—Pudo avisarte por el interfono. La traes muerta, grrr —gruño Neal y Terry le hizo una señal obscena con su dedo medio.
—Agente, tengo información de la Doncella de la muerte…
—¿Quién habla? —cuestionó Terry a la aterciopelada voz que moderaba su verdadero timbre.
—Eso no importa. Ella se entregará, estará en la vieja fábrica de juguetes a las ocho en punto de la noche. Irá desarmada y no pondrá resistencia.
—¿Cómo sé que esto no es una broma? —inquirió el castaño
—Porque estás hablando con ella —habló Candy con su verdadera voz y Terry sintió que el corazón se le detenía.
La mujer colgó y él se quedó sin habla, escuchando el sonido de la llamada colgada.
—¿Quién era? ¿Por qué tienes cara de que no te dio tiempo de llegar al baño? —bromeó Neal, pero al ver la palidez de Terry, se puso serio y volvió a cuestionar— ¿Quién diablos te habló Terry?
—Nadie —agarró su saco y salió de la oficina, sacó un cigarrillo y le dio una fuerte calada. Vio la hora, eran las cinco con cuarenta minutos, la antigua fábrica se encontraba a las afueras de la ciudad, si manejaba a una velocidad de 220 k/hrs con suerte llegaría media hora antes al lugar indicado por Candy.
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—¿Por qué lo hiciste Candy? No escuchaste a Flammy. En mi opinión ella tiene razón, si hay una culpable es ella.
Flammy nos propuso esta locura, ella no descansó hasta que aceptamos colaborar con ella.
La voz de Patty se mezclaba con el llanto, pero su mirada era furibunda, se agarró con fuerza del respaldo de la silla y luego dejó caer su cabeza sobre el mismo, Candy estaba atónita, no daba crédito a las palabras de Patty.
—No es justo que ella pague y tampoco es justo que tú lo hagas. La única culpable soy yo, todo este juego macabro de venganza surgió porque yo le conté mi pasado a Flammy. Lo hizo por mí.
—Lo mismo pasó conmigo… Candy, todas compartimos la culpa, no es justo que tú pagues por todas, sin embargo, yo culpo a Flammy, porque ella nos incitó a convertirnos en mujeres asesinas —Patty apretó los párpados y gruesas lágrimas cayeron por sus inmaculadas mejillas— Candy, ¿no te importa que ella haya asesinado a Anthony?… era tu esposo, tú decías que lo querías.
Candy se quedó sin palabras, sus lágrimas salieron a borbotones, por su culpa Anthony estaba muerto. Eso fue lo que le dio el valor de levantar el teléfono y marcarle a Terry, se entregaría, solo así podría menguar la culpa por la muerte de Anthony y Albert. Ya ni siquiera le interesaba lo que hiciera Flammy cuando se enterara, pero casi estaba segura de que no se entregaría.
—Escúchame bien Patty. Olvídate de nosotras, tú eres la menos involucrada, eras solo una recepcionista, no tienes idea de lo que ellas hacían, jamás viste como terminaron esos hombres, no viste su sangre correr como la vi yo.
Candy hablaba con dolor, recordaba la primera víctima, ella estaba dentro de un armario, ya que no le dio tiempo de salir. Ni siquiera tenía idea de lo que iba a suceder, el primer crimen fue dentro de una vieja casa que perteneció a Flammy. Ella tenía curiosidad de cuál sería la venganza de su amiga, puesto que cuando se aliaron con ella, no les mencionó que aquellos infelices morirían.
Desde una de las rendijas del armario, pudo observar horrorizada, primero como la mujer de cabellos negros seducía al hombre hasta hacerlo desfallecer de placer. Y luego pudo sentir el miedo de ese hombre, lo escuchó suplicar por su vida, pero la Doncella de la muerte disfrutaba verlo sufrir, su fría mirada y esa sonrisa malévola la paralizaron al igual que al desdichado que perdía la vida al ser degollado. La sangre se expandió de inmediato por el suelo, el olor metálico llenó el ambiente, y bajo sus pies pudo sentir el líquido aún caliente. Ella estaba descalza, esto debido a que sus tenis estaban empapados por la tormenta que cayó antes de entrar a la casa, los labios le temblaban y los cubrió con sus manos para que no se le escaparan los sollozos.
