Jue Abr 13, 2023 9:58 pm
por RossyCastaneda
ATADO A TI
CAPÍTULO VI PARTE I
BY ROSSY CASTANEDA
CAPÍTULO VI PARTE I
BY ROSSY CASTANEDA
No hubo palabras tras la marcha de los guerreros. Terrence comenzó a levantar el improvisado campamento y eso fue la señal para reanudar el viaje. lady Victoria, que había intentado pasar desapercibida, se subió de un salto en la parte de atrás de la carreta, y cuando Candy esperó a que Terrence le tendiese la mano para ayudarla a colocarse a su lado, la mandó sin miramientos a hacerle compañía a su amiga.
—Vete atrás —le ordenó.
—Bien —respondió ella dando un salto — era evidente que él no quería hablar, y ella, no daría el primer paso, pues no tenía ni la menor idea qué decirle y tampoco deseaba enfrentarse a una situación del todo imprevista y que le daría dolor de cabeza.
—Está enfadado —susurró su amiga lo más cerca posible de la oreja de su amiga.
—Lo sé.
—¿Te gusta él, Candy?
La rubia tragó saliva y desvió la mirada hacia otro lado. ¡No le interesaba tener una relación con nadie! Eso implicaba no dejarse seducir por el primero que luchara a muerte por salvarles la vida a su amiga y a ella. ¡Dios santo!, estaba en deuda con él y el pago era tan grande que no sabía cómo podría asumirlo. —Pero sí, maldita fuese su suerte, él le encantaba. Todo en él. Ni una sola objeción, ni tampoco esa procedencia que ella sabía era temible, le asustaba.
—Esa no es la cuestión —respondió después de unos segundos.
—¿Estás molesta porque lo he besado? —tanteó con suavidad su amiga, para que él no las escuchase—. Te prometo que fue algo insignificante, un contacto breve en la boca, no lo disfruté...pero si tú no lo quieres... yo...
—Ya basta —la frenó Candy con mayor brusquedad de la que pretendió.
—¿Estás enfadada?
—No —respondió la rubia suavizando su voz.
—Mentirosa... —musitó la pelinegra, mientras sonreía con complicidad.
El resto del viaje transcurrió en silencio. Una falta de conversación en la que la cabeza de Candy daba más de mil vueltas sobre tantas cosas que... ¿Cómo era posible que un hombre al que acababa de conocer se hubiese convertido en alguien tan importante para ella? No quiso seguir con esos pensamientos tan sombríos.
En cuanto anocheció, Terrence montó una tienda de campaña junto a un río para resguardarse de la humedad de la noche. Se quedó fuera y encendió una fogata. Antes de comenzar el viaje, había cazado dos conejos más que servirían para la cena.
Cuando su amiga se quedó dormida, Candy no soportó más las dudas que asaltaban su mente. Decidió salir. —Vio sentado a Terrence frente a la hoguera. Las llamas se mantenían sofocadas, crepitando en medio de la nada.
—¿Vas a dirigirme la palabra o el resto del camino seguirás ignorándome? —Se sentó a su lado no tan cerca, para mantener una distancia prudente.
—Podría hacerte la misma pregunta.—Terrence se giró para observarla.
—¿Quién eres? —Cuestionó Candy
—Terrence Graham.
—¿Qué más eres? —Candy continuó con la línea de su interrogatorio.
—Un bastardo; mi madre es escocesa —respondió sin revelar su descendencia inglesa
—¿De que lugar?
—Las Highlands
—Entonces no mentías cuando dijiste que eras un guerrero.
—No.
—¿Cuál es tu nombre? Cuestionó la rubia.
—Solo respondo al nombre que me dio el hombre que me engendró—respondió Terrence sabiendo exactamente que ella preguntaba por su nombre de guerrero.
—Dime el otro —ordenó Candy en el mismo tono autoritario que lo hacía él.
—Ya lo sabes.
—Dilo.
—No.
Candy sonrió.
—Recuerdo una conversación parecida, pero la que se negaba era yo.
