Capítulo 1
El rocío de la mañana se apreciaba mejor con ese brillo que deja en sus flores el serenó.
El hogar de pony como lo llamaron su fundadoras. La señorita Pony era una de ellas. Era un hogar que albergaba niños en desgracia que no tenían un familiar, la mayoría de ellos eran huérfanos, sus padres los abandonaron.
Contaba con una amplia pradera y una colina donde los niños compartían, les gustaba ir a jugar y ver el bello paisaje especialmente el atardecer.
Contrario a lo de otros orfanatos este era muy especial porque ahí reinaba el amor que sus fundadoras profesaban, a pesar de que los pequeños carecían de un padre o una madre, ellos eran felices con sus dos madres amorosas.
A los alrededores del hogar había haciendas muy prósperas con personas que habían adoptado algunos de los niños y estas a su vez contribuyen con donaciones monetarias y alimentos como granos, huevos, leche, carnes, queso, hortalizas y vegetales. Todo fresco y de primera calidad, no había escasez.
La hermana Maria se encontraba apresurada preparando el desayuno con ayuda de algunas mujeres voluntarias y también las jóvenes que no habían sido adoptadas.
Algunos de los varones más grandes se iban en ratos a ayudar en las haciendas aledañas.
La monja, quien era la hermana Maria, estaba un poco atrasada con la preparación del desayuno ya que la noche anterior estaba demasiado inquieta, tuvo pesadillas que no le permitieron conciliar el sueño.
Mientras preparaba la comida volvieron a su mente los malos recuerdos cuando un año después de haber recibido su consagración y ser oficialmente entregada a Dios.
Todo lo que recordaba para ella era una pesadilla ya que el que se decía llamar padre del convento donde ella profesó sus votos, abusaba de sus compañeras. Él les llamaba por el interfón para que fueran a la sacristía y ahí les hacía lo que él quería satisfaciendo sus bajos instintos y diciendo que era un mandato divino.
Sus recuerdos eran tan vividos que aún recordaba muy bien la primera vez que la llamo le dijo que se quitara sus hábitos, ella se horrorizó como trato de resistirse este la abofeteó haciendo que sangrara, él le quitó la ropa y la empezó a manosear hasta que el sacerdote consumo sus más oscuros y perversos deseos no sin antes amenazarla.
—Ni se te ocurra decir una sola palabra de esto ¡entiendes! —mencionó mientras la miraba con desprecio y añadió—: No me puedes denunciar, ni confesárselo a ningún otro sacerdote porque si lo haces te mandaré a otro convento donde a ti y las otras monjas les irá peor.
El hermano de él sacerdote que la vio al entrar a la oficina, estaba ahí mirando por una pequeña ventana, era mucho más sádico y pervertido se sabía en secreto a voces que las torturaba.
Ella después de todo aquello se sentía sucia aunque no había sido su culpa, sabía que debía callar por su bien y el de su madre, pues si su madre anciana y enferma recibía algo de ayuda era por estar ella en ese lugar como novicia sirviendo.
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La vocecita de uno de los niño la hizo reaccionar
—Hermana Maria, tengo hambre mi pancita me retumba usted cree que ya pronto podremos comer —jalaba de su falda pidiendo.
—Si, en unos minutos más estará listo, anda a la mesa con los demás niños.
El desayuno se sirvió a su hora. Después los niños tenían que tender sus camas y asearse. Entre la hermana Maria y las chicas se encargaban de atender a los más pequeños.
Después los niños tenían talleres, a los más grandes los recogía un autobús que patrocina el rancho Stevenson para llevarlos a la escuela y al terminar las clases los regresaban.
Los días eran tranquilos y pasaban sin ningún contratiempo. Pero por esos días a los niños les contaron a sus madres que tenían mucho miedo porque habían desaparecido algunos niños del condado más cercano.
La señorita Pony les dijo:
—Nunca deben hablar a ningún desconocido ni irse con un extraño, no deben andar solos y si ven a alguien extraño, si algo de estas dos cosas pasa, deben contárselo a quien más confianza le tengan entendieron.
—Si —respondieron las vocecitas de varios de los habitantes del hogar.
Así transcurrieron varios días, entre los niños reinaba el temor e incertidumbre de todo aquello que estaba pasando.
Un día llegó al hogar una niña del servicio social, se encargaron de llevarla allí por la buena reputación de la institución. La pequeña estaba muy delgada se llamaba Katherine, había sufrido las peores cosas por quien se suponía la tenía que cuidar, su madre nunca la quiso la abandonó a los seis meses con su madrina una mujer que no tuvo hijos y siempre estaba alcoholizada no le daba los cuidados necesarios a la niña; a los seis años el esposo de ésta mujer también maltrató y abusó sexualmente de la pequeña. La niña se lo dijo a su madrina pero ella no le creyó todo lo contrario la golpeó y le dijo que no dijera mentiras.
En ese lugar Katherine tenía que hacer las labores de la casa, estaba obligada por su madrina y esposo a hacer los deberes que le corresponden a la mujer adulta.
Un día cuando la niña fue a la lavandería la persona que atendía el lugar le preguntó:
—¿Cómo te llamas y por qué tu mamá la manda a lavar sola, es muy peligroso para una niña tan chiquita.