Su corazón latía tan rápido como un tambor y pronto el temblor de sus labios se extendió por todo su cuerpo. La Doncella de la muerte todavía se tomó una copa de champaña mientras observaba a su víctima, sentada en la cama, con las piernas cruzadas con elegancia, una mirada de hielo y un semblante que pertenecía a un ser malvado. Su respiración se cortó cuando la pelinegra alzó la vista y la fijó en el armario, ladeó la sonrisa y alzó la copa, tomó su bolso y salió con pasos suaves y elegantes.
—Me escuchaste Patty, no hagas una locura. Por favor, júrame que no iras detrás de mí, prométeme que regresarás a Florida y te olvidarás que esto pasó, olvídate que me conociste, por favor, prométeme que tendrás una buena vida, Patty.
—Candy, cómo me pides eso —la castaña se puso de pie y abrazó a la rubia— Estamos juntas en esto, no te dejaré sola.
—No seas tonta, tienes mejor futuro que yo, busca a ese chico que conociste en Chicago, el primo de… Anthony. Vamos, no seas tonta.
Faltaban cuarenta minutos para las ocho, Patty, aunque prometió que no intervendría, levantó la bocina del teléfono y tecleo el número de Flamy, que no le respondió de inmediato, pero en cuanto lo hizo, los improperios y maldiciones resonaron con fuerza.
—¡Escúchame bien, Patty! No quiero ver tu puto trasero en esa bodega, si lo haces… yo misma te atravesaré los sesos, ¿entendiste?
—Te…te… te lo prometo, Fla…
Flamy colgó antes de que Patty terminara de hablar.
—¡Eres una tonta Candy!
Flamy se masajeó las sienes, aunque le dijo a ese par de tontas que se entregaría no pensaba hacerlo, por supuesto que las iba a exonerar. Haría de cuenta que ellas nunca existieron y ella continuaría haciéndolo hasta que muriera. Saciaría su ira con los malditos que lastimaban y engañaban a las mujeres como ella, que maltrataban a niñas buenas como Patty y que herían el alma pura de personas como Candy.
Ahora todo estaba arruinado por ese par de estúpidas, no debió confiar en ellas nunca.
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Terry manejaba como si la carretera fuera una pista de carreras, sin importarle rebasar a los otros automóviles. Su corazón seguía acelerado, no era posible que su mayor pesadilla fuera cierta, ¿por qué Candy haría algo así? Ella era tan angelical, si tenía sus ratos temperamentales, pero no la creía capaz de asesinar a nadie, tenía que ser una broma, pero era su voz la que escuchó esa tarde.
—Susana, puedes pasarme la grabación de la llamada que recibió Terry.
La mujer se quedó atónita, en el tiempo que llevaba trabajando con ellos, jamás le había pedido ni Neal ni Terry una grabación de ellos mismos.
—¿Por qué?, ¿pasa algo? —cuestionó asustada.
—Nada, solo que Terry me pidió alcanzarlo, pero salió tan rápido que no me dio detalles —se inventó un pretexto, no sabía de qué trataba la llamada que le hicieron a Terry, pero tenía un presentimiento, por la palidez de su compañero se imaginó que era algo importante, algo relacionado con algún caso y que Terry pretendía ocultar.
Escuchó estupefacto la conversación, no reconoció la voz que dejó atónito a su amigo, pero ¡por un carajo! Se trataba de La Doncella de la muerte y el imbécil de Granchester se fue solo.
“Estás loco Granchester, por qué quieres morir, amigo”
Salió dando largas zancadas y cuando estuvo en el auto, tomó el radio y pidió refuerzos, iba a detener la locura de Terry y atrapar a esa maldita asesina. Que le cortaran las pelotas si no era así.
Continuará...
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3 Parte I
Capítulo 3 Parte II
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6 Parte I
Capítulo 6 Parte II
Última edición por Lady Ardlay el Lun Abr 29, 2024 9:45 pm, editado 2 veces