PRIMERA PARTE
Dicen que todos tenemos el sexto sentido, pero no todos lo tenemos desarrollado. A veces no queremos ver más allá de lo que creemos posible o simplemente el miedo a lo desconocido nos hace ciegos ante la eminente paradoja de nuestra realidad.
—¿Qué tanto haces Stear?, afuera está la diversión, Anthony espera por nosotros para jugar.
—Intento crear algo —Archie se acercó, solo había basura en la mesa de trabajo de su hermano, tornillos, resortes y herramientas.
Entre los objetos inservibles que había en la mesa se encontraba un antiguo reloj que su padre le había obsequiado para jugar. Stear lo tenía desarmado, muchas veces quiso hacerlo funcionar, pero era inútil, la vida útil del artefacto hace mucho que había expirado.
—Sabes Archie, tengo el presentimiento que ahora sí regresaré a la vida el reloj de papá —Archie rodó los ojos, había escuchado eso miles de veces.
—¿Sí? Eso quiero verlo, pero no ahora. Andando que el día es corto.
Stear dejó muy a su pesar el desorden de tuercas y pinzas con el que estaba trabajando, le dio una última mirada al viejo reloj y salió detrás de su hermano para unirse a la diversión que lo esperaba afuera. Regresó horas más tarde cuando todos dormían, cuidando de no ser descubierto. Calzaba sus pantuflas caminando a hurtadillas hasta llegar al final del pasillo del ala derecha de la mansión, haló una cuerda y la puerta secreta se abrió, desplazando a su vez la escalera que usaban para acceder al ático.
Stear traía bajo su brazo el periódico que había llegado esa mañana, en el que se mencionaba que el Nobel de física lo había ganado Nils Gustaf Dalén por inventar la válvula solar con la que se podía encender y apagar de forma automática la llama de las farolas en los atardeceres y amaneceres. A Stear le parecía fascinante todo lo que esos científicos habían logrado, le decepcionó que no fuese Tesla ni Edison los que se llevaran dicho premio, aunque todos sabían que ellos eran los mejores y fue por la rivalidad entre ambos que el premio fue otorgado a Dalén. Una idea cruzó por su cabeza y en seguida puso manos a la obra.
Admiraba a ambos científicos, pero era Nikolas Tesla el que más admiración le producía y con las teorías y exposiciones de este, él había logrado generar pequeños choques eléctricos. Alister observó el reloj sobre la mesa, luego vio una jarra de agua y un trozo de imán que obtuvo de uno de los tantos objetos descompuestos que sacó de la basura.
Hizo varios intentos, hasta que un choque eléctrico mayor al que había obtenido antes se produjo ante sus ojos, esta vez lo había conectado al reloj atándolo con delgados alambres eléctricos. Sus ojos se maravillaron con la luz azulada que iluminó el reloj, como si de un espejo se tratará pudo verse correr detrás de su hermano y primo por el portal de las rosas, una niña rubia los veía sonriente, uniéndose a la diversión de los tres. Sin pensar en el peligro, su mano se dirigió a la brillante luz delante de él, no obstante, una diminuta descarga eléctrica lo impulsó hacia atrás, haciéndolo caer sentado al suelo, apagando la imagen que lo hipnotizó momentos atrás.
¿Qué fue eso? —se preguntó desconcertado— ¿Y esa niña, quién es? Nunca la he visto, ¿existirá o esto ha sido solo un sueño? —se talló los ojos y bostezó. Se miró la mano que había atravesado la imagen, aún sentía el cosquilleo recorrer sus dedos por la electricidad.
Se puso en pie y volvió a repetir el procedimiento, una, dos, tres veces y nada sucedió, agotado, se dio por vencido y cerró el ático que usaba para realizar sus inventos fallidos. Los días posteriores, ni siquiera las súplicas de su hermano y primo lo hicieron salir de su taller.
Necesitaba nuevas herramientas e imanes más grandes para producir nuevamente electricidad. Se aventuró a ir al pueblo en el auto que él mismo reparó. Era un Ford T en color carmín, bonito ante sus ojos, lo vio empolvado y olvidado detrás de la mansión, él le escribió al tío abuelo el mismo día que George llegó con un Cadillac negro, este era el tercer auto que compraban en dos años seguidos. Nadie se preocupaba por reparar el auto rojo que se deterioraba con el paso del tiempo, fue por eso que le pidió al tío William si podía repararlo para su uso personal, a lo que el misterioso tío abuelo autorizó en la siguiente misiva que leyó la tía Elroy.
—Olvídalo Stear, no arriesgaré mi valiosa vida en esa carcacha. Me quedaré con Anthony —dio una mirada rápida al rubio que estaba con un overol azul y un saco mediado de abono para sus rosas, detrás estaba el señor Whitman con otros tres sacos. Archie se decepcionó, pero de inmediato agitó su cabello hacia un lado y retomó su postura petulante —iré a remar, hace mucho que no lo hago.
