Ella se despierta al sentir la conversación que llevaba la enfermera junto al hombre.
-Por lo visto hoy sí ha podido descansar señor Grandchester.
-Sí... Hasta ella se quedó dormida, seguro estará cansada de estar viniendo todos los días.
Remarcó a la vez que clavaba sus ojos en la mujer que se acomodaba en el sofá y se dirige a ella:
-Candy, seguro te duele el cuerpo por haberte dormido en una posición incómoda.
-No, estoy bien. Lo siento mucho, sin querer me quede dormida, era como si estuviese escuchando las olas del mar.
-Y ¿Usted qué es de él?
Quiso saber la enfermera, al momento que llega María, otra enfermera que está a cargo del caballero. Por un instante Candice traga grueso pues no sabía cómo responderle, luego fija una mirada significativa en él esperando que le dé una pista de lo que podría decir; entonces la mujer prosiguió con el interrogatorio sin percatarse tanto del estado de la joven.
-¿Es su pareja?
Agregó inocente... Pues por la devoción y cuidado que mostraba podría perfectamente deberse a ello. A Terry por un instante se le iluminaron los ojos de sólo imaginar que así fueran las cosas, pero a la vez su corazón le dio una punzada como quien avisa que debería decir la verdad; sin embargo, María tenía otra curiosidad que necesitaba ser aclarada dada la conversación que se estaba llevando.
-Entonces, si ella es su pareja ¿Quién es la mujer que vino el otro día? ¿Y la que vino de rojo?
Grandchester se siente aterrado, pero debe responder a las preguntas antes de que haya malos entendidos
-Ahh... Este... La del otro día es mi madre y la de rojo es una amiga...
-¿Su madre? Pero se ve bien joven...
Continuaron con la cháchara las enfermeras, sin embargo, a Candice le pulsaba dolorosamente el pecho. Había sido muy ingenuo de su parte creer que era la única que llegaría a verle al hospital, y saber que habían sido "amigas" quienes habían llegado le dolía, encendía sus celos y la atormentaba.
Hubiese deseado ser la única, pero claro, al ser un hombre guapo, joven, emprendedor y con dinero, muchas mujeres pueden tener interés en él; puede que incluso hayan disfrutado de los placeres carnales como lo había estado haciendo ella, ya que no habían hablado algo parecido a tenerse o prometerse exclusividad.
Deseaba poder reclamarle su desfachatez, pero entre ellos ya no había nada, además, ella no tenía razón alguna para estar todos los días ahí. Y si se preguntaba cuál era por la que cada día se presentaba al hospital, era porque su corazón atolondrado se lo pedía. Estaba segura que se había enamorado de la persona equivocada en el momento menos indicado.
El joven siguió intentando esclarecer un poco la lista de visitantes que nombraban esas señoras, que, si bien se han comportado demasiado bien como sus enfermeras, en ese momento lo estaban hundiendo en la miseria al hacerle ese tipo de preguntas en frente de Candy.
Podía darse cuenta perfectamente lo mal o incómoda que estaba la rubia, por lo que sus respuestas eran vagas e imprecisas. Procura dar el menor dato posible, para evitar lastimarla. Le gustaba que Candice se presentara todos los días, a pesar de que la última conversación había sido para despedirse.
Se arrepentía.
Se arrepentía la forma tan fría con la que la había alejado de su lado, como también le había dolido verla con otro hombre. Terry necesitaba saber si había algo con ese con quien la vio pues su mente lo atormenta con diversas posibles reconciliaciones, por lo cual decidió que lo mejor era alejarse de ella para que su corazón no terminara más lastimado de lo que ya estaba sufriendo.
Al día siguiente cuando apareció la joven, ésta le saludo como de costumbre y le tomo de la mano; Terry la apretó con un poco más de intensidad y no la soltó.
-¿Qué sucede? ¿No te sientes bien?
-Mmmm... No, no me siento bien.
-¿Puedo hacer algo por ti?