Katherine le respondió: — No, no me mandó mi mamá, es mi madrina con la que vivo.
Ella tenía que hacer todas las labores para tener un lugar donde dormir y comer, si no lo hacía la mujer se enojaba y sabía que le iría peor. Katherine le mostró las quemaduras de cigarro en su piel y unas heridas que ya estaban cicatrizando.
Gracias a esa persona que reportó el abuso es que la pequeña llegó al hogar de pony.
Katherine tenía desnutrición avanzada pues solo comía pan duro y café, algunas veces si le iba bien le daban las sobras de su comida, le dieron atención médica inmediata la niña por su desnutrición, antes de ir al hogar de pony estuvo hospitalizada pues su piel estaba casi en los huesos. La Madre Maria y la señorita Pony vieron el caso y no lo pensaron para recibirla con los brazos abiertos.
En ese lugar lleno de amor no solo alimento el cuerpo también el alma, poco a poco la pequeña estaba tomando más confianza con aquellas mujeres de buen corazón, los días eran maravillosos para ella y por primera vez, en su corta existencia se encontraba rodeada de gente que no le hacía daño todo lo contrario la procuraban, le daban amor.
Ella poco a poco se fue adaptando ya tenía más confianza y empezó a hablar más con los demás niños.
También ayudaba pequeñas labores del hogar, los demás niños poco a poco convivieron más con ella le decían que ahora tenía muchos hermanitos ,cariño y amor.
—Pero lo más fantástico es que tenemos dos mamás —mencionó uno de los niños mayores.
Ella se había adaptado por completo a su nueva vida.
Pero una tarde se presentó un extraño en los alrededores del hogar.
Los niños en ocasiones pedían permiso para ir a jugar a las afueras del hogar de pony pero antes de salir la señorita Pony les recordó:
—Recuerden lo que ha estado pasando, es muy peligroso que salgan, las autoridades siguen investigando y hace unos días se ha visto un hombre en los alrededores no pueden salir —pidió tajante—. Aquí hay mucho lugar para jugar.
En los alrededores varios niños dijeron ver un carro blanco. A Katherine le causó mucho temor esa noticia pues su padrastro tenía un carro con las mismas características, ella estaba aterrada y empezó a tener accidentes en la cama igual que Jhon, uno de los niños del hogar.
No quería ni asomarse a la puerta, pasaron dos semanas y se presentó la madre exigiendo sus derechos quería regresaran a su hija.
La hermana Maria habló con ella.
—Usted no se puede llevar a Katherine.
—No me la pueden quitar —espetó la mujer levantando la voz.
—Las autoridades nos han entregado la custodia temporal, esa niña ha sufrido lo inimaginable —le dijo casi iracunda la religiosa.
—Las cosas no se quedarán así, voy a recuperar a mi hija y ustedes me la pagarán.
Maria no le mostró ni un ápice de temor aunque estaba aterrorizada y le temblaban las piernas.
Cuando la mujer se fue la monja corrió a la oficina de pony ella le llamó a su amigo, un abogado de prestigio que desde hace varios años hacía fuertes donaciones al orfanato, era el conocido e implacable Terrence Granchester.
—Hola hermana Maria, ¿todo está bien? —preguntó el al otro lado del auricular al escucharla muy alterada.
—No, nada está bien, necesitamos de su ayuda por favor venga al hogar de Pony.
—No se preocupe, en dos días estaré ahí.
—Le agrádesco de todo corazón, aquí lo esperamos —mencionaba mientras con su mano apretaba de sus hábitos al ver a la lejanía por la ventana un hombre parado de negro observando.
Maria al colgar salió corriendo para buscar al hombre pero no encontró a nadie.
La misma rutina empezó en el hogar a diferencia que la hermana iría de compras necesitaba cosas para los más pequeños ropa, zapatos. Algunos de ellos los necesitaban con urgencia y había recibido un cheque de uno de los beneficiarios del hogar.
La pequeña katherine se ofreció a acompañar a la monja pues le había tomado mucho cariño
—¿Mamá puedo acompañarte? —preguntó con una dulce voz a la hermana. Era la primera vez que la llamaba de ese modo.
Maria se sorprendió porque también era la primera vez que la niña quería salir y en el carro que les había regalado la familia Ardlay. La tarde pasó para ambas haciendo sus compras; de regreso faltando una milla para llegar al hogar se les ponchó una llanta, la hermana bajo para cambiarla, había aprendido lo más básico al adquirir el auto, el señor Albert Ardlay le dijo que no se preocupara por eso que cuando necesitara ayuda solo lo llamara, ella se negó rotundamente y aprendió a cambiar un neumático. Se distrajo tan solo unos segundos y cuando regresó a la cabina la niña ya no estaba sentada en el auto. Ella corrió alrededor del auto pensando que la niña se había bajado
—¡Katherine dónde estás! —La llamaba. En ese momento alguien la atacó por la espalda poniendo un pañuelo en su cara, ella solo sintió su cuerpo sin fuerzas.
Aquel hombre había hecho lo mismo con la niña.
Continuará…
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