—Lo sabes. Ya te lo dije cuando fuimos a cazar.
Candy achicó los ojos. Repasó la conversación en su mente. Todo estaba un poco difuso... salvo el hecho de que le había lamido con cierta intensidad el lóbulo de la oreja. Sacudió la cabeza para ahuyentar esos hechos, y entonces lo recordó..
—T.G... musitó arrastrando las letras —TIGRE —dijo al fin.
—Nadie me llama así si sabe lo que le conviene —respondió Terrence con cierta tranquilidad.
—Lo recordaré. —La amenaza lanzada estaba latente y ella sabía que no debía usar ese apelativo nunca.
—¿Quién es ella? —fue el momento de Terrence de lanzar su interrogatorio.
—Ella es la verdadera Annabella Brighton, yo soy Candice White
—¿Es en verdad tu señora?
—No. —respondió Candy con sinceridad —Es mi mejor amiga.
—¿Es ella quien realmente va a casarse?
Candy negó con la cabeza.
—¿Por qué el engaño, Candice? Cuestionó el castaño.
—Porque quería pasar desapercibida. —suspiró —Los hombres me observan antes incluso de entrar en un lugar. Era arriesgado hacerlo de otro modo. Además, era necesario hacerlo de ese modo, la protección de ambas, es lo primero para mí —expuso con sinceridad, esperando que él comprendiese que no fue nada premeditado para burlarse, sino una medida de seguridad.
—Pero no lo conseguiste, yo te vi, aún vestida con aquellos trapos —le dijo, haciendo que una calidez inesperada se extendiese por las entrañas de Candy.
—¿Cuándo supiste mi nombre ? —Candy achicó los ojos —cuando estuvimos cazando tú no...
—No estaba del todo seguro, pero desde que las vi, me di cuenta que había algo extraño en el comportamiento de ambas, por eso te hice aquella pregunta sobre vuestra relación, la que tanto te ofendió. He presumido delante de ti, mi concentración y mi poder de observación, pero al final, fue tu amiga quien me advirtió de tu identidad. Debo confesar que me sentí estúpido. Luego, tuvieron que aparecer esos mercenarios para abrirme los ojos por completo.
—Lo siento, no debí referirme así de ellos —Candy bajó la mirada avergonzada al reconocer sus palabras cuando se refirió a los tres hombres con los que Terrence se midió en fuerza y audacia.
—Hiciste bien. Las hubieran llevado con ellos después de matarme. El mundo, Candy, no se divide en razas, sino en personas, buenas o malas, según sus intenciones. Ellos eran guerreros y al menos tuvieron honor cuando vieron que vencí a uno de los suyos. No dudes ni por un instante de que para que ellos las hubiesen obligado a marcharse en su compañía, yo habría perecido antes haciendo todo el esfuerzo posible por salvarlas.
Candy no lo dudó ni un instante. Sintió verdaderas sus palabras. Evitó decirle que tras su muerte seguramente ella le habría seguido, porque muy posiblemente se hubiese enfrentado a ellos.
—Lo sé. Eres un guerrero y estoy convencida que... de los mejores.
Él asintió.
—Lo fui en el pasado. Ahora soy Terrence Graham, un simple domador de caballos que desea una pacífica vida sin complicaciones.
—¿Caballos?
—Crio caballos pura sangre. Tengo un rancho —le explicó complacido ante el hecho que ella se interesase por sus asuntos.
—Un hombre pacífico sin... complicación.
—Así fue... hasta ahora. —Terrence no le quitaba los ojos de encima. Ella tampoco apartaba la mirada. Sus ojos azules se veían brillantes.
—¿Cuánto queda para llegar? —Candy desvió el tema hacia una conversación menos intensa.
—¿Deseosa de casarte con tu hombre? —preguntó Terrence con un tono de voz tan neutro que Candy no supo interpretar si estaba molesto o no.