-Sí, quédate aquí hasta que me haga efecto los analgésicos.
Pidió de manera lastimero, pero muy convincente. Candy acaricio el dorso de su mano y con un movimiento de cabeza le hizo saber que así haría. Él por su parte tiraba del brazo de ella cada vez más para obligarla a que se inclinara, soltaba algún que otro gemido como si en verdad le estuviera doliendo.
La posición le era cada vez más incómoda que no le quedó más remedio que acurrucarse con Terry en la misma cama... Tras acomodarse intentaba consolarlo con la intención de que al menos eso lo aliviara. Dejó que escondiera su rostro entre sus pechos, y que usará su brazo derecho como almohada, así que con la libre le acariciaba la espalda, mientras se llenaba de la calidez que emana a ese cuerpo.
Se mantuvieron en silencio y en esa posición por tanto tiempo que no se dieron cuenta del momento en que se durmieron. De presto el choque de unos tacones contra el suelo sacaron del sueño a Terry, pero éste se negaba en cambiar de posición para saber de quién se trataba, hacía casi dos meses que anhelaba tanto volver a sentir su perfume, la turgencia de sus pechos y esos brazos delicados rodearlo; esa suave respiración acompasada era melodía para sus oídos.
Sin embargo, para la recién llegada encontrarse con tal escena fue como darle un golpe a la boca del estómago, le costó un poco recuperarse y ser arrollada por los celos; el sonido de la punta del pie chocando contra el suelo hacía saber a todo aquel que estuviera en esa habitación que estaba incómoda; le era imposible al castaño seguir ignorando al intruso por lo que abre sus ojos y se encuentra con la sorpresa inesperada.
-¡Terrence Grandchester ¿Qué estás haciendo?!
-¿Qué haces aquí Susana?
Fue lo que dijo como respuesta a su pregunta con un tono de voz suave para no despertar a la mujer a su lado, pero dejando en claro su incomodidad.
-¿Todavía me lo preguntas? Vine a verte Terry.
-Shhh… ¿Puedes bajar la vos? Vas a despertarla.
-Pues que se despierte ¿Cómo se le ocurre meterse en tu cama? Estás convaleciente y necesitas estar cómodo.
-¿Y qué te hace creer que no lo estoy?
Esa pregunta enfureció aún más a la mujer, estaba a punto de proporcionar una respuesta cuando la rubia empieza a abrir sus ojos pues está saliendo de su estado de ensoñación.
-Oh… perdón… no me di cuenta en qué momento me quedé dormida.
-Tranquila Candy, no pasa nada.
-Terry, tienes visita… perdona, si gustas los dejo a solas para que puedan hablar.
Intentó disculparse mientras se incorporaba y arreglaba su ropa, su cara le ardía por la vergüenza de haber sido encontrada en esa posición tan comprometedora. Susana tuvo que contener sus ganas de querer sacarla por las greñas a esa mujer de ahí o de propinarle un par de bofetadas por atrevida, pero a quien tenía que exigirle cuentas era a ese hombre que estaba todavía postrado en la cama.
Lo que en un principio empezó como una conversación suave, estaba empezando a subir de tono al ver con la indiferencia que el castaño le estaba tratando.
-No es necesario que esa mujer esté viniendo todos los días a verte, no tiene nada qué hacer aquí.
-Candy puede venir cuando quiera.
-“Candy” así que, así se llama tu “amiguita”… pues que sepas que no estoy de acuerdo, no me parece ¡No es justo y no lo permito! Para eso estoy yo, puedo venir y hacerte compañía y ayudarte a tomar tus alimentos.
-No gracias, no hace falta que hagas nada. Ya tengo quien me cuide.
-¿Te refieres a tu amiguita “Candy”? Pues no lo pienso permitir.
-Puede ser Candy, puede ser los cientos de enfermeras que hay en éste hospital y lo puedo hacer yo mismo ¡No hace falta que tú hagas nada! Así que ya te puedes retirar Susana.
