CAPÍTULO 11.
Después de dos semanas discutiendo puntos y llegando a acuerdos, los Andrew estaban por cerrar negocios con Grandchester; Anthony estaba satisfecho con todo, incluido el hecho de que finalmente firmarían la venta de la casa en Escocia. Guarda un par de papeles en el folio sobre su escritorio para entregarlo a la secretaria, se dispone en ir a buscar a su querida Annie, hacía varios días que no la ve y estaba deseoso de poder celebrar con ella las buenas nuevas.
Candy por su parte sale con la mucama y compran productos y víveres para dejar en la mansión que está abandonada desde que se mudaron a la ciudad, esperaba que no se haya estropeado mucho debido a la ausencia. El chofer la lleva hasta su antiguo hogar.
Al abrir la puerta se lleva una gran sorpresa al encontrar todo en perfecto orden y limpio, en eso se oyen los pasos de una persona acercarse.
-Disculpe, ¿Quiénes son ustedes?
-Eso mismo me pregunto yo ¿Quién eres tú y qué haces aquí?
-Soy Sara la doncella que contrató el señor Andrew para cuidar de la casa.
-¿Mi marido te contrató? Qué extraño, no me ha dicho nada al respecto.
Inquiere sorprendida Candy, no tenía ni el más mínimo recuerdo de que él le hubiese comentado algo al respecto. Observa a la joven por unos segundos, quien se ha puesto nerviosa al descubrir quién era ella; la rubia no entiende la razón por lo que intenta tranquilizarla.
-Has hecho un buen trabajo en la casa, gracias. Ahora ve con Lucia y bajen del coche las cosas que traigo.
-Eh… bueno…
-Niña, acompáñame.
Le pide impaciente la doncella, Sara dudaba por unos momentos y estaba por moverse o decir algo cuando se escuchó un estruendo venir de la planta superior. Candy se sorprende, creía que no había nadie más en el lugar.
-¿Qué ha sido eso?
Dice a la vez que se dirige a la escalera que lleva a la segunda planta.
-Se-señora, no se preocupe. De seguro ha sido el viento que ha cerrado alguna ventana con fuerza, he sido descuidada dejándola abierta.
-Eso no ha sido una ventana Sara.
-Se-señora, por favor…
Le suplica mientras la toma de la mano para que no siga avanzando. La doncella de Candy se molesta y la reprende.
-Niña ¿Cómo se te ocurre contradecir a tu señora? Más vale que no estés ocultando nada y seas una ladrona.
-Y-yo… yo no soy una ladrona, le juro por mi madre que el señor Anthony me contrató. Pero le sugiero que mejor no suba allá arriba.
La actitud de la chica no le parecía a Candy, por lo que sin más dilación decide ir a ver qué es lo que estaba pasando. Camina por el pasillo superior esperando ver u oír algo; ahí estaba otra vez el estruendo, provenía de la que antes era su alcoba.
Si alguien estaba robando podía detenerlo con las manos en la masa, por lo que decide tomar el jarrón que está sobre la mesilla ahí cercana para usarlo como arma. Finalmente abre con sigilo la puerta para no alertar al ladrón.
La joven se lleva la sorpresa de su vida… ahí estaba su marido, a medio vestir y besando a otra mujer. Le sostenía las manos sobre su cabeza mientras le devoraba la boca y presionaba su cuerpo contra la puerta del armario. El jarrón que sostenía termina estrellándose contra el suelo, llamando con ello la atención de la pareja, quienes alertados por el sonido vuelven sus ojos hacia la figura que se encuentra parada en el umbral.
-¡Candy!
Logra decir Anthony alarmado. Ahí estaba ella y lo había encontrado con su amante entre sus brazos. La rubia por su parte estaba atónita, no sabía exactamente que hacer o decir. Maldecirlos por engañarla de ésta manera, pegarle ¿A quién? A él por infiel o ella por ser una descarada que había fingido ser su amiga todo éste tiempo. Sentía que la sangre le hierve y teme que pueda terminar haciendo una locura por lo que finalmente opta por darse la vuelta y marchar de ese lugar, no soportaba seguir viéndolos.
Baja apresuradamente las escaleras y se encuentra a Lucia junto a Sara quien se retorcía los dedos de las manos presa de los nervios, se temía lo que la señora había descubierto, aunque ésta no hubiese emitido grito alguno; Candy se para cerca de ella para preguntarle.