—Necesito un techo bajo el que dormir, una cama confortable en la que tenderme. —Me da miedo hablar esto contigo porque crees que el campo no es lugar para mí, pero después de este largo camino ansío estabilidad. Un lugar seguro, para mi amiga y para mí. También quiero paz, sin complicaciones. —¿Qué hay de malo en tener un poco de comodidad, Terry?
—Nada. Una mujer como tú merece lo mejor que se le pueda ofrecer. Lo entiendo.
—No sé si lo que has dicho es un cumplido o una sentencia desfavorable.
—Te irá muy bien con tu futuro marido. No te aceptará de inmediato; primero por la forma como se dieron las cosas, segundo por tu forma de ser, pero si le haces ver tu valía, estará a tus pies. Él te dará todo lo que necesites. Es rico y cuidará de ustedes. No tienes nada que temer.
—De modo que él espera una mujer sumisa, ¿Es eso lo que tratas de decirme? —¿Crees que me rechace por ser lo suficientemente valiente como para enfrentarme a cualquier situación? —enarcó una ceja y continuó —es un pena que no he nacido en el lado correcto de la balanza.
—¿Qué quieres decir?
—No soy un hombre. Todo sería diferente si hubiese sido varón. No hubiese corrido peligro entre otras cosas —evitó revelar la maldición familiar que la perseguía.
—¿De quién huyes?
—De la lujuria de un bastardo —dijo sin pararse a pensar su respuesta.
—¿Qué te hizo?
—Nada. Bueno, sí... Minó mi fuerza. —Quiso abusar de mi.
Terrence apretó la mandíbula
—¿No tenías a nadie que te protegiera?
—Tras la muerte de mi madre, mi padre se desentendió de sus obligaciones conmigo, así que, mi tío cuidó de mi, pero... —cerró los ojos para que no viera su dolor —me quedé sola cuando menos lo esperé...
—¿Tu tío también te abandonó?
—No. —Él jamás lo hubiese hecho —apretó los puños —fue en busca no sé de quien —se encogió de hombros —y desafortunadamente, ya no pudo volver.
—Lo siento. —Terrence la observó. Ella miraba al cielo y mantenía la mandíbula tensa negándose a dejar caer las lágrimas que se asomaban en sus verdes ojos. —El matrimonio te hubiese protegido.
—Nadie en su sano juicio me hubiese desposado, por eso, decidí aceptar ser una novia por correo. No olvides esa parte, Terry
—No lo hago ni un instante, Pecosa.
Candy suspiró.
—Sabes, estuve a punto de casarme. Bueno, no fue así del todo. —Curvó sus labios en una sonrisa triste —Mis padres arreglaron un matrimonio, dos veces con caballeros ingleses ... ¿Y sabes lo que pasó? Él negó —Las dos veces me rechazaron —reveló con toda la dignidad que fue capaz de reunir. En aquella años, me negué a asistir a la fiesta en honor de uno de los idiota que se atrevió a rechazarme, porque estaba segura que si asistía, le cantaría y no necesariamente la mejor sonata, sino, unas cuantas verdades.
—¿Por qué alguien haría algo tan estúpido?
—No soy una mujer que sepa contentar a un hombre. Soy demasiado competitiva, y aunque intente ceñirme a las normas, fracaso estrepitosamente... más, si quiero ganar —respondió omitiendo lo de la maldición lanzada a las mujeres de su linaje, no tenía caso mencionarlo
—No negaré que me sorprendiste con tu actuación. Preví que tramarías cualquier cosa, pero algo como lo que hiciste... Me gustó, Pecosa. También cuando te besé.
—También me gustó besarte —confesó—. En cuanto a lo otro... No debí haberlo hecho. Fue totalmente impropio. Y es por cosas como esa, y no dejar que ningún hombre me pase por encima, y porque por no soy se sumisa, soy considerada inadecuada para una unión con los de mi clase.
—De modo que eres una dama con título, ¡eh! —Terrence no deseaba hablar de besos o lamidas en la oreja porque si no...