Stear se encogió de hombros y silbando despreocupado, se subió al auto que soltó un espeso humo negro cuando lo prendió, el ruido del motor parecía que iba a explotar y por un momento Archie se preocupó por su hermano, pero luego recordó las muchas veces que este salió victorioso de sus terribles experimentos y soltó un suspiro de resignación.
—Qué puede pasarle, si Stear tiene más vidas que un gato. Creo que es inmortal —dijo al viento, perdiéndose por el enorme jardín.
Stear llegó al pueblo y compró lo necesario para seguir intentando hacer que ese portal eléctrico apareciera de nuevo. Vio a Eliza y a Neal comprando acompañados de alguien que no logró ver por la pila de cajas de las compras de Eliza que llevaba encima. No perdería más tiempo en el pueblo, así que apenas surtió su lista, se marchó, pero sin embargo, un puesto ambulante de una obra de títeres lo detuvo por espacio de casi una hora.
Stear vio a una jovencita que caminaba por el polvoriento camino en donde no había casas cerca, él ya venía retrasado, si tan solo no se hubiera entretenido viendo títeres, se decía así mismo. Le pareció raro ver la menuda figura solitaria. ¿A dónde se dirigía esa niña? Se preguntó, pues sabía que solo las propiedades de los Ardlay se encontraban por aquel camino, se detuvo preso de la curiosidad de ver aquella chica sola. Cuando la vio sus ojos se abrieron como platos, era la misma jovencita que vio a través de esa luz provocada por el choque eléctrico. La misma que corría con ellos en el portal de las rosas.
Al detener el auto a la par de la jovencita, ella lo miró con sus enormes ojos verdes, el rostro angelical le sonrió aun sin conocerlo y él quedó impactado al comprobar que tal belleza era real, no el sueño que él creyó tener.
Ella le dijo que se dirigía a la mansión Legan, vaya sorpresa que se llevó al saber que era la misma que acompañaba a los hermanos Legan y que por la pila de cajas no pudo verle la cara. Como era de esperarse, ese par había hecho de las suyas negándole subir al auto con ellos, obligándola así a regresar caminando sola por aquel solitario y largo sendero.
—Vamos, sube al auto, yo te llevaré a casa.
—¡Gracias!
El alivio y la alegría se reflejaron en los verdes ojos, subió y agradeció por el gesto del muchacho. Pero a penas prendió el motor, el cuerpo de ambos comenzó a temblar por el estrepitoso movimiento del viejo coche, aun así, Stear se atrevió a alardear.
—Este es el diseño especial de competición Alistear, lo hice yo mismo —la rubia palideció al escuchar esas palabras— este es la primera prueba, el otro día mi hermano y yo terminamos cayendo en el lago.
La muchacha se hundió más en el asiento del copiloto, por esa nada alentadora experiencia.
—No te asustes, soy buen conductor —le guiñó el ojo— no tienes por qué preocuparte. Mejor dime, ¿cómo te llamas? —ella le dijo que su nombre era Candy, él se presentó con su nombre completo, dejando de lado el volante para tomar la mano de Candy. Que haya soltado el volante fue lo de menos, un ruido ensordecedor asustó a la joven y Stear con un suspiro resignado le dijo que al parecer se había zafado una llanta.
Estaban en una curva cerca del lago, el auto se salió del sendero dirigiéndose a las orillas del lago donde quedo varado, gracias a Dios que salieron con bien, su mayor afectación habían sido sus ropas empapadas y manchadas de fango.
Stear le mostró un atajo para llegar más rápido a la propiedad de los Leagan, en el transcurso Candy le preguntó si él conocía a un joven de nombre Anthony y grande fue su sorpresa al saber que la chica también conocía a Archie, su hermano. Ese fue el inicio de una tierna amistad, siendo el mayor de los tres jóvenes Ardlay, se sintió atraído por Candy y como no hacerlo si la joven poseía una belleza singular y el carácter noble y benevolente.
Emocionado por aquella aventura con Candy, se las contó a su hermano y primo, ambos coincidieron que era una joven hermosa de virtuosas cualidades. Pronto se encontraron jugando los 4 a las afueras de la mansión Ardlay y Stear recordó aquella visión del reloj, la cual estaba viviendo en ese momento. Se paró observando como la atracción de Candy y Anthony era palpable, ellos reían y aunque Archie se esforzaba por tener la atención de la rubia a Anthony, solo le bastaba una mirada para que ella se sonrojara.