-¿Tú sabías que él estaba aquí con su amante y por eso no querías que subiera?
-Yo… yo le juro que no sabía que ella era la amante. Siempre era la que me daba las órdenes, pensé que era la novia y que algún día se casarían.
-Tú le estabas cubriendo las sinvergüenzadas a mi marido y obedeciendo a esa mujer, estás despedida.
-No… no, señora por favor. Le juro que no lo sabía que estaba casado. Por favor, no me despida… por favor…
Suplicaba la joven entre lágrimas mientras veía la figura de la dama alejarse apresuradamente para subir al coche y largarse de ahí. Anthony estaba descendiendo por las escaleras mientras se terminaba de colocar el saco cuando escucha el motor del vehículo encenderse y luego partir; termina de saltar los últimos escalones y correr gritando su nombre.
-¡Candy! ¡Candy… espera, no te vayas!
Detrás de la ventana, Annie observa el coche irse y estaba muy nerviosa. Nunca se hubiese imaginado ni maquinado que Candy la descubriera de esa manera, no sabía qué iba a pasar con ella a partir de ahora. De presto se da cuenta que Anthony también ha cogido su vehículo y va tras su esposa, la había dejado así sin más, sola. Sara aparece por la puerta y le dice:
-Señorita Brither, el señor dijo que se marchaba primero, que espere aquí que él mandará a un chofer para que la recoja.
-Déjame sola.
Solicitó dolida, sentía que con esas palabras él le estaba diciendo adiós.
Cuando Candy llegó a su casa pasó sin saludar a todos para ir a refugiarse en su alcoba. Minutos después aparecía Anthony como pisándole los pasos, se le veía realmente angustiado.
En la privacidad de su habitación la rubia empieza a respirar con fuerza sintiendo que estaba por estallar, cuando se da cuenta que la puerta se abre y era su marido quien llegaba.
-Candy, por favor. Necesitamos hablar.
-No.
-Mi amor, te lo suplico, escúchame un momento.
-¡No! No puedo y no quiero… estoy… estoy tan molesta que no sé si llorar o partirte la cara. Así que te pido que me dejes sola, si no quieres que empiece a dar voces y toda la familia se entere que eres un desgraciado infeliz que me ha sido infiel.
-¡Candy, amor!
-¡No! No me digas nada ¡Vete! Que ahora mismo no soporto ni verte. ¡Me das asco! ¡Vete!
Le exige elevando la voz, por lo que no le queda más remedio que ceder en éste momento. No ha terminado de salir de la habitación cuando ella ya ha cerrado dando un fuerte portazo que lo sobresaltó. En eso Albert aparece por el otro extremo del pasillo y lo observa por unos instantes, intuye que algo ha sucedido así que lo invita a pasar a beber una copa de licor en la biblioteca.
-Tranquilo, aquí nadie nos va a molestar.
Asevera mientras le entrega el vaso con whisky que acaba de servir. Luego con un gesto de su mano le indica que tome asiento y él hace lo mismo. Por unos minutos sólo se limitan en hacer bailar el licor en el recipiente mientras esperan que las ansias del joven disminuyan.
-Entonces… ahora sí me vas a decir ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Qué ha sido todo ese escándalo de hace un momento?
-Eh… bueno…
Balbucea Anthony, no sabe cómo proceder.
-Debe de ser algo muy grave para que te quedes sin palabras y para que Candy te haya echado de tu alcoba.
-Candy ha descubierto que le fui infiel.
Albert levanta una ceja como diciendo que quizás no había entendido bien.
-Que “le fui infiel” ¿Estás seguro?
-Bueno, que tengo una amante. No le fui, soy un marido infiel ¿Satisfecho?
El hombre solo responde con el gesto de darle un sorbo a su copa.
-¡Oh Albert! ¿Qué hago ahora?
-¿Todavía no lo sabes?
-Es que… yo…
-Ves que sí sabes lo que debes hacer, sólo te falta el coraje.
-Pero tío…
-Eres muy consciente con respecto a tu relación con Candy, eso no va a cambiar, pero es evidente que tienes que tomar medidas con respecto a Annie. No creo que a tu esposa le haga mucha gracia saber que aún seguirás viéndote con esa mujer.
-¿Con Annie? ¿Cómo sabías que era ella?
