—Tampoco yo sé mi lugar. Siempre tratando de mostrarme correcta, recatada, una dama... porque tengo miedo de que me descubran... Mi tío Albert me dijo que sería un arma efectiva, que nadie sospecharía de una mujer con tanta fortaleza e instrucción.
—¡Eh! ¿Que has dicho? ¿Albert Ardlay, tu tío? —Cuando ella asintió, Terrence comprendió muchas cosas. —Cuando te vi, supe que escondías muchos secretos, Pecosa. Los ocultaste muy bien y es difícil engañarme, más porque tenías toda mi atención. No hubieses sido feliz con Archibald ni en un millón de años, lo veo ahora. Pensé que se trataba de la relación incestuosa con tu señora, pero me di cuenta de que no era eso, solo tuve celos de tu preocupación por ella. Luego me hiciste creer que no estabas preparada para el campo. Te veía tan desprotegida, tan dulce y serena... le disparaste a aquel conejo y no le di más vueltas. Después de todo, no sería extraño que una mujer tuviese una habilidad así. Yo mismo enseñé a Karen a hacer varias cosas que ella supo aprovechar para sobrevivir. Despellejaste los animales sin pestañear mientras tu amiga se ahogaba en arcadas. Tú, una dama de la alta sociedad, cuya sensibilidad debió ser protegida por todos los que te rodeaban como marcan vuestras costumbres, me demostraste que eras más peligrosa que Karen. Y te admiro por ello con entusiasmo. Eres un diamante en bruto, Candy. Te besé en medio de todos aquí, porque supe, en cuanto te vi en Gretna Green que serías mía. Me resistí cuanto pude porque no conseguí adivinar lo que escondías. Llevo mucho tiempo esperando por ti. Si debemos vivir el resto de nuestra vida en la oscuridad, y no en la luz, lo haremos juntos. Ahora que me has dicho quién eres, lo que te han enseñado hacer, no tengo duda alguna de que te pertenezco, de igual modo que tú me perteneces a mi, nuestros destinos están unidos por un hilo invisible que romperá esa maldición que ha marcado a las mujeres de tu familia ...
—Lo lograremos —estuvo de acuerdo ella—. Quiero ternura y devoción. Viviré a tu lado rodeada de la oscuridad a la que has aludido, pero lo quiero todo, Terry. No solo sirvo para proteger a los que amo y defender mi vida. Nací del amor entre mis padres y lograré conocer lo que es eso, el amor puro, bueno, el que hace arder y del que nacerán mis hijos —expuso con convicción, sin llorar.
—Lo haré mejor, Candy. No te escondas de mí y ten paciencia. No temas alzar tu voz sobre la mía. Dejaré de quererte si lo haces. Tendrás a nuestros hijos y trataré de que mi corazón despierte de su sueño. Deberás aceptarme duro, a veces frío, extremadamente protector y posesivo... al menos al principio. Rompe mi hechizo, Candy, como yo lo haré con el tuyo... ¡Sálvame! —imploró—. Haz que sepa que mi lugar está a tu lado. Átame a ti de por vida.
—Lo haré. Soy capaz de cualquier cosa —apuntó ella con firmeza.
—Te daré lo mejor de mí. Lo intentaré con todas mis fuerzas y no fracaso cuando pongo todo mi empeño.
—Entonces me tienes, TIGRE. Me tienes para siempre.
—¿Es ahora cuando por fin vas a besarme? —Necesitaba tenerla de esa forma. Acariciando su dulzura.
—No piensas bailar conmigo, ¿Verdad? —preguntó un poco decepcionada.
—¿Qué estamos haciendo, Pecosa? ¿No lo sabes? Te abrazo y me muevo contigo pegada a mi cuerpo, la música suena... Estamos bailando.
Ella sonrió al darse cuenta de que sí se balanceaban. No era el baile que había esperado, pero sí uno del todo conmovedor, íntimo, adecuado... perfecto.
—El señor Hathaway sospecha que tú no sabes bailar y que por eso no lo haces nunca. Me sugirió que te ofreciese un beso por una baile. Tuve que haber imaginado que serías más inteligente que todo eso.
—Ese entrometido tiene la lengua muy larga... ¿Me besarás, Candy? Creo que merezco mi recompensa, dado que he cumplido con tu pedido. —Le sonrió con picardía.
—¿Y si no puedo parar? —preguntó ella con valentía—. Hay oscuridad dentro, pero no solo eso. He manifestado mis temores, no he olvidado enumerar ni uno solo, así que únicamente me queda despojarme de lo último que debo confesarte y es que... —tomó una bocanada de aire y lo soltó lentamente en tanto él la observaba —deseo que me hagas el amor para olvidar lo que fue sentir a aquel mal nacido tratando de doblegarme. Borra ese recuerdo de mí.
