu esposo lo compró para llevar al hipódromo—. Esto lo dijo al sujetar un pequeño látigo.
—Ay, nana, deje eso por favor—. Candice ya estaba echando todo en la bolsa.
—Está bien, acá tienes—. Le entregó el látigo de cuero. Entonces mostró sus dientes en una amplia sonrisa cuando tomó otro artículo—¡Qué lindo rosario!, hasta parece que es de esos que brillan en la oscuridad—.
Candy dejó la bolsa de lado y le quitó las cuencas. —En verdad nana, yo me encargo, gracias—. Le dijo casi echándola de la habitación.
—Solo deja que me lleve el...
—No, luego envía a Dorothy para que se lleve la ropa. Debo cambiarme esta blusa, así que disculpe—. Finalmente, la rubia había logrado sacarla de su habitación.
«¿Rosario dijo? ¡Dios mío!» Ella apretó los labios conteniendo una risa, por las ocurrencias tan ingenuas de su linda nana.
Guardó todo con premura, pues el celular empezó a timbrar, contestó a Daisy y le indicó que ya salía para la compañía. De camino se encontró con el tránsito demasiado pesado y lento, esto gracias a un choque automovilístico. Buscó una ruta alterna en el waze, y viró en el retorno más próximo.
Después de un par de minutos, se encontraba sobre la autopista, con precaución bajó un poco la velocidad, pues le había parecido ver un furgón de su empresa entrando a la central de MarloweChemicals. Un hombre le gritó y bocinó, ya que por poco y se salía de su carril, trató de concentrarse, pero no podía. «¿Por qué diablos GAQUIM, les llevaba producto?», Su esposo tendría mucho que explicar, y no estaba dispuesta a esperar más, así que le marcó, pero él tenía el celular apagado.
—¡Ah, infeliz! — Gritó dentro del Jaguar y golpeó con fuerza el volante. Si Terence ya había olvidado lo odiosa y entrometida que había sido en su relación, ella se lo volvería a recordar.
Llegó a la compañía como alma que lleva el diablo, al nada más abrirse la puerta del elevador salió apresurada, se topó con otros directivos en el pasillo, saludó, pero no se detuvo a platicar con ellos. Al llegar frente a la oficina de Terry e intentar ingresar, Sandra la detuvo.
—Buen día, licenciada. El ingeniero no se encuentra.
Candice respiró profundo, y trató de sonar amable—. Buen día Sandy, ¿de casualidad sabes en dónde está?
—Permítame…—La secretaría entró a la agenda electrónica—Ahora, debe de estar dando una presentación de los nuevos aceites con el señor Baughman.
—Entiendo, te agradezco la información—. Ella caminó con paso firme a su oficina.
En cuanto entró, Daisy se hizo presente y le dio las novedades de las sucursales. Después de escuchar y dar algunas instrucciones; le pidió la clave para entrar al sistema de inventarios.
—Con gusto, ¿necesita la del inventario global, o de alguna bodega en específico?
—Solo necesito las de Nueva York, gracias.
—De acuerdo, voy a verla en mi agenda, ahora vuelvo.
Candice encendió su computador, revisó el celular esperando novedades de su esposo, pero no había nada, bueno, sí había un texto que decía "Te amo, conduce con cuidado"; se fijó en la hora, él lo había enviado cuando recién salió de casa. Ella entonces le respondió "También te amo, y mucho", ya lo leería su esposo cuando encendiera su móvil.
Una vez que el Windows cargó, entró al sistema de inventarios, Daisy le dejó anotada la contraseña en un pósit, buscó por varios minutos entre los pedidos algo de MarloweChemicals, pero no había nada, ya estaba estresada.
Los golpes a la puerta desviaron su atención—Adelante—. dijo a quién la buscaba.
Continuará...