-La relación era tan evidente entre ustedes que hasta cualquier ciego era capaz de poder verlo. No soy quien para juzgar o decirte cómo tienes que hacer tu vida, es tuya y ya eres todo un hombre para poder afrontar las consecuencias de cada decisión. Pero no puedo quedarme tan pasivo cuando están por medio los intereses de la empresa.
-¿La empresa? ¿Qué tiene que ver en todo esto?
-¿Estás seguro que tus devaneos con la señorita Brither no tienen oculto un interés por sacar beneficio de la corporación Andrew?
Inquiere a la vez que se levanta para tomar una carpeta blanca que está sobre el escritorio para luego entregársela a su sobrino.
-Por supuesto, Annie nunca habría hecho esto sólo para sacarme dinero, te lo puedo asegurar. ¿Qué es esto?
-Bueno, sacarte dinero directamente no, pero sí lograr que los proyectos que presentase su padre fueran aprobados, aunque estos no brindaran ningún beneficio a los Andrew, les ha ayudado a poder tener un poco de liquidez a los Brither.
-Tío, te aseguro que no ha sido con mala intención. Sabía que el señor Brither estaba pasando por una mala racha. Annie me comentó que estaban pasando por un mal momento, pero que si tan solo uno de sus propuestas fuera apoyada, ellos lograrían reponerse y que al ser tan buena la idea habría muchos beneficios para ambas partes.
-Pero al final la cosa nunca salió así.
-Ya… bueno, los proyectos los analicé con el equipo, no fue algo tomado a la ligera, sólo necesitaban hacerse unos ajustes y los resultados serían otros.
-Y como te habrás dado cuenta, el señor Brither no es una persona que le guste que le digan sus errores o qué debe hacer. Es un anciano muy cerrado cuando de una idea se trata. Es por eso que con George habíamos dejado la indicación de no hacer trato con ellos ¿No viste el memorándum entre los papeles?
-Sí…
-Pero decidiste desoír nuestra recomendación y decisión.
-Pensé que podría lograr algo que ustedes no. Nada más.
-Bueno, sí. Ninguno de nosotros se involucró con su hija.
-¡No me refería a eso!
-Lo sé. Pero no me sorprendería saber que simplemente la hayan utilizado para alcanzar sus propios objetivos.
-No… no creo que haya sido así.
-Mmm… estabas cegado por el cuerpo de esa jovencita, es de esperar que tu buen juicio se haya visto comprometido.
-Tíoo… ¿Cuánto más piensa seguir metiendo el dedo en la llaga?
-Está bien, no diré más. Simplemente espero que puedas reflexionar sobre ello.
-Pero… ¿Qué hago con Candy?
-Esperar… dale un poco de espacio hasta que sus emociones no la desborden. Entonces te arrodillas, suplicas, o imploras si hace falta. Deberás hacer todo lo posible y más para compensarle el gran dolor que le has causado.
Y con eso culmina la conversación para dejar solo a su sobrino y que éste medite sobre todo.
Dos días después Candy se anima a salir de su habitación, necesitaba un poco de aire para poder olvidar un poco su dolor, a su regreso descubre que la señora McGregor está en la casa y habla con Elroy.
-Esa mujer es una desvergonzada. Mira que meterse con el marido de su amiga, una completa descarada.
-¿Y cómo está Candy?
-Todavía sigue molesta, no quiere hablar con mi sobrino y casi no sale de su alcoba, me preocupa mucho.
-No es para menos. ¡Oh Candy! No sabía que estabas ahí.
-Señora McGregor, buenas tardes. Tía. Por favor, no hace falta que disimulen sólo porque estoy aquí, sé que ya saben que mi marido tiene una amante.
-Mi niña, por favor. Perdona a ésta vieja charlatana, pero es que estamos muy preocupadas por ti.
-Candy, sabes que cuentas con mi apoyo y el de toda la familia también, lo que ha hecho mi sobrino es una completa tontería, verás que pronto se le pasará la ilusión de esa joven.
-Ya, pero no sé si yo podré olvidar tan fácilmente.
-Tiempo al tiempo querida. Las amantes siempre son pasajeras, los hombres no saben mantenerse quietos y a veces cometen ese tipo de estupideces.
-No olvides que tú eres una señora, de la casa Andrew, una mujer intachable. Aunque esas desvergonzadas lo deseen nunca podrán estar a tu altura ni ocupar tu lugar.
