Por Yuriko Yokinawa
Tenía muy claro su posición, no hubo necesidad de que se lo repitieran una y otra vez, al contrario, era tanta su lealtad qué jamás traicionaría la mano que le dio de comer. Aprendió todo lo que tenía que aprender, era un gran administrador y un aguerrido abogado. Era el hombre de confianza y mano derecha de la cabeza del clan Andrew.
Su graduacion llegó cuando ese buen hombre que lo acogió falleció, no esperaba que fuera tan pronto, le tenía un gran afecto, tanto cariño y amor como si fuera su propio padre. Él pasó a verlo para despedirse y en su último aliento le encargó a su hijo William Albert. De ahora en adelante sería su mentor hasta que cumpliera la edad suficiente para aprender sobre los negocios familiares. Le dio su palabra, para eso había sido instruido. "Gracias, " le dijo arrastrando la palabra. La mano del señor William que era cubierta por la de George perdió fuerza quedando solamente una mirada inerte de gratitud.
Salió de la habitación con un nudo en la garganta, sin embargo, externamente estaba tranquilo. Miró al pequeño Albert y a la señorita Rose Mary, detrás de él salió la señora Elroy y el médico, dieron la fatal noticia a los familiares. Cada uno expresó su pérdida de una u otra forma, pero la más afectada era ahora la tía abuela, un año atrás había fallecido su esposo, ahora, su hermano, parecía una maldición, ahora quedaba ella como tutora legal del nuevo patriarca y ese era un secreto que los más viejos de la familia, George y ella debían guardar celosamente para mantener el imperio empresarial y salvaguardar la integridad física del niño manteniendolo en el anonimato hasta que estuviera listo en tomar las riendas de la familia y la empresa. De eso se haría cargo el señor Villers, para eso había sido instruido.
Esa noche de invierno nevaba pero al administrador no le importó, sus guantes de piel y su largo abrigo negro lo protegía del inclemente clima pero no del calor que quemaba su corazón por la profunda tristeza que sentía, pero de eso nadie se dio cuenta. Para los demás él era solo un empleado. Se dirigió a la caballeriza, tomó su fuete y sacó al puro sangre con el que solía cabalgar con el señor William, le colocó las riendas y la silla para montar para luego quitárselo cuando llegó al picadero. Con el fuete lo hizo correr, tenía emociones encontradas y debía sacarlas.
El señor Villers lo veía correr alrededor de la cerca. Cada que pasaba el pura sangre blandía la fusta para su satisfacción emocional. Sonríe al visualizarse en el equino que galopa para despedirse de lo que quedaba de su escueta libertad. Poco a poco se hunde en la oscuridad, es parte de la noche. Su silueta se pierde en la helada neblina y la melodía del viento. Por segunda ocasión vuelve a convertirse en huérfano y eso lo destroza. De ahora en adelante su soledad será su única familia. Solo por esa noche se permitirá llorar, porque después del amanecer empezará la siguiente etapa de su vida, el cual ya estaba destinada al ser acogido por ese hombre que lo sacó de las calles.