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Capítulo 1
Capítulo 2
Habían pasado solo un par de horas desde que el barco zarpo con rumbo a los Estados Unidos, Terry tendría que atravesar el Atlántico, solo una ocasión había viajado a ese país y fue cuando era muy niño, mucho antes de la gran guerra, esa guerra que fue un pasaje de su vida que no quería recordar, le dolía lo que había vivido en aquellos años de conflicto, en ese instante llamaron a la puerta haciéndolo salir de sus recuerdos.
Terry se sobresaltó al grado de que los papeles que el señor Roberts le encomendó entregar personalmente al señor W.A.A casi se le cayeron de las manos, los metió con mucho cuidado en el maletín de cuero negro y fue a abrir la puerta. Se encontró con el personal de servicio llevándole lo que había ordenado de para comer.
En cuanto se quedó solo en el camarote se dispuso a disfrutar de sus alimentos, mientras lo hacía recordó lo ocurrido esa mañana. Sus padres habían ido a despedirlo junto con Susana, ella parecía ser la más afectada con su partida. Después de la discusión que tuvieron cuando le dijo que se iría, ella lo busco y le pidió una disculpa, se excusó con el pretexto de que sentía que no podría vivir sin él.
Terry le ofreció irse con él y vivir juntos, Susana estaba encantada con la idea, solo que no quería decepcionar a sus padres al hacer algo así, fue que Terry tomo la decisión de pedir su mano fijando la fecha para la boda a inicios del siguiente año, su madre y la de Susana se haría cargo de los arreglos.
El apuesto joven cerró los ojos para recordar el momento en que se despidió de su novia, ella lo tomo de la mano y se aferró a él, tenía los ojos llorosos, mientras sus manos se separaban él acaricio el anillo de compromiso que le acaba de dar.
El trasatlántico llegaría en 12 días a la ciudad de Nueva York, durante los primeros días el joven se la pasó prácticamente encerrado en su camarote, trabajando en los planos que tenía que entregar a los socios en los Estados Unidos.
Esa noche se sentía hastiado del estar enclaustrado, lo invadió la necesidad de despejar su mente, sabía que en uno de los salones del barco se celebraban fiestas, aunque eran muy criticadas por las personas de buena moral, creyó que sería buena idea respirar un poco de aire fresco y tomar un trago, por su mente pasaban todos esos comentarios sobre aquel país al que llegaría y sus estrictas leyes.
«¿En qué diablos me metí?»
Agarró su saco y se dirigió al salón Alba donde se celebrará una de esas reuniones inmorales, como las calificaban. En cuanto se acercó al pasillo que lo llevaría al salón pudo escuchar la música, era rítmica e incitaba a mover los pies.
Terry sabía bailar muy bien, pero ese no era su objetivo en ese momento solo quería tomar un trago y relajarse, cuando entro al salón se dio cuenta que estaba a reventar eran muchos los jóvenes a los que les atraía la música de la época.
Camino entre las personas que bailaban charlestón en el centro de la pista, tenía que pasar por ahí para poder llegar a la barra.
̶ Un Whisky seco, por favor ̶ ordenó el joven al cantinero, el hombre de camisa blanca y chaleco negro con rayas de gis de inmediato sirvió el trago directamente de la botella al vaso.
̶ Que lo disfrute ̶ entrego la bebida.
Terry se sentó en uno de los bancos que había frente a la barra, agarro el vaso y dio un ligero sorbo, sintió un ardor esparcirse por su garganta, fue placentero. El joven miraba como las mujeres y hombres le sacaban brillo a la pista de baile, la música invitaba a unirse a la fiesta.
Después de algunas cuentas piezas más la atmosfera de alegría tuvo un cambio drástico, algunos de los asistentes volvieron a sus lugares para refrescarse la garganta, el humo de los cigarrillos simulaba una ligera capa de neblina, para ese punto Terry había bebido más de tres whiskies y no le prestaba importancia a lo que había a su alrededor, lo único que se le venía a la mente era Susana, su ahora futura esposa.
«En cuanto vuelva al camarote le escribiré una carta» sonrió el joven al recordar el hermoso rostro de su prometida.
El encargado de animar el ambiente del bar se paró frente al piano de cola blanco que había en el escenario donde tocaba la orquesta.