-¿Mi lugar? No sé si realmente quiero estar con un hombre que no es capaz de serme fiel.
-No digas esas cosas Candy. No irás a dejar tu matrimonio de tantos años por una fulana.
-Elroy tiene razón mi niña, tú eres su esposa, algo que no se puede borrar tan fácilmente. Tú mantente firme, verás cómo tu marido te suplicará perdón, y volveréis a ser un matrimonio feliz como lo fue antes.
Candy se sorprende con lo que le dicen, ellas quieren que siga con Anthony a pesar de todo. Una punzada arremete en su pecho dolorido y la cabeza amenaza con estallar.
-Creo que será mejor que suba a descansar, tengo dolor de cabeza y no soy capaz de seguir la conversación. Si me disculpan, un gusto verla señora McGregor, dele saludos de mi parte a la familia.
-Está bien querida, que te mejores pronto.
La joven sube a su recamara sintiéndose muy cansada por todo lo que estaba pasando.
Por otra parte, Anthony se encontraba con la señorita Brither en una cafetería, él necesitaba decirle algo.
-Annie, me alegro que aceptases mi invitación.
-Quería verte cariño, sé que tenemos que hablar.
-Así es… por lo que seré breve.
Los nervios de ella se tensan ante la expresión seria de su amante.
-Annie, llegó el momento de ponerle fin a nuestra relación. Será mejor que no nos volvamos a ver.
-Es por ella, por Candy. Tienes que dejarme para estar con ella. ¿Te lo ha pedido?
-No me lo ha pedido, pero es algo que debo hacer para salvar mi matrimonio. Amo a mi esposa, y aunque no me he comportado correctamente todo este tiempo por estar contigo, no puedo seguir haciendo las cosas así. Lo siento.
Annie siente que su derredor se desvanece, él la estaba dejando, prefería a su esposa antes que a ella… no… no podía ser… no podía permitir que las cosas terminasen así tan fácilmente.
-Anthony… yo.
-Por favor no insistas, no nos volveremos a ver.
-Está bien… si eso es lo que quieres. Desapareceré de tu vida y no sabrás de mí ni de mi hijo. Adiós.
Él abre los ojos desmesurados, nunca se hubiese esperado oír eso. Annie estaba embarazada. Cuando finalmente vino a reaccionar ella se encontraba cerca de la salida del local, quería moverse, pero su cuerpo se sentía más pesado que el plomo ¿Qué debía hacer?
Candy por su parte sale con la mucama y compran productos y víveres para dejar en la mansión que está abandonada desde que se mudaron a la ciudad, esperaba que no se haya estropeado mucho debido a la ausencia. El chofer la lleva hasta su antiguo hogar.
Al abrir la puerta se lleva una gran sorpresa al encontrar todo en perfecto orden y limpio, en eso se oyen los pasos de una persona acercarse.
-Disculpe, ¿Quiénes son ustedes?
-Eso mismo me pregunto yo ¿Quién eres tú y qué haces aquí?
-Soy Sara la doncella que contrató el señor Andrew para cuidar de la casa.
-¿Mi marido te contrató? Qué extraño, no me ha dicho nada al respecto.
Inquiere sorprendida Candy, no tenía ni el más mínimo recuerdo de que él le hubiese comentado algo al respecto. Observa a la joven por unos segundos, quien se ha puesto nerviosa al descubrir quién era ella; la rubia no entiende la razón por lo que intenta tranquilizarla.
-Has hecho un buen trabajo en la casa, gracias. Ahora ve con Lucia y bajen del coche las cosas que traigo.
-Eh… bueno…
-Niña, acompáñame.
Le pide impaciente la doncella, Sara dudaba por unos momentos y estaba por moverse o decir algo cuando se escuchó un estruendo venir de la planta superior. Candy se sorprende, creía que no había nadie más en el lugar.
-¿Qué ha sido eso?
Dice a la vez que se dirige a la escalera que lleva a la segunda planta.
-Se-señora, no se preocupe. De seguro ha sido el viento que ha cerrado alguna ventana con fuerza, he sido descuidada dejándola abierta.
-Eso no ha sido una ventana Sara.
-Se-señora, por favor…
Le suplica mientras la toma de la mano para que no siga avanzando. La doncella de Candy se molesta y la reprende.
-Niña ¿Cómo se te ocurre contradecir a tu señora? Más vale que no estés ocultando nada y seas una ladrona.