-¡Te exijo respeto Terry, yo soy tu prometida!
-¡Shhhh! Por favor, bajen la voz que están en un hospital, no una sala de conciertos.
Exigió una de las enfermeras que estaba empezando el turno y se dirigió a la habitación al escuchar semejante alboroto. Susana y Terry se vuelven a ver a la mujer que los había callado para descubrir que Candy también estaba ahí, y muy seguramente había escuchado lo último que había dicho la “supuesta prometida” del joven.
-Tranquila enfermera, ya no vamos a molestar porque Susana se marcha ya.
-No, quien se marcha es ella, que no pinta nada aquí.
-No me hagas repetirlo dos veces Susana.
-Terry, no tienes que pedirle nada a tu prometida. Yo me retiro, pues tengo… tengo algo que hacer.
-Aquí no se va a quedar nadie ¿Se les ha olvidado que están en un hospital? Hay más personas convalecientes y necesitan silencio.
-Pero…
-¡He dicho! Nada de visitas, adiós y gracias por venir.
Dice la enfermera a la vez que saca a la mujer que se niega a hacerlo, Candy toma su bolso y decide hacer caso. Susana pasa por su lado dándole una mirada de desprecio y continua su camino; Terry se levanta y toma de la mano a la rubia para suplicarle:
-Por favor, tengo que hablar contigo. Te debo una explicación, ven mañana.
Ella sólo hace un asentimiento de cabeza y termina de marcharse.
Cuando llega a su casa no puede parar de darle vuelta a lo sucedido, cree que Susana es la razón por la cual había decidido que debían dejar de verse y estaba muy segura de no querer interferir en la relación ni que fuera llamada la amante. No quería hacerle a otra persona lo mismo que le habían hecho a ella.
Al día siguiente llega para hacerle saber a Terry que no piensa entrometerse más, que dejaría de visitarlo y verlo definitivamente.
-Buenos días ¿Cómo estás?
-Hola Candy, qué bueno que estás aquí.
-Sí bueno, sólo vine porque…
-Espera, antes que digas nada… quiero que sepas que entre Susana y yo no hay nada.
Las palabras que ella iba a decir se quedaron en el aire al escuchar decir eso… se sorprende en gran manera y deja que él siga expresándose.
-Es cierto que una vez estuvimos saliendo y que incluso le pedí matrimonio, pero sólo fue para ayudarle a liberarse de un compromiso arreglado que estaba haciendo su madre. Susana no quería casarse con un hombre mayor al que no amaba, pero le dije que sólo sería por un tiempo y que después cada quien podría seguir con su camino sin obligaciones.
-Entonces… entre ustedes ¿No hay nada?
-Así es… hace tres años que di por finalizado el compromiso, pero ella siempre me decía que no dejaría de ser mi prometida hasta que no me viera que estuviese realmente enamorado de otra mujer. Sólo entonces podría darse por rendida en sus intentos de querer conquistar mi corazón.
Candy no estaba segura si creer o no… deseaba con toda su alma que así fuese, pero ¿Qué podía darle esa certeza?
-Terry ¿Cómo puedo estar segura de lo que me dices es cierto?
-Créeme mujer. Créeme porque a la única persona que amo eres tú, y a quien deseo poder tener a mi lado como amiga, novia y mujer es a ti.
-Tú me… ¿Me amas?
-Sí Candy… con cada fibra de mi ser, estoy locamente enamorado de ti y me di cuenta que fui un estúpido al decirte que lo mejor era dejar de vernos cuando lo que debí haberte dicho era que en mí ha nacido un sentimiento tan fuerte y arrollador que no soporta verte con otro hombre, que no concibe los días y una vida lejos de ti. Perdóname, perdóname por el daño que te he causado.
Ella siente que todo su derredor gira vertiginosamente, él la toma de las manos y le pregunta.
-Candy ¿Me harías el honor de aceptar ser mi esposa?