̶ Damas y Caballeros ̶ el hombre se dirigió muy propio a los asistentes, el volumen de su voz hizo que Terry saliera de sus pensamientos. No alcanzo a escuchar todo lo que aquel hombre vestido de negro dijo.
Los aplausos resonaron en el salón, Terry miro que de entre el público una joven se ponía de píe y caminaba al escenario.
Era una chica de cabello negro con el clásico corte bob, llevaba puesto un vestido color gris de cintura baja, bordado de lentejuelas y encajes, guantes del mismo tono y una diadema con pedrería. Era linda y seguramente norteamericana.
El hombre se sentó frente al piano e invito a la joven a tomar su lugar frente al micrófono.
Al escucharse la primera nota la joven comenzó a cantar, su voz sonaba oscura, como los clásicos cantantes de jazz, la letra hablaba sobre las mujeres y su manera de vivir las noches de fiesta, cuando termino la primera estrofa y entro el coro, la gente se puso eufórica.
̶ Volar como un ave, en un cielo oscuro. ̶ Esa frase llamo la atención de Terry.
La gente gritaba y aplaudía la actuación de aquella joven, Terry ordeno otro trago, pero fue ignorado por el cantinero, quien estaba embobado y no precisamente con la cantante.
Los ojos almendrados de Terry se dirigieron al punto donde el hombre tenía puesta la mirada, el verde agua de sus ojos buscaron el motivo por el cual había sido ignorado, en el otro extremo de la barra había una joven la cual miro de manera apresurada, no obstante, solo le basto un parpadeo para regresar la mirada y encontrarse con una figura femenina.
Era una joven rubia, de piel blanca, llevaba puesto un vestido rojo con negro, con flecos en la falda que caían en sus rodillas, guantes del mismo tono, su dorada cabellera estaba adornada con una diadema que hacia juego con su vestido en los mismos tonos y con una hermosa pluma roja que sobresalía del costado por arriba de la oreja derecha.
Terry solo podía apreciar el perfil de la chica, tenía la nariz respingada, sus labios rojos contrastaban con su piel estos se movían con la letra de la canción, la joven dio una fumada en la elegante boquilla negra de su cigarro exhalo el humo de un modo tan ligero y apenas entre abriendo los labios.
Dejo de cantar y se puso seria, como si se sintiera observada miro con dirección a dónde se encontraba Terry, sus felinos y verdes ojos descubrieron los ojos aguamarina del joven, casi de inmediato desvió la mirada y volvió a poner su atención en la cantante.
̶ ¡Es muy hermosa! ̶ el hombre detrás de la barra había notado el modo en que su cliente miraba a la dama.
̶ ¿Me servirá mi trago? ̶ Terry respondió serio y cortante.
El empleado obedeció «este tipo es un idiota engreído» pensó mientras vertía el whisky en el vaso.
Terminado el espectáculo de la joven cantante y después de muchos gritos y elogios, la música comenzó a sonar de nuevo para que los asistentes siguieran bailando.
La joven rubia se puso de pie y fue hasta la mesa dónde se encontraba la cantante, al parecer eran amigas, iban acompañadas por un par de caballeros, la morena iba con un tipo de cabellera castaña clara y la rubia platicaba con un chico de anteojos.
Ambas parejas salieron a bailar, Terry no podía evitar mirarla por momentos, bailaba muy bien y a pesar de que la caída del vestido era recta, las curvas de la joven resaltaban por debajo de la tela.
̶ Se le gastaran los ojos de tanto mirarla ̶ dijo socarrón el cantinero, haciendo alusión el modo en que miraba a la chica.
̶ ¿La conoces? ̶ El joven Grandchester cuestiono ignorando por completo el comentario que le había hecho.
̶ Los chicos son los hermanos Cornwall A. de Chicago, el de los anteojos es Ingeniero y el otro Licenciado en no sé qué cosa ̶ la expresión de Terry lo decía todo, él no había preguntado por ellos ̶ la morena ̶ señalo con discreción a la chica de cabello negro ̶ es Annie Britt, cantante de jazz, ha ganado fama, de la buena y también de la mala, de la rubia no sé su nombre solo sé que es amiga de la tal Annie, desde que zarpamos no la había visto hasta hoy, pero no debe de ser muy diferente de su amiga, ella y los caballeros han venido algunas noches.