—Lo fui en el pasado —respondió del mismo modo que él lo había hecho unos minutos atrás —. Candy aclaró su garganta y comenzó a exponer como terminó en aquella situación, omitiendo partes significativas que aclararía luego. —La solución fue venirme a una tierra igual de salvaje que yo. Me dijiste que no encajaría, y debo conseguirlo, Terry, porque si no es aquí a donde pertenezco, no sé dónde más podría ser. Mi padre vio un anuncio en el periódico en donde buscaban a una dama para casarse, y llevar la casa de una familia inglesa, querian una dama que fuera correcta, con modales... Preferiblemente acostumbrada a una vida con comodidades que supiera entretener a sus invitados, pero que no fuese demasiado frágil dado que se necesitaba un espíritu fuerte para residir en el campo.
—¿Y tu padre hizo todos los arreglos, y tú aceptaste?
Candy asintió
—Yo debía marcharme de inmediato porque aquel maldito bastardo se encaprichó conmigo y quiso abusar de mi una noche que quedé sola en casa. Pero antes que cumpliera su cometido, yo lo hubiese asesinado. —confesó sin remordimiento alguno —Hubo un silencio pesado entre ambos. Candy tragó saliva y se dispuso a preguntar—: ¿Te he alarmado? Soy consciente de lo que acabo de decir. De todo. Esa noche, Annie le partió la cabeza con algo duro... no recuerdo qué objeto fue, porque me tenía bajo su cuerpo y cuando lo dejamos inconsciente en medio del bosque supe que lo mataría si intentaba ponerme nuevamente una de sus asquerosas manos encima. No me importarían las consecuencias, lo despojaría de su inmunda existencia sin pestañear.
—¿Por qué no lo hiciste en ese momento? Hubieses estado en tu derecho de defender tu honor.
—Tiene a muchos dentro de la policía de su parte... la gente de los alrededores hacen y dicen lo que él les manda, y, nosotros unas simples y llanas mujeres. En cualquier juicio hubiese tenido más peso la palabra de uno de sus cómplices en caso de habernos quedado y que él hubiese denunciado nuestra agresión. Incluso si hubiésemos acabado con su vida, nos habrían conducido a la horca. No podía permitirlo. —Era la primera vez que Candy hablaba con tanta libertad, con suma confianza con otra persona y se sentía bien. El nivel de intimidad que tenía con Terrence, sin que estuviesen tocándose, era exquisito. Reconfortante. —Lo miró a los ojos dispuesta a revelarle la otra parte de la verdad, pero él habló primero.
—Encajas, Candy. Estarás bien. Te lo aseguro. Tu futuro marido no es un tirano. Te protegerá con su propia vida si hace falta. A tu amiga y a ti —agregó. —Me alegro de que no te casaste y que estés aquí.
—Yo también. —suspiró
—Te gustará conocer a Karen, es fuerte. Ella dirige una hacienda, no cualquiera, es la mayor de todas los que hay, su tío la encumbró y ella la dirige con mano de hierro. Ha llegado a tener a una veintena de personas bajo su cargo.
—¿Su esposo lo permite? —preguntó Candy con ojos muy abiertos.
—Mi amigo y yo éramos sus empleados. La ayudábamos. Una mujer soltera al mando de todo ese imperio que construyó su tío ... Creímos que el doctor Kleiss estaba loco —comenzó a decir mientras recordaba el pasado—. Cuando nos pidió que cuidásemos de ella... No pudimos negarnos, Karen es una auténtica mujer de negocios. Tan indómita como la tierra que pisas, tan cálida como el atardecer de un largo día, tan brava como una peligrosa bestia salvaje y con una lengua venenosa que insertará su veneno si la provocas. Serán buenas amigas.... pero eso si, trata de que no te corrompa demasiado. Puede ser un dolor de muelas cuando se lo propone.
Candy se sintió... ¿Celosa? —¡Oh, Dios del cielo! —No había reconocido el primer tirón de su corazón porque nunca había sentido algo así en su interior. Eran celos por el modo en el que Terrence había hablado de otra mujer, por cómo la había ensalzado con esa voz ensoñadora que rememoraba a una mujer fuerte... Se descubrió hundida ante ese hecho. No quería seguir con la conversación. No deseaba continuar sintiendo ese molesto pellizco que se había incrustado en su pecho.