-Y-yo… yo no soy una ladrona, le juro por mi madre que el señor Anthony me contrató. Pero le sugiero que mejor no suba allá arriba.
La actitud de la chica no le parecía a Candy, por lo que sin más dilación decide ir a ver qué es lo que estaba pasando. Camina por el pasillo superior esperando ver u oír algo; ahí estaba otra vez el estruendo, provenía de la que antes era su alcoba.
Si alguien estaba robando podía detenerlo con las manos en la masa, por lo que decide tomar el jarrón que está sobre la mesilla ahí cercana para usarlo como arma. Finalmente abre con sigilo la puerta para no alertar al ladrón.
La joven se lleva la sorpresa de su vida… ahí estaba su marido, a medio vestir y besando a otra mujer. Le sostenía las manos sobre su cabeza mientras le devoraba la boca y presionaba su cuerpo contra la puerta del armario. El jarrón que sostenía termina estrellándose contra el suelo, llamando con ello la atención de la pareja, quienes alertados por el sonido vuelven sus ojos hacia la figura que se encuentra parada en el umbral.
-¡Candy!
Logra decir Anthony alarmado. Ahí estaba ella y lo había encontrado con su amante entre sus brazos. La rubia por su parte estaba atónita, no sabía exactamente que hacer o decir. Maldecirlos por engañarla de ésta manera, pegarle ¿A quién? A él por infiel o ella por ser una descarada que había fingido ser su amiga todo éste tiempo. Sentía que la sangre le hierve y teme que pueda terminar haciendo una locura por lo que finalmente opta por darse la vuelta y marchar de ese lugar, no soportaba seguir viéndolos.
Baja apresuradamente las escaleras y se encuentra a Lucia junto a Sara quien se retorcía los dedos de las manos presa de los nervios, se temía lo que la señora había descubierto, aunque ésta no hubiese emitido grito alguno; Candy se para cerca de ella para preguntarle.
-¿Tú sabías que él estaba aquí con su amante y por eso no querías que subiera?
-Yo… yo le juro que no sabía que ella era la amante. Siempre era la que me daba las órdenes, pensé que era la novia y que algún día se casarían.
-Tú le estabas cubriendo las sinvergüenzadas a mi marido y obedeciendo a esa mujer, estás despedida.
-No… no, señora por favor. Le juro que no lo sabía que estaba casado. Por favor, no me despida… por favor…
Suplicaba la joven entre lágrimas mientras veía la figura de la dama alejarse apresuradamente para subir al coche y largarse de ahí. Anthony estaba descendiendo por las escaleras mientras se terminaba de colocar el saco cuando escucha el motor del vehículo encenderse y luego partir; termina de saltar los últimos escalones y correr gritando su nombre.
-¡Candy! ¡Candy… espera, no te vayas!
Detrás de la ventana, Annie observa el coche irse y estaba muy nerviosa. Nunca se hubiese imaginado ni maquinado que Candy la descubriera de esa manera, no sabía qué iba a pasar con ella a partir de ahora. De presto se da cuenta que Anthony también ha cogido su vehículo y va tras su esposa, la había dejado así sin más, sola. Sara aparece por la puerta y le dice:
-Señorita Brither, el señor dijo que se marchaba primero, que espere aquí que él mandará a un chofer para que la recoja.
-Déjame sola.
Solicitó dolida, sentía que con esas palabras él le estaba diciendo adiós.
Cuando Candy llegó a su casa pasó sin saludar a todos para ir a refugiarse en su alcoba. Minutos después aparecía Anthony como pisándole los pasos, se le veía realmente angustiado.
En la privacidad de su habitación la rubia empieza a respirar con fuerza sintiendo que estaba por estallar, cuando se da cuenta que la puerta se abre y era su marido quien llegaba.
-Candy, por favor. Necesitamos hablar.
-No.
-Mi amor, te lo suplico, escúchame un momento.
-¡No! No puedo y no quiero… estoy… estoy tan molesta que no sé si llorar o partirte la cara. Así que te pido que me dejes sola, si no quieres que empiece a dar voces y toda la familia se entere que eres un desgraciado infeliz que me ha sido infiel.
-¡Candy, amor!
-¡No! No me digas nada ¡Vete! Que ahora mismo no soporto ni verte. ¡Me das asco! ¡Vete!