El hombre sonrió libidinoso, casi se podía adivinar qué imagen paso por su mente.
Terry bebió su trago de golpe, dejo unos billetes y se dispuso a salir del salón, ya se había distraído lo suficiente, camino entre las mesas y salió no sin antes echarle un último vistazo a la chica rubia.
La frescura de la noche lo invito a dar un paseo por la cubierta mientras fumaba un cigarrillo, se deshizo el nudo de su corbata y desabotono un poco el cuello de su camisa, por último, paso los dedos de su mano libre sobre su cabellera, la cual se desacomodo mostrando su verdadero largo. Miro el manto estrellado sobre él, se recargo en la baranda.
̶ ¿Habré hecho bien en proponerle matrimonio a Susana, de una manera tan precipitada? ̶ susurró.
Las dudas sobre su compromiso matrimonial con Susana comenzaban a acecharlo en la soledad, pero en verdad sentía que ella era la mujer indicada, era hermosa, de buena familia y educada para ser la esposa perfecta, que más podía pedir.
Gracias a su galanura, Terence nunca había sufrido un desaire pues las chicas siempre terminaban enamoradas e idealizándolo, él podía escoger a la mujer que quisiera y la afortunada había sido Susana Marlowe.
Terry no conocía aquel sentimiento por el cual muchos de sus amigos pasaron noches de insomnio y borracheras, no conocía esa sensación de ira y tristeza que carcomían por dentro, esa que oprimía y desgarraba el pecho de tal forma que el dolor se volvía insoportable, al menos eso era lo que le contaban sus amigos.
̶ Sera mejor que me vaya a descansar, ya fue suficiente por hoy.
Bajo las escaleras que lo llevarían a la entrada de los camarotes, camino por los pasillos iluminados sus pisadas no se escuchaban
gracias a la alfombra, estaba por dar vuelta hacia el corredor que lo llevaría a su dormitorio cuando escucho ruidos, detuvo su paso y saco un poco la cabeza para ver quien hacia semejante alboroto.
Sus ojos se toparon con una escena un tanto subida de tono, la joven de cabellera oscura que había cantado en el salón y su acompañante se comían a besos frente a su camarote.
«Solo esto me faltaba»
Terry entorno los ojos, se sentía un poco aturdido por lo que había bebido y tenía ganas de dormir, así que un par de amantes desinhibidos no le iban a estorbar ahora.
«¡Si gustan les presto mi cama!, ¡Si quieren hacemos un trio!»
Comenzó a preparar una lista de sarcasmos para incomodar a la pareja, iba a dar el paso cuando escucho otras voces.
̶ Annie, es hora de dormir ̶ la joven rubia que había visto en el bar llego del otro lado junto con el joven de anteojos.
̶ Amiga, quiero divertirme ̶ respondió la morena, mientras las manos juguetonas del tipo recorrían su cuerpo por encima de la sedosa tela.
El joven inglés no pudo acercarse a interrumpirlos, solo siguió mirando la escena, el chico de anteojos ayudo al otro era vidente su estado etílico, la chica morena no paraba decir que lo amaba y le mandaba besos con la mano.
La rubia saco unas llaves y abrió la puerta que había justo enfrente del camarote de Terry.
̶ ¡Annie, Annie!, que voy a hacer contigo ̶ la dama entorno los ojos y ayudo a su amiga a entrar a la habitación.
Terry espero un par de minutos más para ir a su dormitorio, no quería que lo tomaran como un fisgón por haber visto tal escena, pero no era culpa de él, quien mandaba a ese grupo de amigos revoltosos a exhibirse en los pasillos del barco.
Cuando entro a su camarote, se quitó la ropa y se dispuso a dormir, solo que ya estando en cama no podía conciliar el sueño, daba vueltas de un lado a otro, recordando la escena de aquella pareja, «que descaro» pensó con un poco de envidia, al fin comenzó a quedarse dormido cuando en su mente apareció entre la bruma artificial provocada por el tabaco el rostro de aquella joven rubia, abrió los ojos de golpe, su corazón estaba acelerado y por más que intento no pudo pegar los parpados de nuevo, ya que a la mente se le venía una y otra vez aquella mirada felina de color verde esmeralda.
Continuará...
ahora ya conoció a la mujer que le hizo acelerar el corazón