Stear todas las noches subía al ático y realizaba el mismo procedimiento con el reloj, los imanes y el agua. La luz azulada iluminaba su rostro y él podía ver lo que pasaría a través de esa pequeña ventana al futuro. Estaba maravillado y feliz, pero decidió callar, ese sería su secreto mejor guardado, comprendía que un descubrimiento como el que había hecho no era para tomarse a la ligera, el pequeño portal duraba apenas unos minutos y necesitaba hacer que durara más, pero para eso necesitaría quizás aumentar la potencia de voltaje.
Mientras tanto se divertía prediciendo lo que pasaría en su día a día.
—Tuve un sueño y en mis sueños tu precioso sombrero de plumas terminaba aplastado y manchado de vino —le dijo a su hermano, que se miraba al espejo contemplando su reflejo y lo bien que combinaba su sombrero con la camisa de seda que usaría para la fiesta que daría la tía abuela esa tarde.
—Envidioso, lo dices porque a ti no se te vería bien este atuendo —se burló Archie.
—Hum, en mi sueño era Dorothy la que tropezaba contigo provocando la caída del sombrero y derramando el vino en tu costosa camisa y obviamente también en tu hermoso sombrero pisoteado en el suelo.
Archie lo ignoró, Dorothy ni siquiera trabajaba en esa casa, era la mucama de los Leagan, no tenía nada que hacer en la Mansión Ardlay. Bajó para encontrarse con Anthony, apenas entró al salón donde se llevaría a cabo la fiesta cuando una nerviosa Dorothy tropezó con él, llevaba una botella de vino, la cual se balanceó en su mano y pudo evitar la caída de la botella, pero no derramarla en la manga del joven Archie. Entre la agitación por la mancha, el sombrero salió volando cayendo al suelo, justo por los pies de Dorothy que trataba desesperadamente de limpiar con su mano libre la camisa de Archie.
—Perdón señorito —decía limpiando torpemente con una servilleta la camisa.
—Déjalo así Dorothy —Archie enfurecido le pidió que lo dejara, la avergonzada muchacha salió a toda prisa dirigiéndose a la mesa.
Cuando Archie se dio cuenta de que su sombrero no estaba en su cabeza, recordó las palabras de Stear y miró hacia abajo, su sombrero estaba en el suelo manchado de vino y aplastado por la sirvienta.
Esa fue la primera de tantas predicciones que hizo Stear. Anthony y Archie estaban realmente asombrados con ese “don” que el inventor tenía.
—¿Cómo lo haces Stear? Desde cuando puedes ver el futuro, ¿eres acaso un présago o algo así? —inquirió Anthony.
—Nada de eso, solo es casualidad. Sueño, nada más —respondió desdeñoso Stear. Archie entrecerró los ojos —eso no es casualidad— murmuró, y Stear pasó por su lado silbando.
—Chicos, qué creen que soñé esta vez —les dijo al sentarse a la mesa, los jóvenes guardaron silencio para escuchar a Stear— Candy será una Ardlay, no sé cuándo, pero creo que será pronto.
Archie y Anthony se miraron entre sí, esta vez Stear si se había vuelto loco. Ya anteriormente había fallado en una de sus predicciones, estaban seguros de que esta vez sería lo mismo.
—Lo sé, parece algo loco, pero… pasará.
En esos días Candy fue duramente castigada por los Leagan, acusada de ser una ladrona, incluso entre las joyas que encontraron en las cosas de Candy, había algunas de la tía abuela. El castigo era severo, sería enviada a México para trabajar de manera ruda. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Anthony y sus ojos se entristecieron al saber que si no hacía algo no volvería a ver a su ninfa del bosque.
—No lo permitiré, tiene que haber una manera de impedir ese cruel destino —declaró con firmeza, en su mente una idea pasó.
Pronto la joven pasó de ser una simple sirvienta de los Leagan a ser la hija adoptiva del desconocido tío abuelo. La predicción de Stear fue acertada esta vez, sin embargo, los tres jóvenes coincidieron en enviarle una carta al tío abuelo, la petición fue aceptada para su alivio y ahora Candy ya no era más una huérfana, ahora era una Ardlay.
Stear al igual que Archie gustaba de Candy, la diferencia fue que Stear jamás lo demostró, pero en el fondo tenía una débil esperanza; quizás si veía de nueva cuenta el futuro y podía cambiar algunas cosillas a su favor, las cosas serían diferentes. Candice sería presentada en quince días, en su honor harían una casería de zorros, él vio en aquel portal futurista que Anthony como siempre obtenía la admiración de la bella damita, siendo el ganador al ser el primero en atrapar un zorro.
Sin embargo, Stear decidió que esta vez él se burlaría de la suerte de Anthony, atraparía primero ese animal, así ganaría ese premio para Candy. Colocó varias trampas en puntos estratégicos, ¿qué podía salir mal?
Continuará...
Última edición por Lady Ardlay el Lun Abr 29, 2024 9:52 pm, editado 1 vez