Le exige elevando la voz, por lo que no le queda más remedio que ceder en éste momento. No ha terminado de salir de la habitación cuando ella ya ha cerrado dando un fuerte portazo que lo sobresaltó. En eso Albert aparece por el otro extremo del pasillo y lo observa por unos instantes, intuye que algo ha sucedido así que lo invita a pasar a beber una copa de licor en la biblioteca.
-Tranquilo, aquí nadie nos va a molestar.
Asevera mientras le entrega el vaso con whisky que acaba de servir. Luego con un gesto de su mano le indica que tome asiento y él hace lo mismo. Por unos minutos sólo se limitan en hacer bailar el licor en el recipiente mientras esperan que las ansias del joven disminuyan.
-Entonces… ahora sí me vas a decir ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Qué ha sido todo ese escándalo de hace un momento?
-Eh… bueno…
Balbucea Anthony, no sabe cómo proceder.
-Debe de ser algo muy grave para que te quedes sin palabras y para que Candy te haya echado de tu alcoba.
-Candy ha descubierto que le fui infiel.
Albert levanta una ceja como diciendo que quizás no había entendido bien.
-Que “le fui infiel” ¿Estás seguro?
-Bueno, que tengo una amante. No le fui, soy un marido infiel ¿Satisfecho?
El hombre solo responde con el gesto de darle un sorbo a su copa.
-¡Oh Albert! ¿Qué hago ahora?
-¿Todavía no lo sabes?
-Es que… yo…
-Ves que sí sabes lo que debes hacer, sólo te falta el coraje.
-Pero tío…
-Eres muy consciente con respecto a tu relación con Candy, eso no va a cambiar, pero es evidente que tienes que tomar medidas con respecto a Annie. No creo que a tu esposa le haga mucha gracia saber que aún seguirás viéndote con esa mujer.
-¿Con Annie? ¿Cómo sabías que era ella?
-La relación era tan evidente entre ustedes que hasta cualquier ciego era capaz de poder verlo. No soy quien para juzgar o decirte cómo tienes que hacer tu vida, es tuya y ya eres todo un hombre para poder afrontar las consecuencias de cada decisión. Pero no puedo quedarme tan pasivo cuando están por medio los intereses de la empresa.
-¿La empresa? ¿Qué tiene que ver en todo esto?
-¿Estás seguro que tus devaneos con la señorita Brither no tienen oculto un interés por sacar beneficio de la corporación Andrew?
Inquiere a la vez que se levanta para tomar una carpeta blanca que está sobre el escritorio para luego entregársela a su sobrino.
-Por supuesto, Annie nunca habría hecho esto sólo para sacarme dinero, te lo puedo asegurar. ¿Qué es esto?
-Bueno, sacarte dinero directamente no, pero sí lograr que los proyectos que presentase su padre fueran aprobados, aunque estos no brindaran ningún beneficio a los Andrew, les ha ayudado a poder tener un poco de liquidez a los Brither.
-Tío, te aseguro que no ha sido con mala intención. Sabía que el señor Brither estaba pasando por una mala racha. Annie me comentó que estaban pasando por un mal momento, pero que si tan solo uno de sus propuestas fuera apoyada, ellos lograrían reponerse y que al ser tan buena la idea habría muchos beneficios para ambas partes.
-Pero al final la cosa nunca salió así.
-Ya… bueno, los proyectos los analicé con el equipo, no fue algo tomado a la ligera, sólo necesitaban hacerse unos ajustes y los resultados serían otros.
-Y como te habrás dado cuenta, el señor Brither no es una persona que le guste que le digan sus errores o qué debe hacer. Es un anciano muy cerrado cuando de una idea se trata. Es por eso que con George habíamos dejado la indicación de no hacer trato con ellos ¿No viste el memorándum entre los papeles?
-Sí…
-Pero decidiste desoír nuestra recomendación y decisión.
-Pensé que podría lograr algo que ustedes no. Nada más.
-Bueno, sí. Ninguno de nosotros se involucró con su hija.
-¡No me refería a eso!
-Lo sé. Pero no me sorprendería saber que simplemente la hayan utilizado para alcanzar sus propios objetivos.
-No… no creo que haya sido así.
-Mmm… estabas cegado por el cuerpo de esa jovencita, es de esperar que tu buen juicio se haya visto comprometido.
-Tíoo… ¿Cuánto más piensa seguir metiendo el dedo en la llaga?