—Y te haré el amor, te cubriré con mi cuerpo y dejaré mi semilla en tu interior, y olvidarás todo lo que haya sucedido antes de ese momento. No tengas la menor duda de que sucederá, sin embargo, lo reservaré para cuando seas mi esposa. Haremos las cosas bien, por ti, porque mereces y quieres mi respeto. Bésame, Candy... yo te detendré cuando quieras más de mí, te lo prometo. No dejaré que me corrompas —susurró contra sus labios para tentarla.
Ella sonrió.
—¿Es un reto? Mi vanidad exige que trate de volverte loco para demostrarte que no vas a poder parar.
—¿Por qué no tratas de averiguarlo? —la retó con descaro. Pretendía alejar los malos pensamientos de ella. Su confesión fue dura y él necesitaba ahuyentar sus demonios.
El fiero highlander no tuvo que decir nada más porque Candy se abalanzó sobre él, de tal modo que su cuerpo se quedó pegado contra la pared más cercana a su espalda. Ella reclamó lo que necesitaba y quería porque ya no hacía falta esconderse de sus ojos. Lo besó con ímpetu, sin reservas, con hambre; con un anhelo tan desquiciante que podría abrasarse. Le sujetó los brazos sobre la cabeza en cuanto él quiso comenzar a tocarla y lo mantuvo así, mientras lo besaba con frenesí. Él se dejó llevar.
—Es mi turno, guerrero —le dijo sin apartar los ojos de él. Se sentía poderosa, pues conocía al hombre al que trataba de someter y verlo tan dispuesto a complacerla le hizo querer gritar de emoción. Estaba perfecto, ahí contra la pared de madera de esa casa, con los brazos en alto... indefenso... Una vil mentira. Candy sabía que él le estaba dando la falsa sensación de que ella tenía el control, así que, lo llevaría al límite si él se lo permitía.
—Espero que puedas manejar lo que has despertado, Pecosa.
—No me digas que no vas a poder contenerte. Te vi muy seguro antes.
—No deberías hacer de esto una competencia, ya te demostré que puedo ganarte.
—Veamos si es verdad.
Le soltó las muñecas y buscó su camisa para abrirla de un fuerte tirón. Los botones salieron desperdigados.
—¿Debo impresionarme, Pecosa? —preguntó con humor—. Lo único que has logrado es arruinar mi mejor camisa.
—Todavía no he comenzado a impresionarte...
Candy empezó a besar su cuello. Alternando pequeños bocados de pasión con lujuriosos lametazos pensados para desquiciarlo. Sí, era inocente, pero aquel bastardo consiguió instruirla, del peor modo posible, en la lujuria más desagradable y asquerosa cuando le relató sus malvadas hazañas y necesitaba borrar aquel recuerdo.
Bajó hasta su pecho y su boca lamió sus tetillas sin dejar de mirarlo a los ojos.
—Cuando termines pienso hacer eso mismo contigo. Eso y mucho más, señorita Pecas.
—¿Y qué te detiene? —Ah, ella quería retarlo también.
—Tú.
—¿Yo? —preguntó con inocencia.
—¿Has acabado ya de jugar conmigo?
—¿Qué estás pidiendo que haga?
—Sería un sueño que me lamieses en todas partes, Candy, porque es justo lo que yo voy a hacer contigo. En dos lugares precisos mantendré mi lengua pegada sobe tu piel. ¿Quieres verlo ya o te dejo al mando?
—Muéstrame —murmuró ella mientras daba varios pasos atrás para quedarse con la espalda pegada contra la casa que había al otro lado.
Él se colocó sobre ella y la besó tratando de no asustarla en el primer encuentro. Era audaz, lo sabía, pero debía tener paciencia, no era una mujer para solo desfogarse. Ella sería su esposa, la madre de sus hijos y era menester hacerle ver que era importante para él.
Le acarició el pelo... era tan sedoso... Ella era tan preciosa, tan perfecta... Encajaba con él más de lo que soñó alguna vez.
La besó y su lengua pronto estuvo en su cuello. La devoró por completo y ella pedía más. Susurros, gemidos, suspiros, sonidos de succión, besos, toques destinados a encender todavía más la pasión...
Terrence se las arregló para no romper su bonito vestido cuando consiguió liberar aquellos preciosos pechos, que recordaba tan bien, dado que ella debía volver a casa en las mejores condiciones posibles.
Gracias Por Leer
EL SIGUIENTE CAPÍTULO, NOS LEEMOS EN EL LADO OSCURO PREPAREN CUBOS CON HIELO JAJAJAJA VAN A NECESITARLO