MIS DEMONIOS
Hace un año volví de la guerra, al principio mi familia no creyó que pudiera ser yo, pero un buen baño y una afeitada y voila todos me reconocieron. Todos estaban muy felices al principio, se alegraron de que volviera a casa. Después la novedad se acabó y mi hermano decidió irse a vivir a New York con su Esposa Annie.
Candy solo mandó una misiva, donde se alegraba de mi regreso y dijo que después de su embarazo de alto riesgo viajaría desde Londres para visitarme.
Mi tío siempre está metido en las oficinas de la familia en Chicago por negocios familiares.
Y yo estoy solo en esta casa de Lakewood donde por un momento imaginé que dejaría de pensar en todo lo vivido.
Hay mañanas en que las pesadillas me despiertan con sobresaltos, amanezco empapado de sudor una y otra vez escucho el sonido de las bombas y puedo ver mis manos manchadas de sangre, una sangre que ya no es visible pero se que está aquí atormentadome, por los hombres a los que le quite la vida.
Hay días en que hubiese querido perecer allí y no vivir más, esta vida es una realidad que a veces confundo con la irrealidad.
Mil veces me he preguntado si de verdad este es mi hogar, no lo siento así. He tratado de seguir adelante con mi vida, trato de ocupar mi mente en cosas como inventos tontos que se que no tienen ningún sentido. Me alegra tanto que Paty no espero por mi, y pudo encontrar el amor, a mi lado su vida hubiera sido un infierno.
Hace unos días fui al hospital Santa Juana, porque estos dolores de cabeza a veces no me dejan en paz y ahí estaba aquella enfermera que me atendió en la guerra.
En el batallón que estábamos ambos, se que por mucho tiempo me observó y yo de igual modo la veía sin que se diera cuenta. Cada vez que venía y limpiaba mi herida trataba de recordar de dónde la conocía. Ella tenía una cicatriz en su rostro consecuencia de la maldita Guerra. Archie y yo alguna vez habíamos invitado a Candy y a sus amigas a salir. Era ella una de sus amigas, lo supe.
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Trate de ponerme mi abrigo pues mi brazo herido me lo impedía.
—Permíteme, yo puedo ayudarte —con delicadeza metió la manga por mi mano para poder abrigarme.
—Muchas gracias, enfermera —le dije.
—Dejame abrochar los botones.
—Eres muy amable —le dije mientras tomaba mis anteojos al lado de una mesita de la cama.
—Permíteme yo te los pongo —se ofreció—. Será difícil levantar la mano todavía, pero pronto podrás volver a la normalidad en todas tus actividades. Aunque...?
—¿Pasa algo enfermera?
—Me llamo Flammy.
—Yo me llamo Stear, perdona no te puedo extender la mano.
—No te preocupes y me alegra que vuelvas a casa —Me dijo.
Y la realidad es que no anhelaba regresar, no había un motivo o razón, sí es verdad que estaba Paty, pero no éramos novios, fuimos buenos amigos pero no hubo ni siquiera un beso entre los dos.
—No, no lo haré —me apresure a decir.
Pasaron días y noches donde solo nos observamos a la luz de la fogata del batallón.
Se que ella me observaba escribiendo en este diario como lo hago hoy.
Al verla nuevamente recordé todo lo vivido entre ambos, una noche no resistí y entré a su tienda de campaña, sabía que dormía sola pues era la jefa de enfermería.
Se sorprendió al verme pero no me pidió que me fuera.
Al principio fueron caricias y besos reconociéndonos uno al otro. Era como si ambos neceitaramos ser saciados por un vacío muy hondo, se que ella disfrutó cada caricia y cada beso dado. Exploré cada centímetro de su piel, como ella lo hizo conmigo, después de hacer de esa noche la primera de muchas más que vendrían, disfrutaba tanto tenerla arriba de mi moviendo sus caderas en un ritmo que solo ella imponía, tocaba de sus pechos con la plenitud de la palma de mi mano y los besaba con tanto deseo y pasion. Rozaba con mi lengua sus pezones saciandome noche tras noche, hasta que un día le pedí que me ahorcara cuando yo estaba apunto de llegar al éxtasis. Ella aceptó un par de veces pero pude ver en su rostro que era algo que no le agradaba totalmente.
Una mañana me enteré que la mandaron a Francia. La busqué por todos lados y no supe nada de ella hasta que seis meses después me obligaron a volver a casa.
Hoy sin pensarlo la vuelvo a ver ahí parada con su uniforme blanco y sus anteojos, puedo sentir una cálida sensación en mi cuerpo, sigue igual de hermosa como la última vez que la vi.
Decido esperar al final de su turno en el hospital, ella me observa desde lejos cuando sale; me ignora decide seguir caminando yo sigo cada uno de sus pasos desde mi auto, pasaron un par de horas me debatía en tocar la puerta en la casa que la vi entrar. Y a media noche decido hacerlo, Flammy abre la puerta y me jala hacia dentro, me toma por la solapa de mi abrigo y me besa apasionadamente.
Mi cuerpo responde de inmediato a su candente beso, nos deshacemos de cada prenda de ropa quedando totalmente desnudos, me lleva a su habitación y me deja probar de ella a plenitud como la última vez. Entre jadeos al oído logró decir:
—¿Por qué desapareciste? —Shhh —me dice mordiendo mis labios y añade—: Ahora yo te pido que me ahorques por favor, quiero sentir dolor. Me sorprende su petición pero accedo. Esa es una sensación que a mí me hace disfrutar, el placer con dolor juntos me llevan a un éxtasis total, pero no estoy segura de que ella… —Por favor hazlo — me pide entre caricias.
La ahorcó con tanta fuerza y fragmentos de la guerra vienen a mi, lo hago pensando en las veces que tuve que hacerlo a otros hombres para tratar de sobrevivir, no me di cuenta cuando ella dejó de respirar.
Mis pensamientos no cavilan la realidad de lo que ha sucedido. En esos momentos pensé acabar también con mi vida. Me visto en silencio creo que he decidido como será mi final y cuando tomó la manija de la puerta para salir de ahí, escucho el chillido de un bebe.
Voy hasta la habitación de donde proviene el llanto, prendo la lamparita al lado de una cuna y descubro un hermoso bebe parado tomado con sus manos el barandal y balbuceando, es de cabello negro y ojos grises como los mios. Su cara es como recibir un balde de agua fría “él es mi hijo” pensé.
La vida me quita la posibilidad de escapar de este mundo, no, no puedo dejarlo solo.
Desde ese día, hay un motivo y razón para seguir adelante y cuando mis demonios aparecen y siento esas ganas de lastimarme y desaparecer una tierna voz que me llama: —¡Papi! Me hace reaccionar.
Nunca me perdonaré por el hecho de haber matado a Flammy, pero en el lugar que esté… le agradezco por darme el motivo para seguir adelante.
—Papi, papi —me llama una dulce voz—. Vamos anda los primos han llegado quiero verlos y que nos lleves a comer helado.
Cierro mi diario de piel y lo escondo en mi lugar secreto, es hora de ir a comer helado.
Última edición por Saadesa el Vie Abr 19, 2024 8:43 pm, editado 2 veces