-Está bien, no diré más. Simplemente espero que puedas reflexionar sobre ello.
-Pero… ¿Qué hago con Candy?
-Esperar… dale un poco de espacio hasta que sus emociones no la desborden. Entonces te arrodillas, suplicas, o imploras si hace falta. Deberás hacer todo lo posible y más para compensarle el gran dolor que le has causado.
Y con eso culmina la conversación para dejar solo a su sobrino y que éste medite sobre todo.
Dos días después Candy se anima a salir de su habitación, necesitaba un poco de aire para poder olvidar un poco su dolor, a su regreso descubre que la señora McGregor está en la casa y habla con Elroy.
-Esa mujer es una desvergonzada. Mira que meterse con el marido de su amiga, una completa descarada.
-¿Y cómo está Candy?
-Todavía sigue molesta, no quiere hablar con mi sobrino y casi no sale de su alcoba, me preocupa mucho.
-No es para menos. ¡Oh Candy! No sabía que estabas ahí.
-Señora McGregor, buenas tardes. Tía. Por favor, no hace falta que disimulen sólo porque estoy aquí, sé que ya saben que mi marido tiene una amante.
-Mi niña, por favor. Perdona a ésta vieja charlatana, pero es que estamos muy preocupadas por ti.
-Candy, sabes que cuentas con mi apoyo y el de toda la familia también, lo que ha hecho mi sobrino es una completa tontería, verás que pronto se le pasará la ilusión de esa joven.
-Ya, pero no sé si yo podré olvidar tan fácilmente.
-Tiempo al tiempo querida. Las amantes siempre son pasajeras, los hombres no saben mantenerse quietos y a veces cometen ese tipo de estupideces.
-No olvides que tú eres una señora, de la casa Andrew, una mujer intachable. Aunque esas desvergonzadas lo deseen nunca podrán estar a tu altura ni ocupar tu lugar.
-¿Mi lugar? No sé si realmente quiero estar con un hombre que no es capaz de serme fiel.
-No digas esas cosas Candy. No irás a dejar tu matrimonio de tantos años por una fulana.
-Elroy tiene razón mi niña, tú eres su esposa, algo que no se puede borrar tan fácilmente. Tú mantente firme, verás cómo tu marido te suplicará perdón, y volveréis a ser un matrimonio feliz como lo fue antes.
Candy se sorprende con lo que le dicen, ellas quieren que siga con Anthony a pesar de todo. Una punzada arremete en su pecho dolorido y la cabeza amenaza con estallar.
-Creo que será mejor que suba a descansar, tengo dolor de cabeza y no soy capaz de seguir la conversación. Si me disculpan, un gusto verla señora McGregor, dele saludos de mi parte a la familia.
-Está bien querida, que te mejores pronto.
La joven sube a su recamara sintiéndose muy cansada por todo lo que estaba pasando.
Por otra parte, Anthony se encontraba con la señorita Brither en una cafetería, él necesitaba decirle algo.
-Annie, me alegro que aceptases mi invitación.
-Quería verte cariño, sé que tenemos que hablar.
-Así es… por lo que seré breve.
Los nervios de ella se tensan ante la expresión seria de su amante.
-Annie, llegó el momento de ponerle fin a nuestra relación. Será mejor que no nos volvamos a ver.
-Es por ella, por Candy. Tienes que dejarme para estar con ella. ¿Te lo ha pedido?
-No me lo ha pedido, pero es algo que debo hacer para salvar mi matrimonio. Amo a mi esposa, y aunque no me he comportado correctamente todo este tiempo por estar contigo, no puedo seguir haciendo las cosas así. Lo siento.
Annie siente que su derredor se desvanece, él la estaba dejando, prefería a su esposa antes que a ella… no… no podía ser… no podía permitir que las cosas terminasen así tan fácilmente.
-Anthony… yo.
-Por favor no insistas, no nos volveremos a ver.
-Está bien… si eso es lo que quieres. Desapareceré de tu vida y no sabrás de mí ni de mi hijo. Adiós.
Él abre los ojos desmesurados, nunca se hubiese esperado oír eso. Annie estaba embarazada. Cuando finalmente vino a reaccionar ella se encontraba cerca de la salida del local, quería moverse, pero su cuerpo se sentía más pesado que el plomo ¿Qué debía hacer?
Última edición por Cherry Cheddar el Jue Abr 11, 2024 5:12 pm, editado 1 vez