—Es tarde, será mejor que me duerma. Mañana se nos presenta un largo día para viajar... —De pronto se dio cuenta de que no quería llegar a su destino. No deseaba cambiar lo que estaba viviendo... con él.
—Llegaremos mañana a la casa de campo de los Ardlay. A la hora del almuerzo tendrás todo lo que mereces, Candy. Tu amiga y tú podrán darse un baño en el río antes de partir, podrán vestirse correctamente y comenzar a vivir.
—¿Tan pronto?
Terrence frunció el ceño desconcertado — ¿Había en sus palabras un cúmulo de decepción? No, seguro era anticipación por conocer a su futura familia. Malditos fuesen por haber tenido tanta suerte. —Seguramente el afortunado le echaría el ojo a Candy; haría todo por quedársela, y, saldría ganando, porque Candy además de hermosa, era una mujer increíble,
—Buenas noches, Candy. Descansa. Mañana todo habrá acabado. Te lo prometo.
La rubia se levantó de su lado y no fue tarea fácil, pues se percibía pesada. Como si arrastrase un gran peso en su interior. Se marchó y él se quedó solo con sus cavilaciones. —No tenía derecho a traerla a su vida de sencillez. Con un bastardo que estaba convencido que la vida solitaria era mejor que cualquier otra cosa. Y más después de conocer su verdadera identidad.
Él necesitaba una mujer fuerte, porque cargar con un esposo como él, un hombre gruñón y tirano, no sería tarea fácil. La fortuna de futura familia le serviría a Candy para seguir siendo la dama importante que estaba destinada a ser, porque, bien con el mayor o el menor de los hermanos, ella llevaría una existencia de lujos sin preocupaciones, sin precariedad. —Suspiró. —No debió haber jugado con ella de la manera en la que lo hizo, pero no había hecho ninguna declaración comprometedora y lo que había sucedido entre ambos, no había pasado de un mero beso intenso. Se echaría a un lado y se olvidaría de la insensata idea que tuvo cuando creyó que... —sacudió la cabeza para no recordar el alto precio que su madre pagó en el pasado; no dejaría que Candy tuviese la misma suerte al lado de un bastardo que solo era respetado en el campo por quién fue y lo que hizo por el lugar que lo abrigó. No, de ninguna manera, la arrastraría a su miseria.
La dureza de su piel solo era comparable a la inexistencia de ternura. —¿Qué mujer podría soportar su malhumor, su tiranía, osadía y la falta de sensibilidad? No era un exitoso hombre de letras, como lo era Tom, tampoco un sinvergüenza lleno de galantería y tiernas atenciones que dispensar a una bonita mujer, como Albert, dado que era un refinado y atractivo hombre con los bolsillos llenos.
No tenía demasiadas esperanzas en sí mismo. ¿Qué ilusión iba a tener Candy con él? Un hombre que solo sabía pelear, defender, matar, y podía vivir con las manos ensangrentadas sin ningún remordimiento.
Candy era luz. Dulzura. Aunque tenía carácter y se veía fiera, siempre sería una mujer y ellas anhelaban caricias sinceras, cierta docilidad, comprensión. ¿Qué sabía él de todo eso? Nada. Incluso, menos lo hacía el fiero guerrero que tenía que tomar el control cuando hacía falta luchar para sobrevivir.
¡Ni hablar! —Les daría trabajo a las chicas de la taberna. Lo peor sería que cuando yaciera con cualquiera, todas serían Candice, la mujer que acababa de dejar escapar. Y era toda una gran fortuna que nadie estuviese al corriente de su desgracia, dado que sería lo más humillante que podría hacer un hombre: acostarse con una mujer, cuando deseaba fervientemente estar con otra.
Gracias Por Leer
A Yuriko Yokinawa, AstridGraham, Cecilia Lagunes, ambar graham, Nancy G, Evelyn Rivera Strubbe